Veinticinco años han pasado ya, ¿te lo puedes creer? Es posible que mucha gente no recuerde si el partido era de Liga, de Copa o de qué competición. Seguramente no recordarán el resultado, los goleadores o los onces iniciales. Otras cosas, en cambio, son difíciles de olvidar. El partido era un Atlético Madrid – Real Sociedad, el lugar el Vicente Calderón, el asesino Ricardo Guerra, la víctima Aitor Zabaleta.
La Real traía una ventaja de 2-1 del partido de ida y viajaba al Calderón con la confianza de que fuera suficiente para poder pasar a los cuartos de final de la Copa de la UEFA. No fueron más de 1.500 los aficionados guipuzcoanos que acompañaron al equipo, pero se respiraba alegría, ilusión en los autobuses camino de Madrid.
Al fin y al cabo, el partido era el aliciente para ir juntos a ver a la Real, disfrutar del día y si era posible, volver a casa con el billete para la siguiente eliminatoria. Claro que se sabía que el Frente Atlético estaría esperando y que podía haber problemas. Ya los había habido en Anoeta, donde su autobús fue apedreado y jugando en casa, era previsible que se agrandaran.
Que podía haber problemas lo sabía también la policía, por eso escoltaron a los autobuses de la Real desde antes de llegar a Madrid, hasta las inmediaciones del Calderón. Allí terminaba su labor; a partir de ese momento, la seguridad de los aficionados de la Real dependía de ellos mismos. O quizás dependía más de la suerte, porque la tensión se sintió a lo largo de todo el día. Se oía hablar de aficionados del Atlético que andaban buscando a los de la Real, de incidentes aislados en diferentes puntos de la ciudad.
El autobús de la Peña Izar llegó a las inmediaciones del Vicente Calderón tiempo antes del comienzo del partido, cuando la zona todavía estaba vacía y no había más gente que quienes preparaban los puestos de venta callejera habituales en estos eventos. Preguntaron a un policía por un bar en el que pudieran tomar algo y estar tranquilos. El agente los envió a un bar cercano, en el paseo de los Melancólicos.
Pasado un rato, una mujer entró al bar, se acercó donde estaba el grupo de la Real y les recomendó que no se quedaran allí; el bar era frecuentado por miembros del Frente Atlético. Cuando la gente de la Peña Izar salió del bar, apareció un grupo de miembros de Bastión 1903, vinculado al Frente Atlético. Empezaron a increparles y a agredirles. Los de la Real salieron corriendo, buscando huir del lugar. Aitor Zabaleta trató de proteger al niño que había viajado con ellos, hasta que fue acorralado por cuatro ultras. Uno de ellos, Ricardo Guerra, le clavó una puñalada en el corazón y Aitor cayó a las puertas del estadio Manzanares.
Los servicios de emergencias se lo llevaron en estado grave, mientras el público iba entrando al estadio. «Yo estaba estudiando en Madrid y estuve ese día en el Calderón con un gorro y una bufanda de la Real, invitado por un amigo», cuenta Mikel Recalde, periodista de Noticias de Gipuzkoa. «He ido solo y he celebrado solo goles de la Real en el Calderón, pero ese día, no sé qué pasó para que se desencadenara una tormenta de odio de semejante calibre, con los ultras yendo a matar. Mataron a uno, pero pudieron matar a más, porque, seguramente, Aitor Zabaleta salvó la vida a varios» recuerda Mikel.
«Fue algo que nos dejó a todos en shock», cuenta Igor Jauregi, ex-jugador de la Real Sociedad. «Por una parte estábamos centrados en la importancia del partido, pero, lógicamente, lo que rodeaba al equipo era esta fatídica noticia que nos había impactado. Había confusión, nos preguntábamos cómo podía haber pasado, intentábamos saber quién era la persona agredida y creo que en el equipo había alguien, creo que era Iñigo Idiakez, que conocía, a través de su hermana, a Aitor Zabaleta, que para el resto era desconocido en ese momento».
Después de la tragedia
Aitor Zabaleta falleció la misma noche de la agresión, dando lugar en los días siguientes a una ola de condenas por parte de todos los estamentos del fútbol y de la sociedad. «Como la familia tenía un restaurante, algunos del equipo intentábamos acercarnos allí y llegamos a tener cierta relación con ellos. Entendíamos que, por parte del equipo, debíamos hacerles llegar nuestro apoyo, en la medida en que podíamos» recuerda Igor Jauregi.
«Aitor Zabaleta tuvo la mala suerte de que le pilló todo aquello en medio, pero podías haber sido tú» comenta Mikel Recalde. Si Aitor tuvo la mala suerte de cruzarse con la gente del Frente Atlético aquel día, la directiva del Atlético Madrid no tuvo el acierto de actuar como se podía haber esperado del club en los años siguientes. Se siguió dando apoyo al Frente Atlético y se permitieron los gritos que durante años se han escuchado en el Vicente Calderón, cánticos que insultaban la memoria de Aitor Zabaleta.
Mikel Recalde lo recuerda: «La primera vez que fui al Calderón minuté todos los cánticos contra Aitor Zabaleta. Minuto 26, Aitor Zabaleta era de la ETA… Conseguimos que la Real denunciara al Atlético y a raíz de eso les reprendieron».
«Fueron años en los que, cuando jugábamos contra el Atlético Madrid, el ambiente era muy tenso. Había bastante tensión entre las aficiones y eso se sentía en el ambiente; entiendo que, tanto cuando ellos venían a jugar aquí, como cuando nosotros íbamos allí. Supongo que mediatizado por el tema político» recuerda Igor Jauregi. «Entre los jugadores no hubo nada, pero alrededor nos tocó escuchar cosas con mayor intensidad que en otros sitios» añade.
El día que mató a Aitor Zabaleta, Ricardo Guerra disfrutaba de un permiso penitenciario, dentro de su condena por apuñalar a otra persona a la salida de una discoteca. Después sería condenado a 17 años de cárcel como autor material del asesinato, pero el resto de acusados fueron absueltos.
Tampoco se les condenó por asociación ilícita, como miembros del grupo de ultraderecha Bastión. En 2014 el Frente Atlético se enfrentó al grupo ultra de los Riazor Blues, en una batalla campal que terminó con el asesinato de Francisco Javier Romero, Jimmy, hincha del Deportivo de La Coruña. A raíz de este nuevo asesinato, el Atlético Madrid expulsó del club al Frente Atlético, sin embargo, varios de sus miembros siguen acudiendo al Metropolitano.
En 2018, la policía belga detuvo en la previa de un partido entre el Brujas y al Atlético Madrid a numerosos miembros del grupo ultra Suburbios Firm, vinculado también al Frente Atlético. Entre los detenidos estaba Ricardo Guerra, que no había informado a las autoridades penitenciarias de su intención de viajar al extranjero durante el permiso que se le había concedido.
En San Sebastián la memoria de Aitor Zabaleta sigue presente 25 años después. En las inmediaciones de Anoeta, una escultura le rinde homenaje, exactamente igual que otra situada en las inmediaciones del Heliodoro Rodríguez López de Tenerife. El nombre de Aitor Zabaleta es coreado con frecuencia por los aficionados de la Real y después de la remodelación del estadio, en 2018, el club decidió darle ese mismo nombre a la nueva grada de animación.
«Probablemente sea el nombre más adecuado y atinado que haya recibido jamás una grada, porque el aficionado de la Real cree que su recuerdo perdura entre nosotros. Porque Aitor Zabaleta no es un ultra que fue asesinado, Aitor Zabaleta es un aficionado de la calle que fue asesinado, por la única razón de ser de la Real», comenta el periodista Mikel Recalde. «Es un símbolo de lo que no queremos que pase nunca jamás. A pesar de las ovejas negras que nosotros también tenemos, como tienen todos los equipos»
25 años después de aquellos hechos, los campos de fútbol son más seguros y el ambiente que se respira no emana el mismo grado de violencia que entonces. Pero no deja de haber razones para la preocupación. Recientemente, en el estadio de Anoeta, vimos a ultras del Benfica lanzar bengalas sobre aficionados de la Real y periódicamente se producen incidentes entre grupos de aficionados de diferentes equipos. El recuerdo de Aitor Zabaleta está presente como símbolo de a lo que puede llevar la intolerancia, el desprecio por el diferente.
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«Aitor Zabaleta trató de proteger al niño que había viajado con ellos, hasta que fue acorralado por cuatro ultras.»
No todos los aficionados al fútbol son iguales… como tampoco los son todos los clubs. El Atlético de Madrid, «el equipo del pueblo» (el pueblo que vota a Ayuso, dicho sea de paso), el equipo con un expresidente como Jesús Gil, un equipo que sigue apoyando a la peor calaña del fútbol español, pero un equipo «simpático» al que desde muchos medios (eh, José Ramón De la Morena) se le blanquearon y blanquean (nunca mejor dicho) todos estos «detalles». La vergüenza del fútbol español. Si los aficionados del Atlético fuese de otra «corriente ideológica» hace años que no existiría ni el club.
El policía que les mandó a una ratonera… Menudo malnacido. Espero que le remuerda la conciencia el resto de su existencia.
Alucinando aún por la cantidad de chorradas que ha escrito el autodenominado «celtista». El artículo habla de un atroz asesinato ocurrido hace 25 años y mete por medio a Ayusoy a De La Morena. Aparte de descerebrado hay que ser mal bicho ¿que tiene que ver el votante de Ayuso con ese repugnante crimen?
Vaya, el Atlético de Madrid no es el mismo club y al fondo de su estadio no va la misma gente que el de hace 30 años. Ni De la Morena ni Ayuso son atléticos y, sobre todo, el club pidió perdón públicamente por estos hechos…