El mismo día que Ricky Rubio emitió un comunicado anunciando un parón en su carrera y su renuncia al Mundial de baloncesto para cuidar su salud mental, Simone Biles volvió en Chicago a competir, y a ganar, dos años después de los Juegos Olímpicos de Tokyo en los que sólo participó en el ejercicio de barra porque su bienestar mental era lo lo prioritario. En estos dos años hemos evolucionado lo suficiente como para que de manera unánime el mundo del deporte haya entendido, respetado y hasta aplaudido el gesto de Ricky Rubio. Biles no tuvo tanta suerte. Hubo columnas, críticas y comentarios menospreciándola. Incluso un deportista como Djokovic se atrevió, cuando le preguntaron por la decisión de la gimnasta, a teorizar sobre la importancia de saber lidiar con la presión en la élite. Un mansplaining de libro, vaya.
El caso de Simone Biles fue sangrante, indignante, porque en la mayoría de los sesudos análisis se obvió el hecho de que fuera una superviviente de abusos sexuales. Ella misma lo contó un día antes de que comenzara en el 2017 el juicio a Larry Nassar, el fisioterapeuta de la Federación de Gimnasia y de la Universidad Estatal de Michigan que acabó siendo condenado de 40 a 175 años de cárcel por haber abusado de alrededor de 300 deportistas, la mayoría menores de edad, durante tres décadas. El fallo, según se demostró en el juicio, fue sistémico: menores silenciadas por la Universidad, la Federación, el Comité Olímpico estadounidense, los entrenadores y hasta el FBI que no actuó como debería haberlo hecho ante las sospechas y las denuncias. Hacia todos ellos apuntó Simone Biles cuando testificó junto a McKayla Maroney y Aly Raisman (excapitana del equipo estadounidense en Londres 2012 y Rio 2016) ante el Senado sólo dos meses después de retirarse en Tokyo: «He sido víctima de abusos sexuales. Sufrimos y seguimos sufriendo. Soy fuerte, pero no debieron dejarnos solas. Merecemos respuestas. Estoy convencida de que si no hablamos, esto seguirá sucediendo. No quiero que ningún otro joven deportista olímpico o ninguna persona sufra el horror que yo y que otros cientos hemos soportado y continúan soportando a día de hoy. Para ser clara: culpo a Larry Nassar, pero también a todo el sistema que permitió su abuso. La Federación de Gimnasia de Estados Unidos y el Comité Olímpico y Paralímpico de Estados Unidos sabían que yo estaba siendo abusada por su médico del equipo».
Biles incluso llegó a admitir en una entrevista que no debía haber ido a los Juegos de Tokyo y que el año anterior había dormido mucho porque era lo más parecido a estar muerta. El trauma por haber sufrido abusos sexuales y tener que volver a competir bajo el paraguas del mismo sistema que la había traicionado no fue tenido en cuenta por algunos de esos señores que tanto saben de gimnasia, o de deporte, y tan poco de empatía. Biles, en el mejor de los casos, fue tachada de floja y hasta pasaron por alto que en la primera rueda de prensa que dio en Japón tras retirarse de la final por equipos ella, serena y lúcida, afirmó que ninguna medalla era más importante que su salud mental. El mensaje, el ejemplo, fue potentísimo por ser quien era: una megaestrella. Rompió un tabú, el de la salud mental, en la cita más importante (unos Juegos) y cuando todo el mundo estaba mirándola. Para algunos no fue suficiente. Al fin y al cabo, sólo es una mujer, ¿no?
Después de siete medallas olímpicas, cuatro de ellas de oro -la última en Tokyo de bronce- y de 25 medallas mundiales. Después de 732 días de ausencia, después de hablar públicamente de «los demonios en su cabeza», de testificar ante el Senado de Estados Unidos, de retirarse de los focos y de casarse, Biles ha vuelto este fin de semana en el US Classic a demostrar que sigue siendo la mejor: barras asimétricas, equilibrio, suelo y salto. Sonriente y satisfecha declaró que sigue acudiendo semanalmente a terapia. Y cuando le preguntaron si estará en los Juegos Olímpicos de París el próximo verano contestó: «¿Quién sabe? Es igual que cuando te casas y enseguida ya te preguntan si tendrás hijos. Voy a ir paso a paso, ya veremos». Porque, en fin, a las mujeres se nos hacen muchas preguntas que deben tener respuestas inmediatas y cuando las damos hay quien sigue dudando -cuando no obviando- del testimonio, la experiencia y de lo que suponen, lo que afectan, a todos los niveles, físicos y emocionales.
La voz, el ejemplo de Biles, continua siendo puro oro más allá de sus éxitos deportivos. Por eso pasará a la historia por muchos años que pasen y dejará un legado que jamás se olvidará. Y los señores que la llamaban floja se han quedado mudos y retratados de paso.
Djokovic , un tarado mental, prepotente y un ignorante, debería callar porque hablando así demuestra su talla humana….
A mí Djokovic ni fú ni fá, no sigo el tenis, pero no le preguntaron por Biles, sino por su presión ante dl reto de ganar el Grand Slam en un año. Después la prensa lo conectó para generar impacto y polémica. Lo sigue haciendo, por lo visto.
Pingback: Marcus Cooper Walz: «Todo lo que hagas te va a acercar o alejar del resultado: el entrenamiento, el sueño ¡hasta cómo pestañeas!» - Jot Down Sport
Pingback: Mondo Duplantis: «Lograr el éxito exige estar obsesionado de una forma casi poco saludable»