La noticia la saben, y en caso de que no, se la resumo: Gerard Piqué anunció el pasado jueves la subida de los sueldos de jugadores y jugadoras de la Kings y Queens League. El sistema sigue siendo paritario -porque el dinero sale de los patrocinadores, y no de los viewers como sugieren las cuentas de niños rata que protestan por esta paridad- y no entraremos en si justo o no, al suponer una categorización de picks de draft en la que el primer pick cobrará más que el quinto en la nueva selección de jugadores y jugadoras.
En esta nueva remodelación, una futbolista de la Queens League podría llegar a cobrar 7.500 euros al año (recordemos que el salario mínimo de la Primera División española de Fútbol Femenino es de 12.000), y la peor pagada cobraría 2.500 euros. Si bien es cierto que en la Queens League conviven jugadoras de primera división con jugadoras en edad juvenil, el mayor porcentaje de ellas compiten en fútbol federado en categorías donde es bastante difícil cobrar un duro, y muchas veces se cobra en calidad de dietas, gasolina, o donación. Por tanto, a la columnista le sorprende que haya tantos comentarios denostando un sueldo que no importa tanto por lo que significa dentro del ecosistema Queens como lo que deja entrever fuera de él.
De Nacional para abajo, lo hemos dicho innumerables veces, el desaguisado institucional es de órdago. Nacional (nueva 3RFEF), es la gran olvidada por la Real Federación Española de Fútbol en el tema de ayudas. Una categoría castigada, relegada a un cuarto plano, en la que las jugadoras compiten con la vana esperanza de subir la escalera otra vez a la Primera o Segunda RFEF, y en la que los clubes hacen lo que pueden con un presupuesto que se va más en viajes que en salarios. Muchas no cobran. Los contratos se limitan a un post de Instagram con un edit hecho con la mejor intención, y, estos ojos lo han visto, si la jugadora decide romper ese vínculo se la expone como si estuviera rompiendo el contrato millonario de Mbappé. Si nos vamos a categorías regionales, el panorama es más desolador aún. Y en las inmediatamente superiores nos encontramos a clubes que deberían temer porque una jugadora cobre 300 al mes aquí, porque ni eso cumplen.
La exclusividad que sugiere la organización de la Queens League es un palo a la proyección de muchas jugadoras jóvenes que, a 6 de julio que se hace el anuncio, ya tenían apalabrado con un club su renovación o fichaje. Se corta la proyección de fútbol federado de quienes aún quieren competir e intentar la heroica de convertirse en profesionales y vivir del fútbol. Económicamente, muchas elegirían a día de hoy la Queens League por mucho que les cueste entenderlo a quienes les parece poco lo que se paga. El contexto importa. Una de las mejores jugadoras de la competición, Alex Giró, es jugadora de fútbol sala. ¿Saben ustedes cómo son las condiciones económicas de una jugadora de fútbol sala de categorías inferiores? Se lo cuento: nulas. Otras han pasado por el calvario de competir poniendo dinero de su bolsillo durante años, han visto como sus clubes las dejan tiradas en una lesión o han tenido que compatibilizar la práctica deportiva con hasta dos trabajos para poder pagar el alquiler. ¿Que si cobrar 150 euros por partido les parece poco? Dada la exposición mediática que tienen, superior a cualquier liga femenina de este país más que nos pese, puede parecer una minucia. Pero el contexto, siempre el contexto del fútbol femenino: ¿cuántas jugadoras de nuestro país, de las 70.000 fichas que decía Jorge Vilda que tenemos, cobran eso a día de hoy?
Lo único que hay que revisar y bien, a opinión de la columnista —siempre subjetiva y en el marco de que pegar patadas a un balón no es lo suyo, ni lo fue, ni lo será nunca—, es ese matiz de la exclusividad, a todas luces necesaria si se quiere competir a buen nivel, y entendible en el deporte porque la duplicidad de fichas a partir de ciertas edades es imposible. Cuando una futbolista acuerda en su renovación o fichaje que jugar en la Queens League es condición indispensable para garabatear el contrato, la liga tiene que hacer el esfuerzo de aplazar la decisión de la exclusividad para otro escenario, cuando esto esté consolidado y sea una opción real, duradera y estable para quienes la disputan.
El riesgo de frenar la carrera deportiva, en un mundo en el que los clubes tienen un rencor desorbitado a quienes les hacen borrar el post de Instagram, no es compatible con disfrutar de una liga que ha venido a romper las normas. Jugar con las reglas de otros, los que siempre ponen palitos en las ruedas a las futbolistas, no es el cambio que esperábamos. Una liga que está en versión beta y en la que te puedes ir a casa en el siguiente mercado, dejando una temporada entera en blanco en fútbol federado que puede ser definitiva en nuestro caso, es hacer lo mismo que otros nos hicieron. Es revisable, y debe revisarse. A todo lo demás, contexto. Que haya 120 mujeres que cobran por jugar a fútbol en un deporte en el que esto es la excepción, nunca será motivo de disgusto para quien les escribe.
Las comas estaban de oferta.