Como es lógico, aspiro a comunicarme únicamente mediante memes. Quizá podríamos añadir en la ecuación columnas que ya he escrito y tuits que puedo autoretuitear, pero poco más. El ideal que persigo sería no volver a hablar y recurrir al meme siempre que existiera la posibilidad. De hecho, hoy he salvado la semana con un meme y os lo voy a contar.
Estaba tan tranquilo en el sofá, tomando el café, cuando he leído una noticia por casualidad: «La mano derecha de Iraola toma el banquillo del Rayo Vallecano». Cualquier persona cabal lee esto y se queda igual, pero en mi mente supone una invitación al ridículo que no puedo rechazar.
A mis 40 añazos he considerado que era buena idea hacer una captura de pantalla con la noticia y la imagen del entrenador de verdad, buscar una foto de Iraola, recortar su mano y unirlo todo con el Photoshop Mix. Después lo he compartido en redes y me he sentado a esperar, con algo de vacío interior. Ha sido duro asimilar que me quedaba todo el día por delante, con el meme hecho, y que hiciera lo que hiciera no lo iba a poder mejorar.
El problema de fondo es que soy reincidente. El meme soy yo. Cuando mi hija me pregunta qué hago en mi trabajo, le cuento cómo se me ocurrió el meme de Buyako Saka (un Buyo muy grande sacando de puerta). O el de Abdón (un Abde muy grande). O el de Cien gaviotas donde Irán. O yo qué sé, son numerosas las creaciones de un historial pseudodelictivo que trato de olvidar. Son las historias que podré contar a mis nietos. Sabiendo que esto va a acabar mal.
El meme de la mano de Iraola lo he podido hacer porque me toca horario de Cierre. Teniendo en cuenta que es inviable la opción de no trabajar, y después de varios años de experiencia, ensayo y error, podría decir que el llamado horario de Cierre en el periódico es el que mejor me va. Ya no solo por un tema de compatibilidad familiar (puedo llevar y recoger del colegio a hijo número 2, puedo estar con hijo número 3 por la mañana y puedo comer con hija número 1 cuando vuelve del instituto), también porque se ajusta mi cadencia vital.
La lucidez me visita cada vez menos, pero si lo hace suele elegir una determinada franja horaria de la tarde. Es un momento en el que estoy activo, pero aún no lo suficientemente cansado. Es un extraño momento de equilibrio. Es cada vez más efímero.
Creo que tiene algo que ver con los biorritmos, aunque ni siquiera sé muy bien qué son los biorritmos. A principios de los años 90, el Villarreal tuvo un entrenador estudioso de los biorritmos. Me contaron que un día se le ocurrió dejar en el banquillo a Adriano García, el máximo goleador de la historia del club hasta que le superó Gerard Moreno, y en la charla le dijo que era por los biorritmos. Me contaron también que Adriano casi le pega, pero al final canalizó su rabia con la puerta del vestuario, o algo parecido. Los biorritmos.
Cuando trabajo en el Cierre, además, puedo encarar el día sin prisas. Es más factible contestar emails pendientes, adelantar en la consulta de fuentes y pararte a pensar un rato en lo que quieres publicar durante los días siguientes. Puedes incluso llegar a aburrirte en pijama, que es algo que se valora mucho en esta casa.
Puedes hacer memes, y esa es la parte mala. Puedes darte cuenta de que tú eres el meme, y esa es la parte peor, pero no importa. Es como lo de salir y las resacas, o como el fútbol de pago cuando tu equipo palma. Te puede la culpa y te juras que nunca más, pero después pasa un tiempo, olvidas lo malo y se te pasa.