Entrevistas

Roberto Alaiz: «En atletismo, no hay límites si te dopas, si haces trampas, pero claro que los hay y tienes que saber dónde están»

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«¿Alguna victoria que recuerdes con especial cariño?», preguntamos en un momento dado a Roberto Alaiz (León, 1990). «Tío, soy el eterno segundón…», responde. Es verdad que prima la plata en el repertorio mineral del medallero de este atleta que nos recibe en una tienda de material deportivo llamada Kamariny, nombre de resonancias keniatas, cuyo origen nos explicará más tarde. Charlamos en un sofá, al lado de una tele con un partido de fútbol en mute, rodeados de pequeñas fotos enmarcadas, en la mayoría de las cuales, vistas de lejos, adivinamos un pantone africano: esa tierra rojiza de la sabana. Alaiz ha estado varias veces en Kenia, en Iten, la meca mundial del fondo. Dos cosas nos interesan destacadamente de Alaiz. La primera, su calvario con las lesiones: un lustro de quirófanos, recuperaciones y recaídas del que creyó que su carrera no se recuperaría, pero se recuperó, y ahora pone sus miras en el Mundial de Budapest 2023 y las Olimpiadas París 2024. La segunda, su relativamente poco habitual dureza contra el dopaje, que contrasta con un paisaje de lenidad, medias tintas y denuncias por lo bajini. «A mí, la gente que no se queja de esto, o que no lo condena, o que no dice nada, me parece subnormal», nos dirá. Este «eterno segundón» lo ha sido a veces de atletas que han sido positivo a lo largo de su carrera. Y, claro, da rabia. A nuestra conversación, interrumpida un par de veces por la despedida de un compañero de la tienda que termina turno y las preguntas de un grupo de clientes, le faltarán diez minutos para durar dos horas.

Roberto: naces en León en 1990 ¿A qué se dedicaba, se dedica, tu familia?

Mi padre fue policía hasta los sesenta años; está jubilado ya. Y mi madre trabajó toda su vida con mi abuelo, que tenía un taller de camiones, hasta que mi abuelo se jubiló. Después, hizo un módulo, un grado superior, de cocina y ahora trabaja como cocinera itinerante, en servicios públicos, el Hospital de León…

¿Te crías en León ciudad?

En León, sí, sí. Los veranos los pasábamos en Villaquilambre, en la carretera de Santander, en una casa familiar con piscina. Yo, luego, estuve viviendo ahí una temporada, tres años.

¿Cómo llegas al atletismo?

De pequeño hice todos los deportes a nivel medianamente federado, y medianamente bien. Me encantaba esquiar, patinar, jugar al fútbol, a fútbol sala, el kárate… Con el atletismo empecé ya cuando tenía doce o trece años. Hacía fútbol y atletismo. Pero en fútbol, estaba en un equipo muy modesto que perdía muchas veces. Me lo pasaba en grande con el equipo, pero me gustaba ganar; tenía ese afán competitivo. Disfrutaba entrenando, pero cuando llegaba a los partidos, ya no lo disfrutaba tanto. Y en atletismo, sí, empecé a ganar cosas, cosas pequeñitas, aquí en León. El atletismo, al final, si lo haces bien, tienes una contraprestación positiva; y en cambio en fútbol puedes hacerlo bien y que el equipo pierda.

Esto que les ha pasado a futbolistas que fueron muy buenos, grandes estrellas que marcaron una época, pero nunca consiguieron nada con sus selecciones, que eran modestas: George Best, Shevchenko…

Claro, por ejemplo, sí, sí. Luego, el atletismo me daba algo que no me daba ningún otro deporte, que es la extenuación. Con todo deporte generas endorfinas, pero el atletismo era como… más. Todo era más. De hecho, ahora, cuando he estado mucho tiempo lesionado y haciendo bici, no me ha dado lo que me da correr. Es un deporte con partes anaeróbicas: imagínate subir un puerto. Pero realmente es aeróbico. Llegas reventado, pero como correr, que puede ser a lo que más se parece, nada. También hice natación: estuve nadando mucho. Pero no hay nada que me enganche tanto como correr.

¿Había afición al deporte en tu familia?

Sí, sí. Mi padre ha hecho deporte toda la vida, lo mismo que yo. Me llevaba a esquiar ya con tres años. Esquiaba, jugaba a baloncesto… Ahora hace mucha bici, porque le operaron de los pies, y el médico solo le deja hacer deporte sin impacto: nada de fútbol, baloncesto… Solo puede nadar o hacer bici. Sale casi todos los días a andar en bici y dos a la semana o así a nadar. Es súper deportista. Mi madre no tanto, pero viene a ver las carreras.

¿Cómo fue el proceso de tu especialización en las pruebas de larga distancia?

Muy parecido a lo que te leí en la entrevista que le hiciste a Manolo Martínez. Vas de lo más global a lo más específico. Cuando era pequeño, sabía lo que me gustaba y lo que se me daba bien. Era muy, muy, muy delgado y me gustaba correr, pero para lanzar no era bueno, saltar me gustaba pero no era bueno, el salto de longitud me gustaba pero tampoco era bueno… Tenía que ser carreras. Se me daban bien el fondo, el medio fondo, probé la velocidad, pero tampoco era bueno… Vas dándote cuenta de en qué cosas destacas frente a los demás. En las Escuelas Deportivas, aquí en León, trabajan muy bien el deporte base; tenían un plan cojonudo. Ahora se está empezando a hacer un poco con el sprint. Éramos muchísimos niños y nos divertíamos entrenando. Entrenábamos tres días a la semana: dos días todas las disciplinas (un día vallas, otro fondo, otro lanzamiento de vórtex, de jabalina…) y otro un entrenamiento más específico. Con catorce o quince años, empecé con mi entrenador actual, y hasta ahora.

A lo largo de tu carrera, has ido haciendo distancias cada vez más largas, siendo ya largas las que hacías al principio, ¿no?

Bueno, lo que pasa es que cuando eres pequeño… A mí, con catorce o quince años, los tres mil se me hacían larguísimos. Los corría, y también corres crosses, tocas un poco todos los palos del fondo, pero prefieres las distancias cortas. Con dieciocho o diecinueve años, hacía más mil quinientos, y siempre hice obstáculos y dos mil obstáculos; pero luego, cuando he sido mayor, y a raíz de la lesión, que no puedo saltar vallas, he ido cambiando. No soy una persona tan rápida como para hacer mínimas internacionales en mil quinientos, y me tuve que pasar al fondo. Ahora estoy en los diez mil, que es un fondo, pero no es fondo-fondo como el maratón o la media maratón, que ya es en carretera. Sigo estando dentro de la pista.

Cuando vas acumulando años, vas acumulando, también, años de trabajo, de entrenamiento; y cuantos más años de entrenamiento tienes, más volumen aeróbico; y cuanto más volumen aeróbico, mejor capacidad aeróbica, más aptitud para los deportes de resistencia. Por eso la carrera deportiva de cualquier fondista, generalmente, acaba en el maratón. Hay muchos fondistas que igual a los veintisiete o veintiocho años ya están corriendo maratón, pero si ves a los grandes-grandes, un Bekele, un Gebre, un Kipchoge, han tocado desde los tres mil, cinco mil, hasta maratón. Es lo natural. No sé si es lo bueno o lo que hay que hacer, pero es lo que la mayoría de los atletas ha hecho.

¿Cómo fueron tus primeras carreras, tus primeras competiciones?

Empecé con doce años o así. Recuerdo estar con un montón de niños en el Estadio Hispánico [de León]. Teníamos que rellenar una ficha con el nombre, la edad, el colegio, la prueba y si habías hecho alguna vez esa prueba, para que te metieran en una serie o en otra. Había varias. Me acuerdo de estar esperando en las vallas, pasando un frío de narices, igual diez minutos, porque había tres o cuatro series, que ahora a duras penas hay una o dos, y muchas ni se completan. Haber dos series, A y B, en el seiscientos, ahora ni de coña. Y bueno, esa emoción de ir a competir, los nervios. No lo pasas bien. Yo no conozco a nadie que se divierta antes de competir. Sí que hay un punto de emoción, de adrenalina, pero estás concentrado, estás nervioso. Lo que más engancha del deporte, en realidad, es el antes de competir y el justo después.

Rocío Gamonal, la ciclista, me contaba que recordaba más vívidamente su primera carrera que muchas más recientes ¿Te pasa?

Bueno, mi primera carrera… Pero claro, de niño-niño-niño, ¿eh? Tenía siete años. He visto fotos, y al ver las fotos te viene el recuerdo. Fue en el pueblo de mi abuelo, Santa Olaja de la Varga se llama, cerca de Cistierna. Era dar una vuelta a una iglesia, cuatrocientos metros serían, quinientos como mucho. Una vuelta sin más, con otros niños, por las fiestas del pueblo. Me apunté y gané. Pero luego pasaron otros cinco o seis años hasta volver a correr.

Tu entrenadores José Enrique Villacorta. No es en la LionsFactory que dirige ahora donde entras, ¿no? Se monta después.

No, no. Eso lo hacemos nosotros. Cuando empecé con Villacorta, él entrenaba a universitarios. Alguno había sido internacional con la selección, como Alicia Argüello, y era gente de nivel, pero se dedicaban a esto por hobby. Yo llegué a entrenar con esa gente que me sacaba cuatro, cinco, seis años; y por debajo venía otra que también era buena, pero que eran niños que tenían trece o catorce: Blanca [Fernández], Jorge Blanco, Álvaro Gil… Fui un nexo de unión entre esas dos generaciones. Empezamos a crecer todos juntos, a ir a campeonatos de España y a conseguir, todos, medallas en nuestras especialidades, que eso es raro, y sobre todo en una ciudad pequeña. Todavía no había venido nadie de fuera.

Luego fueron uniéndose Sebas Martos, Diana Martín, Ana Vega…, más tarde Dani Arce, Álvaro Gutiérrez… Entonces es cuando se crea la LionsFactory, una denominación que le quisimos dar, más que nada, por el marketing de las redes sociales. El detonante fue Sebas, que venía de ser campeón de Europa sub-23. Que viniera un campeón de Europa sub-23 a entrenar a León era como: ¡ostras! ¿Por qué ha venido este chico aquí? Entre otras cosas, fue por José Enrique Villacorta y el grupo que teníamos.

¿A qué atribuyes esa coincidencia, de repente, de tantos leoneses buenos? ¿A la pura casualidad, o hay equis condiciones materiales que lo expliquen?

A dos cosas. Bueno, a tres. Una, sí: la casualidad. Se juntó gente con buenas condiciones físicas que podía haberse ido a otro deporte. Jorge jugaba a baloncesto, Álvaro también, Blanca a voleibol… Pero no fue casualidad: que todos acabáramos en el atletismo —y esta es la segunda cosa— fue por Villa, por su manera pedagógica de entrenarnos y de ser. Y tres, por las Escuelas Deportivas. No es lo mismo sesenta niños que diez. De diez te sale uno; de sesenta te pueden salir cuatro, cinco, seis… También creamos muy buen ambiente entre nosotros, y eso es otra cosa que influye. Yo he hablado con Guti, he hablado con gente que venía de fuera, Sebas, Dani, y la gente que se volvió a ir nunca se lo ha pasado tan bien como en su etapa en León, los años esos, desde 2002 hasta 2016, 2017. Más que un grupo de entrenamiento, éramos un grupo de amigos, y yo eso no lo he visto en ningún sitio más de España desde entonces. Entrenábamos juntos por conveniencia, pero también por amistad; éramos amigos de verdad, y se veía fuera. La gente que te veía desde fuera, no sé si era envidia, pero casi. Desde luego, admiración por el buen rollo que teníamos. Los resultados que conseguimos se debieron también a eso: a la felicidad, a la armonía, que generamos.

Con una convivencia más allá del deporte, supongo, ¿no?

Sí. Muchos vivíamos juntos. Salíamos de fiesta juntos, íbamos a eventos juntos, corríamos juntos… Era como un campamento perpetuo; como cuando vas de campamento de pequeño. Y así durante cuatro o cinco años. Una pasada.

Tener a los mejores alrededor también te brega, ¿no? Un entrenamiento cualquiera acaba siendo como un campeonato de España.

Sí, y un día tira uno y otro día tira otro, porque todos tenemos días malos, pero si tú tienes un día malo y estás solo, pasas, o no te esfuerzas tanto, o no haces lo que tienes que hacer, mientras que si estás en grupo, te llevan, te empujan. Es muy importante que haya un grupo.

¿Cómo es entrenar con Villacorta?

Si tuviera que decir la gran clave de Villacorta, sería la gestión. Es el mejor gestor de grupo que cualquier equipo —da igual si de atletismo, de fútbol o una empresa— puede tener. Un punto negativo que puede tener es que está a mil cosas. Tenemos la tienda, tiene un grupo de corredores populares que se llama León Corre, está dentro de la Federación Española de Atletismo, tiene una familia, estamos nosotros, ahora está preparando un ironman, con lo que conlleva preparar un ironman… Es tan bueno que puede abarcar todo. Acabamos de crear, de hecho, una marca de ropa nueva. Todo lo hace muy bien, no te voy a decir que a un nivel de excelencia, de diez, pero siendo un puto crack. En lo que a nosotros atañe, lo hace genial. Sabe escuchar, que es súper importante. Ahora mismo, las teorías del fondo, del entrenamiento, están cambiando una barbaridad. De cuatro o cinco años para acá han cambiado muchísimo.

¿Sí? ¿En qué han cambiado?

Ahora hay un modelo nórdico de no entrenar al cien por cien casi en cada entrenamiento. Yo antes quizá no entrenaba al cien por cien por entrenar con mis compañeros. Tenía un nivel un poco más alto que ellos, así que, si ellos entrenaban al cien por cien, yo al noventa. Ahora, en eso es en lo que se basan las teorías de entrenamiento: entrenar siempre entre el ochenta y cinco y el noventa y dos por ciento de tu capacidad. Si tu cuerpo se estresa mucho, tarda más tiempo en recuperar. Estamos entrenando con pulsómetro, con potenciómetro, con analizador de lactato, con la prueba de esfuerzo… Cuantas más variables externas tengas (sin volverte loco, tampoco), más control tienes de la carga de entrenamiento y de esa sesión. Ahora, como que mides mucho más. Antes era: si he hecho quince quinientos a uno quince, mejor que a uno dieciocho. Ahora vamos aposta a uno dieciocho cuando podríamos hacer uno quince, y la mejoría yo creo que es mayor, sobre todo en mi distancia de ahora, que son los diez mil. Quizás para un mil quinientos no, o para un tres mil no, pero para un diez kilómetros, tienes que trabajar más eso.

Y Villacorta se ha adaptado bien a eso, dices.

Sí, sí. Él se recicla mucho. Lee, le gusta estar al tanto de las cosas, y nos escucha, porque tanto Jorge como yo somos bastante frikis de este tema, de la introducción de tecnología en los entrenamientos, etcétera. Un entrenador a la antigua usanza te diría: «¡No, no! Esto es así. Son diez por mil a dos cincuenta, y es así porque lo digo yo». Villa, no; Villa permite que pongamos el conocimiento que nosotros tenemos en común con el suyo y moldeemos juntos los entrenamientos. No es una persona autoritaria. Yo, ayer, venía del Campeonato de España de diez mil, iba a hacer series por la tarde, hice la recta, las progresiones antes de empezar la carrera, y le dije: «Tío, no puedo, estoy reventao». Me dijo: «Vete pa’ casa». Otra persona…, no sé cómo son otros, nunca he tenido otro, pero otra persona te diría «no, no, esto lo tienes que hacer, porque hoy tocan cuatrocientos y tienes que hacer los cuatrocientos». No sé si correría más con otro entrenador, pero creo que no. A nivel personal y social, es imposible tener un mejor entrenador. Villacorta y yo hemos crecido paralelamente. Ni Villa, antes, era el mejor entrenador de España, ni yo el mejor atleta de España, y al juntarnos crecimos a la vez. Hemos aprendido mucho el uno del otro.

¿Villacorta es familia tuya? Porque tú eres Alaiz Villacorta, ¿no?

No somos familia directa, no, pero nuestros abuelos eran primos.

Pero no lo conociste por eso.

No, no, no. Bueno, mis tías, por ejemplo, sí lo conocían, porque son de su edad y de León de toda la vida, de los bares y de salir y pues de León, porque León es una ciudad tan pequeña que nos conocemos todos. Pero yo no lo conocía de nada.

Él mismo fue atleta, y te he leído hablar de lo que se nota que te entrene alguien que lo ha sido. Es algo que también he escuchado a futbolistas: el exjugador sabe cosas de la vivencia de un vestuario que no conoce el entrenador que se ha formado en una escuela.

Claro, Villa tiene mucho más bagaje que el que solamente se ha dedicado a estar entre libros, o en un laboratorio, o haciendo pruebas de esfuerzo. Entiende cosas que no entiende una persona que no ha hecho este deporte. Y muchas veces, es más importante el saber parar a tiempo, o el decir «puedes hacer un poco más», que los datos. Los datos están bien para acompañar, pero lo importante es el conocimiento empírico de la persona.

¿Quiénes son tus referentes, pasados y presentes, en este deporte; quiénes han sido tus ídolos, si es que has tenido alguno?

Tengo más ídolos fuera del deporte que dentro. Cuando era pequeño, sí que me gustaban muchos deportistas. El otro día estuvimos con uno de ellos, [Haile] Gebreselassie, a quien nunca había visto en directo. Coincidimos con él en Iten, en Kenia, que habíamos ido a un hotel que es el único sitio en el que hay cintas y un gimnasio que está muy bien, y nos lo encontramos allí. Estaba haciendo una grabación de Adidas. Pero a nivel nacional, otro de mis ídolos —no quiero decir el nombre— luego dio positivo, así que se me cayó el mito. Yo ahora me doy cuenta de los dos lados que tiene el deporte. Gente que va limpia y gente que no va limpia. Esa persona dio positivo, y yo dije: «hostias». Cuando vas haciéndote mayor, vas viéndolo.

¿Lo notas? ¿Lo percibes?

Sí. Yo lo intuyo. Es feo decirlo, y no te voy a decir «este va» cuando no ha dado positivo; no me atrevería a decirlo. Pero es un subconsciente. Sabes que una persona está haciendo cosas normales y otra no. Ves a un atleta que en un campeonato de Castilla y León queda el cuarto, el quinto o el octavo y luego llega al de España y te queda alante, alante… O tengo una carrera y te saco cuarenta segundos y en otra me sacas tú a mí treinta en un lapso de dos semanas. Dices tú: «esto no puede ser así: es fisiológicamente imposible».

Con el dopaje supongo que pasa como con el enriquecimiento del narcotráfico: el listo trata de ser discreto y es el tonto el que de la noche a la mañana se compra un Mercedes descapotable de oro macizo. En esto, el listo procurará mejorar sus marcas, pero no batirlas brutalmente de la noche a la mañana, ¿no?

No sé, parece que todos son tontos, porque todos quieren hacer la mejor marca del mundo. el récord de España, el del mundo y el de todo. Yo lo veo claro. Y sé que es muy osado decir que una persona se está dopando cuando no ha dado positivo, y por eso lo puedo decir con mis amigos o la gente más cercana, pero no lo voy a decir fuera, pero cualquiera que esté dentro del atletismo y sepa un poco de esto se da cuenta de que hay cosas que no son normales. Yo que estoy dentro, que entreno en centros de alto rendimiento, que subo mucho a Sierra Nevada, que llevo viendo entrenar a gente buena toda la vida, me doy cuenta, y me causa entre gracia, estupor y pena. Al final, es gente que nos está quitando cosas a los demás. Entonces, ¿ídolos deportivos? Ahora mismo te diría que no tengo. Los que tengo, en gran parte son mis amigos, y no voy a decirte que son mis ídolos, porque son más mis amigos que mis ídolos. Uno de ellos puede ser Kevin [López], que se acaba de retirar, y desde pequeño era un puto crack, y se retiró siendo un crack, y yo creo que todavía podría haber corrido mucho más, y si es mi ídolo lo es también por cómo es como persona. Pero creo que a tus ídolos los tienes que conocer, y más en un deporte como el atletismo. Por eso ahora idolatro a gente que no conozco en otros ámbitos.

¿Cómo quién?

Uhm… A ver cómo te digo esto. Me gusta la gente que no hace trampas, que habla claro y que dice las cosas como son, sin sentirse por encima de los demás. Entonces, ¿quién me puede…? ¿José Luis Sampedro? Vale, pues ese puede ser un ejemplo perfecto. Luego, tenía un poco idolatrado, hasta que he hablado con algún uruguayo, a Pepe Mujica.

¿Los uruguayos no te han hablado bien de él?

Sí y no. Él es tan austero para sí mismo que al final hace austero al pueblo que le rodea y a gente que no quiere vivir así. Hay una dicotomía ahí de decir: hostia, que quieras ser tú austero está bien, pero…

Entiendo.

Luego, me gusta mucho la música, y entonces también tengo muchos ídolos musicales, gente de la que me gusta cómo piensa. A mí me ha gustado sentirme como un músico, en el sentido de que nosotros, casi cada fin de semana, tenemos que competir fuera, y estás ensayando, entrenando, y luego compites, sales a un escenario.

¿Tocas algún instrumento?

No. No, no, no. Cero. Tengo una guitarra, pero no, qué va. Nada, nada.

Y ¿qué te gusta? ¿Usas la música en tus entrenamientos para centrarte, espabilarte, animarte…?

Claro, sí, sí. La música, para todo. Antes la usaba más, quizás; ahora igual no tanto. Pero antes de casi cada competición escucho música, mientras entreno generalmente escucho música, cuando tengo series fuertes escucho música… Creo que te inhibe un poco la sensación de dolor. Como te genera placer o te genera, yo qué sé, un chute de endorfinas, quizás la percepción del dolor se te inhibe un poco. Estás más pendiente de la música. Te duele todo, estás cansado, pero te ayuda a sobrellevarlo. También hacemos muchos entrenamientos en cinta, y se te hace mucho más corto.

Del dopaje, denuncias la suavidad de los castigos.

Lo que a mí me alucina es que la gente no lo denuncie. Me deja flipado.

¿La industria del deporte necesita de alguna manera el dopaje?

Claro, por supuesto. Toda ella, desde las empresas privadas hasta todos los estamentos. Cualquier marca deportiva necesita una persona que te haga un récord del mundo. Las federaciones necesitan que haya personas que ganen medallas para justificar al CSD, al COE, dinero y pasta que le den. A la federación española le interesa que haya gente que… A ver cómo digo esto. A la federación le interesa que haya gente que gane medallas, no sé si a toda costa, pero si no dan positivo, interesa, y siempre interesó, y quien diga que no, miente vilmente. ¡Es que esto es una industria! Y el mundo es una industria, y todo se mueve por el dinero.

Donde hay dinero, ganancia, hay corrupción.

Es así. Y el deporte es un estamento más; una parte más de la sociedad. No va a ser de repente el deporte lo más limpio del mundo, y la sociedad o los políticos lo más corrupto.

¿Cuál ha sido tu propia relación con el dopaje? ¿Lo has tenido cerca, lo has visto, te han intentado tentar?¿Alguna marca, algún directivo, te lo ha sugerido?

Como la droga, ¿no? Eso de que te diga tu madre: «¿te han echado droga en…?». Ja, ja. Mi madre nunca me dijo eso. Mira, la primera vez que vi algo extraño —esto nunca lo he dicho— fue en una Copa de Europa de diez mil, en 2014. Estábamos en unos vestuarios y salió un responsable del equipo turco con un chisme que yo vi que tenía viales y jeringuillas y así. Esa, una. Luego, en 2015, en Lornah, un centro de alto rendimiento que hay en Kenia, yo iba con otro chico y vimos a otro que tiró algo a una papelera. Me dice el otro: «Oye, ¿has visto lo que ha tirado a la papelera?». Y había como unos viales. Yo no tenía ni puta idea de qué era, pero le hice una foto y bum: a Twitter. Lo destapamos. Me llamó la IAF, los del antidoping, mi manager: «¿Qué has hecho?». ¿Qué has hecho de qué? Bueno. Los que estaban en esos barracones, seis u ocho personas, al día siguiente se fueron. Luego tuve otra situación debida a la incompetencia de un grupo de policías y de la AEPSAD. ¿Eso lo has leído? ¿Que nos registraron las casas y todo eso?

Leí que hubo alguna acusación falsa contra Villacorta.

Una invención policial, sí. De manera extraoficial, nos han dicho quién fue, quién cantó, el que dijo esas injurias y mentiras.

¿Difamaciones para cargarse a…?

A nuestro grupo de entrenamiento. Nos estuvieron siguiendo durante mucho tiempo y entraron de manera simultánea en mi casa —que yo de aquellas vivía con Dani Arce y con Guti, Álvaro Gutiérrez—, en la de Villa y en la de Sebas Martos. Cuando entraron en mi casa, yo pensé que era una puta broma. Era un jueves de marzo o abril, y yo qué sé: en mi grupo de entrenamiento, alguno igual había salido de fiesta o tal. Cuando entró en mi habitación una tía con un chisme luminoso que ponía «Policía», y me dijo «¿es usted Roberto Alaiz?», dije: «Bah, ¿qué habrán montado estos?». Bueno, pues nos cogieron, nah, suplementación, dos botes de hidratos, otro de no sé qué… De hecho, de aquellas no tomábamos ni suplementación. Se llevaron también un portátil de Dani, y ya está. Luego fuimos a testificar con la juez, le contamos tal y cual y se cerró el caso sin haber ni juicio, ni nada. Todavía estoy esperando explicaciones por parte de la AEPSAD, o de la Policía Nacional, y de ese grupo. ¡Nos metieron una cera en prensa, en la tele…! A mí no me llevaron al calabozo, simplemente me preguntaron, pero a Dani se lo llevaron al calabozo. Llamándome los padres de Dani, llamándome los padres de Sebas… La verdad es que tengo que agradecer que salió mucha gente a defendernos cuando esta gente estaba en el calabozo. Y gente de mucho nivel: Arturo Casado, tal. Que, cuando presuntamente te han encontrado cosas, salga esta gente a defenderte, que confíe en ti, joder…


La federación keniana de atletismo llegó a decir que ya no tenía sentido organizar la gala anual para premiar a sus mejores atletas, porque, en unos meses, aquellos a los que premiasen serían descalificados por dopaje.

Eso no lo sabía, pero sí: es una locura. Justo el día que nos fuimos nosotros dio positivo por EPO uno de los Robertson, no sé si Zane o Jake. Son dos hermanos que son gemelos y que se fueron a vivir a Kenia hace diez o doce años. Neozelandeses, hacen fondo. Al que ha dado positivo le han metido ocho años, porque luego no sé qué intentó liar: falsificar el test o así. Yo a Kenia he ido dos años: el pasado y este. Y me entristece pensar que la gente se pueda pensar que me estoy dopando por ir a Kenia, porque lo cierto es que muchos keniatas y gente que está yendo a Kenia se ponen hasta las trancas. No te voy a decir que me sienta como un delincuente, pero… Sí: cada fin de semana está dando positivo un keniata que está ganando cualquier competición importante. Vas diciendo: ¡hostia, este dio positivo! ¡Y este otro! ¡Y otro más! Al final lo tienes que poner en duda todo. Todos los resultados que haga un keniata los tienes que poner en duda, y todos los resultados. Yo, antes, me los creía todos, y ahora no me creo ninguno.

Supongo que, en un país pobre como Kenia, para el que sus éxitos deportivos son un buen escaparate, asegurarlos con dopaje tiene que ser una tentación demasiado fuerte.

Si aquí la corrupción es bestia, en los países donde hay más desigualdad económica es más bestia todavía. De todas maneras, muchos es a nivel personal, privado. Yo te diría que casi todos. Si sabes cómo son los keniatas, los entiendes. No justifico que se dopen, pero entiendes que, si corren dos carreras fuera, se aseguran el resto de su vida. ¿Se ponen hasta el culo? Sí. Pero no es lo mismo que el que vive aquí, tiene su casa y todo bien. A mí me parece más grave lo que pasa aquí.

Cambiando de tercio, una pregunta que me sugería hacerte Luis Arribas. De ti ha gustado mucho tu pisada. Eres un atleta con tobillo.

Yo creo que lo he perdido un poco después de la operación. El derecho me lo operé dos veces, porque se me rompió. En el izquierdo sí que creo que sigo teniendo tobillo, pero en el derecho noto muchas veces cuando corro que claudica la musculatura; que el tendón no sujeta tanto como el otro. Lo tengo más grueso. Por eso también estoy tirando a distancias más largas. Ya no tengo ese cambio final que tenía antes, que sí era bastante rápido. Ahora, cuando me veo esprintar, me veo mucho más tosco, tirando de todo el cuerpo. Algo de tobillo sigo teniendo, porque al final es mi manera de correr, pero no es como era.

¿Parte de tu entrenamiento es ver vídeos de ti mismo?

Nunca. No me gusta. De hecho, el otro día me pedía mi padre el vídeo de la carrera, que lo quería volver a ver; y mi novia muchas veces me lo dice: «¡Ponme el vídeo, búscamelo!». Pero a mí no me gusta. Si hay un campeonato lo veo, me encanta, pero nunca me pongo vídeos para motivarme en carrera. Nunca lo hice, no sé.

En 2012 brillas en Birmingham como liebre de Kenenisa Bekele, con el viento en contra y once grados de temperatura. Te he leído recordarlo con orgullo.

¡Claro! 2012, yo tengo veintiún años, porque cumplo en julio, así que no había cumplido ni los veintidós. Luego me enteré de que Jos Hermens, bueno, no es que hubiera pedido que fuera yo, pero que sí que le encajaba en el perfil de liebre de un tío de ese nivel, así que más todavía. Es heavy confiar en un chico de veintiún años para hacer de liebre del, hasta entonces, mejor fondista de la historia, yo creo que por encima de Gebre. Me sorprendió mucho e hice lo que pude. Le tiré tres mil metros y ya no pude más. Él tampoco era una marca que pretendiese, porque hacía un poco de viento, frío también… No era el día idóneo. Pero es uno de mis top de recuerdos.

¿Qué hace una liebre? La verdad es que no sé mucho de atletismo, y no conocía esta figura.

Va el primero y es el encargado de marcar un ritmo. A nivel de viento, no se nota tanto como en ciclismo, pero se nota, y ahora que trabajamos con potenciómetro lo sabemos. La liebre lleva el ritmo que le ha prefijado el manager o el organizador de la prueba para favorecer al que vaya detrás de él equis metros. Por ejemplo, en diez mil, la liebre, el otro día, nos tiró hasta los siete mil. Luego ya haces solo los tres últimos kilómetros, pero esos primeros siete, se trata de no estar pensando en el tiempo. Confías en la liebre y te pones detrás de él.

Y ¿cómo es eso de ayudar a un corredor de otro país con el que además compites?

Bueno, es lo de siempre: la pasta. Generalmente, la liebre no está preparando esa distancia. Por ejemplo, las liebres de mil quinientos suelen ser gente de ochocientos, de menos nivel que los de mil quinientos. Una liebre de diez mil suele ser un corredor de cinco mil. Y casi siempre las liebres tienen menos nivel que los que van a ganar la prueba.

¿La liebre está presente en la carrera, pero no compite oficialmente, o sí?

Compite oficialmente, pero sabes que se va a retirar. En alguna media maratón o maratón hay quien haciendo de liebre ha ido tan sobrado que luego ha ganado. Pero no es lo común. Será una vez de cada cien. Este año, nuestra liebre fue una locura, porque es un chico que tiene un nivelón brutal y es muy, muy bueno. Nos llevaba a un paso perfecto.

Aquella ocasión, ¿cómo fue? ¿Fue Bekele a hablar contigo?

No: el atletismo funciona con managers; cada atleta tiene uno. Un manager tiene muchos atletas. Paula [Herrero], por ejemplo, está con el mismo manager que yo, Álvaro Rodríguez, que es un exatleta de mil quinientos que estuvo en Londres. Hablan con tu manager. Yo, en aquel momento, estaba con Jesús Oliván, y me lo consiguió él.

El dinero que cobras por hacer de liebre, ¿te lo quedas tú, o se reparte?

El manager se lleva un porcentaje, el quince por ciento, pero la gran mayoría es para el atleta.

Y ¿de qué cantidad hablamos?

Depende de la persona, de la competición, del nivel… Yo te juro que no me acuerdo de cuánto fue lo que cobré por aquella carrera. Además eran libras, que es más lío. ¿Ochocientas libras, mil libras, setecientas libras…? Algo así fue.

Luego, ¿charlaste con Bekele?

Sí, sí. No mucho, la verdad, porque no era solo Bekele, sino que era un grupo: estaba Bekele, estaba el hermano, Tariku Bekele, había dos o tres etíopes… No era solo para Bekele. Ganó Bekele, pero hicieron muy buenas marcas varios.

Te quedaste a menos de un segundo de lograr la mínima para ir a los Juegos Olímpicos de Londres.

El disgusto más grande de toda mi vida. En ningún momento, el año anterior, había pensado que pudiera hacer la mínima olímpica, o que pudiera intentarla. Pero corro en Huelva y me quedo a un segundo, y digo «hostias, podemos hacerlo». Luego corremos en Mataró, pero la liebre es bastante mala. De tener una liebre buena a una mala hay unos Juegos Olímpicos, que es heavy. Ángel Mullera acabó el último ochocientos a dos minutos e hizo la mínima; acabó como una puta moto. Yo fui el segundo. Esos eran los trials para ir a los Juegos. Si hubiera tenido mínima, habría ido, porque era el segundo mejor español ese año 2012. No fui porque no tenía mínima. Me quedé a menos de un segundo dos veces. Tuve un disgusto brutal, pero brutal. Luego, Ángel Mullera dio positivo…

Te ha pasado muchas veces quedar segundo por detrás de alguien que más tarde ha dado positivo, ¿verdad?

He sido seis veces segundo en el campeonato de España. Nunca he sido campeón, pero he sido seis veces segundo, y tres de ellas por detrás de gente que, más tarde, ha sido sancionada por dopaje. El primero, [Alemayehu] Bezabeh, en 2014: fui segundo en diez mil por detrás suyo. Miento: el primero fue Mullera. Bezabeh, el segundo. Y ahora, Ilias [Fifa]. Algún otro me ha quitado alguna internacionalidad: [Antonio Jiménez Pentinel, conocido como] Penti el Campeonato de Europa de 2012, por ejemplo. A mí, la gente que no se queja de esto, o que no lo condena, o que no dice nada, me parece subnormal. Chico, te están quitando muchas cosas.

¿Hay corporativismo, un «entre bomberos no nos pisemos la manguera», un «no voy a meterme con esto porque no sé si el día de mañana seré yo el que me dope, y no querré que otros se metan»…?

Hostia, espero que no. Me defraudaría mucho. Muchos son amigos. Yo no sé qué miedo hay; por qué, cuando se dice, se dice con la boca muy pequeña, o en las redes sociales con mucha discreción. Chico, si te hacen una entrevista, hostia, dilo. Que hay gente que lo dice, ¿eh?, ojo. Kevin lo ha condenado siempre; Álvaro Martín, el de marcha, también… ¿Lo de que el día de mañana no sepas si tú…? Pues no sé. Yo no te voy a decir que nunca lo haré, porque nunca se sabe, pero vamos: no. No lo contemplo, no lo he contemplado nunca, ni siquiera cuando salía de una lesión. Nunca se me ha pasado por la cabeza doparme.

Te pierdes también los juegos de Río, pero, en este caso, ya por estar lesionado, ¿no?

El año anterior había sido el segundo mejor europeo. Llevaba tres años quedando subcampeón de España, dos en tres mil obstáculos y una en cinco mil. Había rivales, pero yo estaba mejor que muchos de ellos de calle. Pero en marzo, en el campeonato de España de pista cubierta, me lesiono y ya no recupero. Fue una gran, gran, gran putada.

Campeonatos del mundo, has participado en dos, en la disciplina de tres mil metros obstáculos. Moscú 2013 y Pekín 2015. ¿Qué recuerdos tienes de ellos?

Pues, pf, no te voy a decir que a Moscú fuera a aprender, pero… sí, sí que fui a aprender. Y en Pekín no pasé a la final porque me tuve que retirar por la lesión. Me dolía un montón. Yo creo que nunca me ha dolido tanto algo en una carrera. De hecho, pensé que me iba a romper allí. Me infiltraron ya antes de llegar al campeonato, porque ya empezaba con los dolores, y me retiré en la semifinal, a falta de tres vueltas. Sabía el tiempo que tenía que hacer, creo que ocho veintiocho, y salí intentando tensar un poco la carrera, diciéndome: «Si quedo el sexto o séptimo, entro. Está chupado, solo tengo que ganar a cuatro o cinco tíos». Era relativamente fácil. Pero cuando salto la primera ría, ya me duele: petardazo. Y luego, cada vez que salto un obstáculo, me duele. Me duele, me duele, me duele y claro: mentalmente, ya vas para abajo. Estás pensando más en cómo pisar para que no te duela. No aguanté más y me retiré. Estuve un par de días bastante mal, pero bueno: a mí las cosas se me pasan rápido. Estando sano, sin dolerme nada, hubiera pasado a la final seguro. Ese año, en mi peor carrera, había hecho ocho veintiocho. Había corrido en ocho diecinueve; había corrido muy rápido. En Moscú andaba por los ocho veinticuatro y tenía veintidós años. En Pekín ya había cumplido los veinticinco, y había corrido el año antes un campeonato de Europa, en el que había quedado quinto en cinco mil. Venía de hacer mi mejor marca. Sabía que podía correr rápido, pero las lesiones no me dejaban evolucionar. Se paró mi progresión cuando mejor estaba.

¿Cómo es la vivencia de un mundial fuera de la competición?

Pues hombre, conoces la ciudad, conoces Moscú, conoces Pekín, pero no pasan cosas realmente. Vas a competir. Una vez se acaba la competición, sí: sales por la noche alguna vez, haces algo de turismo, vas a ver a tus compañeros… Sebas y yo escribíamos una cosa en la contraportada en el Marca que se llamaba «La ruleta rusa», contando el mundial desde dentro; nos lo había propuesto Andrés Armero, este periodista gallego. Pero ahora mismo no recuerdo nada así que digas… Hombre, a mí me flipaba ver por ejemplo a Usain Bolt calentar, o verlo competir. Moscú fue la primera vez que vi atletismo de súper alto nivel. De aquellas, no había ido a ninguna Diamond en directo, y eso me voló la cabeza. Es que fue muy bestia.

Usain fue la gran estrella de aquel mundial, junto con Mo Farah. ¿También te impresionó ver a Mo Farah?

Nah, nunca me ha llamado nada la atención. Y ahora que te enteras de que toda su historia es mentira…

No conozcas de cerca a tus ídolos…

Como decía la canción de Pereza, Superyonkis, sí. Idolatramos demasiado a los deportistas. Puedes idolatrar a un escritor en el sentido de que te encante su obra, pero luego su vida te la pele, te dé igual que sea un alcohólico o lo que sea, pero de los deportistas se nos dice que todo es tan perfecto que, cuando te defraudan, yo creo que te defraudan mucho más.

Pienso que, además, se transige con cosas con las que no habría que transigir y, sin embargo, se defenestra a algunos deportistas por tonterías. Me acuerdo, por ejemplo, de la que se montó una vez que se descubrió que Michael Phelps había fumado unos porros o algo así. ¡Los niños, los niños…!

¡Yo no quiero ser un ejemplo para los niños! Yo soy deportista.

Un trabajador de lo suyo, y ya está, ¿no? No un sacerdote de un algo sacro.

Claro, sí, sí, sí. Los deportistas, casi todos, están demasiado endiosados.

En el Europeo de Zúrich de 2014, quedas quinto en los cinco mil metros.

Mi mejor carrera hasta ahora. Fue una carrera muy lenta, pero acabamos muy rápido al final. Y un nivel muy alto. Era gente que… Pues mira, primero quedó Mo Farah; segundo, Hayle Ibrahimov, que tiene unas marcas que son una auténtica locura; tercero, Andy Vernon, que fue medalla en diez mil y tuvo una época ahí de dos o tres años que yo no sé de dónde salió este tío: era súperbueno… El cuarto fue Richard Ringer, que ganó este año el Campeonato de Europa de maratón. Los cuatro que me ganaron eran gente buenísima, así que quedar el quinto fue una pasada. No es una medalla, pero yo le doy mucho valor, sobre todo porque hay años que los campeonatos de Europa coinciden con los Juegos Olímpicos y el nivel baja, o este año con el Mundial, pero los años que solo hay Europeo, la gente los prepara a muerte, y ese año solo hubo Europeo. Estaban ahí los mejores del cinco mil. Yo gané a gente muy buena, y dije: «Hostia, igual valgo». Encima no era mi prueba, porque era corredor de tres mil obstáculos. Sebas había quedado cuarto en tres mil obstáculos, yo le había ganado muchas veces esa temporada, siempre estábamos ahí Sebas o yo, Sebas o yo… Así que sabía que mi nivel era ese: estar cuarto, quinto de Europa. Y me parecía una auténtica locura.

Has comentado ya algo antes, pero querría que ahondaras más en esa experiencia en el centro de alto rendimiento de Lornah Kiplagat, en Iten (Kenia), la meca del fondo mundial, adonde te vas en 2015 y donde coincides con algunos de los mejores atletas del mundo. ¿Qué tal esa experiencia, en lo deportivo y en lo extradeportivo?

Bien… Yo, de casi todas las competiciones, creo que aprendo más en lo extradeportivo que en lo deportivo. Nunca había estado en Kenia y llegué ahí, aposta, sin informarme mucho de lo que iba a ver, para que todo me sorprendiera más. Y estuve desde el principio flipando. Con cómo era la gente, con lo hospitalaria que era, con las facilidades que tienen para entrenar… Allí no se hace otra cosa que entrenar. Entrenar y descansar, entrenar y descansar. Se hace un poco monótono, al final. Está muy bien para hacer una concentración, pero vivir allí, ¡uf!, lo veo muy duro.

¿Qué cosas te aportó la experiencia como deportista?

A nivel deportivo, yo creo que ninguna, pero a nivel humano, valorar otras cosas. Allí no son pobres, pero viven en una precariedad brutal. Aprendí que se puede vivir con muchas menos cosas que las que tenemos aquí. Todos tenemos, en casa, un montón de trastos que no utilizamos y que al final son basura. No es basura, son cosas que están bien, pero no las utilizas en el día a día. Ellos no lo tienen, porque no lo necesitan. Y son más felices sin utilizar eso. Ahí fue la primera vez que me di cuenta de que vivimos un poco condicionados por el sistema este que tenemos aquí, que nos hace comprar, gastar, depender de lo que realmente no necesitamos, aunque creemos que lo necesitamos, y ser infelices porque no lo tenemos, y que cuantas más cosas tengamos, más queramos. Es que es muy bestia.

Pero ¿no es un poco lo que decías de Pepe Mujica? ¿Alabar a aquella gente por una vida sencilla que ellos, realmente, no quisieran tener? ¿Ellos no querrían vivir como nosotros?

Ah, no, no, por supuesto. Lo que te decía antes: ellos, muchas veces, hacen trampas para poder comprarse más cosas, para poder ir a Europa o…

Te he leído hablar del efecto burbuja que se vive en esa escuela, centrados en el deporte mientras suceden cosas terribles en el país y en el continente: atentados de al-Qaeda, el ébola…

Estando allí hubo unos atentados, pero bueno: muy lejos. Como si estás aquí y hay atentados, yo qué sé, en Valencia. No sé qué pasó: fue una rama terrorista de… Mis padres me preguntaban: «¿Estás bien? ¿Estás bien?». Y yo: «Ehh…, sí». Iten es un pueblo que está como a cincuenta minutos, una hora, de una ciudad relativamente grande, como es Eldoret, y no sé cuántos habitantes tendrá, pero diez mil, quince mil, no sé cuántos habrá, y allí todo el mundo corre y se dedica a correr, porque hay una infraestructura hecha para que la gente joven pueda correr, y la gente de alrededor tiene, pues ovejas, una pequeña granja, un tal, y la única manera de salir de allí es corriendo, así que todo el mundo quiere correr. A veces ves corriendo a gente que no tiene condiciones; gente que dices: uf, puedes seguir intentándolo, pero es que no, es que no. El eslogan ese de que «no hay límites» es mentira, es una mentira como una puta catedral. ¡Cojones!, no hay límites si te dopas, si haces trampas, pero claro que hay límites, y tú tienes que saber dónde está tu horizonte, tu barrera. ¿Qué siempre puede estar un poco más allá? Siempre. Pero no va a estar más allá indefinidamente. Un poco, sí; un poco puedes mejorar siempre; siempre puedes ser un poco mejor. Pero yo sé que nunca voy a poder hacer dos tres en maratón, o dos dos. No. No lo voy a hacer nunca. Ellos, allí, sí que se lo creen un poco. Que pueden salir del país. Ves incluso a gente ya mayor, gente con treinta y pocos, que sigue intentando entrenar, y los ves hechos mierda, corriendo lesionados, medio cojos… Dices: «Hostia, no, dedícate a otra cosa, tío». O gente que trabaja y luego entrena. No puedes hacer las dos cosas al cien por cien, y menos en un país que es el mayor exportador de maratonianos, donde puedes hacer dos quince o dos diez en maratón, pero no vas a salir de Kenia en tu vida.

Y ¿por qué irse a Iten? ¿Qué aporta entrenar en Iten que no te aporte entrenar en España?

A ver, aquí subimos mucho a entrenar en altura a Sierra Nevada. Yo, el año pasado, estuve tres meses. ¿Qué pasa? Que en febrero, marzo, es cuando más nieva. Aquello es una estación de esquí. Pasa lo mismo con Font-Romeu, que es un sitio que también está genial para entrenar, pero donde hace mucho frío. Hay una temporada ahí que no puedes entrenar en Europa, en el hemisferio norte, y tienes que buscar algo en el sur. Mucha gente, compañeros de la Selección, está yendo a Sudáfrica.

Se busca altura y calor, ¿no?

Claro, combinar altura y calor, buen clima. Kenia, además, lo que tiene es una comida que es para correr. Es muy monótono, es un coñazo, pero es una comida que está hecha para que corras. No hay azúcares, no hay bollería, no hay harinas refinadas… A Kenia no ha llegado la globalización tanto, y menos a Iten.

Un lugar sin tentaciones.

Claro. Comprábamos la leche caliente, recién ordeñada de la vaca. Los huevos los cogías de gallinas que veías por ahí con los pollos, en mitad de la carretera. Las ovejas te las encuentras en la pista. Es todo kilómetro cero. Hombre, mucha verdura y poca proteína, que yo al final sí que la echaba en falta. Ahora están intentando poner más proteína para la gente europea. Yo la primera vez que fui a Kenia lo pasaba mal; pasaba dos, tres días, sin comer carne, pescado, que aquí comes todos los días… Luego, como no hay que hacer más cosas, es entrenar y descansar. Nunca he ido a Sudáfrica, pero, por lo que me cuentan, aquello ya es como Europa; puedes hacer muchas más cosas. He entrenado en México, pero pasábamos mucho tiempo moviéndonos de un sitio a otro para ir a entrenar. México está genial, y me encantaría repetir, pero, en Kenia, sales de la puerta de casa y tienes mil caminos. Y sobre todo el clima. He ido este año y el pasado y… mínimas de dieciocho grados por la noche, diecisiete, y máximas por el día de veintiséis, veintisiete… Estás a dos mil cuatrocientos metros. El pico del día es a las tres, pero si te vas a entrenar a las diez de la mañana, hace veintitrés grados. Es que es imposible entrenar mejor.

Y ¿entrenas a tu bola, con tu sistema?¿No es que tengas un entrenador de allí que te oriente?

No, no. Con el plan de entrenamiento que tenemos aquí.

O sea, entiendo que no es una escuela; es simplemente una especie de hotel.

Son guesthouses. En las que hemos ido este año y el pasado, hay una cocina principal y luego, a los lados, habitaciones. Tienes tu habitación con tu pequeño salón y puedes cocinar ahí tú si quieres. Nosotros teníamos todo incluido, pensión completa, desayuno, comida y cena, y luego puedes coger la fruta que quieras de la que hay en la cocina. Hay un cocinero y una chica que lleva un poco la casa, la limpieza, y ya está. Te dedicas simplemente a correr.

No es un centro de alto rendimiento, vaya.

No, no. Bueno, Lornah, que es donde estuve el primer año, tiene parte de eso, pero es más caro. Hay piscina, un gimnasio propio… Estas dos últimas veces, al gimnasio íbamos a otra guesthouse que está enfrente, a ciento cincuenta metros, y que tenía también masajista.

¿Cuál es, ahora mismo, tu nivel de profesionalidad? Acabas de fichar por el Cárnicas Serrano, campeón de España de campo a través. También has cambiado de firma deportiva: has pasado a vestir Puma. Y eso te ha posibilitado dedicarte en exclusividad al atletismo, ¿no es así?

Ahora, sí: cien por cien. Hombre, es una precariedad que no te imaginarías, es brutal. Este año sí que tengo mejores contratos; y el club, el Cárnicas, ha mejorado mucho. Eso hace que me pueda dedicar más profesionalmente a esto, pero, aun así, es mirar la cuenta día a día. Tienes que mirar. Te quedas a cero. Cero redondo. También es que yo gasto mucho dinero. Invierto mucho dinero en esto. No sé el viaje a Kenia cuánto nos ha supuesto, pero más de dos mil euros. Entre dos mil y dos mil quinientos. No hemos ido a todo trapo, pero…

¿Becas no tienes?

Sí, sí, tengo una de la federación, la RFEA. Tengo un sueldo fijo que este año creo que son diez mil quinientos euros al año. Y aparte, unas ayudas individualizadas de equis dinero con respecto a tu beca, dos mil, tres mil euros, que puedes gastar en complementos para el desarrollo de tu actividad. Qué se yo: un analizador de lactato, fisios, no tienes patrocinador y te quieres comprar zapatillas, concentraciones… Lo metes ahí, pa, pa, pa. Luego, tengo lo del contrato del Cárnicas y las carreras, pero bueno, entre el quince por ciento para el manager, los trescientos ochenta euros que pago de autónomo todos los meses, etcétera, se te va yendo. Dices: buah, este año voy a ganar cuarenta mil. ¡Una polla, cuarenta mil! Se te van yendo y al final ganas la mitad, y con esa mitad tienes que pagar todo. Si llegas a un nivel, sí que puedes vivir de puta madre de esto, y si te pillas una beca ADO, muy bien, pero hasta llegar a ese nivel, en el punto intermedio, tienes que currar de algo. Yo el año pasado aposté todo. Hice una inversión y me salió. Fui al Campeonato de Europa, conseguí la beca de la federación, ahora estoy con el Cárnicas, que me trata súper bien, y… bien. Pero, si no, está mal, mal, mal, esto. También te digo, pues bueno, no que esto lo debiéramos hacer por hobby, pero que no da para sustentar a todos, sino solo a un puñado de profesionales. Hay un millón y hay que dárselo a la gente que está yendo a los campeonatos internacionales, no a todo el mundo. Tampoco te vas a quejar.

¿Lo de las becas ADO cómo va?

Yo solo la conseguí el año ese que quedé quinto de Europa. Es para los top, top. El atletismo es casi el deporte en el que más difícil es conseguir una beca ADO, por número de licencias. Es más fácil conseguirla en un deporte muy, muy minoritario, como es el pentatlón moderno, que en atletismo. Creo que desde Barcelona ‘92 no se ha mejorado. ¡Treinta años! Y creo que este año las han quitado. ¿Ya no hay becas ADO? ¿Puede ser? Yo creo que ya no hay becas ADO. Creo que las han fusilao. No sé si pondrán algo para compensar, espero que sí.

Tu calvario con las lesiones empieza en Pekín, me comentabas. Los tres mil metros obstáculos son una de las disciplinas más agresivas que existen. Es habitual que sus corredores tengan problemas con los tendones, ¿no?

De las más traumáticas, sí, si no la que más. Bueno, las vallas también. Carlos [Mayo] se ha tenido que operar; el que tenía antes el récord de España, Luismi [Martín Berlanas], también; Víctor García, que era un chico que corría obstáculos, también… Sobre todo por el hecho de caer en la ría, que está en pendiente negativa. Eso, de manera repetitiva, al final…

También es una disciplina con muchas caídas.

Sí. Yo me he caído poco, pero hace dos años, en un dos mil obstáculos en Alemania al que iba para hacer un marcón, no como los de antes pero casi —cinco veinticuatro, cinco veinticinco…—, me caí en la última vuelta. Ese año dejé los obstáculos.

¿Por qué te habías especializado en esa disciplina?

Es una prueba que el que la ha hecho de manera regular te dirá que engancha. Es muy bonita. Es rítmica. Necesitas fuerza, ser un tío rápido, agilidad… Es una prueba difícil dentro del atletismo y dentro del fondo, y es muy diferente. Se puede preparar desde siendo corredor de mil quinientos hasta siéndolo de mucha mayor distancia. Yo hubo un año que corría tres mil obstáculos que quedé subcampeón de España de diez mil.

¿Cómo es correr una prueba de fondo? ¿Hay trucos, técnicas, claves, cosas que convenga tener claro; cuestiones tácticas…?

Diferenciaría si es una carrera de meeting o de campeonato. A una de meeting vas a hacer tu marca, y tienes que saber cuáles son tus límites: lo que he dicho antes. Me encantaría salir a hacer veintisiete veinte, pero sé que no te voy a hacer veintisiete veinte de aquí a dos meses, y entonces, tengo que hilar lo más fino posible para no llegar desfallecido a los últimos metros y poder hacer la marca que yo quiero. Eso, en una carrera de meeting. Con liebres. En cambio, en los campeonatos, lo que quieres es ganar una medalla o quedar lo más arriba posible. Y muchas veces, las carreras son tácticas, y se decide todo en la última vuelta, o incluso en el último doscientos. Generalmente, los meetings son antes que los campeonatos, y donde se decide todo es en los campeonatos. A veces se dice: ¿qué es más importante? ¿Una marca o una medalla? Hay muchas veces que los deportistas no saben con qué quedarse. Una marca es un objetivo cronométrico, y te la pueden batir, pero una medalla, si la consigues, la tienes tú para siempre. Lo bueno que tiene el atletismo, la natación también, y no lo tienen el ciclismo o el triatlón, es que tú puedes comparar a la gente de hace cincuenta años con la de ahora. Hay unas marcas que no hay en otros deportes.

Y la tecnología apenas afecta, ¿no? Lo que han transformado el ciclismo estas bicis ligerísimas que se han acabado haciendo no tiene parangón posible en el atletismo. Sigues siendo un hombre que corre y poco más.

Bueno, pero ahora está habiendo un boom tecnológico brutal. Si ves una zapatilla de hace muchos años y una de ahora, con las placas de carbono, con el foam y todo eso, no tienen nada que ver. Se corre mucho más rápido ahora, entre otras muchas cosas, por las zapatillas y la tecnología que les han metido. También son mucho más caras, claro.

¿Qué otras competiciones, aparte de las que hemos mencionado, recuerdas con especial cariño?

La carrera que más me gustó siempre es la San Silvestre Vallecana. No sé cuántas habré corrido, pero ocho, diez, un montón. He quedado dos años tercero. Se me ha dado siempre muy bien. Y es una carrera que es casi como una fiesta. Tú sales y ves a la gente animándote; muchísima gente animándote. Subes por el barrio de Vallecas y es casi tipo Tour. Las veces que he corrido, si vas escapado, no ves la calle, no ves a tres metros, ves gente que se va quitando. Eso es una pasada. Claro, subes hecho mierda, no vas súper rápido. Te llevan un poco en volandas. Y me encanta. Lo compartes con muchos amigos, y es fin de año, con todo lo que eso conlleva. Siempre nos hemos juntado muchos amigos. Celebramos el fin de año juntos, comemos las uvas… Está muy guay.

¿Recuerdas con especial cariño alguna victoria?

Tío, soy el eterno segundón. Fui campeón de España de tres mil, de cinco mil, de tres mil obstáculos también…, de pequeño. En cross fui subcampeón. Pero ya de adulto, ¿alguna victoria…? Pff… Nah, no sé.

¿Tienes esa espinita clavada?

No, tampoco me lleva un mal rato. He conseguido mucho más de lo que nunca imaginé. Siempre voy a luchar por ganar, el otro día salí a ganar, pero cuando vi que no podía, me resigné y ya está. Sabes que no es porque no lo hayas intentado, sino porque no das más. Yo espero que mi victoria esté por llegar, pero simplemente el hecho de volver… Mi mayor victoria ha sido volver a correr. Esa sí que ha sido mi mayor victoria: correr después de la lesión. Firmaría volver a quedar segundo en todos los campeonatos de España. Entre no volver a correr y quedar siempre segundo, preferiré siempre quedar segundo.

¿Cómo es vivir ese calvario, esos años, esos pasos sucesivos por el quirófano, esas recaídas? ¿Fue muy duro? ¿Necesitaste ayuda psicológica para sobrellevarlo?

Psicólogos nunca, no. Lo pasé mal, pero tampoco muy mal, muy mal, muy mal. No sé cómo decirte. Es como si hubiera sucedido en otra vida. Es raro. Lo peor es la incertidumbre. Si te dicen que tienes que estar un año, bueno, pero si me hubieran dicho que tendría que estar cuatro años, no sé si habría seguido intentándolo. Lo peor es la incertidumbre y el hecho de invertir mucho tiempo para recuperarte y volver a recaer, recuperarte y volver a recaer. Eso, al final, te acaba minando, te acaba mermando un montón, pero… no sé. Siempre me reponía y siempre lo volvía a intentar. Estuve mucho tiempo sin entrenar nada, sin ser un atleta profesional, sin cuidarme nada, pero es normal: no vas a estar trescientos sesenta y cinco días entrenando. Otras temporadas sí era un enfermo del entrenamiento, de cuidarme mucho, de hacer mucha bici, mucha readaptación. Luego venía otra recaída. A la tercera o la cuarta vez que recaí, dije: «Mira, ya está». Tenía edemas óseos, me hacía resonancias y el pie estaba brillante, muy mal, a punto de romper ya el hueso, la cortical. Dije: «¿Qué estoy haciendo? Me estoy haciendo mal a mí mismo, quiero lo que me hace daño». Aparte, los ingresos se acababan, así que en algún momento me tuve que poner a hacer otras cosas. Lo normal.

¿Decidiste retirarte, dices?

Síiii…, sí, sí. Hombre, no lo habría dicho así, porque tampoco he sido un atleta como para hacer una rueda de prensa y decir «me retiro». No he conseguido tantas cosas y no sé si le importaría tanto a la gente que yo me retirase. Pero sí que había pensado en escribir algo y decir «bueno, hasta aquí; ahora me voy a dedicar a correr alguna carrera de montaña, alguna popular y alguna otra cosa, porque cada vez que intento ponerme un poco en forma me pasa algo». Por suerte, durante la pandemia me recuperé.

Justo te iba a preguntar cómo viviste la pandemia.

La viví en Sierra Nevada. Estaba allí Dani, el chico con el que fui a Kenia, y yo, de aquellas, trabajaba en Kamariny y en dos escuelas, y la semana antes se había suspendido todo lo de las escuelas. Él y yo habíamos hablado muchas veces de Sierra Nevada, y dije: «Bueno, mira, me voy ahí a Sierra Nevada; estoy con vosotros un par de semanas o el tiempo que dure esto». Tampoco sabíamos mucho cómo iba a ser. Allí, entrenábamos, descansábamos… Había un gimnasio abajo. Y yo creo que aquello fue lo que necesitaba mi cuerpo para descansar y empezar muy poco a poco a recuperarme. Al final fueron como tres meses. En León estaba entrenando, pero con molestias, con dolores; y allí empecé a tener una dinámica buena de entrenamiento y no sé por qué, pero se me fueron los dolores en los dos calcáneos, que me dolían por la parte de abajo. Empecé a entrenar, entrenar, entrenar y, cuando ya se podía salir, hablé con mi entrenador y le dije: «Joder, estoy haciendo unos entrenamientos aquí, en el CAR de Granada, no de la hostia, pero bien, teniendo cuatrocientos a uno cuatro, uno cinco… Tío, estoy bien». Me dice: «¿Empezamos a entrenar?». Y dije: «No, no: quiero tomármelo más a mi bola». Al mes y medio o dos meses corrí ya un tres mil en menos de ocho minutos, en Castellón. Y digo: «Tío, sí: empezamos a entrenar. Ya estoy bien». Tampoco me quería hacer muchas ilusiones, porque cada vez que me las hacía, volvía al hoyo. Pero estaba realmente bien; no me estaba doliendo nada.

Vamos, que la pandemia te vino bien.

¡Sí! A ver, había currado muchísimo antes; había invertido no sé cuántas horas. Casi perdía al día muchísimo más tiempo cuando estaba lesionado que cuando no. En readaptación, en fisios, en muchísimas horas de bici, de elíptica… Supongo que todo eso ayudara, pero bueno, sí: a mí me salvó la pandemia.

¿Qué tal te encuentras ahora?

Muy bien. Súper bien. Tengo que estar un poco más atento que antes, porque, después de todo, me he roto el sóleo tres veces. Tengo que hilar fino. Si el cuerpo me da un aviso, tengo que escucharlo mucho más que antes. Antes era: «venga, lo que sea, que no me voy a romper», y desde que me operé los tendones sí que he tenido más lesiones musculares, no tendinosas ni nada. Pero me encuentro perfecto. No tengo ningún dolor, y salgo con ganas, y ya tengo normalizado salir con ganas, aunque, para mí, esto es la hostia.

El año pasado regresaste a un podio. En diez mil.

Sí, sí. Detrás de Carlos Mayo, que el año pasado hizo veintisiete treinta y pico. Intratable. Así que un subcampeonato de España que me supo a oro. No sé. Es que es muy complicado apostar por una distancia que a la primera te salga. Venía de correr el Campeonato de España de cross, que creo que quedé octavo. Ya estaba muy bien, pero dije: bueno, vamos a preparar el diez mil. Hacer la mínima para la Copa de Europa, quedarme a dos segundos de la mínima para el Campeonato de Europa y quedar subcampeón de España, y luego, ya en la Copa de Europa, quedar octavo y hacer la mínima para el Campeonato de Europa fue la hostia. Volví a refrendar que era el segundo mejor español. Solo me ganó Carlos. Y luego, ir al Campeonato de Europa, quedar el catorce, que luego descalificaron a uno por dopaje, y ahora soy el trece. Lo del año pasado fue como de manual; hacerlo todo perfecto, y que todo me saliera. Hombre, siempre quieres más, y al recordar que fui el quinto de Europa y ahora ser el trece, dices «me cago en la puta, qué mierda». Pero luego pienso en de dónde venía y me digo: «eres tonto». Con lo que he pasado, conseguir todo eso y estar cerca de mi marca personal… Hice nueve segundos más de mi marca personal: no es tan bien como mi marca, pero no es rendir desastrosamente mal.

Ahora tienes los ojos puestos en el Mundial de Budapest de 2023 y los Juegos de París 2024, ¿no?

En París 2024 casi más que en el Mundial de Budapest. El Mundial es muy, muy complicado. Lo voy a intentar al cien por cien y hasta que no tenga más fuerzas, pero lo veo muy difícil. El diez mil, tanto de hombres como de mujeres, ahora mismo es la prueba más difícil para ir a unos Juegos o a un mundial.

¿Por el nivel de los competidores o…?

Por el nivel de los competidores y porque hay menos participantes. Son solo veintisiete. En otras pruebas, como el cinco mil, hay hasta cuarenta y cinco. La velocidad es mucha más gente. Y por los estándares. Yo tengo que hacer el récord de España para hacer la mínima para ese Campeonato del Mundo o los Juegos Olímpicos. Nadie en la historia ha corrido tan rápido en España, y lo tienes que hacer. Lo bueno es que ahora no solo va por mínimas, sino por un world ranking. Entonces yo creo que la mínima no la voy a hacer, pero por world ranking sí podría entrar estando en torno a veintisiete treinta, veintisiete cuarenta y poco. Veintisiete treinta lo veo muy lejos, pero creo que sí puedo correr en veintisiete cuarenta y cinco de aquí a un mes y medio, dos meses. Creo que en el Campeonato del Mundo, donde tengo menos balas, no entraré, pero en los Juegos sí. Si hago una muy buena carrera en la Copa de Europa —ponte que haga, me lo invento, veintisiete cuarenta—, eso ya suma muchos puntos, y el año que viene tendría otras dos o tres carreras para poder hacer una gran marca. Pero no lo sé. Es que es muy complicado. Hay gente muy buena.

Cuando vas a correr una carrera, ¿miras con quién vas a competir y adaptas tu carrera a eso; diseñas una estrategia al respecto? ¿O simplemente corres todo lo que puedas y ya está?

Generalmente, corro lo que puedo y ya está. Sí que hay que tener en cuenta a los rivales en cuanto a con quiénes no te gustaría llegar al final, pero como tampoco puedes decidir con quién vas a llegar al final… Puedes tensar un poco antes la carrera, endurecerla tú un poco antes, pero tampoco he tenido nunca miedo de perder un sprint. Quizás ahora no sea tan rápido como era antes, porque ya no tengo ese stiffness en el pie cuando entro en fatiga, pero si me pongo a hacer rectas sí que sigo siendo bastante rápido, así que, bueno…

Has empezado a dar el salto hacia la ruta y las distancias mayores, con la mirada puesta en la maratón, ¿verdad?

Sí, por lo que te decía: es el camino que más fondistas llevan. Vas del medio fondo, cinco mil, diez mil, al maratón. No me gusta tanto la ruta como la pista, y creo que no me gusta tanto por los entrenamientos, por ese puntito agónico, un poquito masoquista, después de hacer unas series lácticas o unas series fuertes. Sí que estoy haciendo ya entrenamientos bastante más largos, más parecidos, no a los de maratón, pero sí a los de media maratón. Me parece más aburrido, pero bueno, nunca he corrido una, y tengo muchas ganas de correr una en condiciones; de meterme en la ruta en condiciones.

¿Cómo es tu dieta?

Ahora mismo no tengo… Tengo que ponerme. Sí que he pensado durante mucho tiempo estar con un nutricionista, pero como hacemos tantas concentraciones… Al final, te vas a Kenia y un nutricionista, ¿qué hace en Kenia? La comida es la que hay. No vas a ir a Kenia y decir «ponme arroz rojo», o «ponme mijo». Te dirán: «¿qué es eso?». Cuando estamos en Sierra Nevada, lo mismo. Es lo que hay. Puedes adaptar un poco la dieta según tus entrenamientos, para mejorar, y yo no sé lo que sabe un dietista ni de lejos, pero sí que me gusta leer mucho, y más o menos tenemos controlado lo que tenemos que comer antes de cada entrenamiento, y lo que puedes comer y lo que no, o lo que te sienta bien al cuerpo. Muchas veces te dicen: «¡tienes que comer esto!», pero si no te sienta bien… El gluten, por ejemplo, intento evitarlo; reducir otras cosas… Pero bueno, en cuanto a la alimentación, nunca he tenido ningún problema. He tenido la suerte de, incluso estando lesionado y sin hacer nada, pesar prácticamente lo mismo que peso ahora. La gente, a veces, se piensa que estoy entrenando, y a lo mejor llevo cuatro o cinco meses sin hacer nada de nada. ¡Y tú ves a mi hermano y está más delgado que yo! En eso he tenido suerte.

¿Has tenido que hacer muchos sacrificios a lo largo de tu carrera? ¿Te ha resultado duro, no sé, no irte de fiesta y así?

Nah, ya te digo que en los mejores años de León hacíamos de todo. En período de competición no salíamos, nos cuidábamos mucho, pero en estos períodos de impasse de marzo, abril, cuando acaban los campeonatos, salías de fiesta como una persona de veinticuatro años. Sé que no es lo que tiene que hacer un deportista que quiere ser de élite, pero lo hacíamos. Ahora sí que es todo lo contrario. Me cuido un montón, no bebo nada de alcohol, procuro dormir un montón… Ahora, casi a lo que más importancia le doy es al dormir y el descanso, y lo estoy notando mucho. También es por la edad. No recuperas como recuperabas antes. Cuando eres pequeño, eres inmortal. Yo tenía la sensación, cuando tenía veintidós años, de que era inmortal, de que podía hacer lo que quisiera: unas series del copón, salir de fiesta, dormir cuatro horas y al día siguiente ser el que más corría. Ahora es imposible. Desde la pandemia… Por eso te digo que ahora sí que soy un profesional al cien por cien. No sé si puedo hacerlo mejor. Lo único, lo del nutricionista.

¿Cómo ves el nivel actual del atletismo español; el de tus disciplinas en concreto? ¿Y la situación general del deporte nacional?

Ha subido un montón. Quizás en tres mil obstáculos se mantenga, porque antes ya había dos o tres tíos de ocho quince, y ahora son los que hay: Sebas, Víctor y Dani. Antes era Mullera —claro, con trampas…—, Víctor García —que no ha dado positivo, ¿eh?, ja, ja, pero bueno, esa época— y Blanco. También yo, [Abdelaziz] Merzougui… Habíamos varios. Pero sí que en cross, en diez mil y en maratón el nivel ha mejorado mucho. En fondo-fondo, ha mejorado mucho. En maratón se están haciendo ahora los récords de España, entre otras cosas por las zapatillas de carbono, pero no sé cuántos atletas —creo que cuatro— han corrido en menos de dos ocho, que es una auténtica salvajada, una barbaridad, y dice mucho de que tenemos una salud brutal en el fondo. Y ya no en el fondo, sino en otras disciplinas.

Tenemos medallas donde nunca pensamos que pudiéramos ganar medallas. Tenemos a Asier [Martínez] en vallas cortas, tercero del mundo; a Mariano García en ochocientos… Siempre tuvimos gente muy buena en ochocientos, pero hacían la marca y, luego, en los grandes campeonatos, quizás les faltaba un poquito. Ahora tenemos campeones de Europa, del mundo… Ha subido mucho el nivel de todas las pruebas. Ha habido un cambio generacional grande. De los del 2013 no queda nadie. Quedan Javi Guerra y Sebas. Ahora, veo mucho más equipo en los campeonatos internacionales, a nivel de selección española. Siendo un deporte individual, hay mucho más equipo, más compañerismo. Antes, no te voy a decir que hubiera mal ambiente, pero era todo más frío, cada uno a su bola. Sí que había pequeños grupillos de gente, dos o tres personas, que entrenaba junta, pero era todo súper individual. Ahora no tiene nada que ver. Y eso también influye.

¿Cómo ves, cómo vives, el boom del running en los últimos años, del que tú, además, tienes la perspectiva del que lo ve desde una tienda?

Bueno, desde el punto de vista del empresario, bien, aunque se ha estabilizado. Creo que hubo más boom hace varios años, desde 2010, 2012… Luego pegó un poco de bajón y creo que ahora está volviendo a subir. Y… bien, porque, joder, al final, correr es salud, y todo lo que sea deporte es salud. Pero hay mucha gente que corre por correr, sin asesoramiento, un entrenador, un tal, y… Esto de «voy a preparar una maratón en un mes», y hacerte daño, o que no te guste, cogerle odio, asco. Pero todo lo que sea deporte está bien. Mejor eso que estar en los bares, o todo el rato delante del ordenador. La mejor medicina es el ejercicio físico.

¿Te ves de entrenador en el futuro?

Me gustaría, me encantaría, pero no sé. La verdad es que no tengo un plan. Me gusta mucho, cada vez más, el tema de la fisiología, la parte del rendimiento, que se puede adaptar también al deporte popular y al corredor amateur, que cada vez se está haciendo más profesional.

Ya hay incluso dopaje amateur.

Eso ya me parece el súmmum, lo más bestia del mundo. Sí, y gente que prioriza el ir a entrenar, o a competir, sobre cosas sobre las que no debería priorizarlo. Cada uno es libre, pero hay gente muy obsesionada con el running, el triatlón, estas cosas, y son gente que es totalmente amateur. Tanta obsesión no es buena.

Oye, y ¿qué significa Kamariny, el nombre de esta tienda?

Es esa pista, también esa, y esa [Alaiz señala algunas de las fotos pequeñas colgadas de las paredes de la tienda, cerca de nosotros]. Es un estadio que había en Kenia, que empezaron a reformar en 2016 porque querían hacerlo de tartán, y la han cagado, porque lo han tirado abajo, este año lo han medio abierto otra vez —¡han tardado seis años! Los keniatas son muy lentos— y ya no tiene la magia que tenía. El nombre nos gustaba y nos pareció cojonudo para dárselo a la tienda. Es donde va a hacer las series toda la gente que vive en Iten, e incluso en otros pueblos cercanos.

Hablemos de política para acabar. Eres una persona de izquierdas, ¿verdad?

A ver, a mí habrá algunas cosas de derechas que me puedan llegar a cuadrar. Y habrá algunas cosas de la extrema izquierda que no me cuadren ni de coña, o las anarquistas, con eso de que cada uno haga un poco lo que le salga de los cojones. No, eso no. Lo que sí que creo es que nos tratan como si fuéramos tontos. Da igual que esté la izquierda o la derecha. Da igual que esté el PSOE, que en teoría es de izquierdas, que esté el PP. No da igual: el PSOE hace, en teoría, un poco más de labor social y tal. Pero vivimos en una precariedad que es brutal. Y nos creemos que nos gobierna gente que realmente no nos está gobernando. No te gobierna Pedro Sánchez, es mentira. Gobierna quien gobierna: la gente que tiene la pasta, los de BlackRock, los fondos estos tochos-tochos.

Dentro de eso, los gobiernos de izquierdas o de derechas tienen un pequeño margen y te puede cuadrar un poco más un lado o el otro, y puedes votar más a un lado o al otro. Pero, tal y como la sociedad está montada, el voto tuyo no va a cambiar mucho. Hombre, puede cambiar mucho si ahora el PP coge y empieza a privatizar toda la sanidad y estas putas mierdas que creo que son lo que va a pasar si empieza a salir toda esta gente. Ya lo están haciendo en Castilla y León, en Andalucía o en Madrid. Entonces, hay que votar aquello que pueda ayudar a la gente. Me gusta mucho, como decía, José Luis Sampedro. También me gusta mucho, que era de derechas, Antonio Escohotado, un tío del que me llamaba mucho la atención su manera de pensar, bastante liberal, y que quizá tendía más para la derecha, aunque en muchas cosas tendía a la izquierda.

¿Te han ofrecido alguna vez entrar en política?

No, no. Nunca. No sé si lo haría. Igual sí, ¿eh? Pero a nivel de rédito económico no me llama mucho. Sí me llama ayudar a nivel local, hacer cosas a nivel local. Se pueden hacer muchas cosas. Pero a nivel global, estatal, hay una limitación brutal. Tú puedes criticar mucho al presidente del Gobierno, pero se mueven en un margen tan pequeño que votamos porque hay que votar a alguien, pero esto no es una democracia.

No sé si era José María Maravall el que decía que la diferencia entre la izquierda y la derecha era un dos por ciento del presupuesto.

Claro, tú estás votando, pero no estás decidiendo. Democracia, mis cojones. No sé. No sé qué futuro nos espera. Pero ese futuro no lo vamos a decidir ni tú, ni yo. Lo van a decidir otros por nosotros.

2 Comentarios

  1. Un tío grande Roberto. Muy interesantes sus opiniones.

  2. Estupendo Rober. Sin filtros 🙌

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