¿Estamos asistiendo a los mejores playoffs de la historia de la NBA? Por lo pronto, ha habido actuaciones individuales para enmarcar, tapados que humillan a favoritos y tres séptimos partidos para llegar a las finales. Tras unos récords estadísticos sin precedentes en la fase regular, las eliminatorias han seguido caracterizándose por su impredecibilidad. Y no han decepcionado ¿O sí lo han hecho? Precisamente, este ha sido el tenor de las conversaciones en redes sociales y muchos artículos especializados de la prensa: en lugar de celebrar el éxito de los ganadores de las series, el debate se ha centrado en el fracaso de los que se han tenido que bajar del tren.
Sin ir más lejos, Milwaukee Bucks tenía el mejor balance de la temporada y era uno de los favoritos al título. Pero, en primera ronda, fue derrotado por Miami Heat, el último clasificado de la conferencia, con un contundente 4-1. Influyeron en el resultado la lesión en la espalda durante el primer enfrentamiento de Giannis Antetokounmpo—se perdió los dos siguientes— y las grandes actuaciones de Jimmy Butler, quien mostró una determinación solo equiparable a la del mismísimo Michael Jordan. En series a siete partidos, esto no es muy habitual: había sucedido en 2007 (Warriors 4-2 Mavericks), 2011 (Grizzlies 4-2 Spurs) y 2012 (Sixers 4-2 Bulls). En la rueda de prensa, le preguntaron a Antetokounmpo si consideraba la temporada un fracaso. No era la primera vez que escuchaba esa pregunta del mismo periodista y el jugador griego se sintió ofendido.
«No es un fracaso, son pasos hacia el éxito. Michael Jordan jugó quince años, ganó seis campeonatos. ¿Los otros nueve años fueron un fracaso? ¿Eso es lo que me estás diciendo? Es una pregunta equivocada. No hay fracaso en el deporte. Hay días buenos y malos días. Hay días en los que triunfas y otros en los que no. Algunos días es tu turno y en otros, no. De eso se trata el deporte. No siempre ganas. A veces otras personas ganan. Y este año alguien más va a ganar, así de simple», respondió la estrella de los Bucks. La respuesta se volvió viral.
Todo o nada
Ganar un campeonato o fracasar estrepitosamente. Estas son las alternativas, y no hay otras. La mención de Antetokounmpo a Jordan no es en absoluto descabellada. Recordamos muy bien sus seis campeonatos y poco lo que le costó llegar hasta ellos. En sus tres primeras temporadas, nunca logró superar la primera ronda. Y, luego, perdió otras tres veces contra los Detroit Pistons, una en semifinales y dos en finales de conferencia. Por aquel entonces, era el máximo anotador de la liga y los Bulls, un equipo dominante en temporada regular. Pero muchos se preguntaban si un equipo liderado por él podía ganar el campeonato. «Durante seis años, los Bulls lo habían intentado a la manera de Jordan y, si bien no podía hablarse de fracaso, tampoco habían triunfado. Los Pistons se interponían en su camino, de nuevo en 1991, mientras que otros equipos, sobre todo en la Conferencia Oeste, eran cada vez mejores», escribió Sam Smith en el libro Las reglas de Jordan, donde narra los entretelones del primer campeonato que consiguió.
Hoy la historia se repite en cada eliminatoria, con un estruendoso eco en la prensa y las redes sociales desconocido en otras épocas ¿Puede hablarse del fracaso de los Grizzlies, los segundos clasificados del Oeste, que fueron derrotados por los Lakers, séptimos de la conferencia? Hay que tener en cuenta las bajas importantes por lesión en el equipo de Tennessee y lo bien que supo actuar la franquicia californiana en la fecha de traspasos, mejorando considerablemente a los acompañantes de LeBron James y Anthony Davis. Los nuevos jugadores encajaban como un guante en el sistema y supieron acoplarse para las eliminatorias. Los lesionados, además, se reincorporaron a tiempo.
El fracaso está condicionado, de manera inevitable, por las lesiones. Son las que al final marcan el rumbo no solo de una serie ni una temporada, sino también de una franquicia. Y, desde luego, influyen las expectativas creadas a lo largo del año. Porque siempre nos quedamos con las primeras y las últimas impresiones, nunca con el desarrollo completo. Y esto es lo que ha sucedido con varios candidatos al anillo.
Reacciones extremas en tiempo difíciles
Sin embargo, para los jugadores de un equipo que tiene alguna posibilidad de llevarse el campeonato, no hay victoria moral posible. Así opinó, por ejemplo, Stephen Curry después de la abultada derrota del sexto partido de las semifinales de conferencia, donde los Warriors fueron borrados de la contienda por los Lakers. «Estás decepcionado y un poco conmocionado porque se haya acabado. Has invertido tanto en cada temporada… Después del año pasado intentas defender el título y tener la oportunidad de seguir avanzando. Es una forma dura de acabar», declaró en la rueda de prensa.
En octubre, los Warriors eran favoritos a repetir el campeonato, según las casas de apuestas. Además, venían de ganar una apasionante serie a siete partidos ante Sacramento Kings. Pero la realidad es que el equipo no daba la talla en defensa y tenía un balance desastroso fuera de casa, cosa que en algunos tramos del año hizo peligrar su participación en la fase final de la temporada. A esas alturas, solo las genialidades de Stephen Curry y su condición de vigentes campeones hacían pensar que podían llegar más lejos. «Estuvimos fuera de los playoffs casi todo el año. Ganar una épica primera ronda y darle pelea a los Lakers en esta serie nos deja entre los mejores ocho equipos de la liga. Es posiblemente donde debemos estar», explicó en la misma rueda de prensa el entrenador Steve Kerr, con una visión más realista.
Los Sixers han sido los grandes damnificados de los últimos días. El equipo de Joel Embiid cayó en el séptimo partido de las semifinales de conferencia, ante unos Celtics que se mostraron muy superiores en el transcurso del encuentro. El flamante MVP se había perdido el primero debido a una lesión en la rodilla y jugó toda la serie muy mermado físicamente. Nada de esto importó: las redes sociales señalaron al jugador camerunés como el gran culpable de la derrota. Muchos aficionados, incluso, pedían la devolución de su trofeo. Sobre todo, después de la rueda de prensa, cuando se sacaron de contexto sus palabras para mostrarlo como un jugador egoísta. Nada más lejos de la verdad.
«Tenemos un trabajo sin terminar. No hemos ganado nada. Y sabemos que tenemos la oportunidad de ganar. Llegamos al séptimo partido y tuvimos la oportunidad de cerrarlo en casa, lo cual no hicimos.[…]Todos debemos hacer autocrítica. Yo debo ser mejor y seré mejor. Estoy concentrado en eso. Todos nosotros debemos volver y buscar las maneras de seguir mejorando y ayudar al equipo», dijo.
Dos noches antes, le había sucedido lo mismo a Jayson Tatum en el transcurso de un solo partido. A medida que su equipo perdía la ventaja, Twitter se llenaba de memes que desconocían su talento como jugador. Hasta que, cuatro minutos antes de que se consumara la derrota, despertó y su acierto le dio la vuelta al marcador. Después, en el séptimo y definitivo encuentro, anotó 51 puntos. Sin embargo, la sombra del fracaso ha continuado amenazando la figura de la estrella de los Celtics durante las finales de conferencia ante Miami Heat, el equipo que nunca estuvo en las quinielas y que, por eso mismo, desconoce qué significa la palabra «fracaso».
El camino del éxito
¿Qué es, entonces, el fracaso? El accidente del transbordador Challenger en 1986, donde fallecieron siete astronautas, es un fracaso. El hundimiento del Titanic, en teoría «insumergible», es otro fracaso. ¿Podría etiquetarse la eliminación de Estados Unidos en los Juegos Olímpicos de Atenas, en 2004, como un fracaso? En principio, la derrota de un equipo plagado de estrellas de la NBA contra una relativamente humilde Argentina en las semifinales del torneo podría considerarse así. Sin embargo, si esto no hubiera sucedido, la selección estadounidense nunca hubiera creado un programa específico para mejorar el reclutamiento y la preparación de sus jugadores. Nunca hubiéramos disfrutado de los redeem teams de 2008 y 2012, ni de las inolvidables finales olímpicas contra España.
En el deporte de alta competición, el fracaso es relativo, porque puede ser un catalizador para el crecimiento y la superación personal. Muchos jugadores perciben las decepciones como una oportunidad para aprender, mejorar y desarrollarse. Desde esta perspectiva, el fracaso puede un paso hacia adelante en el camino hacia el éxito a largo plazo. Y esto es lo que le sucedió a Michael Jordan. El fracaso fue el combustible que alimentó su éxito durante toda su carrera. Cuando se trató de avanzar en los playoffs, los duros marcajes a los que le sometían los Pistons le hicieron trabajar su físico y hacerse más fuerte. También necesitó ceder parte de su protagonismo para que los Bulls fueran menos previsibles, algo que fue posible gracias a la llegada de Phil Jackson a los banquillos y la ejecución del triángulo ofensivo. Todos estos factores contribuyeron a la formación del jugador más determinante de la historia del baloncesto. Aquel que, en nuestra memoria, nunca fracasó.
Solo con la perspectiva que da el tiempo podrá decirse si un deportista de élite ha alcanzado el éxito o no lo ha hecho. Desde luego, este no es el caso de Giannis Antetokounmpo, quien ya es campeón de la NBA y ha sido dos veces MVP. Tampoco es el caso de los jugadores que tienen una mala noche y pierden un partido, aunque esto haga que su equipo caiga en las eliminatorias. Al fin y al cabo, la liga está hecha de esta pasta: historias de éxito, a veces sin triunfos, pero no de historias de fracasos. Porque, por encima de todo, el show debe continuar. Por lo menos, hasta que se baje el telón.