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Gigi Buffon, adiós a los mejores años de nuestras vidas

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Buffon celebra la Copa del Mundo (Foto: Cordon Press)

En noviembre de 1995 ya estaba ahí. Con un corpachón que despistaba sus 17 años, berreando las canciones de los ultras del Parma en su cuarto por la mañana y debutando con el primer equipo por la tarde. Mientras tanto, en un escenario distinto pero igualmente cambiante, los Bon Jovi seguían sacando rédito de su mejor talento: robarle cartera al personal. A diferencia de Buffon ya no eran carne nueva sino el producto de la digestión prolongada de la industria musical. Como digo, era noviembre del 95 y en Los 40 Principales era número uno «Something for the pain». En el vídeo, un mocoso poseído por los riffs esponjosos de Ritchie Sambora arruga la nariz cuando aparecen en escena los trasuntos de peña como Pearl Jam, Snoop Dogg, Courtney Love y el propio Scott Weiland, aquel prolífico catador de drogas que también dirigía el coro de los Stone Temple Pilots. No quiero desviarme mucho en este laberinto, pero un rápido repaso a la alineación que figura en esta introducción, lo que eran y lo que son, lo que nos hacía saltar entonces y lo que nos mueve ahora, debería ser suficiente para que te explote en la cara la importancia de que Buffon haya decidido cortarse la coleta nada más y nada menos que en 2023 y en el Parma.

Como somos modernos, solemos hablar de Gianluigi Buffon como leyenda según la tercera acepción del término recogida en la RAE. El gigante italiano como persona muy admirada que se recuerda tras el paso del tiempo. Sin embargo, yo creo que el relato sobre las verdaderas leyendas debe ajustarse más a la primera acepción. Buffon como un personaje real pero magnificado por la fantasía o la admiración. Buffon como una sucesión de momentos fantásticos que se han transmitido por tradición. En esta línea, la leyenda de un portero son sus paradas y en Buffon los guantazos salvadores acaban en Parma y también comienzan en Parma. Como en un cuento bien estructurado.

Aquí se cimentó el mito

Noviembre del 95 era un tiempo más simple en el que el Zaragoza venía de ganar la Recopa, el Ajax la Champions League y el Parma podía meterle un soplamocos a cualquier equipazo sin esfuerzo. El dinero les hizo olvidar por un minuto que eran un club que jamás había jugado ni siquiera en la Serie B y simplemente lo hicieron. El 19 de noviembre el Parma recibía al Milan en el Ennio Tardini con la baja preocupante de su portero. Luca Bucci, un orate de 180 centímetros, compacto pero sorprendentemente hábil en los balones rasos y que venía de darles la UEFA, había caído lesionado. Nevio Scala, que manejaba entonces el destino del Parma, no duda y le da los guantes a aquel chaval de 17 años que la venía rompiendo en el equipo Primavera. «Vas a jugar mañana», le dijo Scala «Ningún problema», respondió Gigi sin torcer el gesto. Y así hasta hoy.

Gianluigi Buffon (Foto: Cordon Press)

El Buffon adolescente debutó en la arena frente a un Milan rotundo. El once es un bestiario que infunde temor incluso al leerlo 28 años después. Claro que el Parma tenía a Cannavaro, a Mussi o Dino Baggio. Incluso al Tino Asprilla en el banquillo para los incendios, pero el Milan llega aquel día con un Balón de Oro en sus filas como Roberto Baggio y otro que lo ganaría un mes después como George Weah. Junto a ellos unos tales Panucci, Maldini, Albertini, Costacurta, Baresi o Boban. Si la cosa se torcía podrían tirar incluso de Lentini, Di Canio o un joven Patrick Vieira. Pero aquel día Buffon enjauló todos los monstruos a manotazos. Lo paró todo. Anuló incluso un proyecto de autogol de Cannavaro y arrancó así una historia adornada con rasgos de carácter como los que reveló Fulgoni, el mítico entrenador de porteros del Parma en aquella época. Al parecer, el hombre agarró a Buffon cuando tenía 14 años y le anunció que cuando tuviese 20 años iba a estar jugando cada domingo en Primera. Buffon se giró y le preguntó como si tal cosa: ¿y qué voy a hacer hasta entonces? La respuesta llegó aquella noche frente al Milan.

Claro que su debut con la selección italiana no fue menos épico. Camino del Mundial 98, la azzurra se había visto abocada a jugarse las castañas la repesca por primera vez en su historia. El partido de ida se disputó en el estadio Luzhniki de Moscú bajo una intensa tormenta de nieve. El campo estaba como una rebanada de pan con Nutella. La nieve cubre todo lo que no es barro cuando a la media hora se lesiona Gianluca Pagliuca y entra en su lugar un chico de 19 años llamado Gianluigi Buffon. Tranquilo, con la camiseta gris plata por fuera de los calzones como si aquel vía crucis fuera una pachanga en la plaza del pueblo. El marcador está 0-0 y Buffon le roba el protagonismo a la tormenta a base de paradas providenciales. Salva una crucial frente a Aleinichev y no para de meter manolas hasta el pitido final. El partido acaba 1-1 e Italia resuelve después en Roma una clasificación endiablada. Nace el idilio de Buffon con los italianos a través de la camiseta plateada con el escudo tricolor en el pecho.

Buffon, fabricado para permanecer

El 9 de septiembre de 2006 había 10.000 personas en el estadio Romeo Nero, en la vacacional Rimini. Sin embargo, al menos once de ellas nunca habrían soñado con estar allí ni siquiera de vacaciones. Uno de ellos es Gigi Buffon, que se había comprometido a jugar con la Juventus en Segunda a pesar del descenso administrativo tras el caso Calciopoli. Podría haberse largado, podría haber cogido la oferta del Milan, podría estar sacándole brillo a la camiseta con el número 1 de cualquier otro club del mundo pero eligió permanecer y desde entonces es Dios entre el pueblo juventino. «Esta lección sólo puedes darla si eres el primero en renunciar a algo importante y yo renunciaba a mucho: tenía 28 años y estaba en la mitad de mi carrera. Me jugaba el Balón de Oro. Con otra decisión las cosas habrían sido distintas pero estaba seguro de que si me comportaba bien y era generoso, la vida me devolvería todo», declaró entonces.

Buffon en el Parma (Foto: Cordon Press)

Buffon es como las lavadoras antiguas, no las programaron para ser obsolescentes. Algo que siempre he admirado en el arquero italiano es su capacidad para adaptarse. A todas las exigencias que han modificado el trabajo de los porteros en las últimas décadas, en especial el juego con los pies y la lectura de la jugada, les ha puesto la mejor cara. Particularmente porque Buffon creció en una época donde el pase hacia atrás no era una herramienta para crear ventajas y el portero no debía ejercer como primer eslabón del ataque en determinadas ocasiones. Que empezase de niño como delantero quizá haya jugado un rol, pero seguramente menor que su perfeccionismo. Si un tipo reconoce que las paradas espectaculares le ponían menos que sentir el control sobre cada centímetro del área está todo dicho.

Pero la evolución en Buffon no se ciñe solo al juego con los pies, el suyo ha sido un cambio profundo. Al punto que no es descabellado hablar de dos porteros en uno. Si en los primeros años de su carrera fue un guardameta explosivo bajo palos pero que sufría en las salidas, tras sufrir una grave lesión de espalda en 2010 evolucionó hacia un estilo más conservador y anticipativo. Más sereno y, por tanto, más completo. Esa capacidad para leer el peligro pronto y explotar su talento posicional cuando el físico le enviaba alarmas es la que le ha permitido tener una segunda etapa en la Juventus y una retirada más que digna en el Parma. Dicen que su padre hacía escarnio de él cuando fallaba en alguna salida espetándole que vivía muy calentito dentro de su iglú. Esa versión de Buffon cambió de manera notable con el paso del tiempo. De hecho, la durabilidad de Buffon solo encuentra explicación en su capacidad para evolucionar. ¿Es por ello el mejor portero de la historia? ¿Supera a Yashin, a Casillas o a Neuer? Quizá hablemos solo de una cuestión de gustos pero en cuanto a longevidad al máximo nivel, entre titanes con similar palmarés, no admite comparaciones.

¿Por qué ha sido tan popular Gigi?

En este punto es inevitable detenerse en las polémicas que han rodeado la carrera de Buffon, varias de ellas relacionadas con su supuesta filiación fascista. Fue muy criticado en sus inicios parmesanos por elegir el número 88 o vestir una camiseta con la leyenda «Boia chi molla», «Asesino el que abandona», ambos símbolos atribuidos comúnmente a la extrema derecha italiana. De esos asuntos Buffon siempre ha salido airoso en términos de popularidad incluso pese a jugar en un equipo tan divisor como la Juventus. Incluso antes de ganar el Mundial y con todas esas controversias fascistas (y otras con rivales acérrimos como los interistas) en la mochila, Buffon siempre ha sido un futbolista apreciado en Italia seguramente. Seguramente porque ha sido percibido más como el portero de la selección, de los italianos, que de la Juventus, de los juventinos. Permanecer junto a la vecchia signora en las malas, incluso a sabiendas de los delitos cometidos, o aplaudir desde la grada las paradas de Chichizola, su sucesor en el Parma, son ejercicios de fidelidad y campechanía que le han servido para meterse al pueblo italiano en el bolsillo.

Buffon ante Mario Mandzukic (Foto: Cordon Press)

28 años de carrera le han dado para mucho a Buffon. Los números, ya conocidos, son apabullantes. Ha sido el jugador con más partidos de Serie A (657) y en la selección (176) El que más ligas ha ganado (10) y el portero que más tiempo ha permanecido imbatido (974 minutos) Un Balón de oro y un Mundial en la vitrona. Ganó todo con un pequeño como el Parma y 22 títulos más con la Juventus con el único lunar en su palmarés de la esquiva Copa de Europa. La perdió en tres ocasiones. Contra el Milan de Shevchenko en 2003. También en 2015, en 2017 y cuando la buscó a la desesperada enrolándose en el PSG y en la juventus ya en el crepúsculo de su carrera. Pero por encima de las cifras, quedan los destellos de un portero único. ¿El más brillante? Seguramente su parada a Zidane en la final del Mundial 2006. ¿El más soterrado? Cuando se recuperó de una depresión en los peores años de su carrera. En la Gazzetta, varios de sus compañeros en la Italia campeona del mundo definían su relación con Buffon en una frase y a mi me gustó la de Andrea Pirlo: «¿Qué significa Gigi para mi? Los mejores años de nuestra vida»

2 Comments

  1. Buffon es un nazi tramposo, y lo bueno que fue no tapa ni un poco lo nazi tramposo que ha sido.

  2. Pingback: '88' (Heil Hitler), cruces célticas y lemas mussolinianos, las «casualidades» de Buffon con la extrema derecha - Jot Down Sport

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