Lo reconoció abiertamente: «He sufrido acoso escolar desde los 6 años, por ser negro, por ser diferente, por no gustarme lo mismo que al resto de niños, por competir el fin de semana mientras el resto hacían cosas normales». A Hamilton le humillaron de pequeño y lo reconoce porque hace mucho que se deshizo de la vergüenza y del peso del orgullo que protege lo que ha de ser una imagen perfecta. No es su culpa lo que le ocurrió ni lo que le tocó vivir y ahora que ha tocado techo en la Fórmula1 igualando en títulos a Michael Schumacher es momento de sentirse más humano, menos máquina y empezar a expresar lo que le hace sentir persona.
Dice que le da igual lo que digan de él, pero no es verdad, y lo valiente es que sigue haciéndolo, reconociendo sus malos momentos para poder inspirar a una nueva generación. Es su manera de, más que subir el nivel, traspasarlo, ir a otro plano de lo deportivo al personal, al inspiracional para luchar por los derechos sociales y el respeto que él no tuvo. Se acabó ningunear a las personas negras, aguantar el bullying, admitir la brutalidad policial. Y su púlpito para reclamarlo no es otro que el espectáculo y el momento más visto del Mundo, el inicio de una carrera o el podio. Rodilla al suelo y puño en alto, camiseta de «arresten a los responsables» todas las denuncias posibles están en él y nadie puede pararle porque dice que está dispuesto a no correr si no le dejan expresarse.
¿En qué momento las carreras se convirtieron en revolución? En el momento en el que Hamilton dijo basta y propició un choque de realidad inimaginable hasta entonces, donde la millonada, el sponsor bienqueda y huir de la polémica mandan en la elite del deporte. El derroche en la Fórmula1 y su highclass no tiene tiempo para preocuparse por minorías o derechos humanos. Los problemas del pueblo no son los de ellos y visitar países que no respetan los derechos humanos y arrasan por donde pasan parece algo lógico… hasta ahora.
Es un atropello consentido en el que todos miran para otro lado, los pilotos están para correr y el resto no les incumbe. Parece una barbaridad, pero se han corrido carreras con muertos durante el fin de semana, con revueltas en la ciudad como en Manama, Baréin, cayendo misiles a escasos kilómetros del circuito como en Arabia Saudí y la insensibilidad continúa y fue de los pocos deportes que corrió en el 11S porque el show debía continuar. Nada lo para y pocos homenajes o minutos de silencio se permiten. Atentados en París, sí, atentado en el Líbano, no. Y con todo esto el 7 veces Campeón del Mundo salta la banca.
Nunca antes un piloto había vestido una camiseta con un mensaje como se podía ver en el fútbol y lo hizo Hamilton un 4 de julio de 2020 «Black Lives Matters» y puso su rodilla en el suelo animando al resto de pilotos a hacerlo. Algunos le siguieron y otros no. Algunos aparecieron con camisetas de «EndRacism» amplificando la denuncia y separándose de su discurso, no querían que se convirtiera en su líder sindical. Y desde ahí no paró. En la carrera de Mugello de septiembre apareció con la camiseta «Arrest the Cops who killed Breonna Taylor» antes de la carrera y el podio, y fue llamado al orden por Mercedes por tapar los sponsor y por la FIA por entrometerse en un acto protocolario y respetado como es el podio con himnos nacionales y ceremonia mística de por medio.
A Hamilton se le ha quedado pequeño el Mundo superficial y competitivo de las carreras y una vez hecha su gesta deportiva (aún le quedaría ganar el octavo Mundial para ser el que más títulos tenga de la historia) es el momento de transcender. Está lejos ya de sus rivales en el circuito a los que ni se acerca en el drivers parade, antes del inicio de la carrera, y se coloca a un lado en el camión que les lleva a saludar a toda la grada, escucha música y evita las conversaciones y se baja antes que nadie, tiene otras cosas mejores que hacer.
Poco tiene que ver con ellos. A él le interesa la música, el cine, la moda, deportes que nada tienen que ver con las carreras o el estereotipo del piloto de toda la vida. Le gusta el surf, el kitesurf, el snowboard y ha aprendido a tocar el piano. «Hay tanto por hacer. A veces siento que la vida se me escapa entre los dedos», se le ha escuchado decir en más de una ocasión. Y siente la necesidad de expresar esa sensibilidad reprimida de pequeño. «Mi papá nunca me dejó llorar de pequeño decía que era una muestra de debilidad y no me dejó derramar una lágrima. En 2020 lloré y no he llorado por lo menos en 10 años o más, recuerdo apoyarme en mis rodillas y pensar qué está pasando en el Mundo, si no lo hago yo, no lo va a hacer nadie» dice con voz reposada pero firme en el podcast de Jay Shetty «On Purpose» donde se ha sincerado y profundizado, y de qué manera, en algo que ya ha comentado de manera fugaz. Su infancia no fue la más feliz.
«El colegio ha sido lo más traumático de mi vida, he sufrido acoso desde los 6 años, éramos 3 chicos de color y el resto eran más grandes, más fuertes, siempre era el último al que elegían o incluso ni me elegían aunque fuera mejor que alguien, las burlas constantes, plátanos o lo que fuera, usando la palabra N con tanta facilidad. La gente no sabe por lo que pasas, todo lo que aprendías en historia no tenía nada que ver con personas de color y yo pensaba, ¿dónde está la gente como yo? Como corría los fines de semana volvía y la gente que hacía cosas normales me decía que no sabían cuál era mi objetivo, y pensaban que lo hacía de broma. Pensaba en la interacción social y que no había manera de que progresara con eso porque no había manera aunque lo intentara. Creo que el sistema estaba contra mi y que siempre estaba nadando contra corriente, pero me siento agradecido porque he construido la personalidad que tengo ahora». Es la primera vez que un piloto, un campeón del Mundo se muestra tan vulnerable e insiste en su imagen de víctima a pesar de ser un líder dentro y fuera de la pista.
Y, aunque sus nuevas reivindicaciones han llamado la atención con opiniones dispares, un cuatro veces campeón del Mundo como Sebastian Vettel también ha despertado para aparecer incluso con la camiseta con los colores del arcoíris en países donde la homosexualidad es delito. «No me importa si no me siguen yo no quiero estar asociado con esta narrativa», Insiste Hamilton reafirmando su postura y ampliando su rebeldía en redes sociales.
Hace tiempo que vive lejos del estereotipo que se le presupone, se hizo vegano, entra en el paddock con ropa de diseño original, colores y formas llamativas, levita por encima del resto sintiéndose atraído por las miradas, con valores más profundos que el resto, intereses más allá del mundo al que pertenece, más completo, más real, más abierto, más persona. Es educado, tranquilo, mira siempre a los ojos cuando habla, trata de explicar y que entiendas su mensaje. No hay soberbia, hay paz. Parece como si todo se hubiera calmado en él al encontrar su propósito. Y va más allá de la lucha racial, quiere diversidad en los equipos, en la parrilla y que haya más mujeres piloto y que tengan opciones de estar en puestos importantes en la Formula1.
Su verdad le ha hecho libre y reconocerlo un golpe de realidad para muchos: «Hay muchas cosas deprimentes por las que he pasado. No podía llegar a casa y decir a mis padres, ‘¡eh! hoy me han acosado’ o que no podía defenderme. Mi padre pensaría que no era fuerte. Si lloraba y mostraba emociones no encajaba. A través de las carreras era como transmitía mis emociones y me desahogaba. Recuerdo ir a llorar y ponerme el casco y era como sentir mi superpoder, pensaba que eso era lo que el resto no podía hacer. Era como mi escudo». Y su suporpoder sigue presente porque, aunque le haya costado la vida llegar aquí, como a todos a su manera, ahora es uno de los mejores pilotos de la parrilla. Mientras sigue batiendo records quiere influir en las generaciones venideras para que no admitan el abuso y todos los niños puedan salir adelante como él lo hizo. «Lo más fácil en la vida es abandonar, lo más difícil es continuar y seguir».
La Federación Internacional de Automovilismo no quería que siguiera por ese camino, una carrera no es atril político reivindicativo y también ¿él es quién decide que está bien y qué está mal? Las reivindicaciones pueden ser infinitas o cada uno puede estar más cerca de un drama personal o social. Bajo su nuevo presidente el qatarí Ben Sulayem promovieron un nuevo artículo en el que «prohíbe las manifestaciones políticas o religiosas sin su consentimiento» acudiendo a su principio general de neutralidad. Hamilton dice que no lo respetará y la F1 lo respalda y su multa puede ir desde «25.000 euros a no correr un GP».
Los más veteranos se pellizcan para ver si es verdad que un piloto se comporta así, vista así y piense así en un deporte tan clásico, mientras el resto del Mundo ve a alguien original, que le puede gustar o no, pero reconoce que está despertando conciencias. No se puede vivir indiferente o de espaldas a derechos humanos básicos y fundamentales. La mayoría de pilotos le respetan en público, algunos le critican en privado por querer ser siempre el centro de atención y tirar de victimismo. La ultra competitividad de esta sociedad y de este deporte/negocio tan salvaje no dejaba más opción que estar sumergido en el mono de piloto, así vive el resto, pero no el nuevo Hamilton quien acaba de reventar un mundo herméticamente cerrado. «Estamos más divididos que nunca, pero hay mucha gente increíble ahí fuera y quiero ser parte de eso, ser parte de la burbuja de energía positiva y que inspira. Necesitamos crear un mejor futuro, mejores líderes, tenemos que inspirar a las próximas generaciones, quiero centrarme en cosas positivas y aprender las herramientas que no tuve, tenemos mucho que hacer y poco tiempo en este planeta».
Menuda hagiografía… La debe haber escrito el propio Hamilton.