A inicios de los noventa, el Deportivo de la Coruña pasó a ser una sociedad anónima y la vida le cambió. Con el dinero ingresado, inmediatamente adquirió otra dimensión futbolística con los fichajes de Mauro Silva y Bebeto. «Nos lo jugamos todo a dos cartas», recordó Lendoiro en As charlas do Xerión. Ambos brasileños acabaron por vertebrar un equipo fabuloso. Sin embargo, en su paso a Europa estuvieron cerca de tomar un rumbo que hubiese dado al traste con esta linda historia.
El Superdépor, de Bebeto y Mauro Silva
Mauro Silva llegó al Dépor porque antes Lito Míguez convenció a Lendoiro de que Raí, la primera opción, «jugaba mucho para la galería, como Míchel en el Madrid». Asimismo, la entidad gallega hubo de arrebatar a Mauro a la Roma, que le llevaba ventaja pero necesitaba vender a Aldair para liberar una vacante extracomunitaria, según contó el propio hombre-enlace en las citadas charlas.
Mientras al mundialista Bebeto hubieron de convencerlo, cuando su destino parecía Alemania, de firmar por un club que esa temporada había salvado el descenso en el descuento. «El acuerdo Borussia-Vasco-Bebeto estaba cerrado. Solo faltaba firmarlo. (…) Pero fuimos a su chalet y conseguimos convencer a Denise [su esposa] de lo horroroso que era el clima de Dortmund», recordó el presidente en El Desmarque.
Ambos llegaron directamente desde Brasil y precisaron el tiempo de adaptación que requiere el verdadero talento: ninguno. Gracias a una remontada contra el Real Madrid en octubre de 1992, al equipo lo llamaron Superdépor, nombre al que haría justicia los siguientes años. Bebeto lideró aquella gesta y luego acabó el curso como Pichichi. Si el canterano Fran o el técnico Arsenio Iglesias eran los ídolos del ascenso, las credenciales para Europa las pondría el de Salvador de Bahía.
Dos años después, el equipo estuvo a punto de ganar su primera Liga merced, en buena parte, al dúo brasileño que ese mismo verano levantaría la Copa del Mundo en Estados Unidos. Y en 1995 se ganó la Copa del Rey, derrotando en la final al Valencia. Pero la temporada siguiente el equipo perdió fuelle y se cerró con la salida Bebeto, por lo que hubo que reflexionar hondo sobre la situación.
Se despide la leyenda Bebeto
En mayo de 1996, en la prensa se leyó que «la marcha de Bebeto ilustra el ambiente de fin de ciclo que se está viviendo en el Deportivo». Cumplidos 32 años, Bebeto dejó el equipo y se llevó consigo alrededor de veinte goles por temporada, concretamente treinta y dos en su última. «Estoy feliz por regresar a mi país, pero triste por abandonar una ciudad que me ha acogido con tanto cariño», declaró al cerrarse el acuerdo con el Flamengo. Por su parte, Lendoiro aseguró que «era lo que él deseaba y hemos tenido que hacer todos un esfuerzo para alcanzar un acuerdo».
Marchado el jugador referencia, tocó recomponer el equipo. Dijo Lito que «Bebeto y Mauro abrieron en España la confianza en el futbolista brasileño». Así, como no podía ser de otra manera, Lendorio miró nuevamente a Brasil.
Aterriza el sucesor, Rivaldo
Paralelamente al crecimiento del Dépor, al otro lado del Atlántico renacía el Palmeiras. Impulsado en el capital de la empresa Parmalat, que fichaba futbolistas y patrocinaba al club de São Paulo, compuso plantillas con las que pudo ganar el Campeonato Paulista y el Brasileirão en 1993 y 1994. En sus filas contó con jugadores como Cafú, Roberto Carlos, Sampaio, Flavio Conceiçao, Rivaldo, Djalminha o Luizao. Entre los tres últimos hicieron 55 goles en un Paulistão de récord, el de 1996, llamando especialmente la atención de Lendoiro y sus contactos en Brasil.
Ese torneo sería el último ganado por Rivaldo en su país, al intervenir el Dépor. Cuenta Lendoiro que «José Manuel Corral [técnico asistente del club] estuvo mucho tiempo en Brasil observando a Rivaldo y a todo el Palmeiras». El presidente enfocó el Palmeiras y eligió al atacante de Recife como sustituto de Bebeto, desatendiendo los consejos de Lito sobre no invertir 1.200 millones de pesetas en un futbolista «irregular» y hacerlo en Giovanni, máximo goleador de aquel campeonato. «Es infinitamente mejor que Giovanni», dijo Lendoiro tras comparar a Rivaldo con Di Stefano. Era el fichaje más caro de la historia del fútbol brasileño.
Riazor contra Toshack
El último curso de Bebeto en el Dépor, Toshack no consiguió que el equipo mantuviera el rendimiento alcanzado con Arsenio. Fueron novenos en Liga, a diez puntos de los puestos europeos. No obstante, ganar la Supercopa al Real Madrid a principios de curso y progresar hasta las semifinales de la Recopa sostuvieron al técnico. «Teníamos equipo para ser campeones de la Recopa», recordó Lendorio, lamentando la eliminación ante el PSG.
Con ese balance, a Toshack le sería confiada la primera plantilla deportivista reforzada bajo la Ley Bosman. El presidente no escatimó a la hora de invertir ingresos por los derechos televisivos acordados con Canal + y, en consecuencia, esperaba resultados. Llegaron fichajes internacionales como Songo’o, Kouba, Helder, Naybet, Martins y Madar. La temporada empezó bien, con diez victorias y ninguna derrota en las primeras dieciocho jornadas, inequívoco signo del buen equipo confeccionado. Sin embargo, en enero se torció.
Toshack había discrepado con Bebeto en su última campaña y para la 1996/97 lo haría con varios sectores más del Deportivo: otros futbolistas, junta directiva y afición. Liaño, portero titular del Superdépor hasta 1996, expuso un perfil del entrenador que resume las acusaciones de indolencia que se achacaban al equipo.
Lo hizo en una entrevista para Jot Down, del siguiente modo: «Toshack me defraudó como profesional. Hubo una época en que jugábamos el domingo, el lunes hacíamos entrenamiento de recuperación, y después él se iba a Mallorca o a Barcelona, a jugar al golf, y el martes no se entrenaba, el miércoles no se entrenaba, y a lo mejor se volvía el jueves y, dependiendo de cómo le hubiese ido a él en Mallorca, se hacía una cosa u otra…»
A finales de enero de 1997, el Dépor empató en Riazor ante el Athletic y la relación entre los herculinos y Toshack se volvió irreconciliable. A la media hora de juego, Ziganda empató y el técnico retiró del terreno de juego a Rivaldo para variar el esquema, entonces el público lo abucheó. El gol de Martins antes del descanso fue aprovechado por el galés para contestar al público: encaró la grada a su espalda y aplaudió con sorna. «Aplaudid ahora, hijos de puta», fueron las palabras que recogió El País.
Lendoiro hubo de bajar al vestuario en el descanso para atender la situación. «Aunque había muchos nervios en el estadio, la actitud del técnico no se puede disculpar y hay que criticarla», expuso luego el presidente. El técnico fue sancionado por el club y en los siguientes partidos Riazor coreó un sincero «¡Toshack, no; Dépor, sí!».
Encadenada una racha de siete fechas sin ganar, la situación forzó que el técnico dimitiera tras el empate a dos contra el Celta de la jornada 23, jugada a inicios de febrero. Entonces Lendoiro pensó que el mejor candidato para llevar una plantilla mitad europea mitad brasileña sería Carlos Alberto Silva, que había ganado títulos en ambos continentes.
Carlos Alberto Silva para un Dépor brasileño
Silva fue presentado el 12 de febrero de 1997, con el objetivo de reavivar el equipo y dirigirlo hacia Europa. «Es una plantilla muy buena, con jóvenes de mucha calidad», aseguró el de Belo Horizonte, tras su primer contacto.
Entre esa calidad y juventud, para entonces el equipo ya contaba con dos nuevos brasileños, llegados en invierno: Flavio Conceição y Renaldo. El primero, de 22 años, había sido dirigido por Silva en el Palmeiras, consiguiendo juntos el subcampeonato paulista en agosto de 1995. Toda vez que Renaldo, cumplidos los 26, llegó para cubrir la lesión del francés Madar, producida a finales de año. Ambos fichajes se cerraron meses atrás con sus respectivos clubes, siendo la dificultad del acuerdo proporcional a la categoría futbolística de cada uno de ellos.
El negocio por Flavio se produjo en septiembre. Antes de su llegada, fue halagado por Rivaldo, quien apuntó que había sido «de los mejores en los Juegos Olímpicos de Atlanta y encajará perfectamente». Y también obtuvo el beneplácito del líder Mauro, que lo destacó como «un gran jugador con el que no tendré problemas en compartir centro del campo».
Como apuntaban sus compatriotas, Flavio Conceição era un gran futbolista y por ello el Dépor tuvo que ofertar por encima del Real Madrid. Primeramente, Parmalat argumento al Palmeiras que Flavio no iría al Madrid «por razones de empresa». Y mientras Lorenzo Sanz explicaba que «el Parma tiene una opción que va a hacer efectiva porque se ha lesionado Amaral», el director general del Dépor, Manuel Montiel, confirmaba el acuerdo a expensas del sí de Parmalat, sellándose en septiembre por 810 millones de pesetas.
Respecto a Renaldo, se le guarda mal recuerdo por unas declaraciones donde se comparó con Rivaldo y dijo haber demostrado en Brasil tener «la misma velocidad, dribbling y llegada que Ronaldo». No obstante, Renaldo había estrenado internacionalidad con la Brasil de Zagallo y acabó el Brasileirão de 1996 como máximo goleador en un Atlético Mineiro tercer clasificado. Silva le dio confianza y, como recuerda Lendoiro, finalmente Renaldo fue un fichaje económico que dejó seis goles en otros tantos meses.
El Deportivo vuelve a Europa
Con buenos mimbres, Carlos Alberto Silva se estrenó como local, pero fuera de Riazor. Una sanción derivada de un conflicto con la FIFA hizo que el enfrentamiento contra el Atleti se disputase en el Municipal de San Lázaro, donde Corral se sentó en el banquillo. Tras ese empate a cero, el nuevo Dépor encadenó seis victorias en Liga y no perdió hasta la jornada 33, en feudo del Tenerife. «La mano de Silva da alas al Dépor», tituló Don Balón.
En mitad de esta racha, el 14 de marzo de 1997, el técnico consiguió que su contrato fuese renovado por la siguiente temporada, algo que dijo tener entre sus aspiraciones. Sobre la mejora del equipo, Silva expuso que «cuando se está un mes y medio sin ganar el ambiente no puede ser bueno. Ahora las cosas han cambiado y hay ilusión». Todos admiraban el fútbol de un equipo alegre, pero ante todo bien estructurado.
Al respecto, Silva era considerado un brasileño de mentalidad europeizada, puesto que exigía implicación defensiva a sus futbolistas. La siguiente frase dejada a Don Balón lo refleja: «El fútbol brasileño es más poético, más perfumado que el español. Prima la improvisación y se juega para el espectáculo. Yo quiero que, además, mis jugadores se esfuercen al máximo y pongan muchas ganas en su cometido».
El preparador físico, José Ángel Franganillo, tomó la relevancia perdida con Toshack. El central Djukic apuntó que «Silva ha aportado, sobre todo, orden y disciplina». Y el propio técnico admitió tener «una manera propia. Yo trabajo fuerte y los jugadores se sienten bien con los entrenamientos. Nos estamos entendiendo porque la disciplina es una condición indispensable para triunfar».
No obstante lo ambiental y lo físico, lo que de verdad sintió el juego del equipo fue que Carlos Alberto Silva alineaba y dictaba acorde a la lógica, así como que, dentro de sus exigencias, otorgaba autonomía a los creativos brasileños. «Silva me conoce bien y ambos pertenecemos a la misma escuela futbolística», expresó Rivaldo.
El nuevo técnico entendía su plantilla como quizá no podía hacerlo ningún técnico europeo. Sobre Rivaldo dijo que es «un jugador desclasificado, diferente a cualquier otro centrocampista o mediapunta». Y a propósito de su labor en el equipo, Silva explicó que «Rivaldo estaba jugando más atrás, y llegaba a portería cansado. Entonces hicimos un cambio que le ha sentado bien». El crack no dejó de marcar desde la llegada de Silva y acabó la Liga con 21 goles en su labor de mediapunta izquierdo, sector que compartía con Mauro Silva como pasador y Nando como lateral llegador.
Precisamente el rol de Nando fue destacado por el propio Silva, no por casualidad. En Brasil es clásica la defensa zonal con línea de cuatro en el fondo y las subidas desparejas de los laterales, provocando lo que allí se conoce como diagonal. Aun en tiempos de marcadores de punta, la década de los noventa, en la mayoría de equipos dirigidos por técnicos brasileños los laterales habrían de tener también virtudes ofensivas con las que dotar al conjunto de apoyos válidos, apertura y llegada.
Por eso Silva usó a Armando, un centrocampista de origen, en la derecha y encontró en el veterano Nando alguien para entender el juego desde la zaga. Así lo expuso en una entrevista para Canal +: «Yo necesitaba un jugador que fuese el organizador del equipo. Pienso que Nando realiza una función muy importante».
El Dépor rodaba, pero en las últimas fechas empeoró los resultados y finalmente fue tercero, muy lejos de unos Madrid y Barça con plantillas netamente superiores. Situación que Lendoiro trataría de cambiar en el siguiente mercado de fichajes.
Con Djalminha, el clausulazo de Rivaldo quiebra el proyecto
Cara a la temporada 1997/98, Lendoiro reforzó el equipo con «un esfuerzo económico brutal», según sus palabras. Máxime con Carlos Alberto Silva en la dirección, los fichajes principales volvieron a llegar desde el Palmeiras.
El primero fue Luizao, a cambio de 700 millones, como sustituto del limitado Renaldo. Luizao era internacional y había conseguido 23 goles durante los dos últimos años en campeonatos brasileños, probablemente los más potentes de la época. En Don Balón se definió como una mezcla de Batistuta y Zamorano. Algo que, como su antecesor, tampoco pudo demostrar. Aunque, a priori, parecía el complemento ideal para Rivaldo y para el fichaje referencial de ese mercado: Djalminha.
Juntar bajo la dirección de Silva a Flavio Conceiçao, Djalminha, Rivaldo y Luizao, sumándole una zaga de entidad, a Mauro Silva y a Fran, podía ser garantía de éxito, habida cuenta de que aquellos cuatro compartieron plantilla en uno de los mejores Palmeiras que se recuerda.
Por eso Lendoiro invirtió 1.500 millones de pesetas en el enganche brasileño. «Si establecemos una relación calidad precio y comparamos el fichaje de Djalminha con lo que le costó Juninho al Atlético [3.000 millones de pesetas], creo que le ganamos por goleada», aseguraba el presidente.
Con los brasileños en liza, el equipo goleó al Vasco de Gama y ganó la final del Teresa Herrera contra el PSV. Entonces, cuando la alineación del Dépor parecía acercarse al ideal, el Barça pagó la cláusula de Rivaldo y en A coruña se quedó un equipo más débil que el del año anterior.
Así recordó Lendoiro el trágico momento: «Recuerdo que era la final del Teresa Herrera, me llamaron de la Ser y me dijeron: «¿Sabes que el Barça va a fichar a Rivaldo?». Y yo no tenía ni idea. Fue una casualidad, que vino derivada de un partido en el que el Barça había pasado muchos apuros en la previa de la Champions. El Barça quería fichar a McManaman, pero no cuajó. Luego mi amigo Alberto Toldrà, agente de Rivaldo, nos pedía una ficha muy alta. No nos enteramos absolutamente de nada. Fue de sopetón».
El pase se concretó el 15 de agosto de 1997, último día de inscripción de futbolistas para la Liga de Campeones, a cambio de 4.000 millones de pesetas, invirtiendo el Barça en ello lo conseguido por Ronaldo.
El Sambadépor que no pudo ser
Justo antes de confirmarse la marcha de Rivaldo, Don Balón había bautizado al equipo gallego como el Sambadépor. El dirigido por Carlos Alberto Silva, aunque breve, fue un equipo que apuntó desde la identidad lo que podía haber sido de mantener el nivel de la plantilla.
Preguntado en Don Balón sobre el sistema de juego, el entrenador contestó no tener uno fijo, sino «hacer el sistema en función de las características de los jugadores disponibles». Ya sin el número 11 blanquiazul, Carlos Alberto Silva apostó por mantener un dibujo híbrido entre el 4-2-3-1 y el 4-2-2-2 tradicional brasileño, donde Fran ejercía de acompañante más cercano de Luizao.
En el Dépor de Silva todos los atacantes se movían en función del balón, buscando desmarques de apoyo lateral y de ruptura vertical. La pareja de volantes sostenía la libertad posicional e imaginativa de Djalminha, quien actuaba desde el enganche. En unión de Fran y Martins o Manjarín como mediapuntas en ambos sectores, el desborde interior estaba garantizado. Las bandas quedaban para los laterales, en función de carrileros.
«El equipo juega siempre en línea recta hacia la portería y con alegría», afirmó el técnico. Alternando la espera en bloque medio y bajo para ejecutar un pressing en el centro del campo que Silva llegó a destacar, el modelo combinativo y de contraataque largo y conducido, de esencia canarinha, se observó en cada partido. Era lo adecuado para los futbolistas que tenía.
Pero el equipo no tuvo tiempo de madurar, ya que Silva fue cesado tras seis jornadas de Liga. Había sumado tres empates, dos derrotas y solo una victoria. «No me esperaba esta destitución», declaró el técnico, quien arguyó la marcha de Rivaldo y la desatención de sus solicitudes como motivos del bajo rendimiento.
Un mes después, a finales de noviembre, Carlos Alberto Silva estuvo a punto de volver a dirigir a un equipo que Corral no lograba recuperar. Lendoiro iba a aceptar el regreso para evitar las acciones legales por el finiquito que el técnico había abierto. Pero Silva salió de la reunión diciendo que lo tomaban por tonto. Y ahí acabó definitivamente un Sambadepor que fue herido por el Barça y quién sabe si imposibilitado sólo por el tiempo.
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