«Oye Bartolomé, ¿quién ganará la liga este año?», pregunta un periodista. «El Trabzonspor, seguro cien por cien», contesta. Ataviado con una túnica negra y la bufanda azul-burdeos del equipo turco, Bartolomé sale de oficiar una ceremonia religiosa. Es el patriarca ecuménico de Constantinopla y representa a los cristianos ortodoxos de todo el mundo. Su iglesia no tiene una cabeza universal como el papa de Roma, pero Bartolomé es la figura más cercana a un líder espiritual que actúa en nombre de todos los ortodoxos. Los representa frente a otras religiones y tiene algunos poderes, como la autoridad de reconocer la independencia de iglesias ortodoxas en otros países. Desde hace unos meses, se ha convertido en un amuleto para los fans de la tormenta del mar Negro, el club de fútbol Trabzonspor, actual campeón de liga.
Con sede en Estambul, Bartolomé es de origen turco-griego y ejerce de patriarca desde 1991. En su trayectoria ha destacado por reconocer la independencia de las iglesias ortodoxas de Macedonia y Ucrania. Ésta última creó un gran descontento en Moscú, que rompió relaciones con el patriarca estambulí y el conflicto continúa a día de hoy. Hasta hace un año, Bartolomé era para los turcos poco más que un líder religioso que salía alguna vez en la prensa tirando una cruz al Bósforo para que cuatro griegos en bañador turbo se lanzaran a las frías aguas de enero a buscarla. Ahora es el «abuelo del Trabzonspor» o «nuestro abuelo patriarca», señalan algunos seguidores del equipo turco.
Bartolomé, en plena pandemia, acudió a la reapertura de un monasterio griego en Turquía luciendo una mascarilla con el logo del Trabzonspor. ¿Es el líder de los ortodoxos un fan del Trabzonspor o es solamente un guiño a los habitantes de Trebisonda?, se preguntaban muchos fans. Hinchas del club empezaron a investigar la conexión entre Bartolomé y el equipo azul-burdeos. El patriarca no nació en Trebisonda ni tampoco tiene familia allí. En cambio, por internet empezaron a correr imágenes anteriores en las que Bartolomé llevaba una bolsa con el logo del equipo, una edición descatalogada que certificaba que el patriarca era un verdadero fan. «Había un cachondeo impresionante sobre el tema. El tío es seriamente un hincha», explica Jan Seven, oriundo de Trebisonda y autor del podcast sobre fútbol Alineación Indebida. «Entonces corrió la broma de que al equipo le empezó a ir muy bien después de su aparición. Decían que nos iba bien porque él rezaba por nosotros», añade.
Los fans del fútbol en Turquía se dividen entre los que siguen a un equipo de Estambul y los que reivindican a los equipos que no son de Estambul. La metrópolis turca acapara las grandes inversiones de este deporte y ha catapultado a primera división a clubs sin apenas historia o base de fans. De los diecinueve equipos que compiten en la Superliga esta temporada, ocho son de Estambul. De éstos, siguen destacando los tres clubes históricos de la ciudad, el Galatasaray, Fenerbahçe y Beşiktas, que juntos suman 57 de los 66 títulos de la historia de la liga. Con este palmarés ser seguidor de un equipo de otra ciudad del país se viste de cierto orgullo, por ir en contra de la hegemonía estambulí.
Trabzonspor es uno de los grandes clubes que desafía la supremacía de Estambul. Por eso, cuando ganó la liga la temporada pasada, la juerga que se montó no la van a olvidar ni las abuelas de Trebisonda, porque ellas también estaban en la calle celebrándolo. El club ganó su séptimo título tras una sequía que se había alargado 38 años. La fiesta se extendió a grandes ciudades del país, donde hace décadas miles de personas originarias del mar Negro migraron en busca de trabajo.
Trebisonda es una ciudad portuaria de 300.000 habitantes con un clima muy gris, grandes acantilados y mucha vegetación. Su gente es conocida por su sentido del humor, pero sobre todo por su fuerte carácter y su mecha corta. También tienen fama de conservadores, nacionalistas y muy futboleros. El Trabzonspor es el gran orgullo de la ciudad y sus colores adornan coches, comercios y balcones. «Comparado con otros equipos, el Trabzonspor tiene una base de seguidores mucho más diversa. Lo podemos ver con los datos que se extraen de la venta de entradas. En las gradas hay muchas más mujeres, abuelas y niñas que en otros estadios. Es fútbol y es a la vez, un gran evento social», explica el hincha Hakki Çakir.
El fuerte carácter de sus gentes también impregna al club. En la ciudad se han producido protestas multitudinarias contra arbitrajes con cientos de hinchas alzando tarjetas rojas. En una ocasión en 2015, el presidente del club, enfadado por un penalti que no le concedieron al Trabzonspor, encerró a los árbitros en el vestuario durante cuatro horas. Tuvo que intervenir el mismísimo presidente turco, Recep Tayyip Erdoğan, que con una llamada telefónica calmó a la fiera del mar Negro.
El año pasado, un mes antes de que terminara la liga, un hombre amenazó con suicidarse saltando desde la azotea de un edificio en Trebisonda. «¡Hermano, no te vayas hasta que veas la victoria del campeonato!», le gritaron unos hinchas desde la calle, que tras unos minutos de charla lograron disuadir al tipo, una historia verídica que se ha convertido en historia para el club.
Pese a su fama de conservadores y nacionalistas, los hinchas del Trabzonspor han acogido con entusiasmo a Bartolomé como hincha. De hecho muchos atribuyen al patriarca el poder de terminar con la maldición que le impuso al club otro líder religioso. Mahmut Efendi, jefe de una congregación musulmana influyente en los años ochenta, era también fan del Trabzonspor. Sin embargo, cuando ganaron la liga en el 84, Efendi criticó que la gente de la ciudad festejara el título bebiendo alcohol en las calles. Cuenta la leyenda que rezó para que el Trabzonspor no ganara la liga nunca más. «A ver quién tiene el rezo más fuerte, si Bartolomé o Mahmut Efendi», comentan con guasa los fans. «Vamos a ver, si hay gente que cree que un líder religioso puede curar a enfermos o hacer la paz, por qué no puede rezar para que gane el Trabzonspor?», alega el hincha Ulaş. «Si ganamos otra vez la liga, yo voto por añadir el incienso ese que usan en la misa en el logo del equipo», añade con sorna.
El hincha Hakkı Çakır, cuenta que hace unos meses un grupo de fans fueron a rezar por Bartolomé con las camisetas del club, después de que ingresaran al patriarca por un problema cardíaco. «Querían devolverle el favor», detalla Çakir. El patriarcado de Estambul por su parte, ha declinado hacer declaraciones a Jot Down Sport sobre la afición de Bartolomé.
Antes de empezar esta temporada, Bartolomé ofició una misa en un monasterio griego de Trebisonda, donde también acudieron dos futbolistas griegos del Trabzonspor: el delantero Anastasios Bakasetas y el centrocampista Manolis Siopis, jugadores muy queridos por la afición. Ambos se hicieron varias fotos con Bartolomé y le regalaron una camiseta del equipo con el nombre de «patriarca ecuménico Bartolomé». La imagen desató la furia de los sectores más nacionalistas de Turquía, que veían en el patriarca luciendo la camiseta del Trabzonspor, un intento de separatismo griego. El presidente del partido ultranacionalista MHP, Devlet Bahçeli, aliado de Erdogan en el Parlamento, señaló que el gesto de Bartolomé era un “sabotaje dirigido al espíritu de la unidad nacional” y que el patriarca «no podrá desviar a los turcos de su camino». Otra formación nacionalista lo acusó de realizar “actividades Pontias”, aludiendo a una supuesta conspiración de los griegos pontios, un grupo étnico griego originario de estas tierras del mar Negro.
Sus críticas provocaron una lluvia de artículos rellenos de conspiraciones sobre griegos pónticos que quieren subyugar a Turquía. Un periódico incluso lo calificó de “sedición futbolística” e hizo un paralelismo entre Bartolomé aceptando una camiseta del Trabzonspor con su nombre y un supuesto plan del Real Madrid de cristianizar a niños iraquíes con la aperturda de una escuela de fútbol en Bagdad. «Es muy absurdo. No hay nada de este peligro de ‘separatismo pontio’ que dicen los nacionalistas turcos. No hay una base social, étnica o cultural para ello. Es una de las mil fantasías de los fascistas», explica el hincha Jan Seven, y añade que este debate es más palabrería política que una idea aceptada en la región: «Trebisonda al final es una ciudad portuaria, por ella han pasado varias culturas, varias lenguas. No es tan cerrada como algunos piensan». El hincha Hakki Çakir coincide con él. «Es cierto que es una ciudad nacionalista, pero también es muy diversa. Si Bartolomé llamara a la puerta de cualquier casa en Trebisonda, sería bienvenido por todo lo alto».
Maravilloso. Sin palabras.