José Francisco Rojo Arriota, más conocido como Txextu Rojo o Rojo I, falleció tras una larga enfermedad el pasado 23 de diciembre de 2022. Nacido en Bilbao el 8 de enero de 1947, disputó 17 temporadas en el Athletic Club, todo un One Club Man, donde acumuló la friolera de 541 partidos, sólo por detrás del mítico «Txopo» José Ángel Iribar, anotó 68 goles y conquistó las copas de 1969 y 1973 disputadas frente a Elche y Castellón, respectivamente. Se retiró en 1982 y participó en el Athletic Club que casi es campeón de todo en la temporada 1976-77. Uno de los grandes jugadores del club e ídolo de una afición que «le daba alas», como reconocía su gran amigo Joseba Betzuen, porque «al jugar tan cerca del público veía las caras de la gente y les escuchaba».
Inició su andadura en el Athletic Club después de despuntar en un equipo juvenil que terminó desapareciendo, recaló en el juvenil del club rojiblanco de Garay que terminó conquistando la copa tras vencer al Celta por 2-1 en la final en el Bernabéu donde dio la asistencia a Lavín que abriría el marcador en el minuto 7 de partido. Piru Gaínza confió en él para subir al primer equipo y el 26 de septiembre de 1965 hizo su debut en Córdoba con derrota por 1-0. Esa temporada terminó disputando 23 partidos y anotando 3 goles, repartidos entre liga y copa, donde llegaron a la final. Su temporada de consolidación definitiva en el primer equipo fue en la 67-68, en la que llegó a jugar 27 partidos de liga, 5 de copa y 6 en europa para anotar un total de 7 tantos. Su posición en el campo varió de interior a extremo durante su carrera afianzándose como interior con la llegada de Estanis Argote al equipo. Con la del 66, jugó otras 4 finales coperas más y quedó subcampeón de liga, además, en la del 70, cuando a falta de 5 jornadas para el final del campeonato el equipo dependía de sí mismo, pero las expulsiones del propio Rojo y de Arieta en Atocha les impidieron formar parte de los siguientes compromisos, cruciales para el desenlace, quedando a un solo punto del Atlético de Madrid.
Txetxu Rojo, el equipo y la ciudad pudieron tocar el cielo en 1977, cuando llegaron a la final de la UEFA por primera vez en la historia del club. Se enfrentaban el 18 de mayo a doble partido a la todopoderosa Juventus de Zoff, Bettega, Scirea, Gentile y compañía. En la ida en Turín el equipo italiano tomó ventaja en la final gracias a un gol de Marco Tardelli a los 15 minutos de partido. La empresa de remontar al campeón italiano se antojaba dura, y más con el gol tempranero en la vuelta en San Mamés de Bettega a los 7 minutos. Pero el Athletic es el Athletic, y si algo ha caracterizado al club durante 125 años de historia es el orgullo, la casta y el pundonor, y si algo iban a hacer los rojiblancos era no rendirse, de tal manera que Irureta haría el empate 5 minutos después. El 2-1 de Carlos se hizo esperar y no llegaría hasta el minuto 78, con ya poco tiempo para dar la vuelta a la eliminatoria, pues ese gol a los 7 minutos hacía que la diferencia de goles debiera de ser de 2 goles para culminar la remontada. Así que se terminaron quedando con la miel en los labios y con el subcampeonato final.
Ya no volvió a saborear las mieles del triunfo, pero dejó el camino sembrado para que, tras su retirada en 1982, el Athletic lograse los últimos títulos ligueros que adornan las vitrinas del museo del club de 1983 y 1984, este último con copa incluida.
No hay persona en este planeta que tenga una mala palabra para describir al bueno de Txetxu. «Cuando se nombra al Athletic, yo creo que siempre se nombran ídolos como Iribar, Gainza, jugadores míticos, y yo creo que Txetxu Rojo está en el mismo escalafón que ellos», cuenta para la web del club Dani Ruiz Bazán. «He tenido la suerte de ser compañero suyo, de habitación, y valoro más los valores humanos que los deportivos. Los deportivos creo que todo el mundo sabe que han sido extraordinarios, pero imagínate para que supere lo humano. Ha sido un caballero en el fútbol, fuera del fútbol, en la familia, con los amigos, era elegante», añade uno de los últimos grandes goleadores de la familia rojiblanca. «Ha sido un fenómeno, uno de los hombres que son extraordinarios dentro de un equipo, que marcan la diferencia en todos los sentidos. He hecho media carrera de mis goles con la pierna izquierda de Txetxu Rojo».
«Siempre ha querido estar en el Athletic, ha luchado por el Athletic, y ha sido un jugador excepcional», afirma José Ángel Iribar, el único que puede decir que ha jugado más partidos en el club, hasta 614 partidos en las 18 temporadas que estuvo de negro. «Ha sido muy elegante, muy competitivo, y a la vez tenía algo, que Bernaola definió en su día como que era un Mozart del fútbol», ya que venían incluso de Madrid para verle jugar. Una anécdota graciosa que cuenta el Txopo entre risas es que perdió un avión en Londres, donde hacían escala después de volver de un partido, porque le entró un inoportuno apretón, y ya se dieron cuenta de que faltaba una vez subidos al avión.
Decir que Txtexu Rojo era un mito que ayudó a engrandecer la banda izquierda junto a Piru Gainza o Estanis Argote puede sonar a perogrullo, pero hay gestos que ayudan a engrandecer aún más su figura, si cabe. Como entrenador debutó en el filial rojiblanco en la temporada 1986-87, siendo ayudante de Howard Kendall en el primer equipo en la campaña siguiente, para coger las riendas como entrenador titular en la 89-90. De ahí empezó un periplo lejos del Botxo que le llevó a Vigo, donde logró el ascenso a primera en el 92 y un subcampeonato de copa en el 94. Pasaría más tarde por Osasuna, Lleida y Salamanca hasta recalar en el 98 en el Real Zaragoza donde logró un más que meritorio cuarto puesto con el equipo que conformaban los Juanmi, Jémez, Aguado, Aragón, Acuña, Garitano, Juanele y Milosevic.
Esas temporadas le valieron para suceder en el banquillo de San Mamés a Luis Fernández, donde contó además con Ernesto Valverde como segundo entrenador, actual inquilino del nuevo San Mamés. Como decía, el legado del ídolo rojiblanco va más allá de su andadura como jugador o entrenador. Contaba en su autobiografía Santi Cañizares, portero que estuvo a su cargo en el Celta de Vigo cuando tenía 22 años, cedido por 2 temporadas del Real Madrid, que su familia tuvo que hacer frente a un desahucio, pues nada más aterrizar en Vigo tuvo un problema económico que ponía en riesgo la vivienda familiar. El guardameta pidió al club una ayuda que no llegó, pero Txextu Rojo, que apenas le conocía de unas pocas semanas, le ofreció un cheque personal con la cantidad que necesitaba. Semanas más tarde, Santi Cañizares recibió la prima de la federación por el oro olímpico cosechado en Barcelona y pudo devolverle ese dinero. En sus memorias, recuerda a Txextu Rojo como «alguien especial, muy humano y un grandísimo deportista al que tuve la inmensa fortuna de cruzarme en mi vida», y que «desde aquel momento, beso por cualquier sitio por el que deba pasar Txetxu Rojo».
«Era un jugador discutido, tenía mucha calidad, pero no era un jugador de choque ni de apretar, y algunas veces estaban molestos con él por no meter el pie y él se enfadaba», relata Javier Clemente, quien fuera compañero suyo de vestuario y posteriormente su entrenador. El propio Clemente le define a nivel deportivo y dice que «más que ser un extremo, extremo, era un jugador volátil en cuanto a movimientos, no era sólo de centrar, que centraba de maravilla, también se metía por dentro, generaba juego y daba muy buenos pases. Tenía unas cualidades físicas muy grandes. Y como persona era estupendo, muy majo, noble, muy introvertido, disciplinado, y un poco sibarita comiendo (risas)».
También me hablaba mucho de él Felipe, socio y athleticzale de pro, dueño del Errekatxo y que falleció hace 14 meses, con una admiración tal que le brillaban los ojos como nunca, o como siempre que hablaba del Athletic. Decía que tenía mucho carácter, una clase descomunal y que de vez en cuando, cuando le daban un pase al que no podía o no quería llegar se daba la vuelta, como que no se había dado cuenta y la historia no iba con él. «Txetxu la cogía ahí, pegado a la banda, y daba igual cómo estuviera el campo, se la ponía a Dani, que hacía así con el pie, la bajaba como haciendo un cazo, y para el quisquillero», me decía.
El pasado 27 de diciembre tuvo lugar en la basílica de Begoña el funeral, al que acudieron miembros de los primeros equipos del Athletic Club, compañeros suyos, Iribar, Javier Clemente, Alexanco, Andoni Goikoetxea, Dani Ruiz, Andoni Zubizarreta, Manolo Sarabia, Carlos Ruiz, Santi Urkiaga, y por supuesto, José Ángel Rojo II, su hermano, así como otros ex jugadores rojiblancos como Julen Guerrero, Rafa Alkorta, Imanol Etxebarria, Ismael Urzaiz, etc… y ex presidentes de la entidad, Ana Urquijo, García Macua, Aitor Elizegi, Fernando Lamikiz, Josu Urrutia, José María Arrate y José Julián Lertxundi.
Unos le admiraban porque le vieron jugar, otros porque escuchaban en la radio las narraciones de sus cabalgadas por la banda y otros porque escuchamos de todos ellos con las orejas bien abiertas cómo asistía a sus compañeros, qué centros ponía desde la cal y qué goles marcaba, pero todos le quieren por cómo era, un auténtico caballero.
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Dice 5 comentarios pero no aparece ni uno. Mal va el funcionamiento de la web.
Bien, DEP Chechu Rojo. Fue un extraordinario jugador , técnico ofensivo y con gol.
Fue tb un notable entrenador, capaz de formar equipos competitivos y hacerlos jugar bien cuando tenía mimbres para ello. Con el Zaragoza y el Rayo vgr.
Con el Celta, al que entrenó al menos una temporada, no. Pero forjó un equipo sólido y duro. No obstante Rojo ha pasado a la historia de la Liga, en su faceta de entrenador, como uno de los protagonistas del tongo más vergonzoso (que yo recuerde) del fútbol español. Aquel 0-0 amañado en Valladolid en la última jornada de la temporada 93/94 para lograr el punto que daba la permanente al Celta y a su vez evitaba el descenso directo del Valladolid (que derrotó al sorprende y más que meritorio Toledo en la promoción) .
Fue un bochornazo tremendo. Un tongo muy parecido al pacto del Molinón entre la RFA y Austria en el Mundial de España 82 para cargarse a Argelia.
En efecto, logró alcanzar la final de la Copa del Rey contra el Zaragoza de Víctor Fernández disputada en el Calderón. Perdió por penalties en aquella dramática tanda (qué tanda no es dramática, el drama es inherente a las tandas pero unas son más dramáticas que otras, como es este caso) con el error del bravo y eficaz central Alejo Fernández Indias que le pegó al césped tras resbalarse fallando así el penalti decisivo.
En semifinales eliminó el Celta de Textxu Rojo al Tenerife de Valdano y su excrecencia Cappa, que se dedicó a despreciar constantemente al Celta tras un duro partido en Balaídos que los chicharreros perdieron 3-0. Habían eliminado y humillado al Real Madrid 0-3 sonrojante en el Bernabéu con partidazo de mi homónimo Diego Latorre, tan talentoso como irregular (suele pasarle a los jugadores con ángel…).
Esa es al deportividad y el fair play de los que se creen apóstoles de su religión futbolística anatematizando a los demás como herejes.
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Cañizares no estuvo «cedido en Vigo dos años». Estuvo cedido en el Mérida, el Celta lo compró, lo hizo debutar en primera, y Cañete se lo pagó firmando un contrato ilegal con Ramón Mendoza en las navidades del 93, cuando aún tenía año y medio de contrato con el Celta, cuya debil directiva lo tuvo que malvenden el verano del 94.