Exijo unas disculpas. Y que sean reales, no de las que se adornan con un «pero». Exijo que quienes blandieron espadas y cuchillos contra las futbolistas de la Selección Española en la noche de Oliva tiren sus armas al suelo, hinquen rodilla y pidan perdón.
Sí, te hablo a ti, ilustre tuitero o lector mascullante de artículos que decías que nada malo había en la RFEF, o que sí, pero no aquello, y que aquello solo era una respuesta teatralizada de lo que ordenaba Irene Montero. Te hablo a ti, que nunca has tenido el valor de denunciar la corrupción que nos rodea y que cuando otras se jugaron su futuro por hacerlo señalabas con tu sucio dedo sus nombres. Pide perdón, porque la lista que la jueza Delia Rodrigo maneja tiene todos y cada uno de los nombres que habían escrito también las 23 de Oliva. Por qué será.
España es un universo en el que el que está en el sofá cree que sabe torear mejor que las que está en el ruedo. Baje y hágalo usted mismo, que habría dicho Mazzantini. Resulta que ahora algunos se dan golpes de pecho pensando cómo pudo montarse el circo de corruptelas que tiene sede en Las Rozas sin que nos diéramos cuenta, pero cuando 23 que estaban hartas de ello hablaron, eran unas niñatas caprichosas que querían la cabeza de un seleccionador que no había hecho nada malo.
Lo que pidieron las 23 -y todo el fútbol femenino- fue una limpieza real de un organismo que tenía los cimientos encharcados en aguas fecales. De la cabeza de Rubiales a las cloacas de Cueto, ese era el objetivo. Los nombres de Chema Timón, Antonio Gómez Reino, Rubén Rivera, Albert Luque, y Tomás González Cueto no nos son ajenos en el fútbol femenino.
Son nombres que salieron en Oliva, y que vuelven a salir ahora en el marco de una investigación en la que parece ser que pretendían montar un negocio de pisos turísticos con Rubiales y Nené, por el que han perdido 700.000 euros, que están en República Dominicana. Luis Rubiales no disponía de efectivo para devolvérselos, según apunta El Español. Cosas veredes, Sancho.
Por supuesto, el argumento prioritario de aquellos era que las futbolistas tienen que jugar a fútbol y nada más les compete. Error. Las futbolistas jugaban todos sus partidos en La Cartuja sabiendo que de la noche a la mañana un estadio olvidado había pasado a primera fila para la RFEF, sabiendo que allí no había nada, que de aquellas obras hasta el videomarcador está manchado -y no es una licencia poética, es cuestión de su adjudicación, miren a quién y por qué- y que cuando algo olía a podrido en Las Rozas, siempre había una bolsa debajo de la alfombra que desprendía el olor.
Jugar, representando a un país, pero también a una Federación que hacía orgías en Salobreña con dinero que debería haber sido destinado al fútbol. Jugar, con un convenio con un país en el que los caballos tienen más derechos que las mujeres. Jugar, para un Presidente que había dicho que el dinero de Arabia no era para un chalet, era para el fútbol femenino, y que se había sacado de la manga la cifra de 25 millones de euros que no figura en ningún balance de cuentas.
Jugar, para quien boicoteó los derechos televisivos de Primera división de la mano de un Gobierno que se los regaló en medio de un Estado de Alarma y contraviniendo un fallo judicial (si son algo listos y han visto quién puso el videomarcador de La Cartuja, sabrán por qué). Jugar, para el que forzó la destitución de una Secretaria de Estado para el Deporte por haber sentado las bases de nuestra primera liga profesional femenina.
Las que se plantaron merecen una disculpa. La jueza de Majadahonda merece un monumento. Y la FIFA merece licencia total para intervenir la RFEF, para cesar a la Junta Gestora y convocar unas elecciones que no serán jamás limpias, porque el sistema federativo sigue siendo un cortijo, pero que quedan brutalmente señaladas: el asambleísta que no está en estos momentos bajo investigación o acusación, ha dimitido, y el que no está escondido debajo de su poltrona esperando a que pase el temporal.
Todo esto, en medio de lo único que les importa a los periodistas deportivos de este país: los preparativos y carpetazo al Mundial 2030. Los seis meses de pasarela del escarnio que se han pegado Luis Rubiales y su séquito les parecen minucias a la hora de descartar a España como organizador de algo. ¿Puede la RFEF organizar un Mundial?
Una institución que cree que el fútbol le pertenece, que está siendo investigada hasta en sus esquinas más recónditas, que ha utilizado a los que patean balones desde el fútbol base hasta la élite para hacer dinero, que usó a las mujeres para pasar un comité ético -los famosos baños de Arabia-, ¿está legitimada para algo?
Si no van a pedir disculpas, al menos reflexionen sobre esto. Ustedes lo consintieron, ahora carguen con ello.
Lamentablemente este artículo tiene, a mi parecer, un grave fallo.
Se nombra a la FIFA para que intervenga en la Rfef…como si la Fifa fuera garante de algo parecido a integridad, solo hace falta recordar el mundial de Quatar y ciertas declaraciones de Infantino.
Las 23 no pedían eso, no seas tramposilla.
Me parece bien la denuncia de la corrupción, pero el tono infantil del artículo provoca sonrojo.
Y además alejado de la realidad. ¿A quién exige disculpas?¿A tuiteros o lectores mascullantes que negaban la corrupción? ¿quienes son esos, salvo parte interesada?
Todo el mundo (salvo que reciba sobres de por medio) sabe que la RFEF, la FIFA y la UEFA son entidades corruptas desde hace decenios. Y seguirán siendo corruptas durante decenios.
Es lo que tiene creerse que el mundo empezó ayer. Mejor envíe una carta a la Moncloa, a nombre de D. Pedro Sánchez, adalid contra la corrupción, exigiéndole disculpas por los enjuagues de su amigo el motrileño agarrahuevos.