Opinión

Los entornos seguros que siguen reclamando las jugadoras, que todavía brillan por su ausencia y de los que se siguen burlando

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Aitana Bonmatí en Salvados (Foto: Atresmedia)

Comenzamos la semana pasada viendo en prime time con fondo de música épica, pausas para la publicidad y el aviso del presentador: «A la vuelta verán a Jenni Hermoso romperse» la declaración entera, enterita de la jugadora ante la fiscal del caso Rubiales y la hemos terminado con Aitana Bonmatí reconociendo haber sentido nerviosismo y ansiedad, afirmando en el programa Salvados que «no esperaba más de mis compañeros masculinos» y a medallistas olímpicas y campeonas mundiales como Ona Carbonell, María Pérez o Carolina Marín señalando la discriminación que han vivido por parte de los medios de comunicación por el hecho de ser mujeres, los comentarios sexistas, el menosprecio. Entre medias supimos además que Jenni Hermoso ha pedido protección para declarar delante del juez una vez que ha constatado que lo que debería ser un espacio seguro -declarar ante la fiscal- no lo era. También que Patri Guijarro, que no acudió al Mundial pero a la que convocaron para los partidos de la Nations League, ha tenido que recibir ayuda psicológica para gestionar todo lo que ha pasado y que aún no está disponible para la selección. Sigue sin parecerle que sea un espacio seguro. Una expresión de la que hacen burla los que siguen sin entender nada porque no les da la gana y es una elección. Es ideología.

Si en un caso tan visible como el de Rubiales donde todo el mundo ha sido testigo ya no sólo del beso sin consentimiento, ni del tocamiento de huevos, sino de las frases y los aplausos en la Asamblea, los comunicados en los que señalaban a la futbolista, de la amenaza implícita en la primera convocatoria de Montse Tomé, de las explicaciones de las capitanas Alexia Putellas e Irene Paredes en las que especificaron sus quejas, sus nervios y su agotamiento, de las filtraciones de la declaración de Jenni Hermoso y de sus conversaciones por Whatsapp y todavía sigue habiendo quien pone en duda la agresión, el acoso, la coacción en horario de máxima audiencia y con una experta que apuntó a que la jugadora se tocaba la nariz y eso quiere decir que mentía, apaga y vámonos.

Un entorno seguro es justo lo que no han tenido, ni todavía tienen, las futbolistas que han ganado un Mundial histórico y que en lugar de poder disfrutarlo como correspondía han estado sometidas a una presión y estrés que en ningún caso se merecían. Y lo han hecho solitas, sin el apoyo de sus colegas masculinos ni de una Federación que ha ido siempre a remolque, protegiendo a los suyos y con una brutal resistencia al cambio.

Mientras, la selección masculina ya se ha calificado para la Eurocopa de Alemania tras vencer a Noruega con Luis de la Fuente al mando. El mismo que aplaudió a Rubiales en la ya célebre Asamblea y que no supo después explicar por qué, pero que hace una semana afirmaba que en España no hay machismo, ni racismo y que el día que tenga que ir a declarar a la Audiencia lo hará y se volverá a casa tan feliz. Y tiene razón: continúa viviendo en una sociedad, en un sistema, en la que sus gestos y palabras no le suponen un impedimento para el ejercicio de su profesión por mucho que se venda que la cultura de la cancelación les está jodiendo la vida. Él tan feliz y Aitana Bonmatí, considerada como la actual mejor jugadora del mundo, la más que probable próximo Balón de Oro, declarando en Salvados: «Cada vez que íbamos a la selección, en lugar de disfrutar, sufríamos». Pero no les hables de entornos o espacios seguros, que les da la risa. Miserables.

Un comentario

  1. Creo que el único espacio seguro para quienes sufren estos delirios es el jardín de la López Ibor.

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