Elegir equipo de fútbol es una decisión crítica en la vida de cualquier persona. Sigue extrañándome que dejemos al azar, a menudo, un aspecto crucial en nuestra existencia diaria. Cuánta felicidad y cuánto sufrimiento dependen de una elección tan poco meditada.
Por lo general, podríamos señalar dos grandes corrientes de pensamiento. Lo diré usando la terminología axeltorresiana: una aboga por la perspectiva de éxito y la otra por el sentimiento de pertenencia. Esto es más o menos normal: están los que nacen o viven en un sitio y se hacen del equipo de ese sitio porque consideran que de alguna manera les representa, y están los que se aficionan al fútbol en un momento determinado y se hacen del equipo que gana en ese momento determinado. Unos y otros suelen despreciar la militancia del contrario, pero ese no es el tema que me ha traído hasta el teclado.
El tema que hoy me interesa son las anomalías y los raros. Por eso tampoco me valen los que se hacen de un equipo por pura tradición familiar, porque son muchos y variados. Mi amigo David, por ejemplo, es del Espanyol porque su padre es del Espanyol, aunque la familia se trasladara a centenares de kilómetros hace muchos años. A veces lo cuenta como si hubiera heredado alguna tara genética, como unas orejas grandes o unos pies planos, pero no creo que sea para tanto.
Así que ataquemos de una vez el tema de los raros. Con un par de ellos he trabajado. Apunto que escribo desde la provincia de Castellón. En un pueblecito del interior creció mi amigo Xavi y resulta que Xavi es de Osasuna. Creo que compartí redacción con él tres o cuatro años y le debí preguntar 636 veces por qué era de Osasuna.
Al final aprendí la historia, que sirve a la perfección para entender cómo una pequeña casualidad puede originar un eterno manantial de consecuencias. Xavi es de Osasuna porque en el colegio hicieron un campeonato de chapas y le tocó, al azar, jugar con Osasuna. En ese momento se hizo de Osasuna y, durante las décadas siguientes, un montón de días, de tardes y de noches estuvo triste o feliz en función de Osasuna y sus resultados.
Hay más. Ahora trabajo con Bachero, que viajó el pasado fin de semana a Sevilla para ver la final de la Copa del Rey. Bachero es del Real Mallorca y creo que solo le he preguntado 128 veces por qué es del Real Mallorca. Lo volví a hacer el miércoles con máxima delicadeza, porque seguro que la herida de la final perdida todavía continúa abierta.
El caso es que Bachero cambió un par de turnos de trabajo, gastó un montón de energía y dinero y malvivió sin voz de domingo a martes porque años atrás, a finales de los noventa, el Mallorca decidió fichar a un capazo de jugadores que el Valencia había considerado descartes, o algo así, no importa. Engonga, Romero, Eskurza, Gabi Moya… Toda esa tropa. No me preguntéis por qué, pero aquello motivó a su padre para hacerse del Mallorca, una afición que transmitió a su hijo sin medir las secuelas de la jugada.
Es posible, quiero deslizar, que estas decisiones poco meditadas sean las mejores. Lo de ser de un equipo me recuerda un poco a los significados de los tatuajes: haz lo que quieras, pero no hace falta que me justifiques nada. Tampoco queda muy claro cuándo termina el plazo de elección, porque llega un momento en el que tú ya no controlas.
Es al contrario. Llegado un momento, el momento de la verdad, ser de un equipo no es algo que elijas, no es algo que quieras o dejas de querer. Ocurre que salen los tuyos al campo, los miras desde la grada y lo sientes o no lo sientes. Simplemente eso. Si lo sientes, estás pillado para siempre, y da igual lo que digas o hagas, porque ya no te engañas. Si lo sientes, eres; y no se puede hacer nada.
Mi yayo me llevó por primera vez a los toros en algún momento de las corridas falleras del 76, no recuerdo a quién vi torear aquella tarde. Unos días después, exactamente el 28 de marzo de 1976 con la misma compañía y seis años y medio de vida, puse por primera vez un pie en Mestalla, lo primero que le pregunté al ver aquel inmenso verde fue -¿Y por donde salen aquí los toros yayo?. Después de aquel Valencia 2 Elche 0 jamás he dejado de ser seguidor del Valencia y solo del Valencia, casi 50 años después apenas 2 o 3 veces he vuelto a ver toros en plaza.
Yo, de niño (¿5 años?), simpatizaba por dos pueriles (lógicamente, pues era un niño) razones con la UD Las Palmas: a) porque iban de amarillo, mi color favorito entonces y b) porque tenían un jugador con nombre de payaso, Tonono. Pero pronto cambié de equipo y hoy ya no siento nada especial por la UDLP.
Tengo en casa enmarcada una foto con Pirri, con cinco años vestido con un uniforme blanco de algodón. La foto está sacada en cesped de El Molinón. Tela.
El hombre que me llevó aquel día al campo, mi padrino, una de las personas a las que más haya podido querer en la vida, murió en un desgraciado accidente cuando yo tenía 18 años. Ni que decir tiene que conservar la lealtad a esos colores es conservarla a su memoria. Supongo que historias como esta serán la explicación habitual a estas cosas.