Dentro del complejo deportivo del CSD en Madrid está el Centro de Alto Rendimiento (CAR) de Madrid. No hay un lugar mejor para tener una conversación sobre gimnasia artística con Lucía Guisado, la seleccionadora del equipo femenino español, que lo que ellas llaman “la sala” y que no es otra cosa que el gimnasio donde tantas horas pasan cada día entrenando.
Cuéntame cómo empieza tu vinculación con la gimnasia. ¿Había algo en tu casa que te llevase a ello?
Fue un poco casual. En mi familia nadie había hecho gimnasia y yo tampoco tenía vocación por ser gimnasta. Una familiar mía era monitora de natación y yo fui a aprender a nadar. Ese verano me lo pasé haciendo cursillos de natación y cuando acabó la temporada de verano me preguntaron si iba a seguir en natación o me iba con mi prima al gimnasio. En aquel momento yo pensé «¿En invierno, con el frío que hace salir de noche de la piscina?» y dije que me iba a hacer gimnasia, pero dije gimnasia como si me hubieran dicho de hacer automovilismo, el caso era no salir de la piscina por la noche.
Siempre dices que una de las peores cosas de la gimnasia son las lesiones, pero tú empezaste a entrenar porque te lesionaste…
No recuerdo haber dicho nunca «cuando no sea gimnasta voy a ser entrenadora». Me gustaba tanto la sensación de ser gimnasta, a pesar de que era muy mala porque no tenía condiciones, que ni me lo planteaba, pero me rompí el cruzado, el menisco… todo lo que te puedes romper en la rodilla.
Cuando empecé la recuperación, el doctor Guillén me dijo que con esa rodilla no iba a poder volver a hacer gimnasia. A mí se me vino el mundo abajo, pero tenía que recuperarme y justo en ese momento, una entrenadora que estaba con las pequeñas, Almudena San José, que es actualmente parte de mi equipo y es un trozo de mí, pasó con las mayores y me dijeron que si podía echar una mano con las pequeñas. Como habían hecho conmigo ayudándome con las piruetas, empecé a hacer yo con Laura Muñoz y el resto de las pequeñas y esto al final es como un veneno, se te mete dentro y ya te quedas.
Y debutas como entrenadora en unos Juegos Olímpicos, los de Barcelona 92. Tus primeros Juegos y los últimos de Eva Rueda, que también forma parte de tu equipo.
Yo es que tengo aquí lo mejor.
Acabáis de volver del Mundial. Un Mundial al que acudís con un equipo mermado por ausencias, lesiones y en el que encima durante los entrenamientos ya en Liverpool, se lesiona Lorena Medina. Y en mitad de ese panorama, aparece Laura Casabuena.
Suena un poco tópico, pero un año después de unos Juegos Olímpicos, y más unos como han sido estos que han tenido un año de más, y en los que ese año extra es mucho para deportistas que están en el declive de su carrera, pasa lo que ha pasado ahora: que algunas lo dejan; otras están lesionadas; otras no se han recuperado al cien por cien de esas lesiones que surgieron antes de ir a los Juegos; otras necesitan su reposo, así que el equipo está en un punto en que hay gente. Gente joven, gente que puede tener una proyección. Pero que les falta experiencia, lo que yo llamo roce.
Y llega el momento en que hay que clasificar en el Europeo, que era lo verdaderamente importante. Porque si ahí tenemos un percance y no clasificamos, corremos el peligro de quedarnos fuera ya de todo el ciclo.
(El llamado ciclo son las competiciones que dan acceso a las plazas olímpicas y que se celebran anualmente salvo en los años en que hay Juegos. El Campeonato de Europa da acceso al Mundial y este a su vez a plazas en los Juegos. Los equipos que no entran en la final del Europeo no participan en el Mundial de ese año, perdiendo una oportunidad para obtener plaza. Normalmente los ciclos son de tres años, pero este año solo serán dos al haberse aplazado los Juegos de Tokio. NdR)
Pasamos el corte, vamos al Mundial y la gimnasta que iba a suplir la baja de Alba Petisco, que se había operado de un tobillo. Se lesiona también y una vez allí se lesiona Lorena y sin quererlo, cargas la responsabilidad sobre la que está ese año un poquito mejor, más destacada. Esa ha sido Laura, que tiene dieciséis años y que con solo un año aquí ha debutado en un Mundial al nivel que ella ha debutado.
En la final individual iba muy muy bien…
Pero el miedo escénico también juega, y ella se vio compitiendo contra gente a la que había visto por televisión hacía nada. Gente que para ella son referentes. El equipo americano, las chinas…
De hecho, ella lo escribió en Instagram. Que le empezó a entrar el vértigo por verse por encima de otras gimnastas con mucha más experiencia. Es que hubo momentos en que estaba por encima de Martina Maggio.
Tiene muy buena relación con Martina Maggio. La primera vez que nos llevamos a Laura fue en los Juegos del Mediterráneo y el primer día estuvimos entrenando solas en el pabellón. Pero al día siguiente estaban Italia, Francia, todas. De repente veo a Laura parada mirando a las italianas con cara de asombro y le pregunto: «¿Qué ha pasado, han hecho algo?» Y me dice: «No, ha hecho una rondada-flic flac-plancha». Le dije: «Ah, ¿gimnasia? Pues igual que tú».
Luego, durante la competición, estaba como muy tensa y Martina la vio. Se acercó y empezó a decirle: «Venga, Laura, chica, dale fuerte» con mucho cariño, porque Martina es una niña encantadora, y eso ha creado un vínculo entre las dos de mucho cariño.
Y eso no es raro en la gimnasia porque entre todas ellas hay muy buena relación.
Sí, yo creo que porque es un deporte en el que el que lo ha hecho, o el que no lo ha hecho, pero forma parte de la familia. Sabe lo que cuesta y es que le cuesta a todo el mundo.
No es que a nosotras nos cueste mucho hacer un ejercicio de paralelas, es que también a las chinas, a las americanas, a todas les cuesta. Es un deporte en el que le exigencia es mucha y el riesgo es muy alto, así que empatizas pronto porque, lo que sientes tú, también lo siente la otra. Estás ahí arriba y de repente en una caída te quedas fuera. Por ejemplo, las japonesas podían permitirse fallar una vez y aun así ser pódium con lo que se clasificaban para los Juegos, pero la que era figura en paralelas se cayó tres veces.
Ese saber lo que cuesta crea una unión entre los deportistas. No es como en otros deportes en que se insultan o pelean.
El ambiente es más sano.
Se sufre la lesión de otros. Estás ahí y ves que se cae y piensas en si estará bien. Cuando en la final individual Laura tuvo las caídas en la barra, vinieron varios entrenadores de otros equipos a preguntarme si la chica estaba bien, si se había hecho daño y a decirme que qué pena.
Y también se celebra lo bueno que les pasa a otros. Se celebró mucho que ganase Rebeca Andrade.
Sí, porque cuesta mucho que los países que no somos punteros nos acerquemos ahí. Nosotras cuando estábamos cerca lo disfrutábamos, pero ahora que no estamos ahí nos está costando mucho subir. Por eso cuando alguien de un país de estos llega arriba nos alegramos mucho.
Y el pabellón también lo celebró como se celebró la primera medalla por equipos de Canadá.
Sí, porque luego hay gente que se gana al público por su simpatía, por su forma de estar en la pista.
Quedan once meses para el Mundial de Amberes. Entre medias hay varias citas y claro, el Europeo. ¿Qué posibilidades ves?
Pues mira, esta vez hemos quedado en el puesto número diecisiete. En 2018 quedamos en el puesto número dieciocho y nadie daba un duro por nosotras. De hecho nos decían que era poco menos que imposible porque había que subir seis plazas y nos pusimos a trabajar. Le dimos una vuelta a toda nuestra gimnasia porque necesitábamos ejercicios con más dificultad pero, sobre todo, hacerlos muy bien y lo conseguimos.
Ahora hemos ido al Mundial con un equipo en el que no estaba Cintia, que además se ha retirado; sin Roxana, que se ha tomado un descanso; sin Ana, que sigue recuperándose de la lesión; y con la baja también de la que sí podía estar, que era Alba Petisco. Aparte de eso hay un grupo de niñas jóvenes tipo Laura, que están trabajando ya con el objetivo de clasificar en ese campeonato. Si tú mezclas esa juventud y esas ganas de las que llegan, con la experiencia de algunas de las que sí van a poder estar pues tal vez…
El impulso que ha tenido Canadá con Ellie Black capitaneado un equipo muy joven para llegar al pódium podemos tenerlo nosotras…
Para llegar a esa plaza número doce.
Pero sabes que aún estamos a mitad de camino en la clasificación para los Juegos y hay voces que dicen que llevamos ya muchos ciclos sufriendo para clasificarnos y que necesitamos replantearnos hacia donde vamos.
Nosotras estamos en construir. Estamos afrontando esta transición de la única manera que puede hacerse, trabajando. Fácil no va a ser. Yo no voy por ahí diciendo que tranquilos, que ya lo hemos hecho una vez y lo vamos a volver a hacer porque soy realista, pero tampoco tiro la toalla.
Mi equipo, Almudena, Eva y yo junto la coreógrafa, entramos cada día por esa puerta a trabajar para conseguir el objetivo. Analizamos dónde podemos mejorar. Por ejemplo, tenemos un aparato que siempre lo hacemos bien, pero en el que no tenemos mucha puntuación de dificultad que es el salto y es un aparato en que si tú le das un poquito más de valor de dificultad, vas a ganar mucha más nota. Tenemos el suelo que es algo que se nos da muy bien. Hemos trabajado con un coreógrafo de la FIG para montar el ejercicio de suelo de Laura, de Emma y de Alba y vamos a volver a contar con su aportación.
Vamos a hacer todo lo que podamos por conseguir el objetivo, pero si no lo conseguimos no va a ser porque pensemos que está todo ganado ni porque nos rindamos.
Hablabas de la coreografía. Es muy importante la danza en la gimnasia artística.
En este último ciclo y en el que ha empezado ahora la FIG, con muy buen criterio, ha considerado que la dificultad está muy bien. La fuerza, la acrobacia y la potencia están muy bien, pero el deporte se llama gimnasia artística y a lo mejor le faltaba un poquito de arte. Un arte que ahora se le exige, por ejemplo, en la barra de equilibrio y en el suelo.
Hay una serie de parámetros como la expresividad de la cara, la gracia en los movimientos, el mover las manos. Una serie de cosas que hacen que la coreografía, la danza, tenga un buen aporte a la hora de puntuar.
Y eso también es una forma de proteger a las gimnastas.
Sí, también es una manera de entender que no todo el mundo es Simone Biles. No todo el mundo está preparado ni tiene la potencia que tiene ella para hacer barbaridades. Si te obcecas en hacer una barbaridad con una niña, a lo mejor se destroza la niña con lesiones. O podrías haber conseguido ya no tanto, pero sí mejorar algo prestando atención a esa parte de los giros, de la expresión corporal, de la expresión en la cara del llevarte a la juez y al público en el ejercicio.
En la gimnasia hay estilos por países, lo que se conoce dentro de este mundo como “escuelas”. Esas escuelas, ese estilo de cada país, es algo que se sostiene en el tiempo y convierte la gimnasia de cada uno en algo muy reconocible. ¿España también es un país que tenga su propia escuela?
Sí y no. Sí que tuvimos una escuela. Cuando en España empieza a resurgir la gimnasia es porque vemos que hay una parte muy importante, que ahora ya no existe, que son los ejercicios obligatorios. Vemos que son ejercicios que no están hechos para todos, pero todos pueden hacerlos y le dimos mucha importancia a eso porque además, una parte muy importante era la coreografía de suelo. Coincidimos con coreógrafas que supieron montar ejercicios en que se potenciaba la parte artística y durante un tiempo, los nuestros fueron los mejores ejercicios. De hecho, en Indianápolis fuimos subcampeonas del mundo en obligatorios en suelo compitiendo con países muy muy poderosos. Así que sí, podríamos hablar de que tenemos una escuela en suelo porque nuestras coreografías suelen ser llamativas. No tanto en cuanto a dificultad sino en la forma de ejecutarlas.
¿La explosión del equipo masculino en estos últimos años ha atraído la atención mediática hacia ellos, pero a la vez puede ser un arma de doble filo porque os ponga más presión?
Yo no creo que haya más presión o si la hay no la sentimos o no la cogemos como tal porque en el pasado ha sido al revés y los mejores resultados eran del equipo femenino.
Cada uno tiene su trabajo, tiene su objetivo, su meta y lucha por ello. Y el objetivo puede ser el mismo, pero ellos ahora mismo están con todo el equipo florecido. Están con el equipo veterano, fuerte, chicos talentosos y oye, bienvenido sea. Todos los éxitos de ellos, de la rítmica, son buenos para la gimnasia y, por tanto, para todos. Yo creo que más que presión es estímulo. Es pensar que nosotras vamos también a hacerlo.
En la gimnasia artística femenina hay como dos ligas. Hay países muy potentes y hay países que luchan por acercarse a esos y dentro de estos últimos hay países emergentes como Finlandia. ¿España estaría ahora mismo en ese rango de Finlandia?
Ahora hemos quedado por detrás de Finlandia, pero esa no es la dinámica. Tú has dicho que hay dos rangos y yo te diría que hay tres: hay un grupo de países que son los intocables y otros que suben y bajan como ahora Canadá, que ha llegado al pódium. Pero otras veces ha sido Italia que esta vez no ha estado ahí por la mala suerte de algunas lesiones o incluso Gran Bretaña como hemos visto. Esos países intocables y estos que van y vienen son el rango de los ocho primeros.
Luego estamos los que a ver si alcanzamos a entrar entre los doce primeros como nosotras, Hungría o Ucrania. También están los que están emergiendo para meterse en ese grupo de seis u ocho países que pelean por acercarse a las intocables con nosotras como Finlandia, alguna gimnasta danesa, Suecia, Suiza que aunque ahora con la retirada de Giulia Steingruber han bajado, pero estaban ahí y algunos otros como México y Argentina.
En las audiencias televisivas de los Juegos Olímpicos la gimnasia artística tiene unas audiencias espectaculares llegando a alcanzar un 18% de share y Europeos y Mundiales, que no se suelen retransmitir por la 1 sino por Teledeporte o por la web, tienen unas cuotas de pantalla que hablan de un público fiel. ¿Eso se traduce luego en los gimnasios?
Sí, tiene muy buenas audiencias y las entradas de gimnasia son las primeras que se agotan. Hay afición por practicar el deporte. Hay muchos clubes, pero también mucha carencia de medios. En Cataluña sí que les están poniendo a los gimnasios bastante material, pero en el resto de España no.
En Madrid hay algunos clubes que están bien dotados como para hacer gimnasia a más nivel de simplemente una escuela y ya fuera de Cataluña y de Madrid, en Baleares un poco y en el resto prácticamente nada. De hecho, hay zonas que ni siquiera tienen gimnasio. Se necesitarían más infraestructuras. A lo mejor que los ayuntamientos den más apoyo y se vuelquen en que todos los niños puedan hacer el deporte que quieran hacer.
El otro día vi en Twitter que en Madrid, en el barrio de Usera, van a inaugurar un gimnasio y pregunté si iba a haber una salita de gimnasia. No me contestaron. Igual no les hizo mucha ilusión la pregunta.
No hay tanto apoyo como en otros países. Otros entrenadores, de Francia o de Italia nos han llegado a decir que somos un milagro comparando nuestras infraestructuras con las que tienen ellos en cualquier pueblo o zona pequeña. En Francia tienen salas montadas en todos los ayuntamientos. Es como una obligación e igual que hay una piscina hay un gimnasio. Luego llegarán a donde lleguen, pero eso está. Aquí no. En Madrid hay tres clubes que tienen instalaciones válidas, pero el resto nada.
¿Y esa carencia de medios podría explicar también la caída de Rumanía en la gimnasia? Porque un país que ha dominado la gimnasia durante décadas ahora mismo está completamente fuera ya no de la liga de los intocables sino prácticamente de la competición.
A Rumanía le falta evolución a la vida social que hay ahora. No pueden seguir encerrados en el formato rumano porque la sociedad ya no es así. Y la sociedad ya no admite ciertas formas de trabajo, de vida.
En cuanto a infraestructuras, ya no tienen los apoyos del gobierno que tenían antes. Antes, si la niña ganaba una medalla, al padre le daban una casa y un trabajo. Eso ahora ya no existe, pero hay otro cambio un poco más profundo que tienen que hacer.
Volver de los 80.
Sí, tienen que salir ya al mundo actual, no solo con los móviles.
Tú estuviste en China una semana observando cómo trabaja su equipo aunque al que viste no era el titular, ¿verdad?
Sí, las titulares estaban de gira. La forma de trabajo en China es de una exigencia tremenda. A nosotras nos dicen que somos muy exigentes, pero ni una cuarta parte de lo que lo son allí.
Lo del equipo chino es muy curioso porque entre el Mundial y los Juegos Olímpicos no ves las mismas caras.
Lo del equipo chino es tremendo. Es como una fábrica de gimnastas. Yo me quiero llevar allí al equipo. A compartir, a aprender porque no puedes ir allí y copiar el estilo de trabajo de los chinos, pero sí puedes aprender cosas.
Eso se da mucho en gimnasia, lo del compartir experiencias entre países, intercambiar información.
Sí, mucho. La gimnasia está subiendo mucho gracias también a internet que te permite ver lo que se hace en otros sitios.
Antes entrar en la sala china era imposible. Yo he podido entrar allí gracias a que tengo amistad con la juez china que habla español y, de hecho, le he dicho que quiero ir con el equipo. Me ha dicho que, cuando se relajen las medidas COVID, lo hacemos.
Hay campus y nosotras queremos irnos un par de veces este año fuera, pero no a copiar sino a ver cómo se trabaja y aprender.
Aparte de que en gimnasia es un poco absurdo lo de copiar porque no son tácticas ultra-secretas. Lo vas a ver en la pista.
Claro y además hay otra cosa. Yo no puedo venir aquí y decir: «Niña, vas a aprender a hacer la salida de barra. Haz doscientas salidas de barra». Cuando ha hecho diez, me dice adiós. Lo que yo me traje de China fue que, cuando las cosas no salen, hay que repetir hasta que salgan. Y que cuando salen hay que repetir para que salga un poco mejor. Pero claro, ellos insisten en los detalles y si el pie no va recto tienen que repetir si hace falta 200 veces hasta que esté recto. Yo eso no lo puedo copiar porque aquí no se puede trabajar así. Hay que aprender y adaptar.
Y te hablo del equipo chino porque a mí me gusta mucho su gimnasia, pero también hemos estado entrenando con Estados Unidos.
Eso te iba a decir, que yo recordaba que se ha hecho.
Sí, se hacía. Hasta antes de los Juegos Olímpicos de Atlanta estuvimos entrenando en Houston con el equipo estadounidense y es otra forma.
Sí, es otra forma de trabajar.
Es que es otra sociedad. Cada uno somos como somos. No podemos pretender que todos sean lo mismo porque cada uno tiene sus peculiaridades.
El equipo americano además se ha transformado mucho desde cuando emergieron en la gimnasia porque ellas no tenían nada hasta los Juegos de Los Ángeles en el 84.
Sí, ahí fue. EE.UU sacaba alguna gimnasta, pero no era el boom que ha habido después. Vino con Béla Károlyi y Mary Lou Retton.
La escuela rumana.
Sí, pero ahora ya no la tienen.
Pasaron de esa época de una gimnasia muy poderosa, pero muy bonita a la explosión del fenómeno Simone Biles ¿y se produce una especie de contagio?
Sí, porque en este deporte sale una Korkhina, toda estilosa y salen «korkhinitas». Cada uno en su gimnasio intenta sacar partido a esa gimnasta que se le parece. Si te sale una un poco potente pues dices que vas a intentar que sea parecida a Simone Biles, pero claro, a tu nivel.
Porque todo el mundo quiere ganar.
Claro y el que diga que no miente.
¿Y cuando llega Simone Biles y da esos saltos y hace esas piruetas con tres giros todo el mundo se vuelve loco intentando hacer los tres giros?
Un poco sí, sí.
Hubo un cambio hasta de prototipo de gimnasta en algunos equipos, ¿verdad?
Sí, lo que te decía antes. Pasa de moda la gimnasia fina, la gimnasia estética y entra el toro de Mihura. Es que la ves en persona y la musculatura impresiona y tú dices «pues tengo una que parece que bueno, no es Simone Biles, pero podría dar resultado» aunque claro eso…
Es peligroso.
Sí. Tiene un riesgo.
¿Y ahora una vez que ella está fuera?
Se está volviendo a la sensatez porque hemos visto lo que le pasó en los Juegos. Aquí se ha vendido, y esto está hablado con la psicóloga nuestra, que era salud mental. Fue la presión, sí, pero por un problema físico. Esta mujer hace un salto de potro impresionante, perfecto, el Yurchenko con doble pirueta y media en el que vuela de una forma que casi que hay que ampliar la zona de recepción de salto porque se salía.
Como es tan potente empieza a trabajar el salto de los hombres, el Yurchenko con doble mortal y pasa de una sensación de girar en el plano vertical a la de girar en el plano horizontal. Pero la vez que giras, controlar la llegada no es fácil porque coge una altura impresionante y ahí se te mezclan los giros y las rotaciones.
Yo vi los podium trainings en Tokio y en el suelo tampoco se la veía bien. La pista de suelo rebotaba muchísimo. De hecho, Mai Murakami también tuvo que luchar para controlar el rebote.
(Los podium trainings son los entrenamientos previos a las competiciones. NdR)
Sí, hay pistas más duras y tienen que aprender a controlarlas. Pero, además, ella ya había tenido esa sensación de desorientación.
Pero hizo la barra.
Aunque no giró.
De todas formas, nunca se le dio bien la barra.
Ni las paralelas tampoco.
Antes había mucha especialista. Mucha gimnasta que, aunque competía en todo, era especialista en un aparato. ¿Ahora tienes la sensación de que hay más gimnastas más completas?
Sí, en femenina sí. En masculina es al contrario. Hay muchos especialistas y pocos gimnastas completos de los del All Around. Hay algunos que sí, son muy completos.
Como Joel Plata.
Sí, Joel es un chico muy completo, pero son menos en cantidad y son más los que hay especialistas. Hay un turco que es maravilloso haciendo esto, un egipcio que hace muy bien eso otro, un armenio que tal y, sin embargo, no ves un armenio en el All Around en la parte de arriba.
En femenino es diferente. Hay menos especialistas, aunque alguna hay, pero hay más gimnastas completas.
¿Y eso provoca también que haya más continuidad en los equipos? No depender de alguien.
Es que, para mí, en masculina al tener seis aparatos hay más posibilidad de maniobra, pero en femenina si tienes una gimnasta que solo se limita a un aparato y tienes un percance como hemos tenido nosotras en el Mundial ya in situ pues te quedas vendida. Nosotras tenemos a Paula Raya que es especialista en paralelas y tuvo que salir en los cuatro aparatos porque no teníamos más.
¿Se echa de menos a Rusia en las competiciones?
Sí, es una pena. Tienen una escuela que tiene mucho arte porque se nutren del Bolshói, del ballet. Son esos países que si no están los echas de menos. Mira cómo a nosotras el año pasado, que no estuvimos en el Mundial, nadie nos echó de menos.
Yo.
Bueno, tú y también otros que me echaron, una que casi se me cuelgan de la Plaza Mayor pero…
¿Y las Federaciones hacen un trabajo de detección de talentos o no?
Falta detección de talentos. En España solo hay dos Centros de Alto Rendimiento, el de Madrid y el de Barcelona. Luego en Baleares está el Centro de tecnificación, pero no es un CAR. Todo lo demás son clubes.
Y para la detección se funciona básicamente con el boca a boca. Alguien que te llama y te dice que tiene una niña que reúne condiciones o que ha visto a una que sería interesante que vieras, que te manda un vídeo. Nosotros queremos crear una figura que sea alguien que vaya aquí o allá buscando esos talentos.
¿Cómo la figura del ojeador que existe en el fútbol?
Eso es, algo así. Nosotros hacemos jornadas de tecnificación, pero en dos o tres días no puedes ver todo. Puedes ver o intuir que alguien tiene condiciones, pero con tan poca observación ya nos ha pasado que hemos traído a alguna niña aquí y luego no encajan porque no tienen tanta ilusión como para hacer ese esfuerzo del dar un poquito más. Hay que valorar no solo la condición física y las capacidades que tienen, sino también la actitud que tienen.
Porque en un deporte tan exigente como este y que requiere tanto trabajo tú puedes tener buenas condiciones, pero si no tienes ese trabajo no llegas. Es lo que hablábamos de Biles antes.
Exacto. Tú puedes tener, como ella, unas condiciones tremendas, pero ha tenido que trabajar mucho también porque, si no, es como tener un Fórmula 1 en el garaje y no echarle gasolina. No se va a mover.
¿Cuántas chicas hay ahora aquí?
Catorce. Tenemos chicas de Madrid, de Elche como Laura, de Valencia, una pequeña de Castellón y luego, de donde más, de Cataluña.
Cuando se hace toda la inversión para los JJ.OO de Barcelona y por ejemplo la rítmica despega, ¿vosotros teníais el mismo apoyo?
Sí, sí.
¿Pero si no salen las cosas te quedas sin apoyo?
Eso es. El plan ADO es por resultados. Ahora esto que están promocionando del Team ESP es una inversión antes de los resultados, pero basándose también en cierta parte en ellos. A nosotras nos han metido en el grupo de deportes de equipo que podemos luchar por estar en los Juegos otra vez como equipo, pero, si no hubiéramos clasificado para Tokio, no nos hubieran tenido en cuenta.
Si tú tienes éxito, si tú consigues los objetivos o resultados que se consideren tienes más apoyo que si no los consigues. Las seis gimnastas que estuvieron en Stuttgart tuvieron algo, las que estuvieron en los Juegos tienen algo que se les acaba en breve.
¿Y eso desincentiva?
A las más jóvenes no, pero a las que ya tienen algo más de edad pues les merma un poco el ánimo porque todo el mundo tiene sus necesidades. Viven en la residencia Joaquín Blume y tienen la vida más o menos solucionada, pero igual quieren comprarse un coche o tener una cierta independencia económica y no depender tanto de los padres.
Porque os habréis encontrado con gente que no puede permitirse que la niña haga gimnasia.
En España hay haciendo gimnasia gente que tiene mucho dinero, gente que está por el medio y gente que no tiene posibilidades. En Sudamérica, por ejemplo, solo hacen gimnasia las niñas de papá, pero aquí hay quien puede permitirse ir a ver a sus hijas a las competiciones pero también hay muchos que no y al final, que tengan algo de dinero también es un estímulo.
¿En Europa eso es diferente?
En Italia los que entran en el equipo a partir de un determinado nivel es como si estuvieran en el ejército. Dependiendo de los puntos van ascendiendo en ese escalafón que son casi como funcionarios y es como si fuera una carrera para labrarse después un futuro.
Ahora que mencionas a Italia, esta semana Vanesa Ferrari escribió en Instagram a raíz del escándalo desatado allí con la rítmica que tenía que acabarse ya una cierta forma de trabajar.
Sí, lo que hablábamos antes de Rumanía. Hay que ir dando pasos y no puedes estancarte en un formato ni en un sistema.
Porque además las gimnastas ahora son distintas.
Claro y las sociedades también son distintas. Antiguamente estar ocho horas trabajando con los callos de las manos sangrando pues se aceptaba pero ahora hemos evolucionado y eso ya, lógicamente, no se acepta.
Sí, Vanesa no terminaba de hablar claro pero se refirió a todo el tema que ha salido de la alimentación en la rítmica allí y contó que ella tuvo un TCA en su momento, la ingresaron en Verona y que se sintió bien tratada y apoyada psicológicamente para que se curara.
Aquí la rítmica evolucionó hace muchos años porque era un mundo en que primaba la imagen y, entonces, se buscaba un determinado prototipo para que fueran todas iguales. Pero eso hace ya mucho que no existe. La mentalidad ahora es que las gimnastas serán lo que salgan porque por genética cada una tiene la talla y el cuerpo que tiene.
La gente dice que son bajitas porque les damos cosas y no, muchas son bajitas porque son así pero también hay gimnastas altas. En todos los años que yo llevo aquí, que mira que llevo años, a las gimnastas jamás se les ha dado nada para que no crezcan, ni para que no tengan la regla ni nada por el estilo.
Además es que siempre ha habido gimnastas altas. Korkhina por ejemplo.
Y Nina (Derwael) que sin ser tan alta como ella es más espigada. Hay una australiana que, ahora que nos han subido las bandas cinco centímetros, se las han tenido que subir a ella cinco más porque es una bigarda que mide alrededor de 1,80.
Aparte antes eran madres más jóvenes y eso significaba la retirada.
Sí pero ahora hay algunas que son madres. La gimnasta turca y una eslovena. Y claro, Chusovitina.
Bueno, lo de Chusovitina es de otro planeta. Tus primeros Juegos Olímpicos, los de Barcelona, también fueron los de ella, ¿no?
Sí aunque yo a Chusovitina la había conocido en el 90 en un Europeo Junior por equipos. Ella tenía unos 15 años y ya entonces hubo mucho acercamiento. Después de eso hemos coincidido con ella muchas veces.
Una vez en México, cuando íbamos a entrenar paralelas, la veo ahí sin calleras, a la forma soviética. Con las cintas en las manos, echando miel y lijando las paralelas como si no hubiera un mañana. Yo pensaba: «Verás cuando vengas las demás». Y, de repente, veo que se va. Le pregunto que si no las va a hacer y me dice que no. Claro, yo pensé: «Mejor, una menos para el ranking», y cuando estamos en competición la veo que se acerca y las hace.
Es alguien que piensas que ya se va a retirar y en la siguiente competición aparece otra vez y casi que no te lo puedes creer.
Es un personaje.
Sí, y la que también es un personaje es Boginskaya. Se casó en EE. UU y vive allí con su marido perfecto y su familia perfecta. Pero cuando Chusovitina compite, ella va como entrenadora aunque no es entrenadora. Es que son dos amigas.
Dos señoras de mediana edad que salen a tomar café y acaban en un pabellón haciendo gimnasia.
Sí, algo así. (Risas)
De las gimnastas que hay ahora en el circuito ¿hay alguna que te llame especialmente la atención?
No tengo una favorita. Me gustan mucho las chinas aunque en este último Mundial no han estado muy bien. Yo le pregunté a la juez china que cómo estaban y me dijo que muy mal y que no iban a estar entre las tres primeras porque su salto era muy malo. Cuando escuché eso preferí no seguir preguntando. (Risas)
También me gustan mucho las americanas porque me gusta la gimnasia potente, pero a mí por ejemplo Simone Biles no me gusta. Admiro su valor, admiro su potencia, se me cae la baba viéndola y ya me gustaría a mí que mis gimnastas hicieran también eso pero su gimnasia no me gusta.
Es una cuestión estética.
Claro. De estas últimas, me gusta la brasileña (Rebeca Andrade). Sin volverme loca tiene una gimnasia muy potente, unas paralelas magníficas, pero también tiene esa parte de artista y esa mezcla de todo sí me gusta pero me siguen gustando mucho más las chinas.
Hablando de las jueces. Tengo la sensación de que no se puntúa igual a unas que a otras. En este Mundial hubo polémica en internet porque en el ejercicio de suelo de la británica Alice Kingsella le bajaron la puntuación de algunos elementos justificándolo con cosas como que la apertura de piernas no era de 180º pero había vídeos comparando el suyo con el ejercicio de Shilese Jones y la estadounidense hizo lo mismo pero se puntuó distinto.
Sí, eso pasa. Las jueces se justifican y te dicen que puntúan lo que ven y yo no te digo que no, pero no lo ven igual en todas las gimnastas.
Nosotras, y te hablo de España porque otro país no lo sé, hemos hecho ejercicios en que nos han dicho que no les contaban un salto porque no había tocado con la mano en la cabeza. Luego tú ves a otra que hace lo mismo y sí se lo cuentan. O te dicen que los pies no están donde tienen que estar y tú piensas «ni los de esa, ni los de esa otra, ni los de esa otra ¿por qué a la mía sí y a las otras no?». Sobre todo pasa en los elementos fáciles, los de rítmica.
¿Y eso provoca muchas protestas o al final todo el mundo termina por no reclamar?
No tantas. Yo por ejemplo no suelo reclamar. Nosotros reclamamos una vez en 2005, en el Mundial de Melbourne por Lenika de Simone porque hacía pirueta mortal en carpa y pirueta mortal agrupado y solo nos contaron una. La justificación fue que en la primera había doblado las piernas pronto así que, los dos eran agrupados y cuentan como uno que te quedas pensando: «Ya, pero si no dobla un poco las piernas se hace daño en las rodillas». Y tú reclamas pero o eres un país muy poderoso o es como chocar contra un muro.
En el Europeo reclamamos porque a Laura no le contaron la salida. A Eva no le cuadraba la nota y nos dimos cuenta. Cuando fuimos a reclamar nos dijeron que estaban esperando la reclamación porque si nosotros no reclamábamos ellas no podían cambiarlo aunque hubiera sido un fallo de ellas.
Pero eso es absurdo.
Ya, hay muchas cosas que no tienen sentido como por ejemplo que no pueda haber dos entrenadores hombres del mismo país a la vez en la pista.
Me acabo de quedar loquísima.
Nosotras pensábamos que ya lo habían quitado pero nos los recordaron en el último Mundial. En la competición hay dos plazas de entrenadores y dos que actúan como transfer. Somos tres mujeres, Pedro Mir es el entrenador de algunas de Baleares y Casimiro es el entrenador de Lorena. Si compiten a la vez dos de Baleares o alguna de las de Baleares y Lorena, con alguna tiene que salir una mujer porque ellos no pueden estar los dos en la pista a la vez porque son hombres.
Son esas cosas de la FIG que nadie entiende como lo de que para poder reclamar una nota en los Juegos tengas que pagar.
Quinientos francos suizos. Al menos ahora no tienes que ir con ellos en mano como antes. Ahora te los cargan en la cuenta de la Federación. Es un detalle. (Risas)
¿La plaga de lesiones que ha habido en el Mundial, aunque a los Juegos llegaron casi todas, tiene también su origen en el parón durante la pandemia?
El que no hubiera competición durante mucho tiempo sí influyó algo pero en realidad, los únicos que paramos durante tres meses fuimos nosotros. Todos los demás, como mucho pararon 15 días y hasta Portugal empezó a entrenar enseguida.
Es algo que cuando hemos empezado a salir por ahí y he comentado con otros entrenadores no entendían. De hecho, llegamos a Tokio no sé cómo porque en marzo nos cerraron porque hubo cuatro positivos. Las cuatro estuvieron un mes pero el resto estuvimos quince días en casa.
Y eso te rompe todo.
Imagínate. Quince días en una habitación de la Blume intentando entrenar lo que puedes. Yo les decía, imaginad que ahí en el suelo está la barra.
Es como si hubiera llegado todo el mundo a los Juegos y después hubiera estallado toda la plaga de lesiones.
Claro, porque un año más de ciclo es malísimo. Como también es malísimo tener un año menos como va a pasar este año pero es que si lo piensas, hubo Mundial en 2019, parón en 2020, Europeo y Mundial en 2021, Juegos también en 2021 y este año Europeo en agosto y sin tiempo para recuperar, el Mundial. Es muy complicado pero bueno, las cosas han venido como han venido y nosotras estamos haciendo lo que tenemos que hacer, trabajar para intentar lograr los resultados.
¿Tú ves que puede haber una progresión de la gimnasia en España?
Yo espero que la haya. Mi equipo está tratando de plantar unas semillas que den pie a que crezca una buena sistemática. Que los entrenadores se formen bien y se involucren en el trabajo, que nos nutramos más unos de otros. Espero y deseo que se pueda crear una escuela.
Y en eso vais de la mano la femenina y la masculina.
Sí, ahí vamos juntos porque hay que crear una escuela, un formato en el que España también pueda presentarse como un país competitivo para aspirar a más.
Mientras Lucía posa para Begoña las gimnastas del CAR están recibiendo una clase de ballet. Por los inmensos ventanales de la sala ya no entra la misma luz que cuando empezamos a charlar sentadas en las colchonetas. Se está haciendo de noche y la luz artificial resalta ese aparente caos de aparatos, colchonetas, camas elásticas y fosos que en realidad no es tal caos. Todo tiene su lugar y su orden, todo tiene su sentido aunque a primera vista cueste encontrarlo.
Veo a Lucía posar con la misma sonrisa y mirada de pasión e ilusión con la que me ha estado hablando, en este tiempo que hemos compartido, del deporte al que ha dedicado su vida porque para ella esto no es un trabajo sino una forma de vivir.
Se escucha a la profesora repetir «Tendu, relevé» y Lucía posa con exactamente la misma actitud de las gimnastas que se mueven al unísono al compás de la música justo detrás de ella porque Lucía es entrenadora pero nunca ha dejado de ser gimnasta.
Una entrevista muy de tú a tú sin tapujos. Una entrevista sin buscar nada y encontrando todo.
Una entrevista muy bonita. Solo un apunte, Laura Casabuena es de Alcoy y no de Elche como se comenta.
Una entrevista muy natural ; como es ella.
Por fin una entrenadora que se atreve a dar su opinión sobre Biles. Hay que comentar también el «daño» que le ha hecho a la gimnasia, impulsando una dirección o tendencia que perjudica la parte artística.
Me reafirmo en lo que digo siempre. Hay elementos que deberían prohibirse por el elevado riesgo de lesiones, físicas y psíquicas, que supone su práctica. Léase Simone Biles, no me extraña que se haya roto justamente en el momento más inoportuno. Hay que entender que las gimnastas van al límite para ser medianamente competitivas, por el código de puntuación cada vez más exigente. Pero también la naturaleza es muy sabia y siempre nos muestra los límites que no se deben traspasar porque luego pasa lo que pasa.