La Liga de Campeones masculina ya tiene nuevo rey. O Emir, o Molt Honorable President, o Konungren nórdico antiguo, dependiendo de si ponemos el foco en el propietario del club, en el arquitecto del proyecto, o en el origen de su máxima estrella.
Tras la edición mariana de la temporada pasada, en la que los milagros y las invocaciones a la ouija merengue se sucedieron sin solución de continuidad, ensombreciendo actuaciones individuales y colectivas sobresalientes, además de decisiones tan inteligentes como valientes desde el banquillo, la Liga de Campeones de este año no se puede resumir en un especial de Cuarto Milenio, sino a través de los hilos interminables y las disecciones tuiteras de los analistas devenidos en forenses, capaces de establecer causalidad en la casualidad, e intuir el influjo de la pizarra en lo que pertenece al talento de los jugadores.
Dos modelos se han sucedido en el trono europeo: El Real Madrid es el rico de cuna que se explica, articula, reconoce y reivindica desde la cuenta de resultados. Todo lo demás le resulta accesorio, y se siente orgulloso de ello. Mientras, el Manchester City es el nuevo rico que ha construido su torre de marfil sobre los cimientos de una idea concreta, una a la que ha dedicado tiempo, herramientas, y sí, también cantidades ingentes de dinero. El matiz reside en que mientras clubes como el citizen han invertido teniendo claro el proyecto, el único proyecto de otros clubes ingleses ha sido malgastar tiempo y dinero.
En esta pelea de ricos contra muy ricos, se entiende la estupefacción que generó en amplios sectores de la prensa deportiva española las declaraciones del CEO de los sky blues Ferrán Soriano tras el pasado sorteo de grupos, afirmando que «La Champions no es nuestra prioridad. Nosotros trabajamos para ganar la Premier».
Desde esa visión miope de quienes conciben que una temporada se resume y explica en los trece partidos que conducen a la consecución de la orejona, la reivindicación del campeonato doméstico, que no es sino otra forma de poner en valor el trabajo diario y la excelencia cotidiana (y un baldío intento de quitarse presión, para qué negarlo), se interpretaron como la excusa de un club estado que no deja de fracasar en Europa.
Se hizo mofa y escarnio de ello, como ya había sucedido previamente tras cometer Guardiola la temeridad de besar la medalla de subcampeón de 2021, dando así valor a un segundo puesto que en el argot de los ganadores solo debe ser objeto de desprecio, vergüenza y oprobio. La versión rey mago de Mourinho lo explicitó en la reciente final de la Europa League,regalando su medalla de plata al primer aficionado que encontró a su paso. De masculinidades frágiles en el fútbol profesional se podría escribir un tratado, pero no es el objeto de este artículo.
Leyendo y escuchando según qué cosas, daba la sensación de que al único vestido de blanco al que le gustó el gesto fue al Papa. «Esto nos enseña que incluso en la derrota puede haber una victoria», reflexionó Francisco, y añadió que hace falta «entender que en la vida no todo es dulce, no siempre todo es ganar». Visto el recorrido del City esta temporada, queda claro que el club de Manchester ha llevado a cabo una reflexión similar a la del Papa, y ha convertido cada derrota no tanto en una victoria, pero sí en una valiosa lección a aprender.
El de Santpedor no es un técnico al uso: su figura trasciende los banquillos, esa calva cada vez más surcada de arrugas y esa barba cada vez más blanca (vade retro) se han convertido en la silueta de un icono pop, pero si nos ceñimos al tipo con el desagradable hábito de escupir en el área técnica durante más de noventa minutos, nadie mejor que él mismo para definirse, y hacerlo, además, a través del juego: el Guardiola entrenador se explica desde la búsqueda obsesiva y continua de cómo atacar lo que en el argot futbolístico se conoce como los espacios indefendibles.
El término no es nuevo, y ni siquiera se le puede atribuir a él, pero lo volvió a poner encima de la mesa en una entrevista concedida a Gol Tv allá por 2021. No detalló en exceso a que se refería, pero por su mención a la posición y altura de los extremos se sobreentiende que aludía al espacio que se genera a la espalda del mediocampo rival, entre lateral y central, y al aprovechamiento que hacen del mismo los interiores o jugadores de segunda linea (o en su caso el punta viniendo a descargar).
Un espacio efímero, una suerte de triangulo de las bermudas que fluctúa, aparece y desaparece en cuestión de segundos; lo suficiente para recibir y girar si central o lateral no saltan a tapar o la distancia entre líneas lo permite, o lo justo para aprovechar ese instante de indefinición de los defensores y atravesar la grieta que se abre a la espalda de ambos, como sucedió en el primer gol de Bernardo Silva en el reciente duelo de semifinales en el Ciudad de Manchester.
En un contexto más global, y lejos del molde que tanto aduladores como detractores han construido a su alrededor, el preparador catalán ha ido buceando, aprendiendo y empapándose de las diferentes tradiciones futbolísticas de los países en los que ha trabajado, y mientras en Barcelona hace no tanto Laporta explicaba que uno de los motivos del cese de Koeman era su escaso apego al 1-4-3-3, como si la disposición inicial de los jugadores fuera un dogma de fe, y no la forma más racional de ocupar los espacios en base a una idea, nos encontramos con que el City actual no deja de traicionarse: defiende en 1-4-4-2 y con cuatro centrales, construye con uno de ellos de mc, hay momentos en los que concede espacio y balón al rival para aprovechar la opción de salir en estampida con Haaland y De Bruyne (en otros golpea en largo parala prolongación del gigante noruego), y no tiene empacho en retener el balón con Grealish y Bernardo para que el partido del Bernabéu se cocine a fuego lento, y evitar así los fantasmas de la remontada pasada. Por si todo esto fuera poco, se atreve incluso a ganar la final 1-0, y sin excesivo brillo.
Este City ganador del trébol de tres hojas ha sido, seguramente, menos espectacular que el de la temporada pasada, y menos apabullante que el Bayern Múnich de 2016 que cayó eliminado en semifinales ante el Atlético de Madrid. La diferencia estriba en que este equipo juega con todos los partidos posibles en su cabeza, y tiene un dominio casi absoluto de los diferentes registros del juego. A eso se le añade la capacidad para generar, detectar y aprovechar esos espacios indefendibles, y por encima de todo, una nómina de excelentes jugadores. Todo ese compendio de virtudes le ha permitido avanzar por el lado más complejo del cuadro con un sufrimiento de leve a moderado ante rivales de la talla del conjunto muniqués o del catorce veces campeón de Europa.
El equipo sky blue llegaba a su segunda gran final europea envuelto en los oropeles de las celebraciones de Liga y FA Cup, mientras que su rival, el Inter de Milán, revalidaba su condición de especialista en eliminatorias desde la llegada de Simone Inzagui, añadiendo la final europea a las dos copas conquistadas de manera consecutiva. Una final que se puede considerar hasta inesperada si nos atenemos tanto al nivel actual del cuadro nerazzurri como a su recorrido a lo largo de la competición, salpicado de momentos al filo de la navaja.
De esas situaciones de cara o cruz, quizá la más representativa sea la del 12 de octubre del 2022, en la cuarta jornada de la fase de grupos: esa noche Inter y Barcelona se jugaron gran parte de sus opciones de clasificación en un espagueti western de infausto recuerdo para la afición blaugrana.
Ante Oporto y Benfica, en octavos y cuartos de final, los de Simone Inzaghi opusieron mucho más de lo que propusieron, con un Onana estelar en el emparejamiento ante los lisboetas. Su instante de mayor inspiración, más allá del mérito evidente de ir superando eliminatorias, se produjo en el mejor momento y escenario posible, con una media hora arrolladora que les permitió resolver el derbi y la semifinal ante sus vecinos de Milán.
El calcio lleva lustros siendo terreno abonado para propuestas imaginativas y divertidas para el espectador, no en vano es la tierra de los Gasperini, Pioli, Spalleti o De Zerbi. En ese sentido, el Inter es un equipo interesante que se construye a partir del 1-3-5-2, y sus cifras en Serie A son notables, sobre todo en el aspecto ofensivo: tercer equipo en posesión de balón, y quinto en balones recuperados en 1/3 rival, por poner tan solo algunos ejemplos. Cuenta, además, con una salida de balón original y compleja, y es capaz de someter al rival a través de la pelota, aunque en su versión europea ha mostrado un perfil mucho más conservador, lo que le ha alcanzado para meterse en la final, pero no para ganarla, pese a competir los 95 minutos de la misma.
La temporada 2022-2023 ha vuelta a unir las carreras, aunque sea tangencialmente, de dos delos grandes genios del fútbol moderno, permitiendo a Leo Messi y Pep Guardiola saldar sus cuentas pendientes; el diez de Argentinas e hizo con el Mundial sin el influjo de los Xavi, Iniesta y Busquets, y el preparador catalán ha conseguido su primera Liga de Campeones sin el concurso de la pulga.
La Champions tiene nuevo rey, y el fútbol, cada vez más espacios indefendibles, sobre todo fuera del verde.
Hasta donde yo sé, el Madrid no nació rico, sino que ha ido construyendo su patrimonio a través de su historia y sus títulos. El City, en cambio, traicionando sus raíces obreras, se ha dejado comprar por verdaderos ricos de cuna para, a partir de ahí, construir una nueva historia. Me parece bastante engañosa la comparación que el artículo pretende establecer entre ambos clubes y se nota cierta parcialidad en el análisis. Para admirar a Guardiola, no creo que sea necesario despreciar al Real Madrid esa manera, al menos es un club que no está investigado por hacer trampas con el Fair Play financiero, dato éste último que por algún motivo es redactor de este artículo ha preferido omitir.
El Real Madrid nació rico (¿?), cuando gana es cuestión de Cuarto Milenio,no le importa el estilo y es un equipo del gobierno (del que sea) al que curiosamente a sus más enconados rivales les recalifican los terrenos para construir estadios nuevos o no son sancionados por no presentarse a jugar o por llegar tarde al partido entre otras cuestiones (fair play financiero, pagos a vicepresidentes de árbitros, medallas de oro y brillantes …).
Cuando el Madrid gana lo celebra y piensa en la siguiente. Cuando sus más feroces enemigos ganan (a diferencia del Madrid, con estilo. Ya sea negreirista o petrodolárico) intentan vender un relato infantiloide y victimista para aliviar el escozor que produce la comparación de palmarés y la mala conciencia.
Artículo digno del Sport.
¡Ojo! Que de recalificar terrenos, el Madrid sabe mucho.
Sí, el Madrid es el malo de la película, no se preocupe. No pretendía cuestionar la versión oficial de la Posverdad.
No hombre, no. Simplemente le recuerdo las acciones de Florentino para conseguir la recalificación de la ciudad deportiva del RM en la Castellana.
Nada mas y que hay otros clubes de se han beneficiado de ese tipo de acciones – además de publicidad oficial/semi oficial- por supuesto, pero en el caso de recalificaciones de terrenos , el RM no puede quejarse.
No he leído el artículo porque cualquier cosa que hable del lazi meacolonia me da repelús. Por el comentario que he leído creo que he ganado tiempo.
Hace mucho que JD se convirtió en un estercolero y JD Sports, en su pocilga más absoluta. Desde que no está la bola.
Salvando las maravillosas entrevistas y alguna honrosa excepción, la mayoría de los textos producen una sensación de malestar y vergüenza ajena, ya sea por sectarios y mentirosos, por su pobre calidad literaria y estilística, o (en demasiadas ocasiones), ambas cosas.
Este artículo es un ejmplo mas de la línea que lleva JD Sports desde su creación, donde abundan los textos absolutamente planos y faltos de profundidad, y en los que se construye una narrativa tramposa y artificial, un relato falso, mentiroso, que uno esperaría encontrar en un blog de algún paleto de Twitter tipo Mr Seitan y no en una revista cultural otrora prestigiosa y admirada.
La bola ha muerto, larga vida a la bola
Desde luego no podría estar más de acuerdo en los comentarios del resto de usuarios. Un texto tendencioso que hace ver el odio y la nula imparcialidad, además de sectarismo rancio y nazi de un entrenador que como jugador se dopó varias veces y además sus éxitos en el barsa tienen apellido NEGREIRA, y en la premier invesrigados por financiación ilegal. Sinceramente no es casualidad que un hombre tan inteligente, falso y ventajista tenga detrás alguna trampa. Admiro su tenacidad y es cierto que es un gran entrenador y un gran estratega. Pero con que presupuesto y con cuántas peticiones…. Luego ese odio siempre a Mou…. Este tío no va donde le lamen el culo ni va alagando a la gente, oporto (triplete dos veces) Inter otro más, Chelsea, Real Madrid, United, y ahora Roma. Como estaban y cuánto consiguió . Claro que Mou es humano y comete errores pero es un entrenador sincero y no es un falso elitista. Y luego otra cosa, estoy harto de como los antimadridistas porque jode que sea el mejor equipo de la historia estén todo el día tergiversando la historia. Primero documentaros bien y empezar tras la guerra civil, y miraros un poquito que le dieron al barsa por favor.
Desde luego que no volveré a leer ni un artículo más de este medio tendencioso y sectario
Estoy de acuerdo con algunos de los comentarios sobre la bajada de nivel de Jotdown. Pero nunca dejaré de alucinar con los comentarios de muchos madridistas para los que si se nombra al Real Madrid en un artículo, y no es para alabarlo, es sectarismo. No me parece que este artículo muestre sectarismo ni imparcialidad contra el Real Madrid.
Y no, no soy del Barsa, soy del Celta, uno de esos equipos que sufren las ayudas que siempre han tenido los dos grandes. Cuando algunos de estos dos se quejan de que les roban… En fin.
Si hipotéticamente el Depor hubiera pagado más de veinte años a la cúpula arbitral, ¿te gustaría oír que han sido «los equipos gallegos»?.
Si los de Negreira hubieran ido de blanco, ¿también dirías que «los grandes roban» o usarías únicamente el singular?.
Como bien dices, «en fin …»
Lo dices como si la única ventaja que han recibido los grandes haya sido el caso Negreira.
Y a tu segunda pregunta, te respondo: por supuesto. No sé qué te hace pensar lo contrario. De mi comentario no se desprende preferencia por ninguno de los dos. El mundo no es sólo Madrid y Barsa y a mucha gente no nos gusta ninguno de los dos. Pues eso, en fin…
Nada me hace pensar lo contrario, pero me hace gracia el sistemático «los grandes tienen preferencia» cuando se beneficia al Barcelona y el «así gana el Madrid» cuando el beneficiado es el Madrid. La propaganda culé es abrumadora (sus buenos dineros les ha costado), y no quiero ni imaginar cómo estaría el panorama si los que abonaban dinero al vicepresidente de los árbitros hubiera sido Florentino.
Por otro lado rozo la cuarentena y lo único que he visto en mi vida han sido las ligas de Tenerife y el Negreirato, así que me da algo de risa lo de las ventajas recibidas. No sé qué demonios pasó en los 60 porque no había nacido. Y hoy en día le es más fácil al Madrid ganar la Champions que una liga.
Cuando uno de mis hijos arma lío no castigo a los dos, pero allá cada cual …
«Estoy de acuerdo con algunos de los comentarios sobre la bajada de nivel de Jotdown»
Gracias. Es muy obvio. Por primera vez en 5 años, no he renovado mi suscripción. No todo vale.