Economía

La corrupción del fútbol también está tras el cambio de Adidas por Nike en Alemania

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Cambiar Nike por Adidas era necesario tras la pérdida de ingresos de la Federaciòn Alemana
Hans-Joachim Watzke y Rudi Völler (Foto: Cordon Press)

Adidas presentó a mediados de marzo la equipación del equipo nacional alemán, femenino y masculino, para la Europa League 2024. Y lo hizo con una campaña humorística que se reía de los clichés y estereotipos que el país identifica como típicamente alemanes. Lo nuevo alemán en el país multicultural actual son los kebab o la diversidad racial, la puntualidad germánica es un mito, y los relojes de cuco y los enanos de jardín son más bien cosa del pasado.

De lo que no cabía dudar en el anuncio es que su selección nacional está asociada a la marca Adidas, que lleva patrocinándoles desde 1954, cuando los alemanes ganaron la copa del mundo, y adoptaron la marca como parte de su identidad nacional. Una marca alemana.

Parece que el anuncio se ganó el corazoncito de los aficionados, que iniciaron una petición con miles de firmas para que el tema del anuncio, «Major Tom» de Peter Schilling, un clásico de los ochenta, fuera adoptado como nuevo himno del equipo nacional.

Esto nos pone en contexto para entender por qué los políticos alemanes han convertido en un cisma nacional el cambio de patrocinador de su selección. Desde que la DFB, la Federación Nacional Alemana, anunció que cambiaría a Nike a partir de 2027, los aficionados lo han vivido como una traición, y destacadas figuras políticas han aprovechado para acaparar ese sentir nacional y atraer simpatías y votantes.

Robert Habeck, ministro de economía del Partido Verde, manifestó que hubiera esperado «un poco más de patriotismo» por parte de la federación. Karl Lauterbach, ministro de sanidad del Partido Socialdemócrata, lo calificó como «una decisión comercial equivocada, que destruirá una tradición que es además parte de la patria». Y el primer ministro Markus Söder, de la Unión Social Cristiana, que procede de Franconia, donde Adidas se fundó y tiene su sede central lo calificó de «una vergüenza». A juzgar por la respuesta de la DFB, parece que les ha cogido con el pie cambiado.

Protesta contra los capos del fútbol alemán, entre ellos el presidente de DFB, Fritz Keller, y el presidente de Bayern Munich, Karl Heinz Rummenigge (Foto: Cordon Press)

El vicepresidente de la federación, Hans-Joachim Watzke, ha intentado venderlo como una práctica comercial habitual en los mercados deportivos. Añadiendo que no tiene tiempo para el populismo de los políticos, que le ha dejado, ha dicho, «tremendamente enfadado». Los aficionados tienen el mismo sentimiento, aunque en este caso por sus decisiones, y en general por la actitud que lleva arrastrando la DFB desde hace muchos años.

Los aficionados alemanes lo resumirían en esta frase: se están cargando el fútbol. Y eso es bastante decir en un mercado muy distinto al español, donde las entradas de la Bundesliga son baratas para el nivel adquisitivo medio alemán, y la asistencia un evento familiar de domingo regado con cerveza y salchichas, también a precios populares en los estadios.

Económicamente, el cambio de patrocinador es comprensible. Aporta a la DFB unos cincuenta millones más. Sin haber dado cifras oficiales, los informantes de prensa en el país aseguran que la cifra estimada de 100 millones de euros pagados por Nike se acerca bastante a la realidad. Adidas habría ofrecido la mitad, en la confianza de que les une una larga tradición.

De hecho en 2006 Nike ya hizo una oferta de 500 millones por ocho años, pero los dirigentes de la DFB lo rechazaron alegando un acuerdo verbal -mucho menos lucrativo- con Adidas. No es un secreto que las dos primeras marcas de equipación deportiva llevan tiempo peleando por predominar en el mercado del fútbol europeo.

Se estima que este patrocinio privará a Adidas de unos 60 millones de euros, la cifra que suele obtener en el país por la venta de camisetas de la selección. Dado que pagaba 50 por patrocinarlo, de momento no es un agujero importante en sus cifras de negocio, sino un movimiento más en la disputa entre los dos gigantes. Ahora bien, ¿por qué de pronto la DFB tiene tanto interés en ganar mucho más dinero con este patrocinio, aún a riesgo de enfadar a su afición?

Efectivamente, como indica el titular de este artículo, es por la corrupción que la federación alemana arrastra desde hace años, y que se está celebrando juicio contra sus responsables justo en este mismo mes. En 2020 la policía alemana entró a saco en las oficinas centrales de la DFB para registrarlas y buscar documentación. La federación había organizado una red que incluía a 200 funcionarios alemanes con la que consiguieron evadir impuestos por valor de 13,7 millones de euros.

La investigación forzó la dimisión del presidente de la federación Fritz Keller, que llegaba en mal momento. No hacía mucho que habían sido cesados por otro escándalo de corrupción el anterior presidente, Theo Zwanziger, y el vicepresidente Franz Anton Beckenbauer -aquel futbolista mítico conocido como el Káiser. En este caso, por haber usado 10,3 millones de euros para sobornar al Consejo de la FIFA y lograr que Alemania fuera la sede del Mundial. Como, efectivamente, consiguieron. Y fue precisamente en la organización del mundial donde estafaron, siempre desde la DFB, al tesoro alemán mediante su trama de evasión de impuestos.

(Foto: Cordon Press)

El caso, que ahora se juzga, se intentó cerrar en dos ocasiones por el Tribunal Regional de Frankfurt, aunque las alegaciones de la fiscalía lograron que se reabriera en una estancia superior. Eso explica el retraso, y que Beckenbauer muriera antes de llegar a ser juzgado, en enero de este año. Y explica también la decisión de fichar por Nike, y su jugosa oferta, porque desde que saltaron esos escándalos, los resultados del fútbol alemán y sus ingresos no han dejado de caer. Mientras el enfado de sus aficionados no ha hecho más que crecer.

El presidente del Borussia Dortmund, Hans-Joachim Watzke, considerado el empresario de más peso en el fútbol de aquel país, lleva casi un año intentando calmar los ánimos desde su puesto de presidente de la DFL, que organiza la Bundesliga, y cuyo propietario es la DFB. Y con calmar los ánimos nos referimos a todos los aficionados interrumpiendo los encuentros desde las gradas a base de tirar monedas de chocolate y pelotas de tenis al campo.

Lo que dilata el tiempo de juego y logra suspender indefinidamente algunos encuentros. Manifiestan su radical oposición a el plan de vender un porcentaje de los derechos televisivos para promocionar internacionalmente a la liga alemana. El detalle es lo de menos, detrás de la protesta está el miedo de unos aficionados que disfrutan de un fútbol barato de domingo y temen que acabe siendo como el español o el inglés. Dos mercados a los que la DFL hace referencia al defender su plan.

En resumen, la DFB, de forma directa a través del acuerdo con NIKE, y de forma indirecta con la Bundesliga, busca dinero desesperadamente. Para pagar a la DFL los 39 millones de cada temporada, y para paliar el problema de los pobres resultados que los equipos alemanas arrastran en la Champions y en el Mundial, y que han mermado sus ingresos.

Muchos apuntan a que no hubieran conseguido resultados tan espectaculares en el pasado sin sobornos y corruptelas. Incluso sugieren que la DFB difícilmente podrá sostener la financiación del fútbol alemán sin nuevas fuentes de ingresos. Eso, si no recibe multas millonarias a raíz del juicio que se está celebrando. Los gestores actuales heredan una larga historia de corruptelas, presidentes cesados, y falta de fondos, unida a unos aficionados cada vez más hostiles. Y no es culpa suya. Pero al mismo tiempo intentan romper la regla del 50+1 para ganar más.

Esa regla exige que la mayoría de las acciones de los clubs alemanes sean de inversores del país, y no ocurra lo que en Inglaterra o España, donde oligarcas y naciones petroleras toman el control. Son ellos los que nos ponen, a nosotros y a los ingleses, como ejemplo. Quieren que su fútbol siga siendo alemán y dependa de los aficionados alemanes que van a los estadios.

Ese modelo económico es sostenible, pero desde la DFB y la DFL insisten en que nunca conseguirá los negocios de la liga española o la inglesa. O lo que es lo mismo, que los propietarios de los clubes de la Bundesliga no podrán ganar más dinero del que ganan. Es ahí donde el cambio de patrocinador encaja, como un tema puramente económico al que importa poco la conexión emocional y nacional de los aficionados con su marca. El fútbol, en todo el mundo, es dinero y suele ser corrupción, y cualquier otro enfoque parece condenado al conflicto o al fracaso. Lo patrocine NIKE, Adidas, o cualquier otro.

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