Historia del tenis

Roger Federer: «Lo mío con Nadal no era una rivalidad, competíamos, pero había amor de hermanos»

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Roger Federer (Foto: Cordon Press)
Roger Federer (Foto: Cordon Press)

La jubilación de dos de los mejores deportistas de todos los tiempos como Rafa Nadal y Roger Federer dará para hablar de mucho y durante bastante tiempo. Recientemente, hemos visto cómo el suizo recordaba que su mejor recurso para enfrentarse a sus grandes rivales, incluido Djokovic, era la mente. Pero también, el corazón. No hay más que ver la carta que le escribió a Nadal antes de su despedida.

En esa misiva, el suizo recorría dos décadas de rivalidad, pero lo hacía con un tono más cercano a la fraternidad: «Me derrotaste – muchas veces. Más de las que yo conseguí vencerte» admite, sin un atisbo de rencor, «sobre tierra batida, sentía que entraba en tu territorio, y me hiciste trabajar más duro de lo que jamás imaginé simplemente para conservar mi lugar». Y también había cariño derivado de la observación, como cuando describía los rituales de Nadal: «Ordenando tus botellas como soldaditos de plomo en formación, colocando tu pelo, ajustando tu ropa interior… Todo ello con la máxima intensidad».

No cabe duda de que había algo entre ellos que desafiaba las clásicas enemistades que alimenta la expectación en el deporte. Siempre se respetaron e, incluso, se quisieron. Lo sabemos porque así se lo ha dicho Federer a Trevor Noah en su podcast de Spotify: «Nunca me habría imaginado que la persona que iba a llorar más que yo en mi retirada sería mi principal rival, entre comillas, y sin embargo, parece que lo nuestro no era una rivalidad, competíamos, pero había amor de hermanos».

Roger Federer (Foto: Cordon Press)
Roger Federer (Foto: Cordon Press)

Bien es cierto que, desde el principio de sus carreras, Nadal y Federer parecieron destinados a orbitar uno alrededor del otro, dos planetas en un sistema solar donde el tenis era tanto campo de batalla como espacio de comunión. Ahora que ha llegado la despedida, la intensidad emocional del momento sorprendió incluso al propio Nadal. «Creo que Rafa, concretamente, no estaba preparado para que fuera algo tan emotivo y espontáneo. Él creía que iba a ser algo tipo: Voy, jugamos a dobles, estaremos allí y será un poco emocionante al final’, pero creo que nadie se imaginaba que iba a ser tan intenso».

El clímax de su historia compartida se vivió en Londres, durante el Labour Cup, momento que Federer decidió que iba a ser su último partido profesional. La escena parecía diseñado para la posteridad: Federer, acompañado por Nadal, enfrentándose juntos al inevitable paso del tiempo: «Y aquí estoy, con uno de mis grandes rivales retirándome, y viéndolo en directo, casi a cámara lenta, cómo se acababa todo, y fue difícil».

Para En esos gestos se vieron años de competición, respeto y admiración mutual. Una larga carrera que solo era el principio de una gran amistad. Según el suizo: «No puedo esperar a pasar más tiempo con él en el futuro». Todo elegancia, Federer considera que no solo el español, sino que todos sus rivales no han hecho más que engrandecerle: «Le di las gracias a todos los jugadores por hacerme mejor y por enseñarme mis defectos, por hacerme, con suerte, no solo un mejor jugador de tenis, sino también una mejor persona». De hecho, ha admitido que ha preferido ser él quien se va, que hubiese llevado peor decir adiós a Nadal o Djokovic: «Hubiera sido doloroso para mí ver a uno de ellos retirarse antes».

Rafa Nadal y Roger Federer, en 2006 (Foto: Cordon Press)
Rafa Nadal y Roger Federer, en 2006 (Foto: Cordon Press)

No es una afirmación banal en alguien cuya vida ha estado dedicada al tenis casi en su totalidad. Al joven Roger le costó romper con el destino que entorno tenía preparado para él. Tenía que haber estudiado, todo estaba en los libros, pero se salió por la tangente. Su elección fue la raqueta de tenis y tuvo que soportar, le cuenta a Noah en su espacio, que le llamaran loco por decidir centrarse exclusivamente en ese deporte: «Solo quería darle a la pelota».

En honor a la verdad, hay que señalar que al principio intentó hacer ambas cosas, pero no tardó en rendirse: «Después de un par de semanas, le dije a mis padres: ‘Esto es demasiado duro. No tengo la disciplina necesaria para sentarme y entregarme al inglés y todo eso. Por favor, dejadme intentarlo solo con el tenis’». Sus padres accedieron con la condición de que si no triunfaba, volviese a la escuela. Quién ganó la apuesta a la vista está. Ahora, más allá de los títulos, más allá de los rankings, lo que realmente importa son las relaciones humanas que ha establecido, tanto dentro como fuera de las pistas: «Siempre intenté mantener la autenticidad, ser yo mismo, no cambiar demasiado».

También deja un tenis que está cambiando a unas velocidades vertiginosas, pese a estar considerado que sería una de las disciplinas que menos se verían alterada por la llegada del big data: «Hacia el final de mi carrera, empezaron a llegar análisis de datos, por ejemplo, ‘en un punto de break, tu rival tiene un 73% de probabilidad de ir a tu revés.’ Y ahí te preguntas, ¿me preparo para el revés o sigo a mi intuición, que me dice que va a sorprenderme por el drive?» Para Federer, la respuesta estaba clara. Aunque respetaba la información que proviene del big data, prefería confiar en su instinto. «A veces es mejor no saber, solo sentir el momento» explica.

Roger Federer (Foto: Cordon Press)
Roger Federer (Foto: Cordon Press)

Por eso el final de su carrera ha tenido tanto peso. Para Roger Federer, sus últimos días como jugador profesional fueron un carrusel de recuerdos, de pequeños rituales y grandes decisiones, de reflexiones profundas y despedidas dolorosas: «Sabía que mi rodilla ya no iba a mejorar» confiesa, con una mezcla de resignación y alivio.

Parte de esas memorias, han cobrado formato audiovisual. Se trata del documental Federer: 12 Final Days, que originalmente iba a ser un archivo personal, pero al final ha terminado editado como un producto para los aficionados: «Solo iba a ser para la caja fuerte, para mis hijos, para mi equipo, para mis amigos, pero Joe Sabia, el director, me dijo: ‘Este metraje es increíble. Sería una pena no compartirlo con tus fans’».

En el documental, Federer aparece como el hombre que está dejando atrás no solo el deporte, sino una parte de sí mismo: «La retirada es como una especie de terapia», reflexiona. Cada escena, cada entrevista, cada momento capturado por la cámara, le exigió enfrentarse a la realidad de lo que estaba perdiendo. Las lágrimas no eran solo por el final, sino por lo que significaba: la conclusión de una vida construida alrededor del tenis.

Roger Federer (Foto: Cordon Press)
Roger Federer (Foto: Cordon Press)

Porque este deporte en concreto no solo exige lo mejor del cuerpo; también devora la mente: «Recuerdo el esfuerzo descomunal que me suponía ya calentar, estirar, volver a calentar, y después jugar un partido», cuenta. Problemas que no solo eran físicos, era una lucha diaria con el propio ego, con las expectativas, con la presión de actuar frente a millones de personas que esperaban de él lo más top. «Es solo tenis, sí, pero es tu vida», puntualiza, con la voz ligeramente quebrada, porque el precio a pagar por la cima del deporte es parte de la persona, en lo más profundo.

Porque Federer no era solo un deportista, era un icono. Al decir adiós a las pistas, se lo decía también a su propia identidad. Un personaje forjado durante décadas. Aunque la pena ha dejado paso a la vida real, la liberación de la esclavitud del calendario: «Estoy tan aliviado de no tener que volver a pasar por eso nunca más», dice en referencia a la dinámica de entrenamientos y partidos repetida como un ciclo sin fin una y otra vez.

Afortunadamente, para Federer, la vida después del tenis existe. Sin partidos que planificar, sin entrenamientos que cumplir, se ha encontrado con algo inesperado, tiempo: «Ahora no tengo que pensar el entrenamiento de mañana o en el próximo partido. Puedo estar presente con mi familia, con mis amigos, sin ese peso en mi cabeza».

Roger Federer (Foto: Cordon Press)
Roger Federer (Foto: Cordon Press)

La familia ocupa el centro de este nuevo Roger. Sus hijos, las niñas de 14 años y los niños de 10, se han convertido en su prioridad absoluta: «Es un momento muy importante para ellos y quiero estar ahí, ser un padre presente», admite. El hogar, las vacaciones y los momentos sencillos y domésticos, como construir con Lego o leer juntos, ahora son su nueva rutina:  «Crear ese hogar lejos de casa cuando estábamos en torneos fue maravilloso, pero ahora puedo hacerlo sin interrupciones (…) Ahora puedo ir a bodas, cumpleaños, cosas que no podía hacer antes».

Sin embargo, el espíritu competitivo de Federer no ha desaparecido; simplemente ha encontrado nuevos cauces. Entre sus proyectos actuales está la colaboración con marcas como On y Oliver Peoples, pero también una conexión inesperada con el golf. «He jugado al golf toda mi vida, pero nunca me lo he tomado en serio hasta ahora», reconoce.

Este deporte tiene el espíritu que necesita para bajarse una tensión competitiva de años: «Es técnico, puedes estar allí parado pensando en mil cosas. Es casi lo opuesto al tenis, donde estás en constante movimiento (…) este deporte lo puedo seguir practicando todo lo que me queda de vida y eso me abre nuevas oportunidades». Tiene muchos planes en torno al golf. Los más importantes, de carácter filantrópico: «Creo que, a través del golf, puedo hacer más trabajo social, como organizar eventos». La Fundación Roger Federer está enfocada en la educación infantil.

Roger Federer (Foto: Cordon Press)
Roger Federer (Foto: Cordon Press)

Por lo demás, está en uno de esos momentos dulces en los que las decisiones se toman solas, dejando pasar el tiempo: «Siento que ahora mismo estoy en una etapa de búsqueda». En esta fase, Federer valora, ante todo, la inactividad: «Este año me he asegurado de que no se me llena la agenda, he planeado todas las vacaciones con anticipación», explica. Porque esta no es una retirada pasiva, sino la transformación de una persona: «Estoy feliz de donde estoy, y eso es suficiente por ahora».

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