Erol tiene cincuenta años y juega como líbero. A veces prueba con la banda izquierda, aunque no le sale bien porque es diestro y no consigue recortar hacia dentro. Intenta imitar la elegancia de Franz Beckenbauer con su pase, pero se distrae y la pelota pasa al equipo contrario. Sus compañeros de equipo lo celebran, la grada también. El árbitro ríe y a lo lejos suena una banda de música local. Lo festejan porque están todos borrachos, tanto la tribuna como los jugadores y el colegiado. Ocurre en 1972 en Esmirna, en la costa egea de Turquía. Se trata de un partido entre el Rakıspor y el Şarapspor.
El encuentro enfrenta a trabajadores de una fábrica de rakı, un licor anisado turco, contra los trabajadores de una fábrica de vino (şarap en turco). Durante las horas previas al partido cada equipo bebe el alcohol que produce y el árbitro bebe de ambos para mantener su imparcialidad. Unos visten de blanco, el color que toma el raki cuando se rebaja con agua, mientras que sus contrincantes van de granate y se les notan los lamparones de beber vino deprisa. En el campo, los jugadores tienen un alias relacionado con alguna característica física o con mofas internas entre trabajadores: Erol es Erol el Escoria, está Mustafá el Nómada, Suleimán El Cojo, Torpedo Hasan o un tal Adolf Hulki.
El Rakıspor-Şarapspor iba más allá de una pachanga entre amigos e involucraba a todo el barrio en la competición, que se celebraba varias veces al año a lo largo de 1960 y 1970. En aquel entonces, el Gobierno turco tenía el monopolio de la producción de alcohol y tabaco con la marca Tekel, y una de sus principales fábricas estaba en Esmirna. El centro de la ciudad, situado en una profunda bahía, apenas recibía turismo en esa época y concentraba gran parte de la producción industrial a pie de costa. Fue en el descampado delante de una fábrica de pasta donde los trabajadores productores de rakı y vino empezaron a competir.
Todos los jugadores han fallecido, pero aún viven algunos de los niños que presenciaron esos partidos, como Emine Uyar, presidenta del Partido Laborista (EMEP) en Esmirna. Su padre tenía una tintorería en la zona industrial y conocía a todos los jugadores. «Los trabajadores de las fábricas se conocían entre ellos. Después de la jornada laboral venían las mujeres y los hijos y se iban al cine o se bañaban en el mar al lado de las fábricas. Hablaban mucho de trabajo y de fútbol. Esmirna es una ciudad de fútbol. Una cosa llevó a la otra y empezaron los partidos», cuenta Uyar.
¿Quién puede meter el mejor gol: un jugador harto de raki o uno de vino? Los partidos se jugaban los fines de semana y tenían una gran preparación previa. Días antes del encuentro, los futbolistas montaban una carpa al lado del campo y empezaban a beber. «Lo llamaban las preparatorias antes del partido, como los jugadores profesionales, solo que, en lugar de entrenar, bebían», describe Uyar. «A veces incluso hacían declaraciones prepartido, como las ruedas de prensa de los futbolistas profesionales. Lo hacían para divertir a la gente, pero se lo tomaban muy en serio», añade. El día del partido se desplegaban unas mesas alrededor del campo y se montaba al aire libre un meyhane, una taberna típica de Turquía donde se sirve alcohol y se consumen aperitivos de todo tipo.
En los meyhane suele haber música en vivo, así que también venía una banda a animar el partido con violines, tambores y zurnas, un instrumento de viento original de la región, parecido a una grulla. «Había mucho fútbol, pero sobre todo era un divertimento, a veces incluso un poco teatralizado. No tenía nada que ver con el fútbol moderno, creo que es lo más cómico» cuenta un miembro de la Asociación de Derechos de los Aficionados (THD), con sede en Esmirna.
Todos los entrevistados coinciden en que, pese a que los jugadores iban borrachos como cubas, nunca hubo una pelea ni rifirrafe entre ellos. Los atletas llegaban juntos al campo subidos a coches y furgonetas, formando una procesión de futbolistas bebidos. «Recuerdo un año en que el portero del Şarapspor, conocido como Tarzán, iba tan bebido que hizo una entrada triunfal cayéndose del coche. Se rompió una pierna y no pudo jugar el partido», cuenta Cemile Yiğit, una de las espectadoras del barrio. Cada equipo tenía su entrenador, que también iba bebido y seguía la jornada botella en mano para auxiliar a los jugadores. Los partidos podían durar más de 90 minutos si los jugadores querían llegar al empate como muestra de compañerismo. Cuando se fallaba una jugada se celebraba igualmente, incluso hay imágenes de jugadores bailando tras fallar un gol. «El portero tenía la botella al lado de la portería y mientras su zona estaba fuera de peligro iba bebiendo. Cuando había un penalti a veces saltaba hacia la botella, no a la pelota», cuenta Uyar.
A finales de los 60 los periódicos locales empezaron a publicar crónicas del encuentro como si fueran partidos de primera. «Hasta la pelota estaba borracha», «bebieron raki, bebieron vino y jugaron a fútbol», «el partido finalizó en el minuto 75 porque los jugadores estaban demasiado borrachos» o «escribieron ‘portero’ en la escuadra para que el jugador supiera quién era», cuentan algunas crónicas.
Los partidos se hicieron tan conocidos que, con los años, empezaron a participar trabajadores de otras fábricas de la zona, aunque Tekel seguía como maestro de ceremonias. «Mi padre era muy amigo de un conductor de autobús del ayuntamiento. Su alias era Hasan el Desastre porque conducía muy rápido», recuerda Uyar. También había dos hermanos gemelos que trabajaban en otra fábrica. Cuando uno se cansaba de jugar, el otro lo sustituía y nunca se sabía cuál de los dos hermanos estaba en el campo. Otro jugador conocido era Locomotora Unal, que trabajaba en el transporte ferroviario. «Esos partidos eran un lugar de encuentro para los trabajadores. Para distraerse y jugar a fútbol, pero también para hablar de sus problemas laborales», añade.
A pocos metros de la explanada donde se jugaba el Rakıspor-Şarapspor está el puerto comercial de Esmirna, donde los británicos introdujeron el fútbol al Imperio Otomano. Fue en la misma ciudad donde según los registros se jugó el primer partido de fútbol en 1877 y se creó la primera asociación de deportes. Esmirna conserva un gran espíritu futbolero con varios equipos y con una escuela cantera de la que han salido jugadores internacionales como Cengiz Ünder, delantero del Olympique de Marsella; o Çaglar Söyüncü, defensa del Leicester City.
Los partidos del Rakıspor-Şarapspor siguieron hasta 1980, cuando un golpe de Estado militar arrasó el tejido social de Turquía con el cierre de partidos políticos, sindicatos, libertad de prensa y la prohibición de actividades sociales en el espacio público. De un día para otro terminó el encuentro deportivo entre los trabajadores de las fábricas.
A principios de los años 2000 la alcaldía de Esmirna intentó reintroducir los partidos, de forma simbólica, pero se topó con otra Turquía. El Gobernador de la provincia, Aladdin Yuksel, prohibió el encuentro con el argumento de que no se puede beber alcohol en el espacio público y los establecimientos solamente pueden vender para el consumo privado. «Antes estos partidos eran celebrados con tambores y zurnas. En aquel entonces, incluso alcaldes y gobernadores venían a disfrutar de los partidos. Esta competición no tiene nada de malo», se quejaba ante la prensa Necdet Sivarioğullari, muhtar (alcalde de barrio) donde se jugaban los Rakıspor-Şarapspor.
Un lustro después el Gobierno privatizó Tekel y cerraron todas las fábricas. Miles de trabajadores se quedaron en la calle y solo se les ofreció trabajo en otras fábricas del Estado, pero con una reducción de sueldo y la pérdida de las ventajas laborales que habían conseguido en las últimas décadas. La gestión del Gobierno provocó una de las mayores movilizaciones sindicales de las últimas décadas.
Por otro lado, el partido en el Gobierno, el conservador islamista AKP, ha introducido tantos impuestos en el alcohol en los últimos años que sería impensable derrocharlo para jugar un partido. En los últimos 20 años el alcohol ha aumentado de precio 1.800% y ahora un trabajador medio necesita cerca del 10% de su sueldo para comprar una botella de raki. «El AKP ha convertido Turquía en un país más conservador. Hay una presión del Gobierno para que no se beba como antes en el espacio público», explica Emine Uyar. «Ahora lamentablemente a nadie se le ocurriría organizar un Rakıspor-Şarapspor. Miro los periódicos antiguos y es otro país. Mucha gente los mira con nostalgia», añade.
En los últimos años varios sindicatos han intentado crear jornadas de fútbol entre trabajadores, sin bebidas espirituosas, aunque los encuentros no han terminado de cuajar y no han continuado. En cambio, sí han crecido las ligas entre partidos de izquierda o desde el activismo LGBT con “Olimpiadas Queer”, en un intento de usar el deporte como un espacio de encuentro comunitario. Sin embargo, no se ha conseguido aún igualar el desenfado y la jarana del Rakıspor-Şarapspor.
Eskiden böyle güzel şeyler de oluyormuş benim güzel ülkem de, oysa şimdi Alkoli neredeyse yasaklayacaklar, gerçi yasaklamalarına gerek de yok, Alkol o kadar pahalı ki, insanlar evlerin de Rakı, Viski, Bira ve Şarap yapmaya baladılar…
Eran épocas maravillosas que el destino de la organización política y social se han encargado de borrar. Nada más elocuente para la convivencia social que el fútbol en medio de la fiesta. Gloria eterna al Rakıspor-Şarapspor.
Gracias Lara:
He disfrutado mucho con la lectura del artículo e imaginando aquéllos partidos en los que por encima de las borracheras reinaba el humor y la vida. Supongo que es una historia con una base real pero el artículo me ha sabido a muy buena literatura. Enhorabuena.
También me ha traído ecos de una gran cultura ancestral que supo vivir y transmitió por generaciones la alegría de vivir. Ojalá no la pierdan.
¡Curiosa historia!
Gracias, Lara, por contárnosla de manera tan amena.
También por acercarnos a una realidad físicamente lejana pero que tan cerca sentimos (os sentimos) desde aquí.
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