Dicen que el cine es el reflejo de la vida. Yo sigo pensando que el auténtico espejo en el que nuestra existencia se mira sin pudor es el fútbol. Sólo el fútbol puede hacer pasar por cotidiano lo excepcional y también hacer de la decepción, rutina. Lo que viene siendo la vida.
El cine, en cambio, nos muestra lo que querríamos que fuese nuestra experiencia vital. La visión idílica del chico de barrio pobre que termina siendo millonario, el patito feo que se lleva a casa a Scarlett Johanson o, incluso, que el gobernador de California elimine a una criatura alienígena perfectamente equipada y adiestrada para cazar subespecies (a sus ojos) como la humana.
No, amigas y amigos. En el mundo real, el «Predator» se habría merendado en cuestión de minutos al tío Arnold, porque al final siempre ganan los monstruos. Y no es algo intrínsecamente malo. Al fin y al cabo, son monstruos a nuestros ojos. A los suyos, nosotros somos meras hormiguitas.
Esto es lo que pasa en la Premier League desde que Guardiola se hizo con los mandos de la nave skyblue. El de Santpedor, desde que aterrizase en Manchester, suma 5 títulos ligueros en 7 temporadas, alcanza las 33 Copas en toda su carrera y se queda a dos trofeos de los 35 del histórico Mircea Lucescu. Un registro que puede alcanzar cuando termine la actual temporada. Además, ha conseguido su tercera Premier League consecutiva, un logro al que sólo han tenido acceso, no sólo en Premier League sino en toda la historia de la liga inglesa, el Manchester United —en dos ocasiones—, Liverpool, Arsenal y Huddersfield Town.
Los del Etihad han firmado un final de temporada aplastante. Han vivido una racha de 23 encuentros —hablo sólo de los partidos en las competiciones domésticas— presentándose ante sus rivales con un educado: «Buenas tardes, soy Godzilla y tú eres Tokio». Destrozaron las estadísticas desde que el pasado 5 de febrero, cayeran ante el Tottenham por 1 – 0. Han sido 19 victorias y 4 empates, con 65 goles a favor y 13 en contra.
La cruz de la moneda (relativa) es para el Arsenal. Los de Arteta se habían mantenido al frente de la clasificación durante 248 días. La mayor cantidad de fechas en la historia de la competición que un equipo ha liderado la tabla y no ha terminado campeón.
El séptimo arte nos hubiera presentado un escenario final en el que unos gunners heroicos, que se habrían sobrepuesto al empuje del monstruo, alzarían al cielo la preciada Copa. El tiránico poder establecido del imperio galáctico habría sucumbido ante el poder de la amistad y la lucha por la justicia. Pero no, esto no es cine. ¿Veis a lo que me refería?
Los chicos de Arteta tienen que estar orgullosos. ¿Jode perder una Premier en los últimos estertores competitivos? Lógicamente. ¿Estaban preparados para ganarla? Ni siquiera estaban preparados para disputarla.
En el mismo tramo en el que el Manchester City ha conseguido su prime, el Arsenal ha sumado 8 victorias, 3 empates y 4 derrotas. Sí, han jugado menos partidos porque esta campaña, entre FA Cup y demás, el calendario ha estado un poco loco. Además, los cañoneros cayeron eliminados de la Europa League ante el Sporting Clube de Portugal.
Más allá de hablar de «pecheadas», hay que poner en valor lo conseguido por el equipo del norte de Londres. Las diferencias entre las plantillas de los contendientes al título eran claras. Aunque los únicos que se mantuvieron hasta el final, con opciones reales de levantar esta Premier League 22/23 hayan sido Arsenal y Manchester City, vamos a tomar también referencias en equipos que comenzaron la temporada con las posibilidades intactas, caso de Chelsea, Liverpool y Manchester United.
Lo más sencillo de medir, es lo cuantitativo. Según los datos que nos ofrece la web especializada Transfermarkt, el Manchester City cuenta con 24 integrantes en su plantel, mientras que el Arsenal tiene 23 futbolistas. Podemos decir que no es una diferencia grande, pero esto se acentúa cuando vemos que en el mercado invernal. Los del Emirates se reforzaron con 3 futbolistas como Jorginho, Trossard y Kiwior, mientras que el Manchester City no reforzó su primera plantilla, además de dar salida a Cancelo.
Sí, en el Arsenal salieron otros tres jugadores como Lokonga, Marquinhos y Soares, pero ahí entroncamos con la vara más difícil de medir objetivamente: La cualitativa. Aunque creo que, en este caso, pocas dudas puede ofrecer comparar la calidad superior de las llegadas en invierno, respecto a la de las salidas.
Valga como ejemplo, por no extendernos en demasía comparando planteles, que en el Manchester City es suplente habitual un campeón del mundo como Julián Álvarez o que Jack Grealish, futbolista por el que los del Etihad pagaron 118 millones de euros, se puede considerar como un jugador de rotación —aunque su final de curso ha sido digno del alumno que se lleva un diploma a casa—.
Si hablamos de Liverpool y Manchester United, cuentan con 30 y 32 integrantes respectivamente. Y cuidado que en el Liverpool se lleva criticando —con razón, a mi modo de ver— una deficiente planificación en materia de fichajes. Con los reds podemos decir que, aunque haya un número solvente de futbolistas, estos no forman un bloque equilibrado. Los de Klopp han mostrado bastante debilidad ante la falta de efectivos en el centro del campo.
El Chelsea es el que peor rendimiento ha sacado a sus 31 jugadores, cifra que también supera a la del Arsenal y cuyo nivel individual se podría equiparar al del Manchester City.
El número de integrantes en cada plantilla también influye en las lesiones, no es una ciencia exacta pero lo lógico es que, a planteles más cortos (y menos posibilidades de recambios), más probabilidad de problemas en el apartado físico.
Esto queda bastante bien reflejado en el caso de un Manchester City que ha sufrido 28 incidencias durante la temporada, según el portal BeSoccer. Liverpool y Manchester United, con una pléyade de jugadores mayor que la del Arsenal, suman 40 problemas cada uno. También con 40 se sitúa el Arsenal y lo del Chelsea ha sido como un día en Alepo. Nada más y nada menos que 61 contratiempos físicos.
Podemos sacar varias conclusiones con estos datos: Por un lado, que la preparación física del Arsenal y la gestión del vestuario de Arteta ha sido sobresaliente. Estamos ante un equipo con una calidad inferior a la que tenían, a priori, Manchester United y Liverpool y a los que ha aventajado en 12 y 15 puntos, respectivamente. Con el Chelsea, cuya profundidad de plantilla es incomparable —aunque le hayan lastrado las lesiones— la diferencia se va a unos estratosféricos 38 puntos.
Las lesiones de futbolistas capitales como Salibá o Tomiyasu durante el tramo final de la liga y la falta de gasolina, avalada por lo expuesto, dejaron sin premio gordo al Padawan Arteta.
Por su parte, los flamantes campeones buscan que el legado sea de esos que entran en los libros de historia. Clasificados para la final de la FA Cup y para la final de Champions League tras el regicidio del Etihad. Sus rivales, Manchester United e Inter de Milán, respectivamente, representan a una aristocracia venida a menos durante muchos años y que quiere recuperar su papel histórico en el fútbol mundial.
El ejército de Pep quiere convertirse en el segundo equipo inglés de la historia en conseguir un triplete. El hito sólo ha estado disponible para sus vecinos del United y para otra leyenda de los banquillos, como Sir Alex Ferguson. Aquellos red devils de la temporada 1998/1999 son historia del fútbol y ahora, el color celeste reclama su hueco en la posteridad.
El favoritismo para los skyblue es muy elevado y el guion de una buena película plantearía un triunfo de ese equipo que luchaba por estar en la máxima categoría y que —mediante millones, eso sí— poco a poco fue subiendo escalones, hasta aplastar a sus rivales y coronarse como campeones de todo. ¿Veis como el que gane el monstruo no es, necesariamente, una mala historia? Pero cuidado, ya sabemos lo que ocurre con los guiones cinematográficos. La historia puede dar un vuelco.
Antes de continuar, también quiero matizar ese «mediante millones». Los demás equipos no pagan con abrazos y gominolas de corazoncitos. Los billetes del Monopoly dejaron de valer hace… siempre. Vamos, que no es una crítica por mi parte. Para ganar, hay que soltar la panoja. ¿Es triste? Probablemente sí; pero hipocresías, las justas.
Volviendo a lo doméstico y al desenlace liguero: la remontada que el Arsenal ha obligado a realizar al Manchester City, ha sido un hito. La distancia entre ambos llegó a ser de 8 puntos a 1 de abril. Todo hacía presagiar un inesperado campeonato para los londinenses.
Este giro de la tortilla es más épico por el poco tiempo que han necesitado los citizens para revertir la situación, que por la cantidad en sí. Y es que, durante la historia —de la Premier— hubo ejemplos de remontadas mayores. El Manchester United levantó una losa de 12 puntos al Newcastle en la temporada 1995/1996 y el Arsenal le devolvió la pedrada a los de Old Trafford dos años después, al remontar 11 puntos.
El Liverpool estuvo a punto de ser el tercero al unirse al club de la remontada de dobles dígitos el pasado curso. Los de Klopp llegaron a la última jornada vivos, tras haber superado una diferencia de 14 puntos respecto al que terminaría siendo campeón, Manchester City.
También hay que decir que esa diferencia de 8 puntos entre gunners y skyblues no era del todo fidedigna, por el desfase de encuentros entre unos y otros (el City tenía dos partidos menos). De todas formas, la diferencia real —con ambos equipos en igualdad de partidos disputados— llegó a ser de 7 puntos en la jornada 18.
Hemos disfrutado, hemos vibrado y nos hemos emocionado con la lucha entre cañoneros y ciudadanos, pero al final… lo siento amigos, la teniente Ripley jamás hubiera podido acabar con el Xenomorfo en una realidad no cinematográfica. Quisimos creer que el cine era real y la propia realidad nos puso sobre la mesa una máxima: Al final, siempre ganan los monstruos.
Cero menciones en todo el artículo las trampas económicas del City, sancionadas por UEFA e investigadas por la Premier en este momento, comparar plantillas por número en lugar de por calidad (y coste)… Falta la mención al Madrid para redondear.
Odio este deporte. Que no se acabe nunca.