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Las olimpiadas de Genghis khan: Turquía revive deportes de los pueblos túrquicos

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En el este de Turquía, cerca de la frontera con Irán, los habitantes de Ulupamir practican un deporte ancestral. Cuatro jinetes hacen equilibrios para arrebatar al equipo contrario una carcasa de una cabra sin cabeza. Una vez en sus manos, galopan hacia una portería y lanzan al animal, anotando un punto. Se trata de Kok Boru, uno de los deportes túrquicos originarios de las comunidades nómadas de Kirguistán que Turquía ha potenciado en los últimos años, a través de la financiación de competiciones pero también en películas y telenovelas.

Es un deporte de riesgo por el ejercicio de equilibrio que tienen que hacer los jinetes para intentar conseguir el objeto de caza, como se puede ver en el documental Deportes del Mundo en Netflix. Ridvan Ufuk, una de los mejores jugadores de Turquía, declaró a la prensa turca que más que ser un buen jinete, la clave del deporte es la coordinación con el equipo. «Es un deporte peligroso porque te caes a menudo del caballo y te puedes hacer mucho daño. Tienes que estar muy atento a tus compañeros. A veces el caballo te puede aplastar. Tengo compañeros que se han roto una mano, un pie, pero siempre volvemos a jugar. Lo llevamos en la sangre».

Turquía participa en competiciones de Kok Boru nacionales e internacionales y la mayoría de sus deportistas son de Ulupamir, un municipio creado en los 80 para acoger a un millar de refugiados kirguís que huían de la revolución comunista en Afganistán. Su llegada fue promocionada como una expresión de la solidaridad pan-turca entre pueblos que comparten historia, rasgos culturales y lenguas de la misma familia. Los acogieron en unos terrenos que pertenecían a la población kurda de la región, creando tensiones entre kurdos y la población refugiada, debido al cambio demográfico forzado por el Gobierno.

En un intento de echar raíces en el país, los kirguís abrazaron un fuerte nacionalismo turco y explotaron a nivel turístico estos lazos culturales que les unen al país de acogida. A día de hoy viven cerca de 4.000 kirguís en el municipio, donde se ondean la bandera turca junto a una turquesa que simboliza la unión entre los pueblos túrquicos. Los visitantes esperan poder ver a kirguís jugando a Kok Boru y se venden souvenirs con inscripciones en orjón, las primeras escrituras túrquicas, un lenguaje apropiado por el ultranacionalismo turco.

Con la caída de la Unión Soviética, Turquía empezó a estrechar relaciones con los países de Asia Central, en un intento de ejercer influencia sobre esta región. Esta cooperación ha ido en aumento en los últimos veinte años, con la llegada de Recep Tayyip Erdoğan al poder. “Turquía se identifica con el papel de hermano mayor y adopta ideas y políticas panturquistas heredadas del Imperio Otomano. Asume el papel de guía de estos pueblos”, señala Oğul Tuna, experto en política exterior turca y espacio exsoviético.

Uno de los hijos de Erdoğan, Bilal, preside la Confederación Mundial de Etnodeportes, una organización de nombre pomposo que promueve la cultura y deporte túrquicos. La entidad organiza competiciones con una gran variedad de deportes ecuestres, de tiro con arco y de lucha libre. Por ejemplo, Er Enish, otro deporte kirguís, consiste en dos luchadores a caballo que intentan con sus manos tirar al suelo al otro, jinete contra jinete. A caballo también existe el Cirit, un deporte de origen turco, cuyo objetivo es golpear a los oponentes con jabalinas.

Los deportes ecuestres apenas han cambiado sus reglas con el paso del tiempo a pesar de su dureza. Solo en algunas ocasiones, en lugar de usar el cadáver fresco de una cabra para jugar a Kok Boru, se usa la piel tratada de un res. En los deportes de tiro con arco se han incluido modalidades en las que también compiten mujeres, ya sea en el tiro con arco a caballo o en otras variedades parecidas al tiro que vemos en las olimpiadas mundiales.

La lucha libre es el deporte más variado, con casi una modalidad por cada país de Asia Central. En algunas se ha institucionalizado el deporte recientemente, añadiendo categorías por peso, ya que antes competían todos contra todos. La lucha libre sigue siendo una tradición muy arraigada entre los atletas de la región y es donde más destacan en las competiciones internacionales, más allá de los torneos puramente túrquicos.

En los torneos también se celebra la lucha en aceite, típica del oeste de Turquía. También Goresh, originario de Turkmenistán, en el que cada deportista intenta forzar al oponente a que toque el suelo con cualquier parte del cuerpo menos con los pies. En Kazajistán juegan al kuresh, que consiste en agarrar al oponente del cinturón e intentar arrojarlo al suelo.

El pasado septiembre, Turquía fue la anfitriona del Mundial de Deportes Nómadas, un torneo creado en 2014 en el que compitieron una treintena de naciones. El país euroasiático acogía por primera vez el evento, que hasta ahora se había celebrado en Kirguistán. Aparte de las competiciones de deportes ancestrales, el Gobierno construyó en un terreno de 700.000 metros cuadrados, una recreación de un pueblo nómada túrquico, con las viviendas nómadas conocidas como yurtas. Iban acompañadas de gastronomía regional, juegos de inteligencia y venta de productos tradicionales de la región. Durante la inauguración, Bilal Erdoğan remarcó que la “cooperación en los deportes tradicionales, solo puede reforzar la amistad entre estas naciones hermanas”.

“No podemos permitir la desaparición de la cultura nómada, que ha marcado miles de años de civilización. Nosotros, Turquía, estamos orgullosos de albergar los juegos que mantienen viva esta cultura en varios aspectos”, dijo el presidente turco Erdoğan, durante su discurso de apertura de los juegos. El mandatario turco habló en la inauguración junto al presidente de Kirguistán, Sadir Caparov y Ersin Tatar, presidente de la República Turca del Norte de Chipre, solo reconocida por Ankara.

Para Işik Kuscu, directora del centro de estudios euroasiáticos en la Universidad METU de Ankara, estos juegos representan el deseo de Turquía de ejercer influencia en Asia Central a través del poder blando. “Creo que la situación actual internacional ha permitido a Turquía poder ejercer influencia en estos países. La guerra en Ucrania también le ha dado un empuje a Turquía para reforzar estas relaciones, aprovechando la distracción rusa”. Kuscu señala que a través del deporte, Ankara encuentra espacios para poder tratar otras cuestiones bilaterales con estos países, como la venta de los drones de fabricación turca, que han ganado popularidad internacional después de que Ucrania los usara con éxito contra columnas militares rusas . “Turquía quiere ser un actor regional en la industria de defensa y recientemente ha cerrado tratos con Kazajistán, Uzbekistán y Turkmenistán, países a los que trata como ‘hermanos’”, añade Kuscu.

El uso del imaginario túrquico y sus deportes se extiende más allá de las competiciones con países de Asia Central y es cada vez más común verlos en otro tipo de eventos en Turquía. Por ejemplo, desde hace años el Gobierno conmemora a gran escala la batalla de Manzikert en 1071, cuando el ejército selyúcida derrotó al bizantino, permitiendo la entrada de los turcos a tierras anatolias. Las autoridades turcas invitan anualmente a los líderes de países de Asia Central y festejan el aniversario con la exhibición de deportes túrquicos. Kuscu compara este tipo de encuentros con la FIFA, que también es un espacio de reunión de líderes políticos que tratan cuestiones de peso mientras disfrutan del deporte: “Es una organización regional más, como la Unión Europea o la FIFA. Los intereses y prioridades entre países no siempre coinciden y el deporte es una buena forma de encontrarse para dialogar y enfatizar que por encima de todo comparten una cultura común”.

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