El 17 de febrero, ocho días antes de la invasión rusa a Ucrania, una ciudadana estadounidense de treinta y un años fue apresada en el terminal de llegadas del aeropuerto de Moscú-Sheremétievo. Sin embargo, no era una ciudadana cualquiera. Se trataba de Brittney Griner, pívot de las Phoenix Mercury en la WNBA, una de las jugadoras de baloncesto más conocidas del país. El Servicio de Aduanas había encontrado un total de 0,7 gramos de aceite de cannabis distribuidos en dos cartuchos de vapeo para cigarrillo electrónico. Era una cantidad ínfima, del tamaño de una pequeña pasa, y contaba con prescripción médica. Pero, en Rusia, el contrabando de estupefacientes está penado hasta con diez años de cárcel y fue condenada a nueve años de prisión.
¿Cuál es la dimensión real, como deportista, de Brittney Griner?¿Por qué había viajado a Rusia en vísperas de una guerra? ¿Y por qué llevaba cartuchos con cannabis en su equipaje?
La otra temporada rusa
Hasta la fecha de su captura, la celebridad de Griner no se limitaba a sus logros baloncestísticos, que incluyen un campeonato de la WNBA, siete participaciones en el All-Star, dos premios a la Mejor Defensora del Año y dos medallas de oro olímpicas con la selección nacional. Había batido todos los récords en su etapa universitaria en Baylory, nada más ser escogida con el número uno en el draft de 2013, se declaró abiertamente homosexual. Este gesto, tan temprano en la carrera de cualquier deportista, la había llevado a convertirse en una figura admirada en la cada vez más progresista WNBA. En sus primeros partidos, se hablaba, incluso, de que podría competir en una liga masculina.
En la temporada 2022, su salario era de 227.900 dólares, sin contar incentivos de rendimiento ni contratos de marketing, lo que la convertía en la cuarta jugadora mejor pagada de la liga. En la NBA, el cuarto mejor pagado cobraría algo más de cuarenta millones de dólares al año. Teniendo en cuenta que las mujeres tienen una vida deportiva más corta que la de los hombres, no es de extrañar, entonces, que aprovechen el descanso de la liga estadounidense—que se interrumpe entre octubre y abril— para conseguir otros ingresos. Como, por ejemplo, jugar en Europa. Y, aquí, uno de los destinos más apetecibles es Rusia, donde algunos clubs invierten cantidades astronómicas para conseguir a los mejores jugadores y las mejores jugadoras del mundo.
Como cada febrero desde 2014, a pesar de las advertencias del Gobierno estadounidense, allí se dirigía Griner para retomar la temporada y jugar los playoffs con el UMMC Ekaterinburg, conjunto con el que ya había ganado cuatro veces la Euroliga, para «cumplir con su deber con el equipo». Se calcula —las cifras no son públicas—que iba a ganar alrededor de un millón de dólares. Aunque para ella, como para muchas otras, competir en Europa no era solo una cuestión de dinero, sino también de reputación deportiva, de amor por el juego. Con el añadido de que era una de las jugadoras más queridas de Rusia.
No hubiera sido distinto ese año, salvo un regreso apresurado días después debido a la guerra. Pero, con el estrés del viaje después de haberse recuperado de covid, descuidó en su equipaje unos cartuchos para vapear que la retuvieron en la aduana. Los rumores apuntaban a que una ciudadana estadounidense había sido enviada a la prisión. Solo una semana después de la invasión a Ucrania, las autoridades rusas revelaron la identidad de la detenida. Era un activo demasiado valioso y manejaron la información con cuidado. El propietario del UMMC Ekaterinburg, que en 2021 contaba con seis jugadoras de la WNBA, es Iskandar Makhmudov, un empresario uzbeco —y este no es un dato menor—cercano a Putin.
No pasó mucho tiempo. El 5 de marzo, la liga mostró su respaldo a la jugadora en un comunicado: «Brittney Griner cuenta con todo el apoyo de la WNBA y nuestra principal prioridad es su regreso rápido y seguro a Estados Unidos». En las calles de Nueva York, se escuchaban los gritos de los manifestantes que pedían su liberación. Hasta que, por fin, el 3 de mayo, el Departamento de Estado declaró que había sido «detenida injustamente», lo que significaba que iba a empezar a negociar por ella.
Sin embargo, pasaban los meses, las tensiones crecían y el caso parecía no resolverse. «Si se tratara de LeBron James, Tom Brady o cualquier otro deportista profesional, si fuera un hombre, ya estaría en casa», lamentó Natasha Cloud, de las Washington Mystics, en las páginas de la revista Time. «Habría sido una prioridad. Por desgracia, BG ha caído en ese terreno por ser mujer, por ser una mujer gay, por ser una mujer negra gay».
El cannabis, ¿droga recreativa o tratamiento medicinal?
A pesar de la presión popular y el apoyo de la prensa, muchas personas en las redes sociales arremetieron contra la jugadora por consumir cannabis, obviando que contaba con una receta médica otorgada en el estado de Arizona, donde es legal. Donald Trump, por ejemplo, llegó a decir que Griner era «una persona mimada» que entró a Rusia «llena de drogas» y que el Gobierno tendría que intercambiarla por un traficante de armas, como finalmente sucedió. En realidad, el consumo de cannabis, sobre todo con fines terapéuticos, es frecuente entre los atletas profesionales.
La NBA incluyó el cannabis en los test antidrogas a partir del año 1999. Antes, en lugar de tomar pastillas para el dolor después de los partidos, muchos deportistas fumaban para aliviar los dolores del desgaste. Uno de ellos era Shawn Kemp, la histórica estrella de los SuperSonics, hoy propietario de un dispensario legal en Seattle. «En la época en la que jugaba, por supuesto, fumábamos marihuana», declaró a TMZ Sports. «Éramos responsables con ella, pero sin duda fumábamos… A veces a los chicos no les gusta tomar las pastillas, no quieren correr esos riesgos, por lo que esta es otra manera de cuidarse profesionalmente, hacerlo de la manera correcta».
A lo largo de este siglo, la percepción del cannabis ha ido cambiando. En la actualidad, su uso está legalizado en ciertos estados y algunas ligas profesionales están reconsiderando aceptar un consumo restringido. La NFL, por ejemplo, relajó su política sobre la marihuana en 2020, pero todavía puede multar y suspender a aquellos que excedan los límites. La MLB la eliminó de su lista de sustancias prohibidas, aunque los jugadores pueden ser disciplinados si la llevan encima o están bajo su influencia durante las actividades del equipo. En cuanto a la NBA, que solo sanciona su uso reiterado, suspendió las pruebas durante la pandemia con la excusa de enfocarse en aquellas sustancias que mejoran el rendimiento.
Durante el juicio en Rusia, en declaraciones que recogió la agencia Reuters, Griner describió las lesiones que había sufrido en la columna vertebral, el tobillo y las rodillas, algunas de las cuales la obligaron a utilizar una silla de ruedas durante meses. «Los beneficios del cannabis medicinal superan sin duda a los analgésicos que recetan. Los analgésicos tienen efectos secundarios realmente malos. Con el cannabis medicinal, sinceramente, no hay efectos secundarios que te perjudiquen», añadió.
Y no es la única que piensa así. La australiana Lauren Jackson, en su regreso a las cachas seis años después de haberse retirado, atribuyó al cannabis medicinal la recuperación de sus dolores crónicos en la rodilla. «[El tratamiento terapéutico] ha sido crítico en mi capacidad de recuperarme. En mis últimos partidos hubo tanto dolor que terminó con mi carrera, pero ya no lo siento», confesó.
El exjugador de la NBA Al Harrington, quien posee un negocio de venta legal de cannabis, es otro de los defensores de su uso controlado. «Es el momento de que las ligas se modernicen. Ya no se ve a jugadores emborrachándose y luego intentando jugar a un nivel alto. Creo que hay que confiar más en los atletas y entender que muchos jugadores lo utilizan para recuperarse. Incluso del estrés, de la ansiedad. Sé de primera mano que mucha gente lo utiliza para poder calmarse y lidiar con los problemas del día a día», declaró a CBS Sports. Harrington calcula que el 85 % de los jugadores de la NBA consume algún tipo de cannabinoide.
Consecuencias de una liberación
El 8 de diciembre, tras diez meses en prisión, Brittney Griner fue liberada en un intercambio desigual con el traficante de armas Viktor Bout, más conocido como «el mercader de la muerte». Al final, como sostiene Stephen Collinson de la CNN, Biden antepuso la humanidad a la geopolítica. Y es que, durante todo este tiempo y de manera muy intensa, la WNBA había hecho sentir su apoyo a la jugadora: sus iniciales y su dorsal estaban impresos en las canchas de todas las franquicias, y la liga la nombró All-Star honoraria en su ausencia. Tanto sus compañeras como sus rivales hablaban conmovidas sobre ella en las ruedas de prensa después de los partidos.
Su aterrizaje en Estados Unidos fue un alivio nacional. «Toda nuestra familia de la WNBA es una hermandad. Cualquiera que esté involucrado en el mundo del baloncesto tiene que estar exultante esta mañana», dijo tras conocer la noticia Becky Hammon, entrenadora de Las Vegas Aces y medallista olímpica con Rusia. «Nos alegramos de que esté en casa, de que se haya reunido con su familia», explicó Stephen Curry en el discurso de aceptación del premio al Deportista del Año que otorga Sports Illustrated. «Es un recordatorio constante para todos los que siguen utilizando sus plataformas para hablar de cuestiones que son significativas y pueden realizar un cambio positivo».
En mayo, a Brittney Griner le espera una nueva temporada, ilusionante y agradecida por todo el apoyo recibido, junto a sus compañeras de Phoenix Mercury. A la WNBA, tras un suceso que quizás estuvo a la misma altura del Black Lives Matter de la «burbuja» de Orlando, le aguarda una nueva etapa como organización activista y proderechos. En cuanto a las ligas profesionales deportivas, a ellas les toca enfrentarse a una reconsideración en sus políticas antidrogas para permitir el uso del cannabis con fines terapéuticos. Aunque sea una posibilidad que ahora se antoje remota, es algo que en algún momento sucederá.
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