Seguro que algo sabéis al respecto. Jeremy de León es un chaval pelirrojo y pequeñito que estos días aparece en un montón de fotos, como un extra de una película que narra la aventura del Real Madrid en Manchester. En el aeropuerto, en el entrenamiento, en la llegada al estadio, en las celebraciones… Jeremy concentrado y serio, Jeremy esforzado y despierto, Jeremy tranquilo y profesional, Jeremy feliz y sonriente. Elige tu propio Jeremy.
Jeremy de León se incorporó al filial del Real Madrid en enero, no está jugando mucho por el momento y no está inscrito para la Champions. He leído en Relevo que viajó porque gusta a los entrenadores y para ayudar en los entrenamientos, pero entre la realidad y la fantasía prefiero la fantasía, y dónde mejor que en Twitter para abrazar la fantasía. Circulan por ahí numerosas teorías que «explican» su presencia en Manchester: la más «normal» asegura que Jeremy fue para probar la comida antes que el resto de sus compañeros y evitar así posibles envenenamientos.
El caso es que yo hablé una vez con Jeremy de León. Ocurrió hace un año, más o menos, cuando Jeremy jugaba en el Castellón y era mi rareza favorita. Llevaba meses esperando la mínima ocasión para preparar un reportaje. Me pasa con algún jugador casi todos los años. Esta temporada me pasó con Daijiro Chirino, porque quería titular una pieza El viaje de Chirino.
La temporada pasada, esa mínima ocasión llegó a principios de abril, cuando Jeremy marcó el gol de la victoria en el último minuto de un partido en Logroño. Sabía que tenía una buena historia: hablé con Jeremy, que me contó su infancia en Puerto Rico y el viaje familiar a Europa para hacerse un hueco en el fútbol; hablé con Jim, que fue su entrenador en el juvenil, el filial y el primer equipo; y hablé con el ayudante de ese juvenil, Jorge Palomo, un viejo zorro del fútbol modesto.
Cuando Palomo insistió en lo «especial» que era ese chico, que iba para «figura», empecé a tomármelo en serio, porque en el fondo no me fío de mi propio criterio. Además, por esas fechas escribí otro reportaje sobre el 50 aniversario de un mítico 4-0 del Castellón al Barcelona, y compartí mesa y sobremesa con los goleadores de aquel partido (Planelles, Clares y Tonín), tres leyendas del fútbol de los años 70. Solo preguntaban una cosa: El roget per què no juga més?
El fútbol plástico, libre y callejero de Jeremy no solo despertaba la curiosidad de los veteranos. También era en Castellón el favorito de muchos niños. Uno de esos niños era mi hijo Teo. Esta temporada, durante las vacaciones escolares de Navidad, un día se complicó eso de la conciliación familiar y tuve que llevarlo a la rueda de prensa del entrenador Dick Schreuder.
Le dije quédate aquí sentado y no te muevas, y ahí se quedó quieto, obediente como un perrete bien educado y atento. Yo era el único periodista de la sala y Teo era el único perro. Cuando acabó la rueda de prensa, en la que la posible marcha de Jeremy de León fue uno de los temas, Teo le contó a Schreuder que Jeremy era su jugador preferido. Entonces, el entrenador del Castellón sacó el móvil y realizó una videollamada. A un lado estaba Teo y al otro Jeremy, que volvía del entrenamiento en coche con otros compañeros.
Tal y como acordamos en los segundos previos, Teo dijo a Jeremy que también era zurdito, que jugaba en el Prebenjamín y que por favor no se fuera. Jeremy estuvo muy simpático, pero con lo de su posible renovación cambió de tema. En ese momento supe que se marchaba. En ese momento Schreuder dijo que si se iba ya tenía sustituto y se llamaba Teo, y mi hijo se marchó súper contento.
En ese momento cambió quizá la historia del fútbol europeo. Si se hubiera ablandado con la súplica de Teo (que bordó su papel de niño fan, por cierto, bien tierno), y hubiera renovado su contrato, el Madrid habría perdido en Manchester por envenenamiento.