Fútbol Femenino

«Fuera machistas de nuestros campos», o de la vergüenza de tener a un irresponsable a cargo de un banquillo de una liga profesional

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Randri García (Foto: @AlhamaElPozo)

Si el departamento de recursos humanos de cualquier empresa tuviera constancia de que las frases «está gorda, a ver qué hacemos con ella», «tenéis más rabo que yo», «¿qué pasa, eres lesbiana?», «las que hayan venido en patera, se volverán en patera» hubieran sido proferidas por un superior a cualquiera de sus empleadas, abriría una investigación que terminaría con el tipo apartado de su puesto de trabajo y posteriormente despedido. Si en vez de una fuesen, al menos, cinco, la investigación sería corta. Si los insultos y desprecios del superior fueran acompañados, además, de una foto de contenido sexual enviada al grupo de trabajadores, el despido sería fulminante.

Randri García, entrenador del Alhama CF de la primera división Profesional de fútbol de España, lleva en el disparadero una semana tras la denuncia de varias jugadoras de su plantilla por acoso laboral, trato vejatorio, insultos, humillaciones, y el envío al grupo de whatsapp de una foto del cuerpo técnico desnudo en la ducha tras la victoria frente al Valencia. No ha hecho ninguna declaración al respecto. No tiene ninguna explicación que dar. Pero sí ha hecho lo que hacen los entrenadores mediocres y cobardes en esas situaciones: poner a parte de su plantilla a parar las balas y que se lleven los daños.

En el partido del pasado viernes la cara de las jugadoras del Alhama era un poema. Una oda a la vergüenza, a la propia y a la ajena. La columnista creyó que le iba a costar empatizar con ellas, tras haber roto el protocolo de acoso sexual del Convenio Colectivo de la mano de la Asociación de Futbolistas Españoles y haber señalado a las cinco denunciantes, puede que presionadas por el propio club que inició una caza de brujas desde el momento de la denuncia, pero durante todo el encuentro sintió pena. Caras largas, ojeras, frustración, y lágrimas con el pitido final. El vestuario del Alhama es un polvorín a punto de estallar y en el que no va a quedar nadie en pie. La situación es insostenible, y solo tiene un culpable, por más que la jugarreta sea la de siempre: dividir en bandos, buscar apoyos, acusar, presionar, minar la moral y la salud mental de las futbolistas, utilizadas una vez más como títeres para aferrarse al poder o a la razón. Poco importan ellas.

En el comunicado del Alhama sobre las informaciones vertidas en medios por la denuncia, se admitía la confidencialidad de las denunciantes, garantizada por el protocolo de acoso sexual del Convenio Colectivo. El club no sabía quién había denunciado, Randri García no tenía el nombre de las que habían alzado la voz en su contra. Poco después saldría AFE a dar una lista de las que no habían denunciado para que quedara claro quiénes sí. El resto es una pesadilla para el deporte. ¿Quién se va a atrever a denunciar a su entrenador, a un directivo, a alguna compañera, si un sindicato te señala y la opinión pública y algunos medios sacan tu nombre de víctima y lo ponen a disposición de tu agresor? ¿En qué momento tiene validez el testimonio de una persona que no haya sido víctima de un delito en la investigación del mismo?

Utilizadas como escudo, las otras 15 sacaron un video (de forma voluntaria, al parecer) para decir que jamás se habían sentido acosadas sexualmente por Randri. No negaron ninguno de los motivos por los que sí se le había denunciado: insultos racistas, homófobos, a su apariencia física, a su peso, ni que varias jugadoras hayan salido a dar la cara y decir que dejaron el fútbol por la tortura psicológica a la que las había sometido durante años. Acoso laboral, no sexual, esa es la acusación a un tipo que en Lezama volvió a dejar patente su cobardía: sin apenas salir del banquillo para dar órdenes y con perfil bajo los 94 minutos que duró el encuentro, porque gritarle a unas chavalas de 20 años es mucho más fácil que asumir los improperios de una hinchada que arrancó el partido cantando «fuera machistas de nuestros campos» y lo terminó, como hizo apuntar el delegado del Alhama en el acta del partido, llamándole «hijo de puta» al finalizar el partido.

Partido entre el Barça y el Alhama en diciembre de 2022 (Foto: Cordon Press)

El Caso Alhama deja un sabor amargo en el deporte que va a ser difícil de olvidar. Se han roto todos los códigos éticos. La falta de profesionalidad de Randri García es innegable. En ningún club serio se admitiría su continuidad después del envío de la dichosa fotografía, menos aún si viene acompañada por los testimonios de futbolistas de su plantilla actual y pasada sobre el trato denigrante que da a sus jugadoras ¿Quién en su sano juicio querría fichar por un club que protege a su entrenador —hijo del Presidente y marido de la Directora Deportiva, además de dueño y fundador del mismo club— en vez de a sus jugadoras? ¿Enviaría usted a su hija a un equipo en el que la pueden llamar gorda, lesbiana, negra, solo por el resultado de un partido, un mal entrenamiento, o sin motivo aparente? ¿Son estos los entrenadores que necesitamos en una liga profesional? ¿Está ocupando un mediocre de moralidad dudosa un banquillo que debería ocupar alguien profesional?

El caso de Randri García tiene paralelismos escandalosos con el de Diego Guacci, entrenador argentino al que varias jugadoras denunciaron por insultos, coacciones, trato vejatorio y discriminación sexual. En aquel caso, FIFPRO (sindicato que representa a los futbolistas profesionales a nivel mundial) llevó la denuncia hasta FIFA. Allí se admitió la veracidad de los hechos porque era imposible que tantas jugadoras hubieran sufrido lo mismo si no era verdad. Sin embargo, no se le inhabilitó porque no había pruebas sólidas para hacerlo. En este caso concreto, la conducta inapropiada en el puesto de trabajo tiene una fotografía a la que agarrarse y está adjuntada en la denuncia de FutPro, el sindicato que ha dado la cara por las cinco denunciantes de la plantilla actual. Lamentablemente, en FIFPRO está David Aganzo, Presidente de AFE, tan ensimismado en entrar en guerras territoriales que en vez de apoyar a las futbolistas que denuncian ha cometido la canallada de sacar a la luz los nombres de las denunciantes.

Nota: se ha esperado hasta la última hora del domingo para enviar este artículo, creyendo que la decencia ya no de Randri García, de alguien del Alhama, le haría dimitir o le despediría. Si lo están leyendo es porque esto no ha pasado.

5 Comments

  1. Asco y vergüenza, qué tipo deleznable, y qué porquería de padre que ni le reprende públicamente ni le echa del cargo. A ver si acaba repudiado y limpiando letrinas semejante impresentable.
    Ánimo a las jugadoras, que busquen nuevo destino porque está visto que desgraciadamente nadie puede trabajar en un nido de ratas como ese.

  2. La naranja nace verde, y el tiempo le da color. Y al que nace gilipollas, no lo madura ni Dios.

  3. Pero… de un murciano facha hijo de papá (o papah, por escribirlo en su dialecto), ¿qué ibas a esperar? Si el equipo se llama aún oficialmente «Alhama Féminas»… Ni en el NO-DO eran tan rancios.

  4. PABLO ALARCÓN PÉREZ

    Muy buen artículo. Contundente, con información valiosa y bien hilado. Una vergüenza este asunto.

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