«Hay al menos tres flechas del tiempo diferentes. Primeramente, está la flecha termodinámica, que es la dirección del tiempo en la que el desorden o la entropía aumentan. Luego está la flecha psicológica. Esta es la dirección en la que nosotros sentimos que pasa el tiempo, la dirección en la que recordamos el pasado, pero no el futuro. Finalmente, está la flecha cosmológica. Esta es la dirección del tiempo en la que el universo está expandiéndose en vez de contrayéndose».
Stephen Hawking, «Breve historia del tiempo»
La cuestión del tiempo en el ajedrez siempre ha tenido una proverbial relevancia. Cuando el juego era su versión protohistórica oriental, particularmente en la era del shatranj árabe, o incluso en los primeros años en que se dio su ingreso a Europa, las partidas podían tener una duración muy (demasiado) prolongada. Aún no existía el auxilio de ningún dispositivo que pudiera operar de control de la duración de las partidas.
Solo importaba su concepción como pasatiempo, y no de práctica deportiva en términos de competencia, por lo que solo se trataba de transcurrir, no habiendo prisas. Vemos al ajedrez adscripto a la lentitud de un mundo medieval en donde todavía no se habían acelerado los acontecimientos, por lo que las angustias podían tener que ver con otras cuestiones, mas no estaban vinculadas al más moderno frenesí.
La práctica interpelaba el ejercicio de la virtud de la paciencia, en el marco de un juego intrínsecamente muy distinto del actual, más estático, del todo moroso. Es que, en los orígenes, y durante casi un milenio, las variantes que terminaron decantando en el moderno ajedrez que tenían dentro de sus piezas a la del visir (que estaba al inicio al lado del rey), se movía en forma muy precaria (apenas un paso en diagonal), muy lejos del furioso movimiento ulterior de una reina que habrá de reemplazarlo en Europa.
Esta, cuando sea dotada de su movilidad ampliada, dinamizará el juego tornándolo agresivo, revolucionándolo. En igual línea, al alfil (el viejo elefante oriental) se le conferirá un mayor radio de acción; pudiendo desde ahora moverse en dirección oblicua a lo largo de todo el vector. Lo que ayer era estático, se tornaba en dinámico.
Comenzaba el proceso de aceleración en las sociedades y, como reflejo, lo propio sucedería en el muy adaptativo ajedrez. Empezaban los viajes de los cultores del juego y la posibilidad de las competencias internacionales. En algún momento resultará necesario medir el tiempo de duración de partidas las que no podían eternizarse.
El juego ya no era el mismo. Progresivamente, pasará de las cortes a ámbitos nuevos, como los cafés y los clubes con el advenimiento de la Edad Contemporánea. Sin embargo, aún los encuentros duraban muchas horas. Y ello fue así hasta que se dio la invención del reloj del ajedrez avanzado el siglo XIX en donde comenzaron a consolidarse los torneos locales e internacionales y se introdujeron los campeonatos mundiales.
Para dar solo un caso de los excesos en los que se podía antes caer, recordemos el célebre match, ese que insumió unas 88 partidas, que disputaron en 1834 a lo largo de cinco meses en Londres el francés Louis-Charles Mahé de La Bourdonnais y el irlandés Alexander McDonnell. En ausencia de todo control de tiempo, las partidas podían suspenderse y eran muy largas, habiendo insumido alguna de ellas unas siete horas. Al cabo de todo, al de la isla se le agudizó un cuadro de enfermedad renal y murió. ¿Una víctima de un extenuante ajedrez sin límites de duración de tiempo de los encuentros?
El primer registro de medición del tiempo en el juego se remonta a 1861 cuando se hizo un match entre el prusiano Adolf Anderssen y el eslovaco Ignatz Kolisch, en el que se utilizó un dispositivo que incluía sendos relojes de arena. El primero de ellos de índole mecánica se empleó en un torneo en Londres en 1883, una invención del inglés Thomas Bright Wilson.
Otro aporte significativo se dio a comienzos del siglo XX cuando se introdujeron las manecillas en cada esfera, cuya caída señalaba más exactamente el momento en que se agotaba el tiempo.
Bien avanzado el siglo XX, se pasará de los relojes analógicos a los digitales. No solo se podrá medir el transcurso de cada partida sino que, desde ahora, además de contarse con dispositivos más exactos, también se incorporó la posibilidad de agregar segundos por jugada. De ese modo se podían generar alternativas para evitar que se castigue a jugadores que tengan virtualmente ganadas las partidas, pero que sufran la pérdida del punto por el agotamiento del tiempo conferido.
En este grado de avance al que coadyuvará la evolución tecnológica, surgirá una posibilidad antes impensada: la de hacer torneos específicos en los que importe más la velocidad que la precisión, en donde el vértigo y una mayor espectacularidad primen, en donde todo se dirima en unos cuantos minutos para consagrar a los ajedrecistas que mejor se adapten al modelo de rapidez propuesto en la nueva era.
Habían aparecido, casi sin proponérselo, las partidas más veloces que habrán de complementar a aquellas otras realizadas bajo el ritmo convencional, ese que muchas veces era llamado «ajedrez pensado», como si en los otros casos el pensamiento no pudiera también estar presente, aunque ahora estuviera más exigido por la tiranía de la velocidad.
Y, si bien existen otras formas, hay dos que se impondrán: la de ajedrez rápido y la de blitz. En aquella, todo se resuelve tras otorgársele quince minutos por jugador, agregándose diez segundos por movida; en esta, se dota de tres minutos por contendiente, adicionando dos segundos por jugada. Incluso existe una forma muy popular, llamada «bala» («bullet» en idioma inglés) en donde el encuentro se resuelve en apenas un minuto por jugador.
Todo muy rápido, todo muy vertiginoso, todo algo frenético y furioso, todo mucho más espectacular (a los ojos del público) respecto de un más reconcentrado y calmo ajedrez convencional.
Campeonato de ajedrez rápido organizado por Chess.com con triunfo de Nakamura sobre Carlsen
El popular sitio Chess.com, tras quince años de existencia, alcanzó en diciembre la friolera de cien millones de usuarios, sumó a Magnus Carlsen como Embajador y adquirió la empresa del campeón Play Magnus. Coronando todo ello organizó, entre el 23 de noviembre y el 16 del mes siguiente, su ya tradicional campeonato de ajedrez, en el que intervinieron dieciséis figuras, incluidas los tres primeros del ranking mundial, Carlsen, Liren Ding y Yan Nepómniashchi.
Se realizó por eliminación directa, tras sucesivos matches eliminatorios, cumpliéndose en cada fase veintiséis encuentros, ocho en la modalidad rápida y en blitz, más otros diez bajo el sistema denominado «bala».
A la instancia final arribaron Carlsen, quizás el mejor de siempre en todos los planos (y vencedor de esta prueba en su edición inaugural, la de 2017) y el norteamericano Hikaru Nakamura, el máximo ganador de esta competencia (lo hizo de 2018 a 2021).
Ahora, se dio una nueva victoria para Nakamura ante un Carlsen que venía de paso arrollador. Este, en la primera manga, había batido al aún niño (tiene dieciséis años) jugador indio Dommaraju Gukesh por 23 a 7; en cuartos de final nada menos que con 22 victorias y 4 empates al estadounidense Fabiano Caruana y en semifinales por 17 a 9 al francés Maxime Vachier-Lagrave.
Pero Nakamura, quien en etapas previas se había desembarazado del ruso (de origen armenio) David Paravyan por 19.5 a 7.5; de su ahora compatriota (también nacido en Armenia) Levón Aronián por 15.5 a 8.5. y del indio Nihal Sarin por 14.5 a 10.5, se convertiría en la definición en una valla insalvable para el campeón mundial.
Se dio un resultado de trámite infartante, por la mínima diferencia posible, quizás para estar a tono con la épica definición del campeonato mundial de fútbol ganado por Argentina ante Francia, la que se jugó en contemporaneidad a este torneo.
El nacido en Japón prevaleció por 14.5 a 13.5, producto de su victoria contundente en partidas rápidas por 6.5 a 2.5, que no pudo ser compensada por el noruego que tuvo scores favorables en blitz (por 6 a 4) y en bala (5 a 4).
Habría que decir que, pese a los pergaminos del vencido, el vencedor en rigor era el favorito ya que Carlsen, en el ranking acumulado previo al torneo, medido en partidas rápidas, «solo» contaba con 2.830 puntos frente a los siderales 2.909 de Nakamura.
El norteamericano, entonces, logró el pentacampeonato de esta prueba frente a su encumbrado rival, reeditando su triunfo personal ante el noruego a quien también recientemente batió en la final de la segunda edición del campeonato mundial disputado recientemente bajo la modalidad Fischer Random en Reikiavic.
Kárpov designado presidente honorario de la Federación de ajedrez de Rusia
Antes de referirnos a los campeonatos mundiales de Almatý, digamos que diciembre dejó como novedad que Anatoli Kárpov, ya recuperado de una conmoción cerebral que lo llevó a un estado de salud delicado en meses recientes, fue ungido, a sus 71 años, como presidente honorario de la Federación de Ajedrez de Rusia.
Este reconocimiento nacional, que en circunstancias diferentes solo merecería ser visto como otro galardón en la inmensa trayectoria del excampeón del mundo, sin embargo, tiene un sabor agrio. Es que la legendaria figura de los tableros, quien a su vez integra la Duma (el Parlamento nacional), habiendo sido elegido en su momento como representante por el partido liderado por Vladímir Putin, es un acrítico seguidor del autócrata que ordenó la invasión a Ucrania.
Contrasta con esa postura la posición expresada en carta que suscribieron en el mes de marzo de 2022 cuarenta y tres ajedrecistas rusos, entre quienes se hallan el aspirante a la corona Yan Nepómniashchi, Peter Svidler, Daniil Dubov, Andrey Esipenko y los excampeones del mundo Aleksandr Jálifman y Aleksandra Kosteniuk, quienes en ese momento clamaron para que se detuviera una campaña militar que, lamentable y trágicamente, nunca fue detenida pese a ese y otros ruegos.
En estas condiciones, siempre preferiremos al Kárpov ajedrecista respecto del Kárpov político. Aquel, sin dudas es uno de sus principales referentes históricos. Del otro, preferimos solo decir que lamentamos que no hubiera sabido interpretar la sensibilidad de sus colegas y compatriotas, quienes supieron elevarse desde lo nacional a lo universal, apelando a la vez al respeto a los valores supremos de la libertad y la autodeterminación de los pueblos de naciones que solo quieren vivir en paz sin sometimientos externos.
El memorial Gashimov, también a ritmo rápido
En el mes se dio otro acontecimiento destacable. En Azerbaiyán se hizo una nueva edición del torneo que recuerda a Vugar Gashimov. Este ajedrecista, nacido en la misma Bakú que fuera cuna de Gari Kaspárov, murió en forma muy temprana (a los veintisiete años de edad) tras una prometedora campaña ajedrecística. Había sido, hasta que se tronchara su vida por una cruel enfermedad cerebral, en tres ocasiones campeón nacional, alcanzado el top10 mundial e integrando el equipo azerí que en 2009 se consagró campeón europeo en Novi Sad, junto a Teimour Radjabov, Shakhriyar Mamedyarov y Rauf Mamedov.
En el Memorial realizado este año resultó vencedor la joven y ascendente estrella uzbeka Nodirbek Abdusattórov (líder del equipo de su país campeón olímpico en Chennai 2022), quien hizo 25.5 puntos sobre un total de 36, aventajando precisamente a los dos ajedrecistas locales Shakhriyar Mamedyarov y Rauf Mamedov, quienes lograron 20.5 puntos.
Los campeonatos mundiales de ajedrez rápido y blitz
Desde 2012 la FIDE está desarrollando, regularmente, salvo casos excepcionales (en el 2020 no los hubo por la pandemia y el de mujeres no se hizo en 2013 y 2015), campeonatos mundiales de estas especialidades. Antes se dieron otras ediciones, que son asimismo reputadas de formales ya que la entidad mundial las había organizado, aunque ellas no tuvieron secuencia temporal sincrónica.
Los campeones de la postrera edición, la de 2021 fueron, en la prueba abierta (en la que predominan varones, mas no se excluye a las mujeres) y en partidas rápidas, el mencionado Abdusattórov, y en damas la rusa Alexandra Kosteniuk (quien acaba de anunciar que próximamente competirá bajo bandera suiza). En blitz, quienes se alzaron aquella vez con la victoria fueron el francés Maxime Vachier-Lagrave y la kazaja Bibisara Assaubayeva.
A lo largo del historial teníamos como máximos ganadores, antes de la presente edición, a Carlsen con tres victorias en rápidas (2014, 2015 y 2019) y cinco en blitz (2009, 2014, 2017, 2018 y 2019); y a la rusa Kateryna Lagno con un título en rápidas (2014) y tres en blitz (2010, 2018 y 2019).
Ahora, entre el 25 y el 30 de diciembre, se organizó una nueva edición de estas competencias mundiales tan esperadas y celebradas, siendo su sede la ciudad de Almatý (Alma Ata), la más importante, aunque no la capital (lo fue hasta 1997, desde entonces ese rol lo cubre Astaná), de una Kazajistán que es tan afecta a un juego que practica desde tiempos inmemoriales. De hecho habría que recordar que la ciudad anfitriona de la competencia supo ser parte de la ruta de la seda, esa en donde nació el ajedrez.
Al cabo de estas porfías, el «magno» Magnus se consagró vencedor y, por ende, alcanzó por tercera vez la condición de triple campeón del mundo: absoluto, en rápidas, en blitz. Recordemos que ya había ostentado la triple corona en los años 2014 (tras los mundiales de rápidas y blitz en Dubái) y en 2019 (después de los torneos en Moscú).
En el caso del mundial de partidas rápidas el desenlace se dio no sin angustia, y con un ganador sin invicto (perdió ante el ruso Vladímir Artemiev en la undécima ronda), ya que el noruego consigue prevalecer sobre el cierre gracias a su triunfo en la decimotercera y última rueda ante el fuerte jugador iraní Parham Maghsoodloo, lo que le permitió superar por media unidad al norteamericano Fabiano Caruana y al alemán Vincent Keymer.
Este, de solo dieciocho años, y debutante en estas lides, estuvo a un paso de compartir la punta con Carlsen, cosa que hubiera sucedido si hubiera concretado su ventaja ante el francés Maxime Vachier-Lagrave en la partida de la rueda de despedida.
El campeón saliente, Abdusattórov, finalizó en la décima colocación; el tercero del ranking mundial Nepómniashchi (el segundo, Ding, no fue de la partida) aparece recién en el decimocuarto lugar, pero mucho peor le fue a Nakamura quien apenas culminó en la 44ª posición entre los 178 participantes del torneo. Mas el jugador nórdico, de por sí muy competitivo y exigente (consigo mismo y con todo lo que lo rodea), tras esta nueva consagración iría por más y, en blitz, también se alzará con el triunfo máximo.
Será con el marcador de 16 puntos en 21, sin invicto, ya que cayó en la rueda quince ante Nepómniashchi y en la diecinueve ante el ruso Alexey Sarana, finalizando con uno más que sus seguidores, Nakamura y el armenio Haik Martirosyan. Inmediatamente atrás quedaron el neerlandés Anish Giri, el polaco Jan Duda y los rusos Danili Dubov y Sarana. Este, y en particular Martirosyan, fueron las apariciones sorpresivas de la competencia; ambos son muy jóvenes, por lo que habrá que incorporárselos al radar.
Algunas estrellas relegadas, entre los 87 participantes, fueron Nepómniashchi, quien resultó duodécimo; Caruana, arribando decimoquinto, y el chino Yu Yangyi quien salió vigesimotercero. Carlsen, no solo fue centro de atención por estos triunfos sino que, profundizando la línea reciente en que concretó su amenaza y ya formalmente sabemos que en 2023 no habrá de procurar revalidar su corona a ritmo clásico (tendemos un nuevo campeón que saldrá del enfrentamiento entre Nepómniashchi y Ding), ahora le agregó otro anuncio inesperado.
En efecto, en una conferencia de prensa, a poco de ganar el mundial a partidas rápidas, y antes de concretar su suceso en blitz aseguró que, al menos por un año, dejará de participar en torneos presenciales, aunque seguirá haciéndolo en las modalidades on line.
¿Es este el prenuncio de su retirada definitiva del ajedrez en su modalidad convencional máxime que, a su juicio, ella pudo haber entrado en crisis frente al avance del ajedrez rápido, el que bien se puede disputar desde la comodidad del hogar del ajedrecista y generando a la vez un mayor espectáculo para la audiencia?
Podrían abrirse adicionalmente otros interrogantes: ¿será señal de cansancio, de falta de objetivos superadores, de búsqueda de nuevos horizontes?; ¿estamos frente a un cambio radical del ajedrez que ahora debe ser visto más en su fase de espectáculo y Carlsen lo supo comprender anticipatoriamente?; ¿estaremos en presencia de una reacción meditada, o fue adoptada por Magnus a toda velocidad, casi como si estuviera apremiado por el tiempo en una partida de blitz?; ¿estamos en vísperas, y alentados por su propia decisión, del final del largo predominio de Carlsen del panorama del ajedrez, al menos en lo que respecta a su formato más tradicional?
Carlsen, qué duda cabe, tiene mucho aún por dar. Por lo que tal vez solo se trate de un impasse y no de un retiro definitivo. O quizás prefiera apartarse desde el cénit aunque, cabe recordar, tiene la asignatura pendiente, esa que alguna vez se la propuso, aunque no pudo cumplirla: la de alcanzar los 2.900 puntos ELO.
Confiamos que esa meta lo pueda hacer regresar a los tableros. Habría que recordársela, a ver si le sirve de incentivo ya que esa valla, en el actual escenario, solo el noruego estaría en condiciones de llegar a superar.
Desde luego que, sea como sea, Magnus ya es parte del Olimpo del ajedrez, ese en el que sus integrantes son eternos. Los dioses, es bien sabido, son los únicos que pueden escapar de los rigores de un tiempo que, para los simples mortales, resulta meramente finito. Carlsen, en esta línea de análisis, es sin dudas una suerte de Odín del ajedrez.
En el caso de las mujeres, siguieron los éxitos de la GM china Tan Zhongyi, quien viene de clasificarse para la instancia final en aras de retar a la campeona mundial a ritmo clásico (título que Tan supo tener) y de ser vencedora del campeonato nacional de su país, siempre en la rama femenina.
Ahora, y tras un recorrido en el que finalizó invicta, logra su primera corona ecuménica en partidas rápidas al vencer en el desempate por 1.5 a 0.5 a la MI kazaja Dinara Sadaukassova. Ambas habían finalizado la contienda, en la que intervinieron 98 jugadoras, con 8.5 puntos sobre 11.
A media unidad de las vencedoras quedaron las indias Savitha Shri y Humpy Koneru (la primera, una sorpresa; la otra, una figura consagrada), la rusa Aleksandra Goryachkina (segunda en el escalafón mundial a ritmo clásico) y la también kazaja Zhansaya Abdumalik (la primera mujer de su país en convertirse en GM). Kosteniuk, la campeona saliente, arribó en la novena posición.
En el caso de la modalidad blitz, y para alegría de la afición local, la corona recayó nuevamente (ya la había conseguido el año anterior) en Bibisara Assaubayeva quien, con solo dieciocho años, es la jugadora más joven en obtenerlo en esta especialidad. Ahora, al lograr 13 puntos sobre los 17 posibles, fue la mejor de todas las 99 participantes, quedando por delante de Koneru, quien la escoltó a medio punto (la india tuvo un sprint final fabuloso, con 8.5 puntos en 9).
La ajedrecista kazaja tiene otra muy relevante particularidad. Es la primera representante de fe musulmana que, independientemente de su género, ha logrado obtener algún título mundial en ajedrez en la historia.
Assaubayeva, quien no había comenzado demasiado bien (contaba con 2.5 puntos en 4 al inicio) y, a pesar de registrar tres derrotas a lo largo de la prueba, tuvo un desempeño brillante al cierre con cinco victorias consecutivas, estando entre sus vencidas de ese tramo Tan (finalizará tercera junto a la sorprendente MI rusa Polina Shuvalova, ambas a un punto de la representante local), Kosteniuk y la india Harika Dronavalli, la segunda preclasificada aquí, quienes quedaron, respectivamente, en los lugares 15, 13 y 6.
Lagno, que era la primera preclasificada, quedó en el sexto lugar, detrás de otra aparición inesperada: la de la georgiana (cuna de tantas glorias ajedrecísticas entre las mujeres, comenzando por Nona Gaprindashvili y Maia Chiburdanidze) Meri Arabidze, una MI entre tantas GM presentes.
Un último aspecto que no es estrictamente ajedrecístico, que no se nos puede escapar, tuvo como protagonista a la representante iraní Sarasadat Khadem al-sharieh a quien se la vio en Almatý sin el hiyab, el pañuelo en la cabeza que es obligatorio según los estrictos códigos de vestimenta de su cultura. Temiendo sanciones al regreso al hogar, la jugadora ya anunció que habrá de emigrar a España junto a su familia.
Fin de año a puro vértigo
Con esta sensación nos quedamos. La del vértigo en un final de año a todo vapor, un signo de los tiempos de los que el ajedrez no queda excluido. Rapidez y dinamismo que, de alguna manera, le brindan al milenario juego aires de mayor espectacularidad. ¿No habremos ingresado casi sin darnos cuenta en un ciclo de furia algo desenfrenada que puede coadyuvar a la imprecisión y a la improvisación?
De aquellas partidas tan lentas de otrora, esas que podían derivar en un agotamiento físico (y hasta la muerte), ahora estamos en un frenético siglo XXI en donde todo parece querer resolverse aquí y ahora. En el medio sabemos que Mijaíl Botvínnik, un excampeón mundial de estilo tan científico, que supo predominar después de la Segunda Guerra Mundial, solo una vez disputó una partida rápida, cosa que hizo a bordo de un tren. Su sucesor actual, Carlsen, en cambio parece preferir jugar bajo las modalidades más veloces, dejando atrás el ritmo convencional, el histórico, ese que siempre (todavía habría que decir) tenemos en mente cuando pensamos en el ajedrez.
Si se abre un espacio de controversias sobre el tema, pueden decantarse las posiciones en opiniones extremas. Fischer supo decir que el ajedrez rápido mataba las ideas, mientras que su compatriota Nakamura le negó incluso alguna vez su condición de ajedrez («es solo obtener posiciones en las que te puedas mover rápido»), a pesar de que lo cultiva con fruición.
Por su parte, el ruso Vladímir Krámnik indicó que el bullet es simplemente un poco idiota, cuando para el inglés Nigel Short de esa forma se pudre el cerebro como el alcohol. Carlsen, en cambio, que pareciera saber interpretar mejor los nuevos tiempos, aseguró que el ajedrez rápido y relámpago es solo para disfrutarlo.
De eso en definitiva parece que se trata todo: de segur el clima epocal, aceptando lo que inexorablemente se viene, posibilitando que el ajedrez, una vez más, se adapte a la evolución en el curso de los tiempos. Como lo hizo por caso en el segundo milenio con la aparición de la pieza de la reina con su movilidad ampliada, fenómeno que contribuyó decisivamente a la modernización de un juego que debía dejar atrás un virtual estado de inmovilidad medieval.
Al decir esto, no pretendemos emitir juicio de valor alguno ni tomar partido, sino simplemente aportar una constatación. Es que sabemos que, desde mediados del siglo XX, estamos incursos en un fenómeno que se ha denominado Gran Aceleración. Como consecuencia del enorme desarrollo tecnológico y económico acontecido tras el final de la Segunda Guerra Mundial, el planeta se ha sumido en cambios drásticos provocados por actividades humanas, caracterizada por el enorme crecimiento del sistema económico-financiero mundial, el desarrollo tecnológico y la profunda crisis ecológica y biofísica en el marco de un proceso de aceleración.
Hemos, casi sin darnos cuenta, ingresado en la era de los humanos o Antropoceno, en donde los procesos de creciente velocidad (¿de destrucción?) surgen inevitables. El ajedrez, en ese contexto, debe amoldarse.
Con todo, nos queda un gusto algo amargo. Si la psicología nos enseña que la razón exige demora y que, como bien se ha asegurado, vivir rápido puede ser solo sobrevivir, tememos que la esencia del milenario juego en algún sentido pueda perderse frente a la necesidad de dotarlo de un mayor ritmo en busca de espectacularidad, alejándolos de los caminos de la exactitud y, quizás, de la belleza.
En ese sentido compartimos los temores del poeta Bob Dylan para quien: «No hay tiempo para sufrir o pestañear / Y no hay tiempo para pensar». Por lo que no nos resignaremos nunca, ya que el ajedrez es pensamiento. Además de placer y metáfora.
Para ir terminando una crónica que nos permitió reflexionar sobre la relación del tiempo con el ajedrez, recordemos una expresión de Ezequiel Martínez Estrada, alguien que barruntó una filosofía basada en el juego:
«…el tiempo no es el cronológico sino el de la eficacia con que se pone en actividad una pieza. Y se mide no para ella sino para todo el sistema, por lo que es homogéneo y total. A veces conviene perder un tiempo. Podría afirmarse que el tiempo en ajedrez no existe. Lo que valen son las fuerzas. De hecho, pueden repetirse jugadas como en un infinito, lo que contraría el principio de irreversibilidad».
El pensador argentino nos recuerda, asimismo, una preciosa sentencia con la que terminamos esta crónica sobre un diciembre en el que el tiempo en el ajedrez, algo vertiginoso, por cierto, fue la clave de todo:
«Brahma creó jugando al universo y jugando lo destruirá; la vida es tiempo, a veces, es el tiempo en el que duran los dioses o sus juegos»
Un tiempo, el de los dioses o el de sus juegos. El tiempo preferido de los dioses. El tiempo que emplean ellos, y nosotros, jugando al ajedrez…
Muy buen artículo Sergio, te felicito y agradezco que tengamos artículos de ajedrez para leer en jotdown
¡Muchas gracias Pablo!
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