Cuando Yangel Herrera picó el balón a Bono y culminó la remontada al Sevilla en el minuto 88’, más de un aficionado sevillista pensó por primera vez en toda la temporada: «Esta gente nos puede llevar a Segunda». Parecía que no, que los de Sampaoli se recuperarían, pero rebasada la jornada diecisiete la situación ya no es provisional. La posibilidad de bajar a LaLiga Smartbank se lleva hablando en la ciudad desde antes del Mundial, cuando el equipo entró en la cola, pero pocos lo creían de verdad. «Ya lo arreglarán», pensaban aliviados. Ahora, a las puertas terminar la primera vuelta, el Sevilla deambula con un juego pobre, muy pocos resultados y un tristísimo decimonoveno puesto. En el club hay un deja vu que de una situación que se creía felizmente superada, la que vivió en 1997 con el histórico descenso en Oviedo. Su recuerdo se ha despertado tras las uvas en una situación calcada.
Eduardo Saniña, periodista deportivo que cubre la actualidad sevillista, es tajante para Jot Down Sport: «A la altura que estamos de la temporada, esto no puede ser calificado de anecdótico. El descenso asusta, claro. No estamos en la jornada dos o tres, esto es otra cosa». Tanto equipo como afición han cambiado por completo sus prioridades para esta temporada. Saniña las pone sobre el tablero: «La salvación, sin duda. Y hacer un papel digno en Copa, donde todavía no se ha enfrentado a nadie de nivel. De la Europa League hay que olvidarse por completo».
Hace dos años, Julián Rubio, técnico del Sevilla con el que se bajó en 1997, dio una entrevista a EFE en que repasaba aquel fatídico recuerdo. Sorprende –asusta, en realidad– que Sampaoli podría firmar sus palabras hoy: «Tuve que gestionar una plantilla mal hecha, con tres partes. Los canteranos, los veteranos y los fichajes de esa temporada: conjuntar eso era complicado y algunos futbolistas se quitaron de en medio, incluso antes de que yo llegara». La plantilla del Sevilla tiene, precisamente, el mismo problema.
Por partes: los canteranos, Kike Salas o Carmona, quienes en sus primeros partidos tuvieron que cubrir al alimón a jugadores de la talla de Haaland, Lewandowski o Bellingham, quedaron más que expuestos y han sufrido durísimas críticas de una afición impaciente y exigente –a veces histérica– como es la de Nervión; los veteranos, con Fernando Reges, Rakitic o Navas apurando sus fuerzas, juegan más de lo que deberían y fuerzan la maquinaria hasta que la rompen con lesiones; y los fichajes un drama. Como dice Saniña, «todos han salido mal». A la cabeza de esos fracasos, un jugador que se quitó de en medio antes de llegar Sampaoli: Isco Alarcón.
La situación actual del Sevilla recuerda mucho a Crónica de una muerte anunciada, del genio Gabriel García Márquez. Todos en el pueblo sabían que Santiago Nasar iba a morir, incluso salían a la calle a ver sus últimos instantes, pero nadie hizo nada por evitarlo. Al menos, no se vio. En la parroquia sevillista, los aficionados vemos cómo el Sevilla enfila la oscura Segunda División con una ristra de pufos, chanchullos y malas gestiones. Las soluciones a este problema son desconocidas o, directamente, imposibles.
El problema está en la grada de Preferencia
Como se puede intuir por el nombre de la tribuna, la Preferencia del Sánchez-Pizjuán la ocupa la zona más noble de la afición sevillista. Ahí está el palco de autoridades. Entre los aficionados, todos los dedos apuntan ahí. Como chivo expiatorio se cogió a Lopetegui en su día, foco de responsabilidades por los malos resultados que el Sevilla lleva cosechando desde enero de 2022, pero los socios abonados se han dado cuenta de que cambiar al entrenador no era la solución.
El equipo ha ganado esta temporada tres partidos ligueros, todos con agonía. En Cornellà sufrió hasta la última jugada después ponerse 0-3; en Son Moix, 0-1 y gracias a un pepinazo de Nemanja Gudelj; y la última, en casa contra el Getafe, a punto de lamentar un empate azulón tras ir ganando 2-0 hasta los minutos finales. Esta campaña, la afición no ha disfrutado ni un solo partido de liga. Los fantasmas del ’97.
Los movimientos de Monchi, cuyo coeficiente de acierto, según Edu Saniña, ha pasado «de un 80% a un 10%», han sido un descalabro. Cuesta teclearlos, incluso: Isco, Alex Telles, Tanguy Nianzou, Marcao, Adnan Januzaj y Kasper Dolberg. No se salva nadie. Quizás Marcao, pero las lesiones solo le han permitido jugar menos de un mes.
En rueda de prensa, Jorge Sampaoli hizo la lista de la compra y pidió varios refuerzos con los periodistas como testigos en los prolegómenos del mercado de invierno. La dirección deportiva, en concreto Monchi, y el vicepresidente del Sevilla, José María del Nido hijo, aseguraron que habría movimientos. Hasta el momento, solo ha aterrizado en Sevilla Loïc Badé, que no llegó a debutar con el Nottingham Forest y que lleva seis meses parado. El club que era un modelo de gestión económica y deportiva, como así se vendió la forma de hacer negocio de los hispalenses, no tiene un euro para intentar salvar la categoría.
Una planificación desastrosa que, por cierto, recuerda a la que hizo el club el año del primer descenso (el de la 99-00 tuvo otra intrahistoria). Para suplir a Davor Suker, el Sevilla trajo en verano de 1996 a Ivica Mornar. Las crónicas de la época y las lenguas antiguas cuentan que ambos delanteros solo compartían la nacionalidad, el sustituto no dejó buen recuerdo a su paso Nervión. En invierno, alarmados por la delicada situación de un equipo que ya ocupaba posiciones de descenso, ficharon a Robert Prosinecki y Bebeto, ambos fracasaron. Aquella temporada solo se acertó con un tal Vassilis Tsartas. Ya ven, los fantasmas del ’97.
La batalla por la presidencia de un Sevilla descabezado
Para entender la frágil situación institucional que vive el Sevilla, además del juego de tronos que se ha desatado por gobernarlo, es necesario señalar que el club está manejado por familias. O de clanes, dependiendo de por dónde se mire. Lo de votar a un presidente no se ha hecho jamás, claro.
De un lado, Pepe Castro, presidente con el 37,8% de las acciones, antiguo vicepresidente y actual representante de tres familias muy importantes. Además de la suya, los Guijarro y los Alés. También cuenta con el apoyo de los Carrión, una histórica en la dirección rojiblanca, Gabriel Ramos como vicepresidente segundo. Otro de sus miembros, Rafael Carrión Moreno, estrenó su presidencia bajando con el Sevilla a Segunda División quince días después de tomar posesión el 15 de mayo de 1997. El vicepresidente primero, mano derecha de Castro, es José María del Nido Carrasco, hijo de José María del Nido Benavente y enfrentado a su padre.
El pasado 29 de diciembre sucedió en la Junta General de Accionistas uno de los espectáculos más bochornosos de la historia reciente del club. Del Nido Benavente, propietario del 38’788% del Sevilla, decidido volver la carga para gobernar el club, votó en contra de todos los puntos de la directiva de Castro. No salió ni uno. El cruce de acusaciones, tono de la conversación y críticas entre dirigentes y aspirantes bien podría salir en cualquier metraje de José Luis Cuerda. Amanece que no es poco. Recientemente, Del Nido ofreció a la familia Carrión y a Pepe Castro llegar a un acuerdo con el poder.
Pepe Castro vetó judicialmente a Del Nido para fomar parte de la votación de puntos diez y trece del orden del día, mediante los cuales se hubiera proclamado nuevo presidente a Del Nido Benavente. En medio de este embrollo están «los americanos», la empresa 777 Partners, que quieren entrar al club de la mano del expresidente. La última vez que el expresidente trajo inversores internacionales al club, el experimento acabó mal. Las gestiones de Doyen Group no son bien recordadas.
Cabe apuntar que hay algo menos de un diez por ciento del accionariado del Sevilla perdido. No suelen asistir a las juntas o, directamente, se desconocen a los propietarios de las participaciones. Un pellizco muy notable para la encarnizada guerra por el poder que hay Nervión. El clima «guerracivilino», por supuesto, afecta a los resultados. Julen Lopetegui, antes de ser despedido, pronunció las siguientes palabras dirigiéndose a la plana mayor de la institución: «Por respeto a mi principal responsabilidad, no voy a emitir mi opción sobre lo que ha sucedido en estos últimos meses. Prefiero guardármelo y afrontar el partido de mañana con la máxima de las energías». Al vasco lo hicieron sentarse en el banquillo contra el Borussia Dortmund ya despedido. Esta situación bochornosa es nueva respecto a 1997.
En caso de volver a la presidencia en dos o tres meses, fechas que Del Nido Benavente calculó que le quedaban para ocupar el despacho más autorizado del Sánchez-Pizjuán, el único intocable sería Monchi. Durante la gira de entrevistas que dio por los medios deportivos locales a finales de año, aseguró que el director deportivo volvería a ser el mejor del mundo con él, pero que actualmente no está bien dirigido y que tiene «las llaves del cortijo». Un club descabezado, con una alternativa conocida –Del Nido– y cuyas buenas intenciones están más que en duda. Existe una mayoría silenciosa en el sevillismo que no quiere ni a Castro ni a Del Nido, pero que se ve forzada a elegir la opción menos perjudicial. Sin perder de vista que lo más importante es lo que ocurre en el césped. Por la vía democrática, un tercer candidato sorprendería mucho con sus resultados. Pero en el Sevilla los abonados no han votado nada nunca. Algunas de las series sobre luchas de poder de las plataformas de contenidos no son mejores que lo que se podría sacar hoy del Sevilla FC. Podría haber un cambio de dirigentes en un puñado de semanas.
Para aguar aún más el poco optimismo, distintas peñas y colectivos de aficionados se han movilizado ya para protestar ante las oficinas del club. La falta de transparencia de la directiva ha terminado por agotar la paciencia de la hinchada, que siente cómo han maltratado a su equipo mientras los precios de los abonos no han hecho más que subir en los últimos años. Además, a medida que la situación se ha ido agravando, la dirección del club se ha puesto de perfil. Monchi, más que señalado en los últimos meses, apareció por última vez en los medios oficiales del club, y tanto él como el presidente han dejado de aparecer en las tradicionales entrevistas que daban cuando presentaban algún fichaje.
Por si fuera poco, la plantilla no responde
Lo más importante del fútbol es la pelotita, recordemos. Si entrara, los problemas descritos arriba tendrían mucho menor impacto. Pero en este Sevilla, con tufo a 1997 y descenso a Segunda, todo lo que puede ir mal, va mal; Rafa Mir lleva tres goles y En-Nesyri ni uno. En cada partido, solo cabe esperar que alguien no habitual marque excepcionalmente. El tercer delantero que se trajo, Dolberg, nunca estuvo en el equipo. Dicho por el propio Sampaoli. De no ser por Bono, que sigue rindiendo a un nivel estelar, este equipo podría estar compitiendo por no ser farolillo rojo.
En las próximas dos jornadas de liga, el Sevilla se la juega frente a dos rivales directos por increíble que parezca. Primero Cádiz y después Elche, donde los de Sampaoli están obligados a sacar seis puntos. Si en algunos sectores del sevillismo ya suenan los clarinetes y el órgano, la música de entierro, la posibilidad de cerrar la primera vuelta con quince puntos, dieciocho incluso, acaba en disgusto. La temporada pasada, el Granada bajó con treinta y ocho puntos.
A falta de dos semanas para el cierre del mercado invernal, solo hay un refuerzo oficial. Llegarán más, pero está por ver si son del gusto de Sampaoli. En la segunda vuelta, que pinta muy larga, visitarán el Camp Nou, Civitas Metropolitano, Mestalla, San Mamés y Anoeta. Las últimas cuatro jornadas son contra el Betis en casa, a domicilio en Elche, recibe al Madrid y acaba en casa de la Real Sociedad. Se antoja pensar que los cuatro estarán jugando la liga, entrar en Champions o Europa League y salvar la categoría.
Por volver a García Márquez, si bien los vecinos del pueblo caribeño vieron cómo el amante de Ángela Vicario iba a morir, los sevillistas están viendo a su equipo enfilar el descenso. A Santiago Nasar nadie le avisó, pero los dirigentes del Sevilla no podrán decir lo mismo. La opinión pública del lado rojiblanco de la ciudad lleva meses advirtiendo de la decadencia del equipo, incluso desde la temporada pasada. La afición sevillista está decidida a arrimar el hombro, remar en una misma dirección y animar a los suyos para que cubran cuanto ante las urgencias que tiene; salir de abajo. Es lo más sensato, aunque la realidad invite a otra cosa. Pero la afición del Sevilla tiene claro qué hay por encima de todo: el escudo.
Un famoso tertuliano deportivo, barajando qué podrían hacer los suyos para no arrancar la temporada que viene en LaLiga Smartbank, cerró su intervención dándose por vencido, golpeado por la realidad: «Lo que pasa es que el Sevilla es una mierda». El clima de preocupación es máximo. Existe un nerviosismo por empezar a ganar partido que, en caso de desatarse, podría acabar por mermar las opciones de mejora. El Sevilla puede, si bien de momento apenas hay síntomas de vida. En una ciudad tan piadosa como la del Guadalquivir, todo el mundo está echando mano de la fe.
Sí, sí y mil veces sí. Qué gozada de artículo, Jose Antonio, lo he disfrutado muchísimo.
Análisis profundo y detallado y bien escrito, de una de las mayores caídas del fútbol reciente.
De llegar a pensar que podría competir por la Liga, y fijo en Champions, a luchar por la permanencia en menos de un año.
Cuesta entender que se haya vendido no a uno, si no a los dos centrales que tenía el equipo (Diego Carlos y Kounde) y se haya invertido tan poco en refuerzos. La verdad es que Monchi no ha dado una. Además, se echa en falta un 9 de garantías. El-Neysiri este año no está dando la talla después de una temporada (y un mundial) notable, y Rafa Mir…es un buen 9 suplente pero en mi opinión no tiene nivel Sevilla. Los próximos dos partidos se antojan cruciales.
Apasionante la lucha de poder entre las distintas familias sevillistas, genial explicado, y la referencia literaria a mi libro favorito de García Márquez. Maravilla de artículo!
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