Si la frase es de Karen Blixen (1885-1962), bajo el pseudónimo Isak Dinesen, y no de Juanpe Ramírez (1991) es solo porque la escritora danesa llegó antes al mundo que el defensa canario: «La cura para cualquier cosa es agua salada: el sudor, las lágrimas o el mar». «El mar lo es todo para mí», dice, con su inconfundible acento canario, el hombre que más tardes ha defendido la camiseta del Girona en el fútbol profesional: 238, dos más que Cristhian Stuani y cinco más que Borja García y Àlex Granell.
Demasiadas terminaron con lágrimas en las mejillas, con un descenso inexplicable (2019) y dos finales de playoff perdidas de las maneras más crueles que puede imaginar el balón (2020 y 2021). Pero hoy se impone la felicidad, absoluta, tan redonda como la pelota. El ’15’ sonríe. El Girona, primer equipo de las cinco grandes ligas europeas en alcanzar los 40 puntos, sueña con la Copa y con laLiga. Con 17 jornadas por disputar ya atesora 52 puntos, uno más que su récord: los 51 de la temporada 2017-2018 (Pablo Machín), la primera en la élite. Juanpe ya estaba ahí.
Siempre ha estado ahí. Es el escribano de la historia moderna del Girona: el único protagonista junto a Borja García de los dos ascensos (2017 y 2022) y el futbolista que lleva más tiempo de rojiblanco. Casi ocho años: llegó en el 2016. Repite que hay que valorar las cosas, consciente de que al tren ya le quedan menos paradas.
La primera ya queda lejos para el defensa, central desde benjamín: aquel debut con Las Palmas en 2009, después de tantas tardes yendo a entrenar en guagua (bus). Fue en Segunda ante el Rayo Vallecano. Enfrente, casualidades de la vida, estaba Míchel Sánchez, su actual jefe y la bandera de Montilivi.
Aquella era la primera temporada del Girona en Segunda en 50 años, el primer paso para llegar hasta el feliz presente. Juanpe conserva la camiseta de ese partido contra el Rayo en casa de sus padres. Igual que conserva las clasificaciones con el Girona líder de Primera División, en una galería repleta de capturas de pantalla. Dice que no le gusta el protagonismo y suena tan real como es él.
¿Las playas de Gran Canaria o las de la Costa Brava?
Es difícil, pero, claro, he vivido toda mi vida en Canarias y si tengo que quedarme con algunas me quedaría con las de allá. Aquí es todo más calita y es todo más pequeño, también más precioso, pero en Canarias tenemos playas enormes. A nosotros nos encanta jugar a fútbol en la playa.
En Santander (2013-2015) echaste de menos el mar.
Valladolid es la única ciudad de interior donde he vivido y había muchas veces que echaba de menos el mar, sí. Cuando tenía un día libre me iba a Asturias o volvía a Santander y el simple hecho de estar frente al mar o pasear frente al mar me daba la vida. Me hacía desconectar y recordar de donde venía.
Dijo Irène Némirovsky, escritora asesinada en Auschwitz: «No se puede ser infeliz cuando se tiene esto: el olor del mar, la arena bajo los dedos, el aire, el viento».
Ahí, en Canarias, después de darte un baño en el mar, se te queda la salitre en la piel y decimos que eso es vida. Eso es vida.
En Canarias se habla de los futbolistas pijama.
Sí, futbolistas de casa. Ahí se dice mucho porque al final prácticamente el 80% de los futbolistas canarios solo está acostumbrado a jugar allí, en las islas. Para nosotros venir aquí, a la península, es otro mundo. Es otra historia. No voy a decir que sean culturas distintas, pero nuestra cultura se asemeja más a la latina o americana. Y lo de los futbolistas pijama se ha dicho toda la vida, que hay muchos futbolistas que en casa son excelentes y que cuando juegan fuera parece que les cuesta mucho más.
¿De dónde nace ese amor por el mar? ¿Tus padres trabajan en el mar?
No, no. Al final allí el que trabaja, el que estudia y el que sea, todos, cuando acaba, va a la playa para darse un baño y refrescarse. Mi pueblo no es costero 100% porque yo vivo en el pueblo, está el Cruce de Arinaga y está la playa de Arinaga, pero al final toda la gente del municipio acababa en la playa. Y en verano casi todo el mundo tenía casa en la playa y ahí nos cruzábamos todos.
¿Quiénes son los Ramírez?
Uf, una familia muy grande. Por parte de mi padre eran 15 hermanos. Han trabajado desde muy pequeños. Como todos antes. Al ser una familia tan grande casi todos han trabajado desde los 10, 12 años. Es una familia trabajadora que, por suerte, me ha inculcado unos valores. Se tenían que cuidar unos hermanos a otros: los más grandes a los más pequeños. Y mi madre igual, su familia son ocho hermanos. Los que podían estudiaban y los que no, pues a trabajar.
Muchos de mis tíos trabajaban en el campo y algunos en la construcción y la hostelería. Mi padre trabajó en agricultura, jardinería y servicio técnico ya más adelante. Mi madre también trabajaba en agricultura. Después ya pasaron a empresas más grandes de alimentación. Soy de familia trabajadora y eso se les pega a los hijos. Y cuando vas creciendo valoras todo lo que han hecho para criarte y todo lo que tienes.
Desandando el camino hasta 1991: ¿cuáles son tus primeros recuerdos?
Estaba prácticamente todo el día en la calle con mis amigos. Ahora no tanto, pero antes se hacía toda la vida en la calle. No había móviles: no había ninguna manera de conectar con tus amigos, pero siempre sabías donde iban a estar. Estábamos todas las tardes en el campo de fútbol o en el parque, siempre jugando al fútbol. Y en verano en la playa también, ahí ponías dos piedras y hacías la portería rápido. Podías montar un campo donde fuese.
Es imposible recordar esos días sin caer en la nostalgia, en la melancolía.
Sí. Sobre todo porque eso ya no se ve. Ya no se ve tanto y siento que por lo menos tuve la suerte de vivir esa etapa. Como decía antes, nuestra cultura se parece más a la latina que a la de aquí y antes, en el pueblo, la casa de mi abuela siempre tenía la puerta abierta, todo el día. Cada familiar, cada tío, cada primo, lo que sea, llegaba y entraba.
Muchos comían y otros iban hasta a visitar a los abuelos y demás, la casa estaba siempre abierta. La verdad que esas cosas también se echan de menos hoy en día. Ese punto de libertad y de seguridad también. Hoy se hace muy difícil dar la libertad a los niños para que estén todo el día en la calle. Hay que tener un poco más de cuidado. Esas cosas se echan un poco de menos.
¿Ibas al Insular de niño? No quedaba lejos según el mapa. Cuando tenías diez años Las Palmas estaba en Primera (2000-2001 y 2001-2002).
Pero para nosotros es muy lejos, para un canario 20 minutos en coche es muchísimo. Ahora no tanto, pero antes era más difícil ir de mi pueblo a la ciudad. Había menos medios. En casa había coche, pero si ibas una vez al día ya era demasiado. Y no solíamos ir a ver a Las Palmas. Antes se hacía una competición de penaltis en el descanso de los partidos y solo iba cuando coincidía que íbamos con el equipo. Con el Doramas.
Era como una competición que hacían entre equipos de la isla y el fin de semana que te tocaba ibas y tirabas un par de penaltis. Teníamos siete u ocho años, una cosa así. Nos hacía una ilusión tremenda, pero yo iba más a ver fútbol al lado del Cruce de Arinaga, donde vivo: a cinco minutos estaba Vecindario [10 cursos en Segunda B entre el 2000 y el 2012 y uno en Segunda, el 2006-2007], un club mítico de Segunda B.
Era el fútbol que yo iba a ver todos los fines de semana con mi tío, con mi primo. Incluso jugué en el Vecindario un año en benjamines, antes de ir a Las Palmas. Ahí vi partidos de Segunda División, en césped artificial. En los descansos, con mi primo salíamos del estadio e íbamos a la parte trasera de los vestuarios a escuchar las charlas de los entrenadores, a ver cómo gritaban a los jugadores. Era otro fútbol antes y una pasión distinta a la de ahora.
Con todo, el día 3 de octubre del 2001 Las Palmas venció al Real Madrid por 4-2 en el Insular: debe ser uno de los recuerdos felices de la infancia.
Sí, sí, sí. Marcó dos goles Rubén Castro. Pero todo eso, ya digo, quedaba bastante lejos. Porque la única manera que teníamos de ver a Las Palmas era cuando íbamos con mi club a esa competición de penaltis. O verlos por la tele, pero por la tele era muy difícil porque antes echaban muy pocos partidos en abierto. El fútbol no era tan presente como hoy en día, que prácticamente lo tienes en todas las plataformas y lo vas a ver quieras o no. Sí o sí.
Cuando llego a Las Palmas ya soy un poco más consciente y lo vivo de dentro. Antes estaba todo el día en la calle y veía poco fútbol. El que veía lo veía en directo. Recuerdo una vez que Las Palmas vino a jugar un partido de homenaje a mi pueblo. Me impactó cuando los vi. Cuando los vi tan grandes, tan fuertes. Los veía jugar y pensaba: «Uf, esto es otra historia».
¿Quién era tu gran ídolo?
David García, el jugador que más partidos tiene allí. Era el jugador en el que más me fijaba porque era de mi posición y porque al final también era del sur. A mí que alguien del sur de la isla hubiera llegado al primer equipo me hacía mucha ilusión.
¿Tan lejos queda todo realmente como para existir esta identidad tan fuerte del sur de la isla o del norte? La isla no parece tan grande desde aquí.
Es que aquí todo el mundo se piensa que Canarias está dentro de un cuadradito, como se ve en el mapa. Y aparte de que Canarias está muy lejos y está muy abajo, de que es África prácticamente, para nosotros la isla es grande. Pero, claro, si lo comparas con esto de aquí esto no tiene nada que ver.
Caminando hacia adelante se llega al sábado 13 de junio de 2009.
Sí, el debut. Ese día fue un día muy grande, porque al final debutas en el equipo de tu tierra y en el equipo en el que todo el mundo quiere llegar. Yo era prácticamente un niño, pero la verdad es que lo recuerdo todo como el primer día.
Tenías 18 años: ¿se imponían los nervios en el momento de entrar?
No, cuando estás ahí estás centrado en lo que tienes que hacer. Te aíslas un poco de lo que hay alrededor. Cuando acabas ya te paras a mirar y ves que el estadio está lleno. Justo nos jugábamos el descenso. Imagínate lo que fue para mí pasar de jugar con 300 personas en la grada a las 20.000 que había ese día. Estaba en las nubes.
¿Estaba la familia?
Sí. Mis padres siempre han estado ahí, como mis hermanos y mis amigos.
¿Cómo se llaman tus padres? Y tu hermano?
Juan y Carmen. Y Jonay.
¿Seguías viviendo en Arinaga? Cómo volviste a casa aquella noche?
Sí. Siempre he vivido en mi pueblo. Queda a 20 o 25 minutos de la capital y volví con el coche de mis padres, una furgoneta. Yo solo. Hacía muy poco que tenía el carné. Recuerdo conducir deseando llegar para estar con la familia y celebrar ese momento. Cuando llegué estaban todos muy ilusionados, muy contentos.
En marzo del 2011, con diez partidos en el primer equipo de Las Palmas, el corazón te obliga a parar. «El peor diagnóstico se ha confirmado. Juanpe tendrá que retirarse del profesionalismo sin regreso estimado, debido a que las pruebas médicas de las últimas semanas han confirmado que padece una afección cardiaca», explicó la prensa. Fue una arritmia benigna, pero debió ser un golpe para un juvenil.
Sí, sí, sí. Fue una hostia muy grande. Porque debuté en 2009, pero para mí y muchos más canteranos era nuestro primer año en el primer equipo, ya con dorsal profesional. Tenía 19 años y me detectaron una arritmia benigna y empezaron a salir noticias de que tenía que dejar el fútbol: cosas que no eran verdad.
Claro, yo era muy joven y ver tantas cosas me impactó y fue muy duro porque estaba empezando en el fútbol profesional. Yo me creía más las noticias que veía que lo que me decían los médicos. Los médicos no me decían eso: me decían que tenía que ir a hacer otro estudio y que tranquilo. Pero luego veía en la prensa que tendría que dejar el fútbol y que no podría jugar más y era lo que me creía. Lo pasé muy mal. Fue muy, muy duro, pero por suerte terminó todo bien. Solo fue una arritmia benigna y solo tuve que parar un par de meses, pero…
¿Cómo recuerdas esos días?
Todo empezó por los pulsómetros que nos ponen entrenando: los médicos del club veían que daba unos datos que parecían erróneos, pero en cada entreno me ponían un pulsómetro distinto y se repetían. A partir de ahí ya empezaron a hacerme estudios de 24 horas con un holter y demás y vieron que me daban taquicardias, que me ponía en números fuera de lo normal.
Ahí es cuando decidieron hacerme parar. Y hacerme el estudio electrofisiológico. Es horrible: te provocan la arritmia. Estás en una camilla y te ponen el corazón a 200 hasta que aparezca la arritmia, para ver de donde viene. Fue muy duro porque fueron meses muy duros. Y después tuve que ir a Madrid para la operación.
Era lo mismo: era provocar otra vez la arritmia para congelar la zona de donde salía. Estás seis horas en una camilla y tienes que estar despierto porque tienes que contar todo lo que sientes. Tenía 19 años. Fue muy difícil. No solo por mí, también por la familia. A mí me da igual sufrir algo, pero ver a mis padres sufriendo también por eso ya se hace más duro. Por suerte pasó todo.
Regresas el día 15 de mayo, en un 3-5 en el Miniestadi contra el Barça B con un hat-trick de Jonathan Viera en 15 minutos. Debía ser una locura jugar con él.
Estuvimos juntos en la plantilla ya desde juveniles y, bueno, yo he visto cosas que para la gente son extraordinarias, pero que son cosas que yo se las veía hacer cada día. Él no llegó antes al fútbol profesional porque acababa los entrenos y se iba a las canchas de su barrio a jugar con sus amigos.
Justo cuando yo debuté él se hizo una pequeña lesión ahí, no en el campo, sino en el barrio. Eso hizo que no pudiese debutar también, pero al final la calidad se impuso y ahí está la carrera que ha hecho.
Ese curso (2010-2011) termina con Juan Manuel Rodríguez, pero había comenzado con Paco Jémez: una persona clave para ti.
Para mí y para todos los canteranos. Es un entrenador muy valiente, sobre todo muy de cara. Nos abrió los ojos a todos. Y sobre todo nos dio mucha confianza a todos los de la casa cuando apenas teníamos experiencia en el fútbol profesional. Muchos pudimos hacer carrera profesional gracias a él también.
Cuenta Nacho Carretero en Nos parece mejor, sobre Paco Jémez: «Un día el Dépor se ejercitaba a las órdenes de Toshack. Ese día el central Paco Jémez notaba molestias en el tobillo izquierdo, no estaba cómodo y sentía pinchazos cada vez que golpeaba el balón. Así que en mitad del entrenamiento, Paco se giró a Toshack y le dijo: «Míster, me duele cuando lo pego con la izquierda». Toshack le respondió: «Paco, a mí me duele cuando le pegas con las dos». Perdona la licencia, para saltar hasta Girona: para un central no acostumbrado a jugar el balón debe ser difícil adaptarse a lo que pide Míchel en la construcción de la jugada.
Es complicado. Es complicado, sobre todo para un jugador que no está hecho para una idea de juego. Cuando un míster viene y te pide otra cosa al final es complicado. Sobre Paco, tenía muchas cosas así: recuerdo que cada vez que nos iba a poner un vídeo de un rival, primero proyectaba el fondo de pantalla de su ordenador y a lo mejor tenía una foto jugando con la selección o de Carnavales. Era una gran persona y con él disfrutabas mucho también.
Míchel ha superado todo nombre en impacto, pero para ir al inicio de tu etapa en Girona: el presente no se explicaría sin Machín.
Cuando yo llego aquí está él y vienen de perder un playoff. Esperaba encontrarme una plantilla y un club un poco triste, en caída, porque ya no era el primero. Habían vuelto a caer otra vez en la final de un playoff, pero cuando llego me encuentro todo lo contrario. Me encuentro un equipo con muchas ganas y sobre todo muy convencido de que puede volver a ser otro año grande.
Y así fue, el equipo empezó con mucha personalidad ya desde las primeras jornadas y, a pesar de tener un inicio duro porque se hizo una plantilla prácticamente nueva, acabó consiguiendo el ansiado ascenso.
Fue un éxito en lo colectivo y en lo individual, quizá una reafirmación: en 2013 jugabas en Segunda B y en 2017 subías a Primera.
Sí. Y no solo en mi caso, porque había muchos casos parecidos. Portu también venía de descender, con el Albacete. Y media plantilla venía de perder varios ascensos. Todo se pudo unir ahí y todos conseguimos quitarnos esa espina que teníamos clavada. Fue dar un paso en nuestra carrera. Un ascenso no lo tiene cualquiera.
La pena es que duró demasiado poco. Tan solo dos años. Hace apenas unos días admitías que el dolor del descenso duró mucho tiempo.
Pasaron rápido. El último año se nos fue sin darnos cuenta prácticamente y fue muy jodido tener que volver a remar para salir de ahí. Parecía una temporada prácticamente tranquila y que se te vaya en los últimos dos meses y medio es duro porque es algo que no esperas y con lo que no cuentas. Y después ya se suman los no-ascensos que tuvimos.
Al final tiene que irse mucha gente, tiene que venir mucha gente y es rearmarte cada año e intentar poder pelear por el objetivo. No es nada fácil. Hay equipos históricos con mucha historia en el fútbol de este país que aún están ahí y que no consiguen salir de ahí. Lo que hemos hecho es para darle mucho valor.
Fue una caída constante e imparable: en la 36ª jornada, en Getafe, tú, central diestro de 1,90, juegas de lateral izquierdo, quizá como prueba de la necesidad desesperada de probar cosas diferentes para encontrar resultados diferentes. Pero no hubo forma de frenar la caída: nueve derrotas en las últimas diez jornadas y a Segunda.
Con la llegada de cada nueva semana intentabas limpiar un poco la cabeza de la última derrota. Decirte: «Vamos, que vamos a poder, que vamos a poder sacarlo. Tenemos que ganar un partido. Un partido lo va a cambiar todo». Pero llegaba el fin de semana y volvías a perder y era otro palo que se te ponía en el camino.
Al final conseguimos ganar con el Sevilla para conseguir un poco más de vidilla. Pero no hubo manera, no hubo manera. La derrota contra el Levante fue el descenso virtual porque después fuimos a Vitoria y necesitábamos ganar por una diferencia de siete goles o algo así. Era muy difícil y no se dio y no hubo otra que asumirlo.
El descenso se ratificó el 18 de mayo y tú fuiste padre por primera vez el 4 de junio, 17 días después. Sería un oasis en medio del desierto.
Esas dos semanas se me hicieron muy largas. Necesitaba que naciese como nada en el mundo para dar un nuevo aire a la vida. Y lo cambió todo. Por completo. Sí, es verdad que te quedaba ese resquemor por el descenso, pero cuando nace tu hija te das cuenta de que hay cosas más importantes en la vida y te ayuda a madurar. Al final son cosas que pasan en el fútbol. Y es verdad que se sufren mucho, pero por encima del fútbol sigue habiendo cosas más importantes.
No sé si mientras estabas con tu hija se te iba la cabeza a tu descenso o si mientras estabas con tu descenso se te iba la cabeza a tu hija.
Sí, sí, sí, sí.
La paternidad fue clave para seguir en Girona pese al descenso. En 2018, tras un excelente primer año en la élite, ya se había hablado de una oferta del Schalke 04.
Ese verano hubo varias ofertas. Incluso del Sevilla, que se iba Machín ahí. Pero al final yo tenía decidido que quería quedarme. Sí es verdad que había opciones de poder salir, pero tampoco hice nada por forzar la salida. Había interés de equipos alemanes y de Inglaterra también, pero no llegué a darle importancia porque en ningún momento sentí que tenía que irme. Y menos ahí. Nunca me puse en situación de decidir, aunque ese fútbol también es atractivo.
Siguiendo el camino se llega a 2020, con el Girona y la pandemia. Me contó una amigo que trabajaba en el Bonpreu que un día, repartiendo compras a domicilio, picó un timbre y tú abriste la puerta del piso. «Bebe agua Bezoya, siempre me acordaré», me contaba ayer.
Eso fue justo antes de que nos encerrasen en casa y demás. Recuerdo que la semana antes no sé porqué yo ya intuía que nos iban a encerrar e hice tres compras a tres supermercados diferentes. «¿Pero qué haces?», me decía mi mujer. Teníamos la cocina llena de botellas de agua Bezoya porque bebíamos agua Bezoya y me decía: «Pero qué haces?». A los tres días o así nos encerraron y los supermercados empezaron a colapsarse.
Mi amigo me insistía en lo del agua Bezoya como extrañado: como si un futbolista no pudiera beber el mismo agua que el resto, como si hubiera un agua para millonarios desconocida para los demás. ¿Te sorprende lo diferentes que os ve la gente?
Sí, hay mucha gente que nos trata como si fuésemos algo especial. Ahora porque estamos en Primera y demás, pero aquí a todo esto se le ha dado mucha normalidad. Siempre, es lo bueno que tiene esta ciudad. Ahora porque tenemos súper estrellas en el equipo, pero la gente de Girona siempre me ha dado normalidad y me ha tratado como una persona más. En otros sitios sí te tratan como alguien especial, pero aquí no lo he percibido tanto.
No sé si tienes la sensación de que en realidad sois más normales de lo que parece, menos diferentes.
La gente nos trata distinto por ser quienes somos, pero yo voy al supermercado, voy a comprar y lo hago todo como una persona normal. Al final somos todos iguales.
De un jugador esperamos que vaya de vacaciones a la luna. ¿Dónde fuiste de vacaciones en verano?
A mí me gusta estar en mi isla en verano. Ahí también tienen un pequeño paraíso y me encanta disfrutarlo. Hay jugadores a los que les gusta irse muy lejos, pero también es normal. Hay jugadores tirando a nivel mundial que no pueden irse de vacaciones a Mallorca porque no podrían estar tranquilos. Se entiende. Yo pasé las vacaciones de verano en casa, como siempre. Y las de Navidad también, claro. Ahí es donde hace más calorcito.
Llegaste a odiar a Pere Milla?
Uf, sí.
¿Cómo recuerdas el 23 de agosto de 2020 y el partido de la vuelta de la final del playoff con el Elche?
Fue de las hostias más grande que me he llevado. Veníamos del descenso y era una temporada que estábamos convencidos de que íbamos a subir. No había otra. Apostamos todos al ascenso y lo tuvimos muy cerca. Incluso recuerdo que estábamos con 10 [por la expulsión de Cristhian Stuani en el minuto 61] y yo me había convencido de que íbamos a aguantar el 0-0.
Al final no se dio y fue muy duro. Fueron momentos muy duros. Fue la hostia más grande que me he llevado en Girona. Cuando marcan [en el minuto 96] se te cae todo. No hay tiempo. El 1-1 no nos daba. Me fui solo al vestuario y ahí descargué todo. Recuerdo un silencio absoluto.
Stuani explicó en Panenka que tenía grabada la imagen de cuando llegó a casa: su mujer y sus hijos le estaban esperando y lloraron juntos. Tú ya eras padre.
Fue muy duro. Yo cuando llegué a casa la niña ya estaba durmiendo. Por suerte ya estaba durmiendo. Fue una noche muy larga, de una tristeza absoluta. Sobre todo cuando intentas pensar qué más podrías haber hecho. La cabeza no para de dar vueltas. Es muy difícil. Creo que esa noche ni dormí. Sí, fue muy difícil. Al día siguiente quedamos para despedirnos y era otra vez lo mismo: sabías que muchos de los que se despedían ya no iban a volver. Fue un momento duro.
Aún debe doler ver el gol en la televisión, si algún día lo repiten a traición. Centra Juan Cruz. Y Pere Milla siempre aparece en el segundo palo para rematar.
Ahora ya menos porque ya hemos logrado quitarnos esa espina, pero sobre todo las horas y los días después de ese día cada vez que lo veía de reojo en la tele giraba la cabeza. Creo que ese resumen no lo he visto nunca. Ese gol lo habré visto dos o tres veces. Porque lo echan la tele y no me queda otra.
Es un recuerdo que os debió perseguir durante días, semanas, meses. Porque cada dos por tres algo te lo recuerda.
Sí, claro. No sé si fue Granell o Gumbau que incluso se encontraron a algún jugador del Elche de vacaciones. Madre mía.
En 2021 el Girona vuelve a caer en la final del playoff, contra el Rayo, no en el minuto 96, pero sí con un 1-2 en la vuelta.
Fue lo mismo, pero quizás es la que menos merecíamos. Porque el Rayo fue mejor que nosotros en el global. Quizás esa no dolió tanto, pero también dolió, porque lo teníamos muy cerca. Veníamos con un resultado más a favor que el anterior y dolió mucho.
Comparas las dos para que una duela menos, pero al final duelen las dos.
Sí, sí. Las dos duelen porque en las dos estás a nada de subir y vuelve otra vez a ser lo mismo.
La tristeza se convirtió en cotidiana. La sensación era que las temporadas no podían acabar nunca sin lágrimas, necesitando las vacaciones para desconectar.
Claro, claro. Sobre todo era eso, intentar olvidarte del fútbol. Pero al final es imposible y te toca volver a tragar con todo eso.
Después llegó el bueno, en 2022: el ascenso. El regreso a Primera División.
Después llegó lo bueno. Cuando menos te lo esperas. Porque todo el mundo ya esperaba que volviese a pasar lo mismo. El aire que se respiraba era ese: «Ahí está el Girona otra vez. No sé para qué van a jugar. Si no van a subir. Es imposible que suban».
La primera palabra para definir esa noche debe ser felicidad. Pero quizá encajaría más liberación.
Sí. Fue sobre todo liberación porque veníamos de muchos, muchos palos. Porque ya lo merecíamos. Éramos el equipo que más había insistido y llegó. Llegó, que era lo importante. Fue una sensación de decir: «Por fin». Dentro de la eliminatoria se dan situaciones que te acercan o te alejan de subir. Recuerdo que empezamos ganando y se puso todo de cara, pero que empataron y fue remar otra vez, fuera de casa, con el estadio en contra. Pero pudimos. Y todos felices.
Volviendo al mar: Ernest Hemingway escribió en El viejo y el mar que un hombre puede ser destruido, pero no derrotado. Es el Girona.
Son cosas que hay que verlas para creértelas. Es increíble, pero nosotros lo hemos hecho. Es muy difícil levantarte tantas veces, pero ahí estamos. La palabra Girona debería estar al lado de resiliencia en el diccionario como sinónimo. En tres años vivimos cosas que habrá gente que no viva en una vida. Son muchas emociones. Habrá gente que no va a vivir eso en su vida. Tiene mucho mérito porque no es nada fácil. Parece que es todo táctica y meter un balón en la portería, pero no: hay mucho detrás y es muy difícil.
¿Puedes imaginar un equipo más extremo en la tristeza y en la felicidad?
No. Llevo aquí ya casi ocho años y no ha habido un año que la temporada haya sido tranquila o que el equipo no se juegue nada, siempre ha estado peleando por algo, sea para bien o para mal. Eso también hace especial a este club, que siempre está ahí y que siempre va a dar que hablar.
Ahora se está dando que hablar. Y mucho. ¿Cómo vives este feliz presente?
Disfrutando muchísimo. Lo que vivimos es lo que desearían vivir muchos clubes históricos de LaLiga y no solo de LaLiga: también de Segunda o de Primera RFEF. Creo que no es casualidad tampoco, el club lleva una trayectoria muy buena desde años atrás, a pesar de los años que hemos pasado en Segunda.
Tiene muchísimo mérito lo que estamos haciendo. Todo el mundo está esperando que caigamos, pero estamos estirando el buen momento y ya se está viendo que no es un buen momento. Hay mucho trabajo detrás y estoy seguro de que vamos a acabar el año en esta línea. Hay partidos que a lo mejor no hemos merecido ganar o que el rival ha merecido más, pero al final esas cosas también se buscan y eso es lo bueno que tiene este equipo: pelea por los partidos hasta el final y no le pierde nunca la cara a los partidos, vayan como vayan. Es lo que nos está dando a tantos puntos.
¿El Girona puede aguantar el ritmo?
Ese es el objetivo. Vamos a intentar sacar cada partido de la manera que sea.
Volviendo a casa de Montilivi los días del Levante, el Elche o el Rayo, recuerdo pensar que Montilivi no merecía tanto dolor y ahora pienso si merece tanta felicidad: quizá no importa lo que uno merezca en la vida. Y se trata de cogerlo, sin más.
Sí, cógelo. Porque lo bueno dura poco y siempre hay más cosas malas que buenas. Es muy difícil lo que estamos haciendo, que todo vaya tan bien y tan rodado. Hay que disfrutarlo. Es una barbaridad, sobre todo porque son números que solo han hecho los dos o tres grandes a lo largo de la historia de LaLiga.
No es fácil, sobre todo con las potencias mundiales que hay en LaLiga. Somos un equipo pequeño que acaba de llegar como quien dice a la élite y no es nada fácil. Ahí tenemos el Villarreal, un ejemplo de equipo con poca historia en Primera que no ha hecho estos números en ninguna de sus temporadas y eso que ha hecho temporadas muy, muy buenas. Es para darle muchísimo mérito y mucho valor.
Hasta la fecha has sido suplente en LaLiga: con solo dos titularidades en las últimas dos jornadas, por lesiones. Al final de la temporada pasada decías en el Diari Ara que te lo habías pasado pipa viendo jugar al equipo y que «esto no es normal porque cuando no participas lo más habitual es sufrir». ¿Qué se siente en el banquillo?
Al principio de temporada jodía no poder salir de inicio, porque yo he jugado bastante toda mi carrera, pero a medida que pasaban los partidos veía al equipo y decía: «Es que ahora mismo están todos muy bien y solo queda disfrutar, apoyar de la forma que puedas».
Es lo que estamos haciendo, todo el que está entrando lo está haciendo bien y se está adaptando a lo que hace el equipo dentro. Tenemos una dinámica de equipo, se está viendo que no es porque un jugador esté tirando el carro. Estamos todos muy bien, muy mentalizados de lo que tenemos que hacer. Ojalá sigamos disfrutando mucho esta temporada.
Antes de Navidad te convertiste en el jugador con más partidos en el fútbol profesional del Girona.
Uno está centrado en el día a día y en jugar todo lo posible, pero son datos que te dan mucho orgullo. Yo vengo de un equipo de cantera y allí se valora mucho lo que es ser partícipe del primer equipo de tu tierra. Sé que aquí en la provincia hay mucha gente que se cambiaría por mí, incluso pagando. Lo valoro mucho.
Cuando llegas en 2016 escribiste en Instagram: «Boig per tu, Girona». No podías imaginar algo así.
Venía de estar en Valladolid cedido por el Granada y firmé un contrato de tres años. Para nada me imaginaba lo que iba a pasar, sobre todo porque venía de un club que acababa de perder un ascenso y lo normal era que costase mucho esa temporada. Que el equipo incluso ni se metiese en playoff. Pero tuvimos una gran temporada y pudimos ascender y a partir de ahí empezó a darse todo.Y aquí estoy. Está claro que no me esperaba estar tantos años aquí. Ojalá siga durando.
Acabas contrato en junio y con la salida de Bernardo eres el último central en minutos. No sé si sientes que puedes ser el siguiente. Cierta preocupación o miedo.
Bueno, este ya es el tercer año con la opción de acabar la temporada marchando. Hace dos dependía de subir, tenía la opción de seguir si subíamos. El año pasado acababa contrato, pero acabé renovando. Y este año estoy igual.
Quizás la madurez ya me da esa tranquilidad de saber que ese momento llegará algún día y que cuando llegue tocará afrontarlo como toca, pero estoy muy orgulloso y muy satisfecho de haber hecho muchísimo aquí. Si puedo seguir haciendo más mejor y si no, no sé. No sé lo que me va a deparar el fútbol.
Has encontrado tu casa en un sitio que no es tu casa.
Sí, sí. Mi sueño era hacer esto, pero en el equipo de mi tierra. Mi sueño y el de todos los compañeros en la cantera. Pero llegó un punto que no jugaba y me dije: «Me tengo que salir de aquí. Porque sé que aquí no está mi lugar». Tampoco cabemos todos en el equipo de la tierra. Y tuve la suerte de encontrar mi sitio aquí.
Hoy es muy difícil que un jugador pueda estar en un equipo donde se sienta tan a gusto y pienso que el día que me retire todavía le daré más valor. Yo no nací siendo del Girona, pero voy a morir siendo del Girona.
Al final decidirá la pelota, pero ¿si el fútbol te dejara dibujar el futuro cómo cerrarías esta temporada?
No lo sé. No me gustaría pensarlo porque estamos viviendo cosas que nadie esperaba y ojalá siga siendo así. Que sigan pasando cosas que nadie espera. Para bien. Para bien.
«En Santander echaste de menos el mar» ¿Pero qué clase de afirmación es esa?