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Álvaro García: «El problema de Fran García es su personalidad, es demasiado bueno, para estar ahí debes sacar maldad»

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He quedado con él después del entrenamiento. Aparece con camiseta blanca y bermudas embutido en un cuerpo que no sólo corre por la banda, sino que también trabaja en el gimnasio. Es Álvaro García (Utrera, 1992), quizá el futbolista más decisivo del Rayo Vallecano en los últimos años. Un extremo zurdo que eludió la carpintería a la que se dedican su padre y su hermano, que es dos años menor. A cambio, Álvaro conoció la élite del fútbol tras un largo viaje en el que no todo fue tan perfecto. «Llegué a estar seis meses sin cobrar en Santander».

Pero sortear obstáculos forma parte de esto que llamamos vida. Y nada mejor que él para demostrarlo. Un extremo especializado en regatear defensas, en pisar la línea de fondo y en demostrar que se juega como se vive, con la misma felicidad que habla de su hijo de tres años o del barrio de Leganés en el que vive en Madrid. El resultado es un futbolista que aún busca su límite y que recuerda con pasión al fallecido José Antonio Reyes con todo lo que significa. «Él era de mi pueblo».

Así que en todo lo que hace Álvaro García hay algo de Reyes metido dentro. «Me daba vergüenza pedirle fotos, pero, sí, tengo fotos firmadas por él», recuerda hoy a los 30 años. Una edad todavía muy alejada del final. «Hay futbolistas que llegan hasta los 40», avisa.

Dicen que el futbolista siempre está cansado.

Sí, normalmente sí, porque son entrenamientos exigentes en los que tienes que poner el cuerpo en marcha.

¿Y cómo llevas el cansancio?

Bueno, a estas alturas de mi vida, ya estoy acostumbrado a trabajar cansado. Es parte de nuestra profesión. Después, recuperamos con los fisios, en bici o en el gimnasio y vuelves a tu estado normal. Pero es verdad que, después de los días duros, te duelen las piernas en casa y casi no tienes fuerzas ni para jugar con tu hijo.

¿Qué edad tiene tu hijo?

Mi hijo tiene tres años.

¿Y tú?

Yo, treinta.

Cómo pasa el tiempo.

Demasiado rápido. Mi propio hijo me lo demuestra. Él fue un niño Covid del 2020 y ahora me encuentro que, de buenas a primeras, ya tiene tres años y que, como dice él, ya está en el colegio de mayores.

¿Y le has enseñado a regatear?

No, no, aún no (risas). Ahora, está aprendiendo a golpear y parece que le gusta. Pero no le estoy exigiendo, porque no está en la edad. Luego, en el futuro ya se verá lo que pasa. Pero si no quiere ser futbolista no hay problema: yo sólo quiero que sea lo que le haga feliz.

¿Y qué te hubiese hecho feliz a ti de no dedicarte al fútbol?

En mi caso, estudié TAFAD y luego INEF. Así que supongo que sería preparador físico, entrenador, lo que fuese pero relacionado con el deporte y, a ser posible con el fútbol. De eso estoy seguro, porque el fútbol es lo que más me gusta en la vida.

¿Y te sigue gustando tanto el fútbol como cuando empezaste en el pueblo?

No, la verdad es que no. Ahí me has cogido y me has hecho recordar que antes lo vivía de manera diferente. Solo pensaba en divertirme, en jugar con los amigos. Ahora es un trabajo en el que ves lo que realmente hay y no todo es como parece. De acuerdo que esta es la vida soñaba por mucha gente, pero para nosotros hay cosas duras. Vivo lejos de mi familia, y me cuesta.

¿Entonces tienes prisa por retirarte?

No, no, para nada, yo no he dicho eso.

¿Y te imaginas como será ese día?

No lo sé. Pero será ley de vida. Tarde o temprano, llega para todo el mundo. Mientras tanto, aún espero que me queden muchos años. No pido nada que parezca imposible. Ahora, las carreras de los futbolistas son más largas. Antes a los treinta años parecía que ya había que pensar en marchar. Pero ahora hay futbolistas que llegan con 40 años. Nos cuidamos más y ahora el físico acompaña más.

La clave es ésa: ser joven con 30 años.

Yo aún me considero joven, sí.

Y estás más rápido que nunca por la banda.

Eso tiene que ver con la confianza. He ganado esa confianza al verme en Primera y demostrarme que lo que hacia en Segunda también lo puedo hacer en Primera. A partir de ahí hago lo posible para que siga siendo así. Tengo entrenador personal, tengo nutricionista y tengo voluntad. He aprendido a sacrificar los dulces y mira que el chocolate me llama la atención.

¿Dónde vives?

Vivo en Leganés, en el barrio de San Nicasio, en un piso. Mi familia está muy contenta en él, y eso es lo que más valoro. No tenemos que irnos a vivir a un chalet de 1.000 metros cuadrados para ser felices. La felicidad es otra cosa.

Te criaste en Utrera.

Sí.

¿A qué se dedicaba tu padre?

Carpintero. Aún sigue trabajando de carpintero.

¿Qué aprendiste de él?

Sobre todo, aprendí lo que prefería no ser. Recuerdo que me llevaba a trabajar cuando traía malas notas e, incluso, en las vacaciones de invierno o de verano, y allí fue donde me di cuenta de que yo no quería ser carpintero y de que tenía que estudiar para evitarlo.

Pero entonces apareció el fútbol, que te permitió progresar socialmente.

Sí, pero no ha sido fácil. Miro atrás y el camino fue largo. Hasta que me voy al Granada, yo estaba en el Utrera y luego en el San Fernando. Allí hago medio año y me firma el Granada. Después, me voy a Santander y estoy seis meses sin cobrar. Si no fuese cedido del Granada, no hubiese podido vivir allí. Pero es verdad que fue en Cádiz donde me di cuenta de que podía vivir del fútbol.

¿Cómo llegas al Cádiz?

Llego en Segunda B, porque me cede el Granada. Y, como te digo, ahí es donde doy el paso adelante, porque fueron tres años muy buenos, espectaculares.

¿Quién fue tu ángel de la guarda?

Mi vida cambia a raíz de llegar Álvaro Cervera. Jugaba quince o veinte minutos, pero una vez que llega él, cambia todo. Empiezo a jugar por banda, porque él quiere extremos rápidos con lo que yo ya no tenía que jugar por dentro, sino como extremo puro y entonces logro que mis cualidades brillen más.

Álvaro Cervera tiene los pies pegados a la tierra.

Él es un hombre muy peculiar. No es de muchas palabras. Pero con los que se abre lo hace de verdad. Yo te puedo contar mi caso. Sobre todo, porque al final, me veía a mí como si fuese él cuando fue futbolista. Álvaro jugaba a pierna cambiada. Era zurdo pero lo hacía por la derecha. Y siempre me contaba que si en un partido metía dos goles sentía que ya tenía crédito para dos o tres semanas. Y se relajaba. Y hasta que la gente no se le echaba encima no volvía a apretar otra vez. Y me decía: «Álvaro, tú no hagas eso, ni se te ocurra».

Claro.

Por eso con nosotros era todo lo contrario y no hacía más que insistir en que quería que los extremos subiesen y bajasen todo el partido, que los mediocentros ayudasen en todas partes, en fin….

Siempre he pensado que es un buen entrenador Álvaro Cervera.

Ahora me viene a la memoria el recuerdo del último partido de Liga de Segunda B, antes del play off. De repente, en la charla prepartido, se puso a hablarnos de la vida y nosotros nos quedamos mirándonos. Y él, mientras tanto, contándonos un cuento de una tortuga y una liebre. ¿Qué está contando este hombre?, nos decíamos. Pero luego, cuando terminó, todos nos dimos cuenta de que nos ayudó a dejar la mente en blanco, a liberarla y cuando volvimos a meternos en el partido lo hicimos con más ganas, porque Álvaro era así.

Un hombre con unas capacidades importantes. Recuerdo, incluso, la primera parte de ese play off frente al Racing. Nos llegaban por todos lados. Y, al final, ganamos 0-1, porque en el descanso cambió un par de cosas. Era un hombre capaz de tocar una cosa para que cambiase todo. Tiene esa magia. Es muy inteligente en ese sentido.

Buen jugador de ajedrez.

Bueno, a él le gusta mucho el golf, le dedica mucho tiempo al golf.

¿Y tú?

No me gusta el golf. Nos llevó un día a jugar estando en Cádiz a hacer unos golpes, pero sin más.

Cada vez hay más futbolistas que juegan al golf.

Sí, es verdad. Gareth Bale creo que está ganando hasta torneos pero, lo siento, no es mi estilo.

Tu fútbol tiene parecido al del primer Bale.

Sí, cuando fichó por el Madrid la verdad es que volaba. Tenía un golpeo increíble. Era un jugador espectacular.

¿Lleva mucho trabajo ser rápido?

Sí, pero también creo que es innato. De pequeño, siempre era el más rápido de clase y del equipo y no trabajaba nada. Pero ahora sí lo estoy trabajando y estoy llegando a cifras más elevadas. Pero sin esa parte innata, ¿sería capaz de llegar hasta aquí? No, creo que no, sinceramente.

¿Ahora estás más delgado que en la época del Cádiz?

No, antes estaba en 58 y ahora peso 61 ó 62. Pero es músculo porque en el tema de pliegues de grasa sigo muy bajo, según lo que nos marcan. La clave es que casi todos los días hago gimnasio, antes y después del entreno. Los preparadores físicos nos marcan en una pizarra lo que hacer. Y además, tengo entrenador personal.

¿Tienes gimnasio en casa?

No, qué va, no tengo espacio.

Si te hubieses quedado en Cádiz, ¿podrías ser como Mágico González?

Nada, imposible. Eso son palabras mayores. No me atrevo ni a pensarlo. He visto vídeos suyos. He escuchado hablar de él porque yo ni lo vi jugar ni nunca he coincidido con él en persona. Pero sé lo que significó.

¿Fue fácil marcharte del Cádiz?

Al contrario. Para mí, fue muy duro. Pero no podía decir que no, porque entonces el Rayo estaba en Primera. Me iba a Primera. La diferencia era enorme. Merecía la pena enfrentarse a ese cambio. Pero, claro, perdía lo que tenía. Estaba a 50 minutos de casa de mis padres, porque vivía en El Puerto de Santa María. Iba un día a la semana a Utrera. Entrenaba con mi preparador físico y volvía a El Puerto a la noche. Incluso, mi padre venía todas las semanas a verme y también teníamos la playa y se vive muy bien cerca de la playa y…

Ya lo creo.

Además, también fue duro decir adiós al vestuario del Cádiz, porque éramos como una familia. Creía que nunca encontraría algo así. Veía amigos por todas partes. Salvi, José Mari, Garrido, que el año pasado se retiró por problemas de rodilla. De hecho, aún hablo con ellos. Incluso, con Aitor, que está ahora en Méjico. Y aún quedamos con las familias y los niños. Por eso me costó tanto irme.

¿Qué regalo de despedida te hicieron?

Es que me fui tras una negociación bastante dura. No hubo tiempo. Pero, sí, volví a verlos en el primer parón de selecciones tras irme al Rayo. Pero regalos no, ninguno. Hombre, sí, recuerdo que Álvaro no quería que me fuese pero me dijo que me entendía porque, además, el club necesitaba venderme. De hecho, no jugué ningún partido de pretemporada, temían que me lesionase porque entonces hubiese sido difícil hacer la venta. Y Álvaro actuó siempre como un padre. En todo momento estuvo conmigo. Él y su segundo Robert, que es un pedazo de tío.

Y vienes al Rayo, que entonces entrenaba Michel que ahora está tan de moda.

Sí, porque hace un futbol espectacular en el Girona. Aquí ya mostró esa idea, que ahora la ha mejorado mucho y la verdad es que se nota. Pero no te voy a engañar si te reconozco que para mí no fue fácil con Michel. Yo venía de ser extremo puro. Balones largos a la espalda y a correr. Salía a la contra. Defendía replegado. Y, sin embargo, en el Rayo era tener el balón.

Jugaba de espaldas que no era una de mis virtudes. Y, para mí, fue muy complicada la adaptación porque adaptarse a la ciudad no… eso da igual. Además, ya conocía Madrid. Había venido mucho de vacaciones. Tengo tíos que viven en Móstoles, Arroyomolinos y en el centro. Y sabía el tema del tráfico. Por eso me vine a vivir a El Ensanche a un minuto del campo de entrenamiento.

Pero ahora vives en Leganés.

Después de la pandemia decidí ir a un sitio más grande que tuviese terraza y la chica de los pisos me dijo que se había quedado libre un ático en el que vivió Juan Villar cuando estuvo en el Rayo. Me preguntó si quería verlo. Fuimos y nos gustó. Cojo la M-45 y en diez minutos estoy en el entrenamiento.

La cosa es que en ese Rayo no eres titular.

Era complicado. Los extremos se metían por dentro. Yo me veía incomodo. Luego, además, vino la pandemia. No nos metimos en play off. Fue un año negro para todos.

Entonces ya estaba Paco Jémez.

Sí, era un hombre exigente con una buena idea del fútbol. Pero quizá los futbolistas que teníamos no eran los adecuados. Y no te puedo hablar mucho de él. Para mí, fue un entrenador más. Tengo claramente definidos a los que me marcaron, y esos fueron los que aumentaron mi potencial. Y Paco, para mí, no fue uno de ellos.

Álvaro García fue compañero de Fran García (Foto: Fran Ferrer)

Iraola, sin embargo, sí.

Andoni es un tío muy listo para todo. Lo tenía todo controlado. Llegábamos y sabíamos lo que hacer en cada momento, hasta los suplentes. Es más, sabemos lo que hubiésemos tenido que hacer con él si se hubiese quedado. Lo tenía todo muy diseñado. Era increíble.

Isi contó que el año de Segunda, a falta de dos semanas para el play off, estaba con Dimitrievski y Martín Pascual en una terraza de Madrid al lado de la Puerta de Alcalá, que se sentaron a las doce del mediodía y les dieron las tantas y que al día siguiente, Iraola les dijo, «yo no os voy a prohibir que salgáis pero si en vez de seis cervezas os podéis tomar una, mejor». ¿Ése era Iraola?

Sí, sí, ya me acuerdo (risas).

Está claro que tenía todo controlado.

Y que le va a ir bien en el futuro. Su fútbol se adapta a muchos estilos y maneras. Además, tiene sus principios, y eso es muy importante.

¿Y qué principios son esos?

El año pasado a mitad de temporada, cuando se dijo que se quería ir al Leeds United, nos reunió a todos y nos dijo que tranquilos, que no nos iba a dejar tirados. Para nosotros hubiese sido una putada. Estábamos para meternos en Europa tras ganar al Almería y perder al entrenador… Pero él nos dijo, «tranquilos, yo no veo bien irme así».

¿Y tú, en su caso, te hubieses ido?

Es difícil porque al final el dinero es tentador y él tenía el sueño de entrenar en la Premier. Pero, si lo pensabas en frío, lo mejor era esperar. Al final, iba a poder entrenar donde quisiese. Y así ha sido.

¿Fran García te hizo mejor futbolista y viceversa?

No sé si le hice mejor jugador. Para estar en el Real Madrid es evidente que es muy bueno. Y nos compenetramos bien. Muy bien. De hecho, seguimos hablando. Para mí, Fran es ese tipo de persona que se merece todo lo bueno que le pase. No se puede ser más humilde a pesar de ser cantera del Madrid. Y eso le honra.

¿Y es tu amigo?

Sí. Tuve la suerte de hacer amistad con él. El 31 de diciembre vino con mis padres y mis tíos a cenar con toda mi familia. Ahora, mi hijo ve a Fran en la televisión y dice rápidamente, «mira, papa, Fran García», y para todos nosotros es muy importante.

¿Y qué sientes cuando lo ves en el Madrid?

¿Qué voy a sentir? ¡Es el Madrid! Su problema es su personalidad. Es demasiado bueno. Quizás para estar ahí debes sacar más la maldad. Si tienes la pelota, haz tu la jugada, no se la dejes a nadie. Debe tener esa personalidad porque poder puede. En su situación no sé qué haría, eso también es verdad. Pero él lo va a sacar, seguro, porque llega el primero y se va el último en el gimnasio. Tiene que comportarse como si estuviese en el Rayo y triunfará.

En el Rayo superó una lesión de ligamentos en tiempo récord.

Eso fue increíble. Para él es más duro que para nadie estar lesionado. No lo aguanta. Recuerdo el año que llegamos a semifinales de Copa. Tenía los abductores destrozados y no había quien lo parase hasta que le dijeron: «Fran, tienes que parar para intentar llegar a semis». Pero hasta el partido de ida aguantó un mes lesionado y seguía jugando, le daba igual. Aguantaba el dolor. No sé cómo lo hacía. Pero es como te lo cuento.

Semifinales de Copa ante el Betis y gol de Bebe en el Villamarín.

Cuando metió el gol Bebe, fue en el minuto 81. Entonces sentimos que podíamos lograrlo. Nos hizo pensar que la final de Copa se acercaba, porque ese gol nos llevaba a la prórroga. Yo estaba muy cansado y, a los cuatro minutos de marcar Bebe, Iraola me sustituyó y, al final, marcó el Betis. Pero jamás hemos visto una final de Copa tan cerca. Llevábamos muchos meses pensando en ello y tenerlo ahí…

¿Te dio tiempo a sentir algo?

Lo que te he dicho. Nos demostró que podíamos hacerlo, que podíamos meterle mano. El equipo estaba bien físicamente y en la segunda parte apretamos. Metimos a El Tigre, metimos a gente arriba. Queríamos lograrlo. Pero el Betis nos marcó quedando nada para terminar.

Trejo, Falcao, Raúl de Tomas…, ver a jugadores de ese pasado quedarse tanto tiempo en el banquillo ¿le hace más humilde a uno?

Bueno, Raúl de Tomas no es tan mayor.

Pero pasa mucho tiempo en el banquillo.

Son circunstancias de la vida. Raúl es joven todavía. Es duro lo que ha pasado. Quedarte sin competir seis meses como le sucedió la temporada pasada es complicado. Pero él dio una lección. Mentalmente aguantó muy bien. No sé cómo lo hubiese hecho yo en su caso.

¿Se comporta como una estrella Raúl de Tomas?

No, para nada. Al final, es un tío normal. No va de estrella. Aquí las estrellas no existen. Y mira que tenemos una como Falcao y no hay nadie más humilde que él después de todo lo que ha hecho y lo que ha ganado. Pero es pura bondad. Está siempre de buen humor dando las gracias a todo el mundo y saludando como si acabase de llegar.

Verle es aprender entonces.

Claro. Ha sido de los mejores delanteros de la historia del fútbol. Sin embargo, ayuda a todo el mundo. Es más, cuando le veo me invita a recapacitar por dentro. Si Falcao no se enfada por quedarse en el banquillo, ¿cómo me voy a enfadar yo?, me pregunto. Hay que relativizar todo en la vida como lo hace él. Y te lo digo que allá por donde vamos hay colombianos que quieren hacerse una fotografía con él, una firma…, lo que sea.

Podría ser un titular para la entrevista: «Si Falcao no se enfada por no jugar, ¿cómo nos vamos a enfadar los demás?»

Más o menos es verdad. Ha jugado en los mejores clubes del mundo. Ha sido clave en su selección y tienes que aprender de él. A la fuerza. No queda otra. Su historia es real como la vida misma. Y El Tigre ya lleva tres años con nosotros que no se podrán olvidar nunca.

¿Qué no olvidarás?

Sus celebraciones de cumpleaños, por ejemplo. Lo celebra con nosotros. Se gasta la pasta y lo hace encantado. Recuerdo que nos llevó por Madrid a cenar con toda su familia y amigos. De verdad que todo lo que rodea a El Tigre es muy bueno.

¿Y qué le regalasteis?

Un lote de productor gourmet de queso, jamón, vino, aceite…

Qué diferencia entre ser futbolista y carpintero, por ejemplo.

Sí, claro, son mundos diferentes. Pero, al final, también te digo que todos somos personas iguales. Que no hay diferencia. Pero, claro, el fútbol genera tanto que al final ganamos lo que generamos. Unos más que otros, eso sí.

¿El fútbol te ha resuelto la vida?

Sí, totalmente. No soy un tío que haga gastos innecesarios. Tengo la cabeza bastante amueblada porque mi familia es así y con mi pareja sabemos por donde pisamos. No tenemos miedo al futuro. Confiamos en nosotros mismos.

¿Dónde te fuiste de vacaciones este verano?

Tengo casa en Rota, en Cádiz, y luego cinco días en Menorca. Pero mis vacaciones son con niños. Todos los planes son pensando en él. Todo lo que hacemos es por él.

¿Y a qué te gustaría dedicarte en el futuro? ¿hay plan B?

Bueno, tengo varios pisos que estoy alquilando. Y acerca de lo que me gustaría ser seguramente seré representante o formaré parte del cuerpo técnico de un equipo. En principio, no lo vería mal, pero…

¿Entrenador entonces?

No, no. Creo que no me gustaría ser entrenador. Ni siquiera sé si tengo ese don. Andoni Iraola me decía que sí, «tú serás entrenador». Y yo le dije que no, y él insistió en que «tú tienes que ser entrenador sí o sí». Me decía que yo soy muy listo, porque rápidamente veo por donde nos están haciendo daño los rivales. Y como se lo decía a él y le ayudaba a corregirlo en el tema de la presión y de ayudar a los compañeros, lo valoraba mucho.

Iraola te quiso llevar a Inglaterra con él.

Pero el Rayo pedía mucho dinero, no fue posible.

¿Y te hubieses ido?

Quizá sí me hubiera ido, sí, hubiese sido otra experiencia. Pero, al final, el Rayo dijo que no y aquí estamos felices. En el club estoy contento. Mi familia es feliz. A todo el mundo le gusta jugar la Premier o en equipos grandes. Pero si en mi caso no ha llegado es porque no tenía que llegar.

De quienes se fueron del Rayo este verano, excepto Catena en Osasuna, ninguno es titular. Ni Comesaña ni Fran García.

Aquí tienes como un status, la confianza del entrenador, de la gente, del club. Todo eso es el producto de años. Pero, claro, ir a un sitio nuevo es complicado. Aquí conoces hasta a los camareros. En un club nuevo debes buscar casa, hasta el trayecto de casa al entrenamiento, es todo nuevo. Los futbolistas necesitamos un periodo de adaptación. Todo el mundo quiere rendir al minuto 1. Pero no es fácil. Y más si tienes niños, que debes buscar colegio….

¿Francisco ha llegado pidiendo perdón o pidiendo permiso?

Ha intentado seguir con la misma línea de Iraola.

Pero, según lo que se leía en redes sociales, no era el entrenador más deseado.

Cada gente opina en redes lo que quiera. Pero una vez que Andoni decide irse y nos dice que ha terminado un ciclo, debe venir un entrenador. O traes a Zidane, que es imposible, o no va a venir ninguno que ponga de acuerdo a todo el mundo. Pero Francisco está muy bien y por lo que está demostrando hasta ahora su idea es parecida. Ha hecho lo que hicimos con Andoni con sus matices. Y se adapta muy bien a nosotros.

¿Te quedarás a vivir en Madrid?

No, tengo claro que voy a irme a Utrera. Me estoy haciendo mi casa ahí. Soy muy andaluz. Me gusta la Semana Santa, la Feria de Abril… todas esas cosas nos gustan a todos los andaluces. Cuando estás tanto tiempo fuera de casa lo valoras, incluso, más.

Pero si eliges ser entrenador hoy puedes estar en Pontevedra y mañana en Villarreal.

Sí. Al final, la vida del entrenador es así, igual que la del futbolista. Incluso peor porque debes echar más horas de trabajo pensando en el equipo, en los vídeos etc, etc… Y, como ocurre de futbolista, es difícil acomodarse en algún sitio. Y, precisamente, eso es algo que valoro mucho en el Rayo, donde ya llevo seis años y mi familia está a gusto. Por eso no es fácil irse a otro sitio y preguntarse: ¿qué me voy a encontrar allí?

Siempre te quedará la nostalgia de esta época en el Rayo.

Sobre todo, el día a día.

Y los resultados y los goles.

Sí, porque es difícil marcar un gol en Primera.

¿Qué entrenador te gustaría tener?

Uff, es complicada esa pregunta. ¿A Luis de la Fuente en la selección, por ejemplo?

Ha ido Bryan Zaragoza como podías haber ido tú.

Bryan es un pedazo de jugador. Lo que hizo frente al Barcelona se le dio mucho realce. Pero yo recuerdo que cuando jugamos frente a ellos hubo momentos en los que yo dije que no había quien lo parase. Pero, claro, no tiene el mismo boom hacerlo frente al Rayo que ante el Barça. Ahora bien, su electricidad es la misma, hablamos de un futbolista estupendo.

¿Quién fue tu ídolo?

Reyes, que encima era de mi pueblo, tengo fotografías firmadas por él.

¿Dónde te enteraste de su accidente?

Él jugaba en el Extremadura contra el Cádiz. Y ese fin de semana yo iba a ver el partido, porque estaba en El Puerto de Santa María de vacaciones. Fue mi primer año en el Rayo y la Liga ya había terminado. Pero lamentablemente no pude ir a ver ese partido que no se celebró por el maldito accidente. Esas cosas no se olvidan.

Fue un drama, sí. La vida son dos días.

Parece que es un tópico, pero es literal. Vivir eso tan joven. Morir a esa edad. Sobre todo, para su familia, que es la que se ha quedado. Es difícil, muy difícil. Ahora está su hijo que tiene buena pinta y ojalá que llegue y veamos otro Reyes en el fútbol de élite. Pero, sea como sea, a su padre yo no lo olvidaré nunca.

2 Comments

  1. Óscar Rodríguez

    Como en todos sus reportajes Alfredo Varona, hace que aparezca el lado humano, de la persona entrevistada.

  2. Pingback: Óscar Trejo: «Lo que está haciendo el presidente del Rayo con los trabajadores no me parece bien» - Jot Down Sport

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