Champions League

Xavi y Sergi Roberto: una lectura perfecta

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Sergi Roberto (Foto: Cordon Press)

Cuando el árbitro señaló el final, las cámaras enfocaron a un Xavi Hernández saludando a Francesco Calzona con la tensión propia de quien parece haber jugado el partido. Posteriormente, dedicaron unos segundo a Pau Cubarsí, joven central que parece llevar mil partidos en sus piernas. Tanto uno como otro escribieron una noche que ambos recordarán. El día que el Barça volvió, tras cuatro años, a los cuartos de final de Champions.

Acto I: Qué es lo que tengo, cómo hago daño

Seguramente el staff técnico del Fútbol Club Barcelona analizó al Nápoles al milímetro. Seguramente también, a la hora de plantear el partido, tuvo que mirar primero la enfermería. Demasiados nombres apartados de los terrenos de juego. Quizá Xavi, imitando a su homólogo Ancelotti, arqueó una ceja: ¿cómo puedo organizar al equipo y ser competitivo?  La respuesta, eficaz a más no poder ante el Nápoles, fue ver los que le quedaban sanos y buscar sociedades que mantuvieran un equilibrio en todos los momentos del juego.  Y así, pieza por pieza, fue construyendo su puzzle.

Cubarsí junto a Araújo, con Cancelo y Koundé en las bandas. Gündogan en la base junto a Christensen, con Fermín por delante. Lamine pegado a banda derecha, Raphinha yendo hacia dentro y Lewandowski fijando. Y el equipo, en los primeros veinte minutos, despliega un fútbol coral, solidario, rápido y con fluidez, principalmente porque hace daño al rival donde quiere hacer daño.

Cubarsí filtrando y mandando en una línea defensiva alta, Gündogan moviendo el balón rápido y Fermín fijando a la espalda de Lobotka para poder plantarse en campo contrario. Y luego, el 1×1 de Lamine Yamal. Un Lamine insolente que se va de todo rival que le marque.

Xavi comienza golpeando y así llegan los goles, con un Fermín indetectable que hace el primero y un Cancelo que finaliza una jugada para hacer el segundo aprovechando que el equipo napolitano todavía no sabía lo que estaba pasando.

Acto II: Demasiado fácil, demasiado peligro

Y el Barça, en pleno momento de felicidad, olvida volver a lo básico. Fermín salta a por los centrales rivales y deja su espacio libre, lo que obliga a Gündogan y a Christensen a correr más de lo debido. El equipo se hace largo, Lobotka se pone a los mandos y el conjunto blaugrana empieza a ver que las cosas no van bien, máxime cuando en una buena llegada el equipo partenopeo mete su gol, aprovechando que los medios culés no son capaces de cerrar la zona de llegada. El Nápoles recuerda que está en octavos por méritos propios, y quedan todavía cuarenta y cinco minutos.

Acto III: No hay que dispararse en el pie

Y el Barça salió peor que en el inicio del partido. Koundé volvió a recordar al jugador fallón que ha aparecido en algunos momentos de la temporada, Araújo volvía a fijar peor el marcaje, Cancelo se jugaba balones arriesgados en el área y el Barça empezaba a pensar que, de seguir así, podría llegar el empate si Osimhen cazaba alguna.

Y en ese momento, Xavi da una vuelta de tuerca mirando al banquillo con una consgina clara: se acabó el correcalles y las vías de agua.

Acto IV: no esperes el cambio, sé el cambio.

Los buenos entrenadores anticipan lo que va a pasar  y modifican antes de ver el balón dentro de su portería. Ante un equipo donde Gündogan y Christensen no mandan en el juego y con una defensa proclive a ser nerviosos cuando no hay que serlo (si exceptuamos a Pau Cubarsí, claro), Xavi actúa: Oriol Romeu y Sergi Roberto al campo por Christensen y Fermín.

Ese movimiento provocaba tres cosas: la primera, que fijaba la zona central con un jugador que no iba a hacer excursiones a banda como Oriol Romeu; la segunda, adelantar a Gündogan para que diera minutos de calidad ahorrándose el trabajo defensivo; y tres, que Sergi Roberto actuara de pegamento para aportar con su oficio que el partido estuviera más controlado.

La lectura de Xavi es perfecta y la respuesta de Sergi Roberto, más criticado que alabado en los últimos tiempos, es la ideal para pausar el juego y permitir que el equipo estuviera junto. Sergi Roberto es el amigo de todos: poca pérdida de balón, pases más cortos y una llegada desde segunda línea sirviendo en bandeja el gol a Lewandowski. 3-1 y a respirar tras un fallo clarísimo de Lindstrom que podría haber cambiado todo.

Acto V: La alegría

Terminó Montjuic cantando a pleno pulmón mientras el Nápoles todavía tenía tiempo para mandar un balón al larguero, recordando al conjunto de Xavi que sólo a través del balón y del oficio se pasan eliminatorias.

Sonrió Montjuic y sonrió Pau Cubarsí, quizá el mejor legado de Xavi.

Mientras, alguien puede plantearse por qué el Barça jugó un gran partido europeo (¿el mejor de los últimos años?) justamente cuando le faltaban De Jong, Pedri y Gavi al tiempo que Joao Félix estaba en el banquillo. O por qué Cubarsí hace mejor jugador a un Araújo que hace nada vivía pegado al larguero de Ter Stegen. O por qué, cuando en el campo hay jugadores que conocen el juego de posición mejor que otros, el equipo funciona. Pero eso, es otra historia…

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