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Lo malo que no hacemos ha de premiarse

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Lo malo que no hacemos ha de premiarse
Foto: Cordon Press

Hay frases que te acompañan durante toda la vida. Cuando era niño (oh, no, otro artículo de «cuando era niño») y jugaba a fútbol en un equipo (oh, no, otro artículo de «cuando jugaba a fútbol»), y perdíamos algún partido, el padre de un compañero siempre decía lo mismo: «Bueno, por lo menos, mientras están jugando no están drogándose por ahí». Lo decía tanto que recuerdo estar bajo las duchas en el vestuario, después de alguna derrota, y decirle a mi amigo «ahora cuando salgamos tu padre dirá lo de la droga otra vez».

El caso es que crecimos y fuimos subiendo categorías y la frase de aquel padre iba ganando sentido. Se enriquecía en matices. A mí la frase me hacía gracia al principio, pero en juveniles ya no tanto, porque era distinto. En mi cabeza ya era algo así como «encima que hemos perdido no estoy drogándome por ahí». O al revés, quizá: «encima que no estoy drogándome por ahí, perdemos». Quiero decir, encima que sacrifico tantos viernes y tantos sábados de fiesta, va y no jugamos una mierda y me aburro y perdemos y qué hago yo aquí.

Más de dos décadas después, porque así funciona la vida, la frase volvió a mí. El padre de uno de los compañeros del equipo de fútbol de mi hijo deslizó un comentario similar, y yo imaginé otro matiz. Me gusta pensar que ahora que casi no salgo, y que madrugo casi todos los sábados y domingos para llevar a mi hijo a partidos y a carreras, porque también le pega al atletismo, mi mujer dice algo parecido sobre mí: «Bueno, por lo menos, mientras está llevando a su hijo a hacer deporte no está drogándose por ahí».

Pero hay más, siempre hay más. Entre un momento vital y otro, comprobé que para algunos lo de salir de fiesta no era del todo incompatible con el deporte profesional. Sin gafas no veo mucho, y a partir de ciertas horas aún menos, pero siempre había algún amigo experto en la materia. Venía y comentaba la actualidad, casi a tiempo real. Futbolistas y ambulancias, jugadores sin convocar y colas en el baño. Una pizca de verdad y un manantial legendario. No importa; teniendo en cuenta la escasez de alegrías que nos proporcionaba nuestro equipo durante aquellos años, ojalá se me hubiera ocurrido decir: «Bueno, por lo menos, mientras están drogándose no están jugando a fútbol por ahí».

Sea como fuere, esta fórmula de pensamiento encierra una jugada interesante. Siempre se podría estar haciendo algo peor. De hecho, el secreto de la vida es conseguir que se nos valore no tanto por lo bueno que hacemos, sino por lo malo que no hacemos. Necesitamos de manera urgente que esto tenga reconocimiento. Necesitamos que empiecen a dar algún premio por no haber filmado tal película, no haber escrito tal ensayo o no haber grabado tal podcast.

Necesitamos que no hacer el mal sea suficiente, y podamos llamar orgullosos a casa de nuestros padres y decir «bueno, quizá no haya conseguido grandes cosas, pero al menos no he matado a nadie», y que nuestros padres se emocionen. Necesitamos un apartado en el currículum donde se pueda escribir «no he cometido ningún delito» y causar admiración por ello. Necesitamos un aplauso por toda esa gente a la que nos apetece insultar, pero hacemos un esfuerzo gigantesco, nos aguantamos y no insultamos. Necesitamos fondos europeos que premien todo esto: la inacción como garante de la convivencia y los derechos humanos.

Claro que sí.

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