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Alberto ‘Bixio’ Górriz: «En una jugada se me escapó Maradona, dije ‘¡Dios, qué hijo de puta este!’ y García de Loza me sacó roja»

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Górriz

No son muchas, pero hay algunas personas cuyo mote termina por suplantar al propio nombre. En el mundo del fútbol están «Mágico» González, el «Piojo» López o el «Niño» Torres. También «Bixio» Górriz (Irún, 1958), un histórico que mucha gente no recuerda que se llama realmente Alberto. «Bixio» es un futbolista particular o por lo menos, lo suficientemente particular como para hacer toda su carrera en el mismo equipo.

Hablamos, por supuesto, de la Real Sociedad y de una trayectoria tan amplia como para abarcar 599 partidos y atesorar dos títulos de Liga, uno de Copa y una Supercopa. También como para debutar con la selección a los treinta años y darle tiempo de jugar un Mundial y llegar a marcar un gol.

Pero ‘Bixio’ es además una persona de una gran amabilidad, dispuesto siempre a hablar de sus años de fútbol. De ese fútbol de los ochenta que se jugaba en campos muchas veces embarrados y en el que el público pitaba si un defensa retrasaba el balón al portero. Ese fútbol en el que los centrales altos y fuertes en el juego aéreo eran un tesoro muy preciado y en el que ‘Bixio’ fue uno de sus representantes más notables.

Nos encontramos con él en Irún, a escasa distancia de la frontera con Francia y a pocos metros del Stadium Gal, la casa del Real Unión, en el que, por circunstancias, nunca llegó a jugar. «Bixio» nos recibe con la tranquilidad de quien ha trabajado durante décadas y disfruta ahora de su merecido retiro.

Te acabas de jubilar. ¿Qué tal lo llevas?

La verdad es que es una gozada. Sobre todo es una liberación grande a nivel mental. Oigo gente que incluso echa en falta el trabajo. Yo estaba muy bien. Buenas compañeras, buena jefa, buen laboratorio, ganaba bien…

¿Eras visitador médico, no?

Sí, he estado muchos años de visitador médico. Primero 17 años en una empresa y en esta última 8, hasta que me he jubilado.

La verdad es que lo que más notas es la liberación en la cabeza. Y también que yo tengo muchos hobbies, muchas aficiones y ahora tengo más tiempo para dedicarle a ello.

A vuestra generación de futbolistas, ¿no os da rabia pensar que, si hubierais nacido diez años más tarde, no habríais necesitado trabajar después de retiraros?

Pero eso no se puede cambiar y yo no tengo ni una mínima duda de que no cambiaría, ni mi edad, ni lo que he vivido. He sido tan feliz en la Real y he vivido unos tiempos tan bonitos, que no los cambiaría por nada.

También es verdad que, al menos en la Real, la vuestra es la primera generación que, durante los años de futbolista, pudo dedicarse exclusivamente a eso.

Sí, la generación anterior, si no trabajaban, al menos andarían más justos que nosotros. Recuerdo que, durante el Mundial de España, comentábamos entre los jugadores que «esto tiene que reventar por algún lado», porque pensábamos que ganábamos mucho. Y la verdad es que ganábamos bien. El fútbol siempre ha estado bien pagado. No tiene nada que ver con las cifras que se mueven ahora, pero hemos sido unos privilegiados. Yo he hecho lo que más me ha gustado, me han pagado muy bien y no me falta de nada.

¿Cuándo hablabais de que tenía que reventar, pensabais que se podía estar creando una burbuja en el fútbol?

Sobre todo es que oías hablar de fichajes por los que habían pagado cien, mil millones de pesetas… Oías cifras y pensabas que aquello no podía tirar para adelante. Yo lo que conocía era Atocha, la Real Sociedad, lo que significaba el club aquí… La Real vivía, sobre todo, de los socios y tenía un campo con una capacidad limitada. Las televisiones prácticamente no tenían trascendencia.

De hecho, el partido del título de Liga en Gijón ni siquiera se televisó. Pensar que aquello pudiera hacerse más grande sólo con los ingresos de los socios… Claro, luego entraron las televisiones, con todo lo que conlleva y a día de hoy el fútbol es un negocio total y las cantidades que se mueven son enormes.

¿De dónde viene el apodo «Bixio»?

En realidad es un apodo heredado de mi hermano. Mi abuela era de un caserío de Lesaka y cuando yo era niño no hablaba castellano, hablaba sólo euskera. Le quería decir a mi hermano que era un bicho, pero no le salía, le salía bixio. Ahí le empezaron a tomar el pelo a mi hermano diciéndole bixio y lo heredé yo. Mi sobrino siempre me dice que «Bixio» era su padre y le digo que ya lo sé, pero me han llamado así toda la vida. Los amigos, la cuadrilla y en el fútbol más todavía.

¿Cómo fue tu infancia aquí en Irún?

Yo he sido un chaval muy de barrio. Nací en la calle Uranzu. Además nací en casa, que me gusta decirlo, porque a la gente ahora le puede resultar rarísimo. Todos mis amigos de la infancia son de la calle y del colegio San Marcial. Toda mi vida la he hecho en Irún. Mis padres son navarros, mis cuatro abuelos también.

Vinieron en la guerra civil, se instalaron en Irún, aquí nacimos mis hermanos y yo y mi vida ha estados siempre aquí. Incluso cuando llegué a la Real y ya veía que podía quedarme unos años. Desde el propio club te hablaban de la posibilidad de hacer una inversión, comprarte un piso, vivir en Donosti y estar más cerca. Pero seguí viviendo en Irún.

Porque Zubieta empieza a funcionar estando tú en la Real.

Sí, porque Orbegozo tenía claro que la Real iba a morir si seguía en Atocha y tenía la perspectiva de, aprovechando el Mundial de España, hacer un campo nuevo, más moderno y con más capacidad.

Y a ti te perjudicó, porque quedaba más lejos de Irún.

Sí, un poquito más lejos (risas). Pero yo siempre quedaba con Genaro (Celayeta), que venía de Bera de Bidasoa e íbamos juntos a entrenar. Ya desde la época del Sanse lo hacíamos así. Me cogía en Irún y a la vuelta parábamos aquí, tomábamos algo y nos íbamos cada uno para su casa.

¿Cómo empezaste en el fútbol?

A mí el fútbol me ha gustado toda la vida. Quizás porque los niños de esa época hacíamos la vida en la calle. Yo salía del colegio corriendo y jugábamos al fútbol. La calle Uranzu, donde yo vivía, era la Nacional 1 y aprovechábamos para jugar ahí. Si pasaba un coche o el autobús, nos apartábamos. Pero siempre jugábamos al fútbol en la calle o en una campa, normalmente una que estaba en cuesta. Campos de fútbol no había.

Uno de mis entretenimientos del verano era ver pasar la cantidad de coches de marroquíes o portugueses que iban o venían de Francia. Para mí era un espectáculo aquello.

¿En esos partidillos también jugabas de defensa?

Creo que casi siempre de defensa, sí. Pero me ha gustado siempre. Quizás me sentía más poderoso, porque tenía fuerza, creo que por genética. En esa época medía 1,85, que entonces era una altura considerable. Me imponía a mis compañeros desde pequeño y esa superioridad me hacía sentir bien.

Luego empezaste a jugar en el equipo de un bar, si no me equivoco.

Del Bar Agrícola de Irún. Es curioso, porque con ese bar sacamos un equipo con el que jugamos un campeonato de alevín en la playa de Hondarribi. Lo ganamos y nos clasificamos para el campeonato de Guipúzcoa. Me acuerdo perfectamente que jugamos en el campo de gravilla de Mundaiz contra la Real. Les eliminamos, jugamos la final en Deba y le ganamos creo que al Hamaikak Bat y quedamos campeones de Gipuzkoa con el equipo del bar.

¿En esa semifinal contra la Real jugaba Gajate?

No creo. Y eso que Gajate lleva toda la vida en la Real. Yo recuerdo jugar contra él en edad infantil, pero en aquel partido me parece que no estaba. Sí recuerdo que, después del partido, nos llevaron a dos jugadores a una clase, porque pensaban que habíamos falsificado la ficha. Me verían alto y pensarían que no podía tener esa edad.

Alguna vez has comentado que de niño eras hincha del Athletic.

Sí, aunque siempre salgo de ese embrollo diciendo que, cuando tuve uso de razón, me hice de la Real. Cuando era pequeño, en Irún había bastante sentimiento antirealista. Sobre todo entre la gente mayor que era del Real Unión. A mí me gustaba mucho el fútbol y me he criado en ese ambiente muy del Real Unión.

Esa antigua rivalidad entre el Real Unión y la Real, ¿seguía viva en Irún?

En Irún sí. Yo tenía un amigo, que ya falleció, Pituto le llamábamos. El día que ganamos la Liga en Gijón, me dijeron que, cuando íbamos perdiendo, se fue a la plaza del ayuntamiento a tirar cohetes.

¿Tú eras hincha del Real Unión?

Claro. Yo siempre he jugado en equipos de Irún, hasta que llegué al Touring con 17 años. Aquí el equipo era el Real Unión y a mí me gustaba. De pequeño iba a Gal a ver los partidos, me colaba en el campo… Seguía mucho al equipo.

¿En qué categoría estaba entonces?

En aquella época no había Segunda B y casi siempre estaba en Tercera, aunque lo he visto también en Regional. En esa época en Tercera estaba Osasuna, el Castilla, Logroñés… Había equipos muy fuertes y el Real Unión solía jugar en esa categoría. El Eibar, por ejemplo, estaba en categoría regional.

Te he escuchado alguna vez poner al Eibar como ejemplo de lo que debería hacer el Real Unión, porque el club tiene historia e Irún tiene población suficiente como para estar más arriba.

No tengo ninguna duda. Por población de Irún y por historia. Ya no es que sea un club centenario, es que ha sido campeón de Copa y tiene muchísima historia. Con todos los respetos, pero mucha más de la que puede tener el Eibar.

Pero el Eibar ha hecho mucho mejor las cosas, el Real Unión ha tenido etapas en las que no se han hecho bien las cosas y ahora cuesta cada vez más. Pero podría estar en Segunda y quién sabe si, en algún momento, tocar la Primera como el Eibar. Ahora está en manos de gente muy profesional y que tiene ganas de hacer las cosas bien. Vamos a darles tiempo, pero creo que va a estar más arriba.

Creo que la estructura piramidal que impuso en su día la Federación Guipuzcoana, con la Real en la cima, le ha podido perjudicar en algún momento al Real Unión.

En algunos aspectos le ha podido perjudicar, pero en otros le ha beneficiado. En Irún nos conocemos todos y me consta que, cuando el Real Unión ha tenido problemas, la Real le ha ayudado. Por otro lado tienes a gente que opina que la Real le hace mucha sombra al Real Unión y por eso puede haber tanta gente del Athletic aquí. Aunque ahora se ha igualado mucho.

En los años en que jugabas a fútbol con el Bar Agrícola, ¿Te planteabas o era una ilusión llegar a jugar en la Real?

Después de quedar campeones de Guipúzcoa con el Bar Agrícola, en el colegio San Marcial nos obligaron a jugar con el equipo del cole. Luego fui muy feliz allí, pero en un primer momento me dio mucha rabia y me rebelé. Pero recuerdo que nos castigaban si no jugábamos, porque querían sacar equipo y todos los del colegio teníamos que apuntarnos.

Al final, con el San Marcial estuve dos años de infantil y tres de juvenil. Prácticamente hice toda mi etapa de formación allí. Con un equipo para nada profesional, con gente que tenía una voluntad tremenda. Gente de Irún, que nos traían y nos llevaban a todas partes. Gente que ponía todo de su parte, pero con una estructura muy poco profesional. Pero bueno, era lo que había en esa época y fui muy feliz en ese equipo. Ahí es donde tengo mis amistades de la infancia y la gente con la que más amistad tengo hoy en día.

¿La Real quedaba muy lejos?

Nunca pensé que podía dedicarme al fútbol de forma profesional, mucho menos llegar a la Real. El San Marcial era un equipo muy, muy normal. Los equipos fuertes de Guipúzcoa eran la Real Sociedad, el Real Unión, en esa época también el Sporting de Herrera, el Añorga… equipos con mucho más nombre. Nosotros éramos un equipo para pelear entre la segunda y la primera juvenil. Siempre peleando y sufriendo. Éramos gente de Irún y teníamos buenos jugadores, pero para nada podíamos competir con estos equipos.

A mí ni se me pasaba por la cabeza que pudiera llegar a jugar en la Real Sociedad. Hasta que no tuve la oportunidad de ir al Touring de Rentería, en edad juvenil. Ahí ya jugué un año en Tercera División, aunque quedamos los últimos y bajamos. Pero destaqué y me llegó una oportunidad a través de mi hermano, que tenía un amigo, un tal Seisdedos, que era una especie de ojeador del Málaga. Me ofreció ir a hacer una prueba con ellos. Yo me quedé un poco alucinado. Tenía dieciocho años, pero estaba animado. Me pagaban la estancia de diez o quince días y tenía que entrenar con el primer equipo.

Desde el Touring el que me animó a quedarme fue Paco Arizkuren, el presidente. Él me había llevado al equipo y me cuidaba como si fuera un hijo. Me dijo «Alberto, ni se te ocurra irte, que he hablado con la Real y sé que andan detrás tuyo. No te quería haber dicho nada, pero ahora que ha surgido esto, mejor quédate aquí». Ahí sí que no tuve ninguna duda. No fui a Málaga y me quedé aquí.

¿Y al Touring cómo habías llegado?

Estando en el San Marcial, en un entrenamiento me vino el entrenador y me dijo que había dos equipos que estaban interesados en mí. Uno era el Palmira de Irún, un equivalente al Real Unión B y el otro era el Touring. Los dos estaban en Preferente.

Yo quería ir al Palmira, porque era el equipo de Irún y el presidente era Andrade, que era también el dueño de la discoteca Saroia. Mis amigos solían ir allí y quería que me dieran entradas gratis. Pero vinieron Paco Arizkuren y el entrenador del Touring a hablar conmigo y me demostraron que tenían mucho interés. Estaban jugando la liga y el campeonato de España de aficionados y en los dos tenían aspiraciones.

Se habían fijado en mí y les gustaba para jugar de defensa o de pivote defensivo. Además en el Touring jugaba un chico de Irún y me podía llevar hasta Rentería. Yo tampoco sabía decir que no, como sigo a día de hoy, que no digo que no a nada. Un poco con dudas, porque tenía muchas ganas de ir al Palmira, pero terminé yendo al Touring y fue la mejor elección de mi vida.

Entiendo que, si las entradas para la discoteca eran un aliciente importante, todavía no te planteabas dedicarte al fútbol profesional.

Me he dejado un tema importante. Un poco antes de tomar la decisión de ir al Touring, el Real Unión se había puesto en contacto conmigo. Me acuerdo que fui a la reunión con Pascual Dorronsoro, el presidente. Me miraba y me decía «¿tú, chaval, qué quieres para firmar?» y yo le dije que quería trabajo. Quería trabajar en la aduana de Irún, que muchos amigos míos trabajaban allí. Ganabas un dinerillo entregando recados con la bici o la moto y a mí estudiar no me gustaba demasiado. Nunca me lo dieron, aunque creo que hubiera sido muy fácil para ellos.

Llegué a entrenar un día con el Real Unión, que en esa época tenía un equipo muy veterano. Estaba Santamaría, que había jugado en la Real y luego lo mató ETA. También estaban Echabe, Senosiain, Balbas, gente muy veterana.

Fui a ese entrenamiento, pero lo pasé muy mal. Los veteranos no me daban bola y me fui al Touring. Ahí me acogieron muy bien. El ambiente era totalmente diferente. Era un equipo menos profesional. Entrenábamos martes y jueves y el jueves, al terminar, nos íbamos a cenar a una sociedad.

Al año siguiente el Real Unión quiso que me viniera para aquí, pero seguíamos en las mismas. No me decían nada. No sabía si me iban a mandar cedido al Palmira y les dije que me quedaba en el Touring.

Del Touring pasaste al Sanse.

Sí, estuve un año de juvenil y otro en Tercera con el Touring y ya pasé al Sanse con Expósito. Impresionante lo del Sanse. Javier Expósito impresionaba mucho y ahí espabilé. Hasta ese momento tenía una mentalidad muy de mis amigos, de salir. No es que fuera muy juerguista, pero me gustaba estar con mis amigos. No me tomaba el fútbol muy en serio, pero el Sanse fue un cambio radical para mí.

¿Expósito ya os exigía dedicación casi profesional?

¡Total, total! Eran entrenamientos diarios de tres horas. Muy duros. El primer día era impresionante. Verle a él en el centro, mirándonos a todos, que éramos 40-45 jugadores en un semicírculo… Uno por uno te iba preguntando ¿usted quién es? Yo Alberto Górriz. ¿De dónde es usted? De Irún. Igual llevabas el pelo largo y te decía ¿Ese pelo? ¿No hay peluquerías en Irún?¿El pelo largo ayuda para jugar al fútbol? Pues ya sabe lo que tiene que hacer.

Pero él sabía perfectamente quiénes erais cada uno.

¡Hombre, claro! Seguro que nos conocía. Pero le gustaba que nos presentáramos, marcar un poco el territorio. Te hacía ver que estabas a un nivel diferente. Yo eso no lo había vivido nunca.

Luego los entrenamientos eran muy duros y los sufrí muchísimo, pero también estaba muy motivado. Pensaba que no tenía por qué ser menos que los demás. Tampoco me consideraba más que el resto, pero menos no. Como mínimo tenía que estar igual.

También tuve la suerte de que en ese momento estaban Cervantes, que era de Irún, Celayeta… Ellos llevaban ya un tiempo en el Sanse y me daban muchos consejos. Las expresiones de Expósito, por ejemplo, te las podías tomar a mal, pero ellos me decían que si me echaba una bronca era buena señal. Me decían «fíjate que con el que se mete, al que le da caña, es porque tiene interés. Si no te dice nada, malo». Eso me ayudó y al final, Expósito me cambió muchísimo. Fue el que me hizo dar un cambio en mi cabeza y hacerme jugador de fútbol.

Antes de llegar al Sanse tenías la idea de que los de la Real eran los pijos. Entiendo que con Expósito ya te das cuenta de que no era así.

¡Total! Antes no me había dado cuenta. Incluso en el Touring, que ya jugamos contra el Sanse, tenía la idea de que la Real eran los pijos de Donosti. Pero claro, cuando llegas al Sanse te das cuenta de que nada de eso. De Donosti eran pocos y había gente de todos los pueblos. Era un equipo de toda Guipúzcoa. Pero en aquella época, quizás por haber nacido en Irún y por lo que te metían en la cabeza, tenía la idea de que la Real era el equipo de San Sebastián.

¿Cuándo se empieza a extender la idea de que la Real es el equipo de Guipúzcoa?

Yo llegué a la Real en el 78 y ya me di cuenta que no era el equipo de Donosti. Pero lo sentí especialmente con el primer título de Liga, con aquel recibimiento en el que nos obligaron a parar en todos los pueblos, el carnicero que nos metía una chuleta en el autobús… Ese ambiente tan de pueblo, con tanta gente queriendo vernos y tanto sentimiento… ahí ya ves que la Real es mucho más que Donosti.

Iñaki Gabilondo suele decir que la Real es la única institución que vertebra a toda la provincia de Guipúzcoa.

Y estoy totalmente de acuerdo con él. Es un sentimiento muy guipuzcoano. A día de hoy, voy a Anoeta y tengo gente alrededor de todos los pueblos. A la salida ves los autobuses que vienen desde toda la provincia… Iñaki Gabilondo, como en otras muchas cosas, es un sabio y tiene mucha razón en este tema.

¿En el Sanse fuiste titular desde el principio?

Cuando llego no empiezo de titular. Jugaba Arano, que luego llegó a la Real. Estaba Agustín Gajate también. Había varios defensas en el Sanse y era muy complicado jugar. Arano se lesiona en pretemporada y tuve la oportunidad de jugar y ya fui titular. Jugué los 90 minutos de los 38 partidos de la temporada. Me acuerdo porque, al año siguiente, Expósito me preguntó cuántos partidos había jugado y le respondí que 38. «Muy pocos jugadores del Sanse han jugado todos los minutos de todos los partidos de la temporada» me dijo Javier. Ese comentario me llenó de orgullo.

Entonces Expósito también tenía comentarios de halago.

No demasiados. Era duro y no demasiado halagador. Por eso, ese comentario, viniendo de él, era un piropo total. Porque no era fácil. Era una plantilla muy competitiva y jugar todos los partidos implicaba mantener un nivel, no tener ninguna lesión… Él, que llevaba un montón de años viendo jugadores nuevos cada temporada, valoró aquello y yo lo vi como un reconocimiento. Por eso me supuso mucho aquel comentario.

Imagino que ahí ya tendrías la ilusión de llegar a la Real.

Sí. En el momento en el que llegué al Sanse y vi esa estructura tan profesional, dentro de los medios que había entonces. Porque nos cambiábamos en Atocha y nos llevaban, a veces al campo del colegio Mundaiz y casi siempre al hipódromo. Allí solíamos a entrenar. También en el parque de Cristina-Enea, cuesta arriba y cuesta abajo, muchas veces lloviendo y con barro.

En ese momento eras titular en el Sanse, mirabas para arriba y en la Real estaban Kortabarria, Elkoro, había subido Gajate…

Claro. A mí la oportunidad me la da Ormaechea en un partido de Copa contra el Lleida. Alberto no era partidario de hacer muchos cambios y en los partidos de Copa solían jugar los mismos que en Liga, pero me dio esa oportunidad. Tanto en Lleida, como en Atocha y luego vuelvo al Sanse.

La oportunidad de entrar en el equipo de la Real me la da una lesión de Inaxio (Kortabarria). Me llamaron un jueves para que viajara el viernes a Madrid a jugar contra el Rayo. Juego ese partido y en el siguiente, en casa contra el Sevilla, salgo de titular y me sacan en el minuto 35, que me llevé un palo tremendo.

Yo estaba bastante nervioso aquel día, porque era mi debut en Atocha. Empezamos perdiendo 0-1, el partido se nos puso muy difícil y me cambió. Me fui llorando al vestuario y lo pasé muy mal, muy mal. Me acuerdo perfectamente que me fui al vestuario y me quedé solo allí. Estaba muy frustrado, avergonzado, no sé. El anterior partido habíamos ganado 0-4 en Vallecas y había sido como un sueño. Luego me pusieron los pies en la tierra y te das cuenta de que, como todo en la vida, el fútbol también es muy duro y tienes momentos muy malos también.

En el descanso vino Ormaechea y me dijo que estuviera tranquilo, que se había complicado el partido y había pensado que era mejor cambiarme, pero que yo no tenía nada que ver. Eso me calmó un poco, no mucho, pero un poco sí. No estaba enfadado con él, porque había acertado con el cambio. Estaba enfadado conmigo mismo.

Después de aquel partido entrené esa semana, me volvió a poner de titular contra el Racing y a la vuelta ya me dijo que no volvía al Sanse y me quedaba con ellos.

¿Cuando Kortabarria volvió de la lesión, pasaste a ser suplente?

Sí. El año de la imbatibilidad (79-80) los titulares fueron Kortabarria y Gajate y yo salía esporádicamente, porque en esa época sólo había dos cambios. Jugué algún partido de Copa o cuando había tarjetas.

Gajate y tú sois los que completáis el equipo campeón de la Real.

Sí. Esa plantilla se estaba forjando desde hacia 3-4 años. Yo cuando llego se veía que era ya un equipo fuerte, había mucha calidad. Era también un equipo muy compacto. Pero igual faltaban esas piececitas y creo que encajamos bien. Tanto Agustín, que fue titular prácticamente desde el principio, como Eliseo Murillo, que jugó menos, pero fue un jugador importante y Genaro (Celayeta), que subió conmigo. Los que subimos en esa época luego estuvimos muchos años en la Real y dimos un buen rendimiento.

¿Cómo era para vosotros entrar en aquel vestuario, en el que Arconada, Kortabarria, Zamora… ya eran jugadores importantes?

Impresionaba mucho. Yo a estos veteranos les tenía un respeto total. Veteranos entre comillas, porque eran gente de 24-25 años. El más veterano de aquel equipo era Gastón (Gaztelu), el que quedaba de la generación anterior. Él quería dejar el fútbol ya, pero Alberto (Ormaechea) le decía que no, que era un jugador importante en el vestuario y que siguiera una temporada más. Para mí era un ejemplo de jugador, con mucho carácter, muy de la Real. Suelo decir que yo debuté con Gastón y su hijo (Agustín Aranzabal) debutó conmigo.

Aprendí mucho de todos esos jugadores, que, aunque fueran jóvenes, eran ya veteranos y muy importantes en el club. Ellos hicieron que los que subimos después lo tuviéramos un poco más fácil.

En la temporada 80-81 pasaste a ser titular por una lesión grave de Gajate.

Sí. Había ido a los Juegos Olímpicos de Moscú y volvió tocado de abductores, de pubis. Lo pasó muy mal. Estuvo mucho tiempo con esos problemas y a mí me dio la oportunidad de ser titular con Inaxio. Los dos años de los títulos de Liga los titulares fuimos Inaxio y yo, porque esa lesión a Agustín le dio mucha guerra. Jugaba esporádicamente, pero no terminaba de recuperarse. Luego ya, Inaxio se retiró y empezamos a jugar de titulares Agustín y yo, con Larrañaga un poco más tarde.

¿Qué suponía jugar al lado de Kortabarria?

A mí me supuso mucho, porque transmitía mucha seguridad. No era un central al uso, como podía ser yo. Era un jugador de más calidad, más saber estar en el campo. Un jugador de carácter, bien colocado, que también imponía en la defensa. Salía más con el balón controlado.

Siempre he comentado que lo fundamental de aquella Real era el bloque, pero es que tuve la suerte de tener al mejor portero, que era Arconada, el mejor libre que he visto, que era Kortabarria, el mejor centrocampista, que era Zamora, el mejor delantero, que era Satrus y Roberto (López Ufarte), que era… ¡puf!

¿Quién mandaba en aquella defensa, Kortabarria o Arconada?

Quizás Arconada un poco más, por carácter. Tenía un carácter más fuerte. Inaxio era un poco más tranquilo. Cuando le pegaba el punch, era tremendo, también con los contrarios, pero era un poco más tranquilo. Y Luis, del minuto 1 al 90 nos hacía estar con las orejas tiesas a todos. Creo que Arconada ha sido un capitán, con sus virtudes y sus defectos, pero que, lo que nos exigía a los demás, se lo exigía también a sí mismo.

Tú tenías un perfil de central puro. Representas, en cierto modo, el arquetipo de defensa de los años ochenta.

Sí. Igual por lo que comentábamos antes. Éramos centrales muy de equipo. El fútbol era más simple que ahora, que el portero tiene que saber jugar con los pies, el central tiene que saber salir con el balón… En nuestra época, sobre todo tenías que ser defensa y te hacías muy fuerte en los valores defensivos. El marcaje, la anticipación, el sacrificio, la concentración en los corners, faltas, no complicarte la vida… Todos esos valores los potenciábamos mucho por la mentalidad que nos transmitieron ya desde el Sanse. Son valores que, en cuanto a calidad, no resaltan tanto, pero que son muy importantes. Sobre todo en el fútbol de nuestra época.

No me imagino a Ormaechea exigiéndoos que salierais con el balón controlado, pero sí creo que os exigiría mucho en el juego de cabeza.

Sí. Nos exigía anticipación, colocación y sobre todo, concentración. Alberto lo que más nos podía exigir era eso. Ser jugador de equipo. No pensar en ti y sí en el colectivo. Balones al área, corners, faltas… Estar muy concentrados en el marcaje en esas jugadas. Procurar que no te marcaran goles ahí. Y es muy importante esa concentración, hoy en día también, porque los goles muchas veces vienen por errores de despiste en una décima de segundo.

En el campo siempre tienes que estar con un ojo en el balón y otro en tu marca y cuando paras el balón, ya tienes que tener un compañero al que le puedas pasar. Yo he tenido la suerte de tener en el centro del campo a jugadores de mucha calidad y lo tenía más fácil.

En tu época también se jugaba más por alto. Eran delanteros que iban muy bien de cabeza.

Sí, en todos los equipos había jugadores que iban bien de cabeza. Los delanteros centros eran jugadores corpulentos, que dominaban porque se jugaba mucho balón a banda, centrar y ahí ya competía el defensa con el delantero. He marcado a cantidad de delanteros y muchos han destacado sobre todo por el juego aéreo, por ser grandes rematadores de cabeza.

¿Santillana o Quini eran de los más difíciles?

Santillana el que más. Quini era más completo, pero Santillana por arriba era tremendo. Recuerdo un partido en el Bernabéu, al poco tiempo de subir a la Real, que espabilé un montón. Yo marcaba a Santillana y me estaba saliendo un partido excepcional. Llegó un centro de Juanito, es que estoy viendo la jugada, Santillana se me anticipó medio metro, saltó y yo, que era mucho más alto que él, salté, lo agarré, pero tarde. Metió gol y perdimos el partido. Por un fallo de concentración y por mérito suyo, claro.

En otro partido en el Bernabéu sufriste una de las dos únicas tarjetas rojas de toda tu carrera.

Ese partido lo empecé en el banquillo. Íbamos ganando 0-2 y estábamos jugando un partidazo. Pero ese día el arbitró nos perjudicó mucho. Salí al campo con el 0-2. Nos metieron el 1-2, que podía ser previsible y luego viene la jugada del segundo gol, por un penalti que le pitan a Agustín por una mano un metro fuera del área.

La última jugada es una con Juanito enfrente de los banquillos, que le hago una entrada fuerte, pero para nada de tarjeta. De hecho, no me sacaron tarjeta. Juanito se levanta, me pega un cabezazo y al pegarme, me lo quito de encima, le pego un empujón con las manos y el árbitro nos expulsó a los dos. Nos expulsó a los dos porque era lo fácil, pero luego yo no cumplí ningún partido de sanción. A Juanito sí le sancionaron porque fue un cabezazo, una agresión.

Me acuerdo de que salí corriendo detrás de él y si le llego a coger en la entrada de vestuarios del Madrid aquel día… Salí muy ofuscado, porque perdimos la Liga aquel día.

¿Juanito era incómodo como rival?

Era muy incómodo. Un jugador de mucha calidad y muy incordio, muy marrullero. Ahora, fuera del campo era todo lo contrario. Tuve la oportunidad de conocerlo. Sobre todo cuando vino al homenaje a Sagarzazu, que había fallecido y él se portó muy bien. Luego coincidimos en el Mundial de Italia, que fue de comentarista para una televisión o una radio, no recuerdo bien. Fue el día que le marqué el gol a Bélgica. Me dio la enhorabuena y estuvimos charlando de la expulsión de aquel día.

Fuera del campo era muy buen tío, pero en el campo era completamente diferente. Se transformaba. Era muy desagradable, te buscaba, te provocaba, te insultaba. Y sin embargo, luego tenía muy buenos valores.

¿En qué momento empezaste a tomar conciencia de que podíais ser campeones de Liga?

El año de la imbatibilidad estuve muchos partidos en el banquillo y muchas veces, para el minuto 10-15, nos mirábamos los del banquillo y echábamos una sonrisa, porque sabíamos que ese partido no lo perdíamos. Era un equipo muy fuerte defensivamente, muy potente y con jugadores que marcaban esa diferencia que sabías que, un gol, lo tenías casi asegurado. En defensa creo que fuimos el equipo menos goleado varias temporadas.

¿Tener a un portero como Arconada detrás te hace jugar más tranquilo?

Sí, porque aparte de que te hacía jugar con las orejas tiesas, como te decía antes, cuando nos superaban sabías que lo tenías a él, que era un porterazo. Es el mejor que he visto con diferencia. De mi época no tengo ninguna duda, pero no sólo de la liga española. Tenía unas condiciones tremendas, sobre todo debajo de los palos. Luego su carácter. Tenía muchas virtudes. Se notaba en el campo que el contrario le tenía mucho respeto.

En el gol de Zamora que os da la Liga tienes una participación fundamental. ¿Qué recuerdas de aquella asistencia?

Siempre he dicho que el peor tiro de mi vida deportiva fue el mejor pase.

¿Tenías intención de tirar a puerta?

Totalmente. Estábamos volcados, a la desesperada ya. Ese título lo ganamos por tenacidad, por seguir hasta morir. Se ve en la jugada, que es bastante elaborada. Me llegó el balón, lo paro con el pecho, tiro y tengo la suerte de que le llega a Zamora. Tira, le pega a Castro, el balón hace una parábola y entra.

Debajo de los palos estaba Abel, que era el delantero centro. Tengo buena amistad con los jugadores del Sporting, con Juaco (Joaquín), con Jiménez, con Cundi, y siempre les digo que tenían una prima de la hostia. Porque no es posible que Abel estuviera pegado al palo. No fue un partido nada fácil para nosotros, pero pudimos sacarlo adelante.

¿Tienes muchas imágenes de aquel partido grabadas en la mente?

Lo tengo súper fresco. En el primer gol de ellos, por ejemplo, que es en el minuto 45, es un error mío en un despeje de cabeza. Esa imagen se me ha pasado un montón de veces por la cabeza. Todas las posibilidades que tuve de haber hecho otro tipo de despeje. Pero voy forzado, despejo al centro y acaba en gol. En el minuto 45. Un palo muy duro, porque llegamos al descanso con ese gol.

¿Qué os dijo Ormaechea en el descanso?

Nos dio moral. Nos dijo que había que seguir peleando como lo habíamos hecho hasta ese momento y que tuviéramos fe en nosotros mismos. No había tácticas ni nada. Había que tener fe, porque sabíamos que teníamos mucha calidad e íbamos a tener la oportunidad de marcar. Lo que pasa es que el Sporting era un equipazo y jugó con la tranquilidad que no teníamos nosotros. Quizás ahí pudieron ser un poco superiores. Y nosotros tuvimos la tenacidad y la pelea hasta el último momento.

Los títulos de Liga de la Real se consiguen en unos años bastante difíciles para Guipúzcoa y para el País Vasco.

No fue un triunfo exclusivamente deportivo. Fue también un triunfo social, político. Era una situación difícil y fue una alegría para una sociedad que estaba pasando por muchos problemas. Para mí el valor social, político, fue tan importante o más que el deportivo.

Creo que en esos años la Real jugó un papel importante al conseguir que no se la identificara con ninguna idea política y que toda Guipúzcoa se identificara con el equipo.

Cuando se sacó la ikurriña en Atocha ya fue un hecho importante. Y ya con los títulos de Liga veías los caseríos con banderas de la Real o con ikurriñas, las caras de felicidad de la gente… Era una sociedad que estaba en un momento duro, difícil y ese título fue un premio muy gordo. Fue un triunfo de todos, de eso no tengo ninguna duda. Nosotros tuvimos la suerte de plasmarlo en el campo, pero teníamos un empuje por detrás que también nos dio mucha fuerza.

¿Dentro de la plantilla cómo llevabais la tensión política que se vivía en toda la sociedad?

No era fácil, porque inevitablemente afecta. Es muy fácil decir que el deporte es deporte y la política, política, pero no se puede separar todo. Siempre va todo junto, con un tipo de conexión. Y dentro del vestuario teníamos nuestras conversaciones también.

En algunos momentos ha habido que tomar alguna decisión que no era fácil. Alguna manifestación pública, por ejemplo. Ahí intentábamos que fuera consensuada y que pudiéramos sacar aquello adelante. Porque sabíamos que detrás de la Real había mucha gente, muchas ideas y conseguimos que Guipúzcoa estuviera de acuerdo en el sentimiento hacia la Real.

¿En esos momentos más críticos qué se os transmitía desde la directiva?

Con aquella directiva, con Orbegozo al frente, teníamos una relación muy especial. Como la teníamos con los periodistas. Incluso con algunos aficionados. Era una relación que iba más allá de ser ellos directivos y nosotros jugadores. Nos transmitían siempre tranquilidad. Orbegozo era un hombre muy sensato, muy cabal. Con mucha personalidad.

Estar en sus manos era saber que estabas en buenas manos, también en estos temas políticos. Porque era un hombre que lo hacía todo muy bien pensado y transmitía mucha seguridad. No era para nada radical en ninguno de sus actos. Y a la hora de estos temas políticos nunca hubo tirantez con la directiva.

Has hablado de la afición y en Atocha has comentado muchos veces que conocías las caras de algunos hinchas. ¿Cómo era esa relación entre los jugadores y los aficionados?

A Atocha mucha gente iba a la zona de pie, detrás de las porterías y para coger buen sitio tenías que ir una hora, hora y media antes de empezar el partido. Muchas veces, cuando salíamos a calentar, el campo ya estaba lleno.

Muchas caras ya las conocías de verles tantas veces y te saludabas al empezar a calentar. Los nombres no los conocía, pero las caras sí, porque había mucha cercanía. Y eso, igual que a nosotros nos daba un plus, al contrario también le afectaba e igual no presionaba como podía hacerlo en otros campos.

Para los que hemos vivido Atocha de niños o los que no lo han conocido, ha quedado un recuerdo casi mítico. ¿Crees que se exagera el efecto que producía o realmente era tan importante?

No, para nada está mitificado. Todo lo que se dice de Atocha es real. No era un campo que pasara desapercibido, ni para nosotros, ni para los rivales. He tenido oportunidad de hablar del tema con algunos futbolistas que fueron rivales, Michel y toda esta gente. Mira, otro que en el campo era muy desagradable y fuera era un tío fenomenal.

Pues esta gente me decía que Atocha era un campo en el que sabían que iban a sufrir, que lo iban a pasar mal, pero que era un campo en el que les gustaba jugar. Era un campo con un ambiente de fútbol verdadero, muy diferente al que tenían en el Bernabéu.

¿Vosotros intentabais intimidar en Atocha?

Sí, claro. Pero no de palabra. No decíamos te voy a matar o cosas así. Me acuerdo que, cuando salías al campo, muchas veces coincidíamos los dos equipos en el túnel, que debía tener metro y medio de ancho y era de hormigón.

Ahí los tacos se oían mucho y nosotros jugábamos con tacos grandes, sobre todo Arconada. Al pisar con el hormigón, se oía mucho y ese sonido, parece que no, pero intimida. Te fijabas en los contrarios y enseguida notabas quién estaba un poco asustado.

Luego intentabas algo tan básico como que la primera jugada fuera un poco contundente. Intentabas marcar un poco el territorio. Pero eso se ha hecho siempre. Ahora igual se hace menos porque hay VAR, pero en aquella época todos los equipos intentaban marcar territorio y nosotros, en Atocha, por supuesto que lo hacíamos.

Otra característica de Atocha es que, al terminar el partido, el aficionado podía encontraros a los jugadores en algún bar del paseo Duque de Mandas.

Sí, yo iba siempre al Moderno. Por mi padre, que era mi forofo número uno. Siempre se juntaba con el padre de Roberto (López Ufarte) y nos esperaban ahí. Le encantaba que le dijeran Señor Górriz, que la gente le saludara. Eso hacía que se hinchara como un pavo.

Es verdad que el acceso que tenía el aficionado a los jugadores era muy cercano. En el Moderno mucha gente se me acercaba, me daban un abrazo, me invitaban a una caña o también me reprochaban alguna jugada. Había mucha cercanía, pero yo lo consideraba normal.

A mí ahora también me gusta encontrarme con los jugadores cuando salgo de Anoeta. El año pasado, por ejemplo, que me encontré con Silva o encontrarte con Mikel Oyarzabal. A todos los aficionados les gusta y a mí también.

Después de ganar las dos Ligas hicisteis una Copa de Europa muy buena.

Primero eliminamos al Vikingur, luego Sporting de Lisboa, Celtic y caímos con el Hamburgo. Eran muy buenos equipos y el Hamburgo era un equipazo. De hecho le ganaron la final a la Juventus.

Contra el Vikingur todos pensábamos que iba a ser un rival al que podíamos ganar bien y se nos complicó un poco la eliminatoria. Teníamos la experiencia del año anterior con el CSKA, pero el Vikingur nos hizo ver que la Copa de Europa no iba a ser nada fácil.

¿En algún momento te viste con la posibilidad de ser campeones de Europa?

Me vi, sobre todo, cuando Diego marcó el empate en Hamburgo, porque las caras de ellos cambiaron completamente. Creo que ellos pensaban que eran un equipo superior, dominaban el marcador y estaban convencidos de que no íbamos a poder hacerles daño. Y el gol a nosotros nos dio una confianza tremenda y a ellos los dejó muy tocados. Nosotros íbamos para arriba y a ellos se les notaba el miedo metido en el cuerpo.

¿El segundo gol de ellos fue en fuera de juego?

Para mí, clarísimo. Yo estaba cerca y lo vi claro, aunque nunca sabes, porque, en el campo, puede haber un compañero que no ves y lo rompe. Luego lo he visto, con imágenes no muy buenas y creo que sí era fuera de juego.

Siempre digo que tengo un sabor agridulce de aquella eliminatoria. Competimos bien contra un gran equipo, que luego fue campeón de Europa, pero era una oportunidad única de haber llegado a la final. Ahí no sé qué hubiera pasado, pero bueno, ellos la ganaron y nosotros teníamos equipo para poder haberla ganado.

Ese año se lesiona Kortabarria y durante una década, el eje de la defensa de la Real fuisteis Gajate y tú. Hay una generación entera de defensas que venían del Sanse y se tuvieron que buscar la vida fuera.

En ese momento estás enfrascado en lo tuyo y no te fijas en lo que viene detrás. Pero tienes razón. Agustín y yo jugamos juntos diez, once años, casi siempre titulares y no das oportunidad a los que vienen. Yo no he tenido ninguna lesión, pocas tarjetas… Rojas sólo dos.

¿Cuándo fue la otra tarjeta roja?

En una semifinal de Copa contra el Barça en Atocha, con Maradona. Había hecho dos o tres entradas, García de Loza me había pitado varias faltas al borde del área y en una jugada, se me escapó Maradona, dije «¡Dios, qué hijo de puta este!» y el árbitro me sacó roja. Equivocación mía total. Me dio mucha rabia, porque creo que podíamos haber llegado a otra final.

¿Maradona también era un rival incómodo?

Maradona en todo caso al revés. Circula por ahí un vídeo de un partido en Atocha, que le hacemos unas entradas… Él se levanta en todas y en ninguna se enfrenta con nosotros. Era un jugador noble.

Por cierto, a Maradona le hice una entrada en el Nou Camp, una jugada que se me escapaba y le trabé, casi más una zancadilla. Me sacaron tarjeta amarilla y me sancionaron con dos partidos. Tengo un recorte de periódico, que guardaba mi padre, que pone «El método Górriz. A partir de ahora un jugador que no es expulsado podrá ser sancionado por el comité».

Fue la primera vez que se sancionó una tarjeta amarilla con dos partidos de sanción. Dijeron que Maradona se había lesionado y me sancionaron. Luego puse al público de acuerdo. La mitad se cagaba en mi padre y la otra mitad en mi madre.

Ese vídeo lo vi en una web argentina y criticaban mucho vuestra dureza. Sin embargo, no tengo recuerdo de que fuerais tan duros.

Agustín era un jugador súper contundente, pero nunca le he visto hacer una entrada de lesión. Y yo tampoco. Hacíamos entradas fuerte, sí, pero siempre disputando el balón. A veces, por llegar tarde, podía haber alguna entrada más fuerte de lo normal, pero no éramos jugadores para nada sucios y nunca hacíamos una entrada desleal.

Todos los equipos hacían entradas duras. Te ibas al Madrid de Benito y compañía o al Atlético Madrid de Ovejero, el Athletic de Goiko, Liceranzu… Y los delanteros también eran bravos. Iban a la pelea, metían los codos… sobre todo los uruguayos. Era un fútbol diferente y se permitía más.

Cuándo la directiva de la Real decide cambiar a Ormaechea por Toshack, ¿crees que hacía falta un cambio?

Creo que sí. No sé si el cambio tenía que ser Alberto.

A aquel equipo lo castigó mucho el Mundial 82. También lógicamente la edad. Hay una serie de cambios muy importantes y estuvimos dos, tres temporadas que no nos clasificábamos para Europa y hacía falta algo. Alberto era un entrenador muy de casa, muy de aquí y probablemente, el cambio que tuviera en la cabeza no era el que la directiva quería hacer. Al final, algo había que hacer. Vino Toshack con ideas diferentes, con mucha personalidad y cambió cosas importantes.

Uno de esos cambios fue introducir la defensa de cinco. ¿Te resultó más cómodo ese sistema?

Sí, más cómodo. Deja menos huecos por el centro. Tú estás pendiente de tu marcaje, pero son dos centrales muy juntos con un libre por detrás. Larra había jugado de pivote defensivo, por delante nuestro, pero cuando llega Toshack ya pone la defensa de cinco y lo pone atrás de nosotros dos. Los laterales eran más ofensivos que defensivos, pero esa defensa te da más seguridad. Estás más arropado, sobre todo por el centro.

Con Toshack hay un día muy recordado, en Oviedo, que os hace madrugar después de haber perdido. ¿Fue un gesto de cara a la galería o estaba justificado?

Yo creo que fue un puñetazo encima de la mesa. Toshack tenía un carácter muy particular, pero de tonto no tenía un pelo. Todo lo hacía muy medido, muy pensado. Era un entrenador listo como él solo.

Hicimos un partido horroroso. Nos fuimos a dormir y él no lo digería. Estoy seguro de que le estaría dando vueltas y pensaría «esto no puede quedar así».

Cuando nos despertaron yo creía que era la hora de salir, miré la hora y pensé «¡ostia! Nos han gastado alguna broma». Pero no podía ser, porque nadie tiene ganas de hacer bromas cuando has hecho un partido malo. Llegamos al autobús todos con un morro… Hicimos el viaje sin hablarnos, sin música, todos callados. Fue un viaje duro, muy tenso y encima nos trajo directos a Zubieta a entrenar.

Pero vosotros erais un equipo serio, muy profesional. No sé si ese gesto de Toshack no podía haber tenido un efecto contrario.

A ver, lógicamente no te sienta bien. Pero tienes tu parte de responsabilidad. Somos profesionales y yo lo veía desde el punto de vista de que habíamos hecho un partido malo. Lo que sí me sentaba mal de Toshack es que, igual un día habías hecho un partido malo y te decía «Bixio, ayer día malo en la oficina» y pensabas: Igual tú también has tenido un mal día, de planteamiento o que tenías que haberme cambiado antes, que eres tú quien tiene que tomar las decisiones.

Quizás echaba en falta que, en algún momento determinado, se echara la responsabilidad a sí mismo. Pero que nos la echara a nosotros me parece lo correcto. Habíamos hecho un partido malo y actuó de esa manera. Nos llevamos una rabieta, pero al final quedó como una anécdota.

Tengo el recuerdo de que la Real de los ochenta era un equipo muy fuerte en los corners.

Con Alberto Ormaechea, cuando íbamos ganando, de los dos centrales sólo subía uno. Si subía Gajate, yo me quedaba y viceversa. Sin embargo, cuando vino Toshack cambió eso y Gajate y yo siempre subíamos a los corners.

Teníamos una jugada muy típica, que sacábamos al primer palo y Agustín o yo la peinábamos al segundo. Mira, en la semifinal de Copa que le ganamos al Athletic, el gol de San Mamés fue así. Bakero marcó de cabeza en el segundo palo. Sí creábamos peligro con esas jugadas.

Toshack para eso era más abierto. De hecho, una temporada marqué siete goles. Me solía poner de punta cuando el partido se nos complicaba. Antes de que Cruyff lo hiciera con Alexanco en el Barça, lo hizo Toshack aquí conmigo.

¿Todos los goles que has metido en tu carrera han sido de cabeza?

No. Por ejemplo, ahora me viene a la cabeza una semifinal de Copa contra el Madrid que ganamos 0-4 en el Bernabéu y yo metí el primero con la zurda. Salté de cabeza en un córner con Buyo, nos caímos, el balón se quedó botando, le pegué con la zurda y entró. Luego ya les metimos otros tres. De las pocas veces que nos han aplaudido en el Bernabéu. Pero es que jugamos un partidazo.

Luego fue una pena perder la final, porque estábamos bastante mejor que el Barça. Fue un partido malo, que hubo muy pocas ocasiones. Ellos nos metieron un gol, de Alexanco y perdimos. Lo pasé mal por toda la gente que había ido. Ese año quedamos subcampeones de Liga y de Copa.

Si el Barça no ganaba esa final, se quedaba por primera vez en su historia fuera de Europa. Luego Txiki, Bakero y Rekarte se fueron al Barça y nos dejó todo trastocado.

Aquella semifinal contra el Athletic, que empatasteis en Atocha y ganasteis en San Mamés, sería un momento muy grande para vosotros.

En Atocha acabamos el partido prácticamente con nueve en el campo, porque Toshack había hecho los dos cambios y tuvimos dos lesionados, que no podían casi ni moverse. Me acuerdo que el Athletic se dedicó a perder tiempo. Pasaban el balón para atrás, querían dejar pasar el tiempo y resolver la eliminatoria en Bilbao.

Terminó el partido, entramos al vestuario y nos dio un subidón pensar: «¡Cago en Dios! Si nos han tenido aquí y no nos han machacado». Nos dio fuerza para jugar allí. El partido fue también muy igualado, muy competido, pero marcamos aquel gol y les eliminamos.

¿De la final que ganasteis el año anterior qué recuerdo tienes?

Que hacía un calor tremendo. De eso se acuerda todo el mundo que fue. Se jugó un 27 de junio en Zaragoza. Antes que nuestro partido jugaban Yugoslavia y España sub-19 o no sé qué. Recuerdo que con la selección española estaba David Billabona. Nosotros calentamos detrás de una portería, mientras se jugaba el partido.

La final fue muy dura. Toshack me echó la bronca, porque el gol que marcaron ellos hicieron unas paredes y yo me había adelantado un poco y tenía que haber estado encima de Da Silva. Pero luego ganamos, menos mal.

Cuando juegas una final y llegas a penaltis. ¿Qué supone tener a Arconada en el equipo?

Te da una garantía. Sabes que tienes a un portero que debajo de los palos es el mejor. Vas con cierta ventaja. Estoy convencido de que el delantero, cuando va a tirar un penalti, también estudia al portero. Arconada, desde luego, lo tenía todo estudiado seguro. Sabiendo cómo era él…

¿Qué supuso aquel título de Copa?

Como la primera Liga no hay nada. Por todo lo que hemos comentado de que fue más que un título deportivo. El segundo título de Liga también fue muy bueno, por ser en un derbi, en Atocha… pero no llega a la altura de lo de Gijón. Y la Copa, para mí, está por debajo de esos dos títulos. Aún siendo un partido súper especial.

Poco después de aquello la directiva decidió volver a fichar extranjeros y eso generó un debate importante entre la afición. ¿Cómo recibisteis vosotros a Aldridge?

Pues el mismo debate que se generó entre la afición, lo tuvimos dentro del equipo. Era un cambio importante para nosotros. Pero creo que en la Real hay una cosa que se mantiene y es que, al jugador que viene de fuera, se le acoge muy bien. No sé qué fama tenemos los vascos por ahí, pero me consta que, el que viene de fuera a la Real, no se puede ir descontento del trato recibido. Y en aquella época era igual. Además Aldridge era un fenómeno de tío, un gran compañero. Encajó muy bien y nos dio mucho.

Era un jugadorazo. Tenía pinta de cualquier cosa menos de futbolista. Delgadito, pero se pegaba con todos, en el campo sacaba la cara por todos los compañeros y luego era goleador. Tenía un olfato de gol… Parecía torpe, pero era un depredador. Bueno, venía del Liverpool, que no era un don nadie.

Por esa época te llaman por primera vez para la selección. No es muy habitual debutar con la selección a los 30 años.

¡Que va! Yo no me lo esperaba para nada. Sí había un runrún de que Luis Suárez buscaba un central, porque en el sorteo para el Mundial a España le habían tocado Eire e Irlanda del Norte, dos selecciones de estilo británico, con delanteros potentes por arriba. Se hablaba de Juanito, del Atlético Madrid, Patxi Ferreira del Athletic y se hablaba también de mí. En un derbi me dijeron que había venido Luis Suárez a vernos y aquel día me salió un buen partido.

Debuté contra Eire en Sevilla. Jugaron de delanteros dos armatostes. Primero me di de hostias con Cascarino. Lo cambian en el minuto 80, íbamos ganando 2-0 y pensé «bueno, a este ya lo he abatido» y meten a Quinn, que medía dos metros. ¡Otro tronco!

¿Cómo te enteraste de que estabas en la convocatoria para el Mundial?

Cuando iba a salir la lista, la prensa de Madrid sacaba los posibles candidatos. A mí me sentó mal que, en esas listas que sacaba el As o el Marca, metían a 40-45 jugadores y no estaba yo. Joder, había jugado cinco partidos de ocho en la fase de clasificación. En una lista de 45 jugadores, ¿tendré que estar, no?

Me acuerdo que el día que sacaron la lista definitiva estábamos en Zubieta. Iñaki Anza, que era masajista de la Real y de la selección, salió del vestuario y me dijo que estaba en la lista. Ahí ya paramos el entrenamiento, me dieron un abrazo, me felicitaron…

¿Se presiona desde la prensa de Madrid a la hora de hacer la selección?

En esa época sí. Ahora no sé a qué niveles estará la presión del periodismo. Pero cuando hay una lista para el Mundial o la Eurocopa, los medios más potentes siempre hacen su presión. Quizás porque da más juego que vaya gente del Madrid o del Barça, que de la Real o el Villarreal.

¿Quiénes jugasteis de defensas aquel Mundial?

El primer partido, contra Uruguay, yo salí de suplente. Me sacó porque jugamos tan mal, que íbamos a perder. Francescoli falló un penalti. Yo creo que ahí se acojonó y empezó a jugar como jugaba Toshack, con línea de tres centrales. Ahí nos puso a Andrinua, Sanchís y a mí, le ganamos a Corea y luego a Bélgica 2-1, que marqué yo el gol. Luego perdimos con Yugoslavia en la prórroga. Jugamos bien y teníamos que haber pasado, pero en el Mundial te la juegas a un partido.

¿Cómo recuerdas el gol contra Bélgica?

Subí al córner con la ilusión de poder rematar un balón. Michel, entre otras cosas, tenía un toque de balón tremendo. En cuanto la tocó, sabía que era mía. La rematé bien, hacia un poste y fue gol. En ese momento me vinieron a la cabeza mi familia y mis amigos.

Luego, contra Yugoslavia, tuve una más fácil, pero no la metí. Dudé entre rematar o pasarla al centro y en esa duda, se la eché al portero. Me dio mucha pena, porque me hacía mucha ilusión jugar contra Argentina y nos hubiera tocado en cuartos. Estábamos jugando bien y podíamos haberles ganado.

¿Cómo fue la experiencia de jugar un Mundial?

El Mundial es diferente. Luis Suárez era la figura de aquella selección. Ni el Buitre, ni Michel, ni nadie; la figura era Luis Suárez, porque en Italia era Dios.

Tenía mucho miedo a la prensa. Siempre nos decía que tuviéramos cuidado con lo que decíamos. Me acuerdo que, en una reunión de los jugadores, se habló de que Televisión Española nos daba cien millones de pesetas, que era un pastón, para repartir entre el equipo. A cambio pedían que, la víspera del partido, en el prepartido y el postpartido, elegían a los dos jugadores que quisieran para hacerles entrevistas.

Lo discutimos entre los jugadores y yo les decía, «no sé la importancia que le daréis a esto, pero a mí me parece muy buena oportunidad. Entiendo que alguno de vosotros igual no le dais tanto valor, pero para mí es un pastón. Encima la prensa os va a pedir entrevistas a vosotros, no a mí. Pero creo que deberíamos votar que sí».

Votamos y salió que sí. Luego vino Luis Suárez y dijo que no. No vaya a ser que por darles esto a TVE se vayan a enfadar los de la SER o la COPE. Tenía mucho miedo a la prensa y nos quedamos sin ese dinero. En el Mundial se reparte mucho dinero en cosas de esas, primas por ganar…

Después del Mundial llegaron a la Real Carlos Xavier y Oceano. Con ellos os solíais juntar a cenar los veteranos del equipo en casa de Carlos Xavier, que tengo entendido que es un buen cocinero.

Sí, siempre hacíamos esas cenas en su casa. Nos juntábamos una vez al mes, más o menos. Con Carlos hicimos mucha amistad. Es una persona muy familiar y muy cocinitas. Tiene un restaurante, la Tasca de Xavier o algo así. Ahora le he dicho que voy a ver el partido de Champions con el Benfica y enseguida me ha dicho que nos vemos allí. Oceano y Carlos Xavier se integraron muy bien en la Real. Kodro también, pero vino en una situación muy jodida.

¿Cómo vivisteis la situación de Kodro?

Nos enteramos de que había alguien a prueba en Zubieta que venía de Bosnia con una situación muy jodida. Estaban en plena guerra allí. Luego ya Toshack nos dijo que se iba a quedar con nosotros. La verdad es que, se le veían muy buenas condiciones, le pegaba muy fuerte al balón, pero en los entrenamientos no daba ni una. Se le veía muy descentrado.

Claro, luego nos contaron su situación personal, que estaba intentando traer a su familia, que habían matado a un amigo suyo… unas cosas que nos quedamos todos alucinados y se fue integrando poco a poco.

Por esa época os vais retirando Gajate, Larrañaga y tú.

Agustín lo dejó la misma temporada que yo, pero unos meses antes, porque tenía la rodilla hecha polvo. Ya durante la pretemporada Toshack nos junta a Larra, Agustín y a mí y nos comenta que habíamos dado mucho a la Real, que nos lo tomáramos con más tranquilidad. Que lo disfrutáramos a tope, porque había otros jugadores que tenían que tomar responsabilidades y no nos podía decir si ese iba a ser el último año o no.

Luego el fútbol te va cambiando los planes, porque fue un año duro para nosotros y acabé jugando bastantes partidos con la responsabilidad de siempre. Pero la intención de Toshack era que disfrutáramos de la temporada y que fueran entrando otros jugadores.

¿Como os lo tomasteis vosotros?

Bueno, con cierta normalidad. Ya teníamos 35 años, yo físicamente estaba fuerte, pero ves que es normal. Venían otros jugadores. Estaba Iñaki Alaba y había otros jugadores que estaban llegando. Poco a poco te vas haciendo a la idea de que se termina.

Tu despedida coincidió con el último partido en el estadio de Atocha.

Sí. Yo pensaba que iba a ser un día triste para mí. Toda la vida en la Real, el campo estaba casi lleno… Pero es otro recuerdo bonito que me ha quedado, despedirme con Atocha.

¿No se te pasó por la cabeza seguir, aunque fuera un año, en Anoeta?

No, nunca. De hecho, Toshack me dijo, ocho partidos antes de terminar la temporada, que no iba a seguir y me ofreció hacer la despedida en el último partido de Atocha o en la inauguración de Anoeta. Me dijo piénsalo y me dices. Me salió directo. No tenía nada que pensar. A mí Anoeta no me decía nada y Atocha es mi vida, es todo.

Luego Uranga me dijo «Bixio, para tu despedida, como hay que ponerte la insignia de oro y brillantes, ¿tienes especial interés en que te la ponga alguien en concreto?» Le dije, «si me das a elegir, prefiero que sea Agustín».

¿Y te la puso Gajate?

No. Fui a hablar con él y me dijo «si no te importa, Bixio, prefiero que te la ponga otro. Ya sabes que a mí no me gustan esas cosas. Te prometo que voy a estar muy cerca tuyo, pero no me hagas ponerte la insignia». Como le conozco, sé de su timidez, le dije que no se preocupara y al final me la puso Uranga. ¿Sabes dónde estaba el cabrón de Agustín el día de la despedida? Con la tamborrada de la Peña Anastasio dando la vuelta al campo y tocando el tambor. Vino, me dio un abrazo y se echó a reír. Le dije «¡Qué hijo puta eres! ¡Osea que ibas a estar cerca de mí eh!» (risas).

¿Cómo viviste el partido?

Estuve en el banquillo. Yo pensaba que iba a estar muy triste. No estaba metido en el partido, estaba pensando en mí. Pero, por otro lado, el ambiente era tan bonito. Los jugadores estaban conmigo. Oceano marcó y vino al banquillo para dedicarme el gol, al acabar el partido me levantaron, todo el público aplaudiendo… Además Toshack me sacó para los últimos 7-8 minutos y despedirme en el campo también fue una gozada. Luego quería jugar ese partido 600 en el Nou Camp, pero me queda un sabor de boca de la ostia.

Yo creo que ese día a mí me sacó al campo la Peña Mujika. Alguna vez lo he comentado con mi mujer, que Toshack igual no me hubiera puesto, pero como la Peña Mujika empezó a corear mi nombre no tuvo más remedio.

Lo has contado muchas veces, pero cuéntame la conversación de aquel día con Toshack en el vestuario de Atocha.

Toshack es muy especial. Si le conoces un poquito, va mucho con su forma de ser.

Termina el partido contra el Tenerife, damos la vuelta al campo, me levantan a hombros… todo el homenaje y ya nos vamos para el vestuario. Yo siempre me duchaba tarde, me gustaba relajarme un poco después de los partidos. Siempre salía tarde y ese día no fue diferente.

Solté toda la adrenalina que llevaba dentro, me ducho y estaba peinándome frente al espejo que teníamos en el vestuario, un espejo grande y veo que viene Toshack por detrás. Me pone el brazo en el hombro y me dice «¡hombre, Bixio! Día especial, bonito». Y yo «sí, sí, muy bonito».

Entonces me dice «¿Cuántos partidos has jugado con la Real?». En cuanto me lo preguntó pensé «esto viene con vuelta». Le digo «599». «¡Qué número más bonito!» me dice y le respondí «sí, pero el 600 es mucho más bonito y me hace mucha ilusión». «¡599 eh!» me dice y se va. Por la forma en que me lo dijo deduje que no me iba a sacar en Barcelona. Salí fuera, me encontré con mi familia y les dije lo que había pasado. A mí padre no quise decirle nada.

Luego, durante la semana, me tuvo entrenando con lo que llamábamos el carro del pescado, la gente que estaba lesionada o no iba a ir convocada al próximo partido. Yo ya vi que no me iba a convocar. Llega el viernes y entro en la convocatoria. Claro, ahí vine a casa como una moto. Si me llevaba era para jugar, no me va a llevar para dejarme en el banquillo.

Saqué entradas para el partido y vinieron mi mujer, mi padre, mi cuñado… Nos mandó calentar en el minuto 30 del primer tiempo. Empieza el segundo tiempo y le pregunto «¿qué hacemos? ¿nos sentamos?». «No, no, seguid calentando» me dice. Me puse a hacer los ejercicios delante de él, para que me viera y él me decía que me apartara.

Nos tuvo calentando hasta el minuto 30 del segundo tiempo, que hace el último cambio y saca a Luis Pérez. En ese momento lo hubiera agarrado del cuello y lo hubiera matado. Estaba muy triste. De hecho, terminó el partido, mi familia se fue con Oceano a cenar y yo me quedé en el hotel. Me dejó hundido.

Los periodistas le reprocharon que había tenido un gesto muy feo conmigo y dio una respuesta muy suya: «yo en el Liverpool metí 126 o 129 goles y me hubiera gustado meter 130», como diciendo que todo tiene un fin. Pero fue cruel por la forma en que lo hizo.

¿Por qué crees que lo hizo?

Por su forma de ser. Por ser protagonista, no por hacerme daño a mí. Agustín me lo ha dicho mil veces, «ya sabes cómo es Toshack. Él ha dicho, Bixio ya está en la historia, porque tiene sus 599 partidos. Pero, de esta manera, van a hablar de los dos».

¿Tan calculador es?

Estoy segurísimo de que lo hizo por eso. Pensaría «van a hablar de ti y van a hablar de mí». Él tiene que ser protagonista. Pero con Toshack me llevo muy bien. En ese momento lo odié, porque fue muy cruel, pero me llevo bien.

Con la perspectiva del tiempo, ¿hubieras preferido jugar ese último partido en Barcelona?

(«Bixio» tarda en responder) No me han hecho nunca esa pregunta. Casi me lo estoy pensando ahora. Tengo muchas dudas, pero creo que no. Es cierto que el partido 600 me hacía mucha ilusión, pero, si lo pienso ahora, esa despedida tan bonita… en el Nou Camp hubiera sido diferente. Me hubiera contado un partido más y hubiera jugado 600, que es una cifra muy llamativa, pero me quedo con Atocha.

¿No te planteaste seguir jugando en algún otro equipo?

Sí tuve opciones, porque, un poco antes de terminar la temporada, me llamó Miguel Santos para preguntarme a ver qué planes tenía. Yo nunca he tenido representante, pero me comentó que Jesús Gil había cogido el Marbella, que estaba en Segunda División. Había hablado con él y me ponían casa en Marbella y me pagaban creo que 15 millones de pesetas al año. ¿En segunda división 15 millones? ¿En un equipo que acaba de subir?

No, no, le dije, déjate. Me voy de vacaciones, quiero desconectar y a la vuelta quiero organizar mi vida. Tenía una tienda de deportes con Genaro, aquí en Irún. Mi idea era hacerla sólo de fútbol, que era lo que dominaba.

Después de la primera jornada de Liga me vuelve a llamar Miguel Santos. Me dice que tiene mucha amistad con el presidente del Valladolid, que tenía gente un poco inexperta en defensa. Habían perdido el primer partido en casa y estaba acojonado. Miguel le habló de mí y que estaban encantados. Me pagaban lo mismo que me había pagado la Real el último año. Ahí lo comenté con mi mujer, pero tenía tan buen sabor de boca de la Real.

Me había ido sin lesiones, jugando casi hasta el final, con una despedida de puta madre. Me voy a ir a Valladolid, igual me lesiono el primer partido o me sale mal año; pueden pensar que he ido a robar, tengo que jugar contra la Real, que no me hacía a la idea… Al final le dije a Miguel que no, que ya me había hecho a la idea, me había retirado con un buen sabor de boca… Y creo que acerté.

No sé si le das importancia, pero aquella decisión te convirtió en one club man.

En ese momento no se le daba importancia a eso. Ahora sí, es un orgullo, claro. Pero fue más por una decisión personal.

No todo es dinero. Tampoco tenía nada, porque la tienda de deporte no fue demasiado bien. Estuve de comercial de hostelería un tiempo, pero lo dejé y menos mal. El cambio del fútbol a otra profesión fue un momento difícil.

Mi sueño hubiera sido haberme quedado en la Real entrenando a niños. No quería entrenar a mayores, quería niños y educarles en valores del deporte. Explicarles lo que te da el deporte, lo que te vas a encontrar… Pero no había esa posibilidad. El club no estaba tan profesionalizado como lo está ahora.

Una curiosidad sobre tu despedida. Ese día te lanzaron una bufanda desde la Peña Mujika. ¿Sigues llevándola a Anoeta?

No, la perdí. La he llevado al fútbol muchos años. Me la tiraron desde la grada al terminar el partido de despedida. Cuando salí del campo un chico me dijo que era suya, pero que si me la iba a quedar, me la regalaba. Y la llevé siempre. Hasta que un día fuimos a comer al Illarra, allí por Igeldo, se me debió caer del coche y la perdí. Llamé al restaurante a ver si estaba y fui, por si la encontraba por donde había aparcado, pero nada. Sigo yendo a Anoeta con bufanda, pero ya no es la misma.

¿Cómo era Imanol como compañero de equipo?

Lo que me llamó la atención de él es que era un chico muy sencillo. Un tipo callado y muy observador. Había otros chavales más descarados, pero este se quedaba observando. Un poco como me pasó a mí cuando entré el primer día en el vestuario de la Real. Te fijabas dónde dejaban los veteranos su percha y en el sitio que sobrara te ponías tú. La sensación que me dio es que él era de ese estilo. Nunca hubiera pensado que nos iba a dar tanto como nos está dando.

Es un tío que lleva a la Real en el corazón, un profesional como la copa de un pino. Llega el primero y se va el último. Siempre que voy a Zubieta ahí está. Le encanta la cantera, estudia a todos los chavales. Siempre he dicho que a la Real le ha tocado el gordo con él, porque estoy seguro de que le sale tirado de precio. Cobrará bastante menos de lo que cobraría alguien de fuera y que hubiera dado la mitad de lo que nos está dando él.

Me recuerda mucho a Alberto Ormaechea. En el estilo, en la forma de ser, es muy discreto. En el físico, su forma de actuar, cuando suelta alguna bronca, igual que hacía Alberto. Es muy noble, nunca hace gestos despectivos hacia un contrario. De vez en cuando le sale el ramalazo de la Real, pero es normal, porque eres campeón de Copa, le has ganado al Athletic y sabes lo que significa. ¿No te va a salir en ese momento? ¡Como para no saltar!

¿Cómo ves a la Real hoy en día?

Estamos en la cresta de la ola, pero esto no viene de ahora. Es un trabajo que viene de muy atrás. Yo creo que el punto de inflexión quizás fue cuando bajamos a segunda. Todo el lío, los problemas que hubo… quizás también nos unió.

Como me pasó a mí el día que Alberto me cambió y se me cayó el mundo, la Real también pasó momentos duros, muy malos. El descenso, económicamente muy mal, lleno de deudas… cosas que aquí no habían pasado nunca. Gracias a Dios salió Aperribay, que yo no le conocía, pero con el tiempo me he dado cuenta de que hace una gestión de chapó. Un tío normal que no destaca en nada. En lo que no domina coloca a gente para que haga ese trabajo y en lo que él controla es muy bueno. Las cosas no salen tan bien por casualidad.

Eres el presidente de la asociación de veteranos.

El presidente había sido siempre Castivia, un señor en todos los aspectos. Cuando falleció, estos cabrones, me refiero a Perico Alonso, el «Chino» Martínez, Uranga, Salva Iriarte… se juntaron y me lo enchufaron. Y como no sé decir que no, acabé de presidente. Pero bueno, ahí somos todos iguales y ahora están entrando también las chicas.

¿Seguís haciendo el taller de fútbol y reminiscencia?

Sí. Creo que el proyecto más importante que tenemos entre manos es este, porque, al final, la función de la asociación no es la deportiva, es la social. Ayudamos a compañeros que puedan tener problemas de salud, de trabajo o económicos. Pero la joya de la corona es el taller de fútbol y reminiscencia.

Loinaz es el dinamizador y yo le suelo acompañar. Luego, si el taller es en un centro de Oñati, igual llevamos a Santi Idigoras. Otras veces ha venido Satrus, Zamora también, Kortabarria o López Ufarte.

Los talleres los hacemos para gente que tiene ya ciertos problemas de memoria. Se suelen hacer doce sesiones en cada centro, una a la semana y el objetivo es trabajar la memoria a través del fútbol.

¿A lo largo de las sesiones notáis mejoras?

Todo esto está supervisado por los profesionales de cada centro. Si en un momento determinado nos dicen que no aporta nada, se deja de hacer y se hace otra cosa o no se hace nada. Pero, hasta ahora, lo que nos transmiten es que sí que aporta y nosotros también lo notamos. Yo me he encontrado con gente que lleva años en el centro sin hablar con nadie e igual durante la semana pregunta a ver cuándo vamos a ir.

Algunos no cuentan mucho, pero otros empiezan a contarte anécdotas de cuando iban al fútbol y los cuidadores se quedan alucinados. El fútbol para eso tiene un valor especial.

Una última pregunta, ¿qué supone para ti ser el jugador con más partidos en la historia de la Real?

Es un orgullo. Yo de joven no tenía el sueño de jugar en la Real. Luego, cuando llegué al Sanse, pensaba «a ver si juego un partido por lo menos que pueda decir que he sido jugador de la Real». Luego vas cumpliendo etapas, ves que estás jugando titular, que no te quitan. Pasa el tiempo y has jugado quince temporadas.

A mí la Real me lo ha dado todo. Es que hubiera jugado gratis aunque fuese un solo partido y encima me han pagado. Y ser el que más partidos he jugado en la historia es algo que es imposible que hubiera podido imaginar. Zamora siempre me dice que si no hubiera tenido la lesión habría jugado más. Ya, pero yo no tuve ninguna. Tú eras mucho mejor jugador, pero yo no tuve lesiones.

En toda la historia de la Real sólo hay cinco jugadores que hemos pasado de 500 partidos. Estoy yo, Larrañaga, Zamora, Arconada y Xabi Prieto. Posiblemente lo batirá Oyarzabal, si sigue y no tiene lesiones. Es un perfil de jugador que puede batir este récord. Lo tiene en la mano.

¿Te daría rabia que te lo batiera?

A ver, todos tenemos un punto de vanidad. En mi caso no mucho, pero sí tengo el orgullo de ser el que más partidos ha jugado. Entiendo que es algo que te pueden batir, pero, el que lo haga, lo va a hacer porque ha sido súper importante en la Real, porque cualquier jugador no llega a esos números. Y si el que me bate es Mikel Oyarzabal, pues sería bonito, porque es un jugador que ha demostrado unos valores de club, además de ser un jugadorazo.

Tiene un compromiso con el club, con el vestuario, sabe transmitir lo que es ser el capitán. El ejemplo que da, porque los jugadores ven que Mikel Oyarzabal no se va a ningún sitio, que está orgulloso de la Real y eso hace que otros se queden también. Así que, si lo bate él, seré el primero en darle la enhorabuena.

4 Comentarios

  1. Puto crack!!! Esa Real era mi equipo de crío con 6/7 años… Ahora Osasuna ocupa todo pero siempre te acuerdas del primer amor

  2. Buff… Que gozo de entrevista. Cuando se encuentra la persona adecuada el periodista sólo tiene que acompañar y disfrutar. Felicitaciones y gracias

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